Miguel Ángel Solá y Paula Cancio comparten escenario por segunda vez consecutiva, luego del éxito de “El Diario de Adán y Eva”. En “Doble o Nada”, con dirección de Quique Quintilla, la apuesta consiste en adaptar la obra “Testosterona”, escrita por la autora mexicana Sabina Berman en el año 2014, que ya fuera presentada en teatro en España por esta misma pareja actoral. Obra que también fuera estrenada anteriormente en la cartelera porteña, con dirección de Daniel Veronese y protagonizada por Viviana Saccone y Osmar Núñez.
Claramente, la obra describe los obstáculos que sufre una mujer para ascender profesionalmente en un mundo dónde el género pareciera ser condición excluyente y lo masculino, dominante. Miguel Ángel Solá da vida a Ricardo, el director de un poderoso multimedio que, tras enterarse que (supuestamente) padece una enfermedad terminal, deberá elegir su sucesor. Para ello plantea la estrategia del “Doble o Nada” sobre la consigna de, ‘o te doblo el sueldo o te despido’. Bajo esta premisa, dos candidatos aparecen como posibles sucesores y sólo uno de ellos ganará el cargo de director.
Lo emocional también se entromete en la decisión que deberá tomar Ricardo, haciendo su tarea poco menos que sencilla: la idea de dejar el poder lo atormenta y allí, como principal aspirante a su cargo se encuentra su protegida, la actual directora de la edición digital del diario. Ella es Micaela (o Micky, como él la llama) una mujer con carácter y valentía, interpretada por Paula Cancio. Sin una pareja estable y sin el deseo de tener hijos, pareciera que esta sociedad machista impone mandatos a esta mujer y la juzga por no llevar a cabo el rol que debería, ante el juicio ajeno flota esa sensación de que Micky no encaja en ese ambiente. Sin embargo, con el acento puesto en la desigualdad social imperante, la obra traza la figura de una Micky que entrega su vida a la profesión, esperando una justa recompensa por ello.
El guión de la obra resulta tan atrapante que no necesitamos conocer al famoso “candidato masculino”. Sabemos que está, y que su gravitación decidirá la suerte, pero no lo vemos, lo sentimos. El némesis del personaje de Micky es una presencia oscura, inescrupulosa, manipuladora, traicionera. Lo percibimos de esa manera y también los personajes de la obra. Sin embargo, este cuestionable candidato (responsable de la edición en papel del diario) posee ese plus necesario para quedarse con el puesto: la testosterona y una ambición que no tiene límites. Quizás el atributo que hace falta para salir vencedor en la apuesta. En esta encrucijada se encuentra Ricardo, debatido entre el deseo sexual contenido que siente ante su ex alumna y la admiración profesional que reconoce ante el maquiavélico Renato Beteta, el tercero en discordia. Pero eso no es todo, es solo el comienzo de un intrigante mecanismo de dobleces narrativos, trampas y verdades dichas a medias. La decisión a tomar, es extremadamente más compleja y se dirimirá en el despacho principal, en una lluviosa noche de fin de semana. Y los factores que pueden inclinar la balanza de su decisión conforman los vericuetos argumentales que presenta la obra: ¿será el género sexual?, ¿la experiencia profesional?, ¿la audacia para capturar una primicia?, ¿o la virtud de no caer en la trampa?
El enfrentamiento verbal entre el jefe y su protegida (con la omnipresencia del misteriosos Beteta sobrevolando la escena) da paso a un circo romano impiadoso y brutal, cuyo vencedor dialéctico, más allá de dirimir quien ocupará el puesto, pondrá en evidencia los actos de los que ambos son capaces. Las manipulaciones, y las invasiones sobre la intimidad del otro sacan la peor versión de cada uno. En un juego ético cruel que expone debilidades y miserias, en un retrato sin tapujos. Además, como si fuera poco, el condimento sentimental se juega fuertemente entre ellos: una furtiva pasión que vuelve más compleja cualquier decisión que con frialdad se requiera tomar.
Los prejuicios sociales, las absurdas distinciones de género y también las subjetivas capacidades que valora el medio de comunicación en cuestión, definirán la posibilidad de alguien de ser ascendido, o coartado en su ascenso profesional. Así funciona esa “rueda de poder”, indefectiblemente. El ego y el narcisismo que destila el dueño del medio, la confianza desmedida en sí mismo y en sus principios, a toda costa, llevan a cabo un minucioso estudio de radiografía sobre este ser cuyo abuso de poder es constante. Y el texto también desnuda sus falencias y desinterés en el ámbito personal: es un padre ausente al que no le interesó criar a sus hijos y es un marido en apariencia que vive poniendo excusas para salir del paso en ‘compromisos’ de pareja con su mujer. En este sentido, la interprelación al espectador es permanente. Las dudas que se plantean sobre el escenario llegarán hasta la platea y el público será testigo exclusivo de este debate moral, en donde dos seres en pugna ideológica y física, contraponen grandezas y mezquindades humanas.
