
Fotografías: Joaco Cardoso
DANIELA RUIZ, presentó la obra de teatro intitulada Divina en el salón Dorado del Teatro Nacional Cervantes bajo la dirección de Ana María Bovo, la primera del ciclo “El Hotel es un cuerpo” con tres historias de travestis/trans, basadas en su vida real y a partir del libro «Reunión: Cuatro Legendarias en el Gondolín», Dani Zelko, Marlene Wayar, Marisa Acevedo, Zoe López y Viviana Borges. Daniela es actriz y docente de teatro. Secretaria @7coloresdiversidad, www.sietecoloresdiversidad.org.ar, activista lgbtiq+ travesti trans y referente histórico de comunidades indígenas, integrante de la comisión organizadora de la Marcha del Orgullo, docente en diversidad, capacitadora del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación Argentina en diversidad sexual, socia fundadora y expresidenta de la Cooperativa Arte Trans, parte del colectivo Identidad Marrón. Otra participación importante es que haya formado parte de la redacción de las leyes argentinas de Matrimonio Igualitario (2010) y de Identidad de Género (2012). Y en este año 2023, además, estrena la obra de teatro “La Deuda del Grito”, una obra transfeminista y antirascista con un gran elenco y una importante producción.
Bienvenida al consultorio. Te escucho.
Pienso que ir a un psicólogo o psicóloga es una manera de interrogante a vos misma, preguntarnos las cuestiones que no escuchamos, y uno necesita que alguien te escuche, para poder llegar a encontrar uno mismo la respuesta. Yo no tuve esa experiencia… Desde ese lugar tengo reflexiones respecto a mi proceso de tiempos, de dinámicas, de formas con las que me expreso en el mundo, y de esas expresiones, las buenas y las malas, yo me hago un replanteo sobre qué es lo que pasó. Y quizás, algunas cosas que quedaron en el tintero, poder trabajarlas con alguien que escuche sin necesidad de que te de la respuesta. Yo no necesito la respuesta.

Para escuchar lo que uno solo no puede escuchar porque es del orden de lo inconsciente y saber que la respuesta está allí, dentro tuyo.
Vengo con ese trabajo desde hace mucho tiempo y tengo una mirada despatologizante de poder consultar a un psicólogo. Lo tenía así incorporado por malas prácticas de los psicólogos.
¿Tuviste malas experiencias?
¡Tuvimos malas experiencias! ¡Toda la comunidad travesti!

Me llamó muchísimo la atención lo que narras en tu obra El Hotel es un cuerpo: Divina, que cuando consultaste, un profesional del campo de la psicología te dijera que no tenes cura como si se tratara de una enfermedad, y se rehusara a atenderte.
La verdad fue así. En Salta tuve muchas psicólogas pero no como una decisión propia.Me enviaba la pedagoga porque no sabían qué hacer con este niño, ni la directora sabía qué hacer, entonces ellos querían que la familia la vea, no puede estar sino consulta por su enfermedad. Me parece terrible porque esas malas prácticas conllevan un proceso de tiempo para luego lograr un empoderamiento, y poder hablar comprendiendo que esos procesos son estigmatizantes y criminalizantes. Esto viene de una concepción academicista que ha tenido una manera de ver eurocéntrica que conformó un sistema criminalizador para los travestis en la sociedad.
Es muy importante que puedas denunciar esto en nuestro encuentro. Lamento profundamente que hayas sido estigmatizada por los profesionales de la salud mental que estamos para romper con lo hegemónico, lo masificante, trabajando con el analizado para rescatar su singularidad.
Pienso que estamos en un sistema heteronormativo que estabiliza a las personas en algo focalizado en los genitales, y ha sido para los psicólogos y las psicólogas en las universidades, como ha sido algo estático. Algo que no se ha movido, y no solamente por la sexualidad, sino por no tomar en cuenta los deseos, la escucha, y desde ese lugar, a muchas de nosotras, nos resultó expulsivo el sistema de salud mental. Entonces, ahí es donde nace una reflexión y un análisis sobre por qué si vengo a una consulta, si vengo por un problema de pánico, eso no tiene que ver por mi género, ni tampoco con mi sexualidad, ni con mi tránsito y tampoco por mi convertibilidad de género. Sí me parece que viene atravesado por algunos factores que son claves y estos factores, tienen que ser determinantes como en cualquier otra persona, y no determinante a la sexualidad o a la identidad de género. Si yo tomo hormonas en el día de hoy, no me pueden decir que mi problema es hormonal. Es muy terrible.

