
A finales de los años ’90 , en algún barrio de Buenos Aires, la estructura política de un club de fútbol de la B se convulsiona.
Complots, parricidio, camarillas y traiciones se sirven en la mesa del banquete shakespeareano que es esta obra en la que el contraste constante entre enunciados dramáticos del estilo tradicional y los diálogos coloquiales porteños, danza constante en el escenario.
Una puesta isabelina con deliciosos detalles de vestuario y escenografía conquista la mirada del público mientras el drama y el humor del texto conquistan sus emociones. La persistente evocación a Macbeth es un detalle cautivador para quienes realmente valoran el teatro clásico.
Las actuaciones de Laura Aramburu, Nicolas Devicente y Anibal Tamburri son fluidas y naturales haciendo del escenario un mundo enorme que muta para transportar al público a diferentes locaciones.

Luego de la función tuve la oportunidad de conversar con Alejandro Rodas, director de esta pieza y conocer algunos detalles del proceso que dio por resultado esta obra. La iniciativa nace de A. Tamburri y L. Aramburu quienes convocan al director con lo que inicia una búsqueda que tras recorrer algunas obras históricas del cine y el teatro desemboca en la clásica (y presuntamente maldita según la tradición dramática) Macbeth de Shakespeare. A través de las funciones la dramaturgia fue mutando como fruto del exhaustivo trabajo de incorporar en los ensayos algunos errores y sorpresas ocurridos fuera de todo plan en diferentes presentaciones. Alejandro me contó sobre el trabajoso camino de «ensayar el error» hasta que salga natural como si fuera la primera vez.

En conclusión «Tuerto Rey, una tragedia de poca monta», es una ventana hacia aquella Buenos Aires de los ’90 con un ángulo barrial y futbolero pincelada de referencias del teatro clásico isabelino que merece salas llenas en cada función.