La lucha por el poder es muy desigual, se sabe que quien lo posee no desea soltarlo. El espacio de una redacción de un diario bien podría ser un símil de cualquier otro ámbito político, empresarial o administrativo, donde una mujer tuviera posibilidad de ejercer un cargo ejecutivo y las voces en su contra se alzarían. Claro, el hecho de que se trate de un medio de comunicación le agrega una cuota de sadismo extra: ellos -los medios- nos cuentan la verdad, llevan el pulso de la noticia. Ese nivel de poder, los acerca a una figura de semidiós, dictaminan ‘que se cuenta’ y ‘cómo’. Quien es el mejor o más idóneo para un puesto no es siempre quien lo merece, sin embargo, no todo es lo que parece en esta auténtica prueba de fuego profesional.
No hace falta decir que Miguel Ángel Sola es un actor enorme, su trayectoria en teatro, televisión y cine lo coloca como uno de los intérpretes más sobresalientes de su generación, un artista argentino de una integridad digna de querer y admirar. Dueño de un talento tan versátil y de una sensibilidad para componer registros tan variados, desde su reciente y celebrado regreso al cine con “El Último Traje”, dirigida por Pablo Solarz hasta su anterior propuesta teatral en la exquisita “El Diario de Adán y Eva”, Solá atraviesa un gran presente profesional. Los últimos personajes que ha interpretado el actor son apenas una muestra y dan cuenta de su notable calidad. Aquí luce despótico, abyecto, manipulador, vengativo, seductor, paternal, machista, detestable, vulnerable y megalómano. Todo ese torbellino de facetas representa su personaje a lo largo de 90 minutos de una magnética interpretación.
Paula Cancio entrega una formidable interpretación, dueña de una presencia escénica superlativa, deja la piel en un rol sumamente demandante. La actriz rompe con el estereotipo de secretaria sexy y objeto del deseo de su superior, porque su personaje es de una profundidad y de unos principios apabullantes. Sabe hacia dónde va, sabe lo que quiere, también lo que está dispuesta a pagar y lo que no. También sabe del cruel e injusto lugar en el que la coloca la sociedad. Y se frustra, se molesta. Y también admira a su mentor, fue su amor platónico en tiempos de facultad. Hoy, por su talento y carisma, Micky ascendió en la empresa y desea poseer el cargo que su jefe ostenta. O desea poseer a él, quien sabe. O a ambos. Lucha contra la herencia de una estructura machista: es un sistema jerarquizado que le molesta. Vive libremente su libertad sexual y exige privacidad y respeto por ello. Su personaje es de una integridad que no pareciera encajar dentro de un ambiente tan viciado de intereses y ansias de poder.
Plagada de dobles lecturas y de capas profundas de análisis, la obra revela múltiples miradas acerca de esos privilegios de poder con que el sistema patriarcal se nutre a sí mismo: de esos privilegios lineales y corruptos de lo que gozan aquellos que se prolongan en el poder con un autoritarismo basado en su condición de género. Así funcionan los turbios mecanismos de poder en una corporación. Así pueden espiarnos, chantajearnos, someternos. ¿Cuál es el límite de la humillación a la que debe prestarse una jefa de sección con tal de conformar a su superior? Pareciera que Miky tiene que actuar como los hombres para acceder a un puesto de poder. En este sentido, el espectáculo busca reflejar la realidad, y la desigualdad de género que impregna la obra dotándola de un fuerte anclaje en el presente, un tema de honda sensibilidad social.
Este micromundo representado por ese despacho ubicado en el último piso de un gigantesco edificio (allí, donde se está más cerca de Dios, para escuchar su consejo), funciona como reflejo del panorama actual en el que vivimos: un mapa social que pretende masculinizar a la mujer y que cuánto ‘más de hombre se tenga’ (mas testosterona y lo que no se tiene, se compra) la fuerza equivale a capacidad física, y la capacidad física se mide por la efectividad en aplastar al otro. Literalmente. O a sus ideas. Allí la obra adquiere un matiz de absoluta excelencia y, visto el resultado de la elección (el cual no adelantaremos por obvias razones), un final abierto se percibe como un gratificante territorio para el análisis posterior. Porque la riqueza de la obra nos provee de esas herramientas.
“Doble o Nada” ficciona una historia que se repite a diario y es absolutamente real. Y como público, nos cuestiona. Nos invita a involucrarnos, nos interpela, nos hace participar. Nos hace dudar de los personajes, amarlos, odiarlos y volverlos a amar. Pareciera que lo único que queda es esta forma de poder que concebimos como piramidal, vertical y perteneciente a otro tiempo. De un autoritarismo obsoleto y que atrasa…sin embargo, acaso un análisis acerca del funcionamiento de un multimedio como metáfora perfecta para pensar acerca del poder político y de cómo estos medios determinan la suerte del gobierno de turno. Una historia universal y atemporal: ¿Quién engaña a quién? ¿Cuál es el verdadero precio del poder?
Ficha técnica
Autor: Sabina Berman (versión sobre su original “Testosterona”)
Actúan: Miguel Angel Solá – Paula Cancio
Dirección: Quique Quintanilla
Música Original: Martin Biancchedi
Diseño Luces: Manuel González Gil – Matias Canony
Diseño Vestuario: Pepe Uría
Diseño Escenografía: Jaime Nin Uría
Fotografía: MCM (Machado/Cicala/Morassut)
Comunity Manager: Andra Papini – Damian Armocida
Prensa: SMW
Producción: Jaime Nin Uría- Manuel González Gil