
Ver esta obra es más que sentarse en la butaca de este pequeño teatro, bello y austero. Es ingresar a la Casa de Ana Frank y recorrerla, y mientras lo hacemos, preguntarnos por qué. A veces, lloramos. Siempre nos conmovemos. El jardín, el árbol, la exposición de fotos de lo que fue la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi y la familia de Ana Frank, comienzan a dar forma a la historia que veremos en el teatro.
Eva es una adolescente que está por terminar la escuela secundaria. Como todo estudiante, debe entregar un trabajo. Eva se pregunta qué hacer, si danzar al ritmo tiktokero de sus pares o plantear otra cosa, algo menos efímero y que deje huella.
Así, Eva descubre El diario de Ana Frank, como si la estuviera esperando y diciéndole que con la memoria hay que insistir.
La idea original de Héctor Shalom basada en la obra de Gustavo Gersber, y con la excelente adaptación y dirección de Marcia Rago, nos muestran otro mundo, el de la construcción de lo humano en un mundo tan difícil de habitar.
El descubrimiento de este libro sumerge a Eva en la idea de presentar la historia de Ana Frank desde otro lugar: el contexto del Holocausto, el escondite familiar gracias a la solidaridad de amigos y cómo se jugó su adolescencia allí, en medio del hambre, del miedo, pero, al mismo tiempo, de unas inmensas ganas de vivir.

Mientras lee el Diario, escribe el propio. Eva se mete en la piel de Ana, entra y sale de Ana, lo que le permite construir una posición solidaria que abre a la pregunta de qué hubiera sucedido si las cosas habrían sido de otro modo. ¿Qué adolescente no se lo pregunta? El tiempo y el espacio no son entelequias, son siempre con otros, nos enlazan como humanidad, en la construcción de un futuro a partir de un presente que resignifica el pasado. Todo cambia.
Entonces Eva/Ana sueñan con el amor, con un mundo más amable y alojador, con lugar para todos, con justicia, con derechos en vez de privilegios.
Allí está la jovencísima e inmensa actriz Clementina Mourier entregándose en este trabajo, en darnos a conocer la historia de Ana Frank a partir de fragmentos seleccionados, en los que se privilegia el deseo de Paz, de convivencia, de hermandad entre los pueblos, de los derechos de las mujeres.
El teatro, la escritura, cualquier manifestación artística, son actos políticos, no necesariamente en el sentido de lo partidario sino en relación a la relevancia de nuestras corresponsabilidades como sujetos del mundo, sobre todo a estar atentos y no mirar hacia el otro lado. Hacerlo, ignorar que sucede, es también político.
Esta pieza, que todos deberían ver, y que particularmente debiera mostrarse y discutirse en las escuelas, tiene una doble valentía: por un lado, mostrar la historia de una jovencita de 15 años que murió en un campo de concentración durante el Holocausto, sus sueños adolescentes, sus ganas de vivir, su esperanza por un mundo mejor, y por otro, un mensaje claramente pacifista que cuestiona las invasiones a países por parte de los poderosos, los fundamentalismos religiosos y, por supuesto, a la Dictadura Militar argentina y al aún impune atentado a la AMIA.

La ventana del árbol y Ana Frank, es una oportunidad para encontrarse con la vida, para construir la esperanza de que un mundo mejor es posible; que la adolescencia puede ser sensible y preocuparse por el otro sin dejar de soñar. ¿Qué es dejar huellas? : Que se construyan apuestas colectivas.
Teatro Ana Frank
Superí 2639, Caba.
Sábados 20.00 horas. Puede hacerse recorrido guiado desde las 18.30.