Si, porque en lugar de abordar qué puede producir los cambios hormonales desde el punto de vista psicológico. Poner el énfasis en los genitales es una visión falocéntrica, cuando el mismo Freud distingue claramente sexualidad de genitalidad.
Pienso que no han tenido la perspectiva transversal, interseccional para repensar las prácticas, y el encasillamiento en el binarismo, mata. Hoy hay que deconstruir lo que sucedía en 1900, estamos en 2023, porque en esa época no se podía contemplar la feminidad o los cuerpos feminizados como parte irruptiva de una identidad de género. Hoy avanzamos en los derechos humanos, y a la vez, hay un retroceso en la psicología de no querer avanzar.
Solo alcanzaría con leer a nuestros maestros, ellos eran grandes defensores de los derechos humanos y es una posición ética en el psicoanálisis.
Pero es más no escuchar a las personas, porque los maestros vienen con su manual, no quiere decir que sea bueno o malo, sino que hay una percepción donde vos te podes percibir como mujer, hombre, ni mujer, ni hombre, y te podes percibir como quieras auto-percibir. Por eso hay que desnaturalizar no solo lo binario y lo academicista que no ha sido atinado en la psicología y en la psiquiatría. Y no eso no quiero meterme en temas que no conozco, pero sí hablo desde lo que pude experimentar.

Eso es lo peor.
Y lo mejor para poder hablar de esto.
En ese sentido, es cierto, pero siento mucho que para hablar con autoridad de este tema, hayas tenido que pasar por ataques de parte de quienes tenemos la responsabilidad ética de escuchar sin juzgar y dar la contención necesaria a quien nos consulta.
Exactamente. Los psicólogos tienen que escuchar y tomar decisiones después de una reflexión. Está es la base fundamental, porque las activistas cuestionamos la criminalidad desde la patologización de una capa social que estigmatiza, y esto se deriva de la psicología, la psiquiatría, de lo correctivo.
Lo que en la psicología es correctivo, implica connivencia con el sistema desde los dispositivos de poder.
Y hoy hemos avanzado con la Ley de Identidad de Género y es inadmisible que exista un retroceso de muchos académicos que no quieren comprender esta evolución. Es como sacarse esa mochila y entender que hay nuevos paradigmas. Ahora queremos avanzar en esos paradigmas. No queremos quedarnos estancados en Freud y en Lacan. Doy capacitaciones a psicólogos y los veo muy encerrados. Hay una resistencia y me parece como que esa resistencia tiene que ver también con los mandatos que tiene la sociedad, y noto cómo el mandato del “deber ser» está impregnado en cada uno de ellos. No voy a hacer psicología con ellos tampoco, pero si busco saber qué lugar de privilegio quiero tener y qué lugar de aceptación de la persona que está tratando a otra es fundamental para ser atendido. Poder aceptar otros mundos.

Ese es el rol del psicoanalista, aceptar el mundo del otro, romper mandatos que encorsetan y estar a la escucha del deseo inconsciente singular del consultante.
Exactamente. Si una niña travesti a los cuatro años dice yo no soy Daniel y soy Daniela, hay que preguntarse qué es lo que hay ahí de fondo y no que ante esa persona, exista todo un sistema que se motoriza para conducirla hacia algo que no es. Me preguntó, si yo a los cuatro años me miraba al espejo y no me veía como Daniel, eso es lo que hay que escuchar. Y lo que se escucha es que a los 8 años lo mandaron de la escuela a tratarse porque el nene fue abusado sexualmente por el padre, y entonces, por eso se hizo homosexual.
Y no necesariamente es así, no es una fórmula simplificada, eso es reduccionista.
Es que no necesariamente es así. Muchas de nosotras no tuvimos las infancias libres y felices que tenemos que tener, no son conductivas, entonces, qué es lo que ocasiona para que se provoque una revolución conductiva de la pulsión a heterosexualidad, a la cis norma.
Escucha tu pregunta. Vos tenés la respuesta sobre qué te llevó a los 4 años a percibir como Daniela.
Nada más mirarme al espejo, y después aprendí que la mejor revolución que uno puede tener es mirarse al espejo y decirse quién es. Después, si vas al psicólogo, es porque puedo tener un TOC o esas cuestiones por el estilo. Pero cuando te sentis en tu eje de tu identidad ante vos mismo, creo que nada te puede romper el corazón o deprimir tanto, porque al indagarte, venciste lo más importante de este mundo. Y eso me parece superador. Y noto en la sociedad y quienes se pegan a mi lado, que no pueden comprender por qué rompo tanto el mandato y por qué tengo tanta libertad conmigo misma, o sea, por qué me determino hacer libre como quien soy, como lo que construyó, con lo que garantiza mi identidad, aquellos que no la pueden tener, no lo entienden. Y eso es lo que agradezco al mirarme al espejo y decirme quién soy para después poder desnaturalizar todos esas cosas que se te pegan en el cuerpo mientras vas construyendo tu vida y que acciona a la manera conductiva del “deber ser”.

Rompiste con el “deber ser” a los cuatro años. Te hiciste de pequeña la pregunta de Hamlet: ser o no ser. Elegiste ser, porque “no ser” es cumplir con los mandatos de lo que se debe ser. ¿Y ahí tuviste la revelación?
Mi revelación fue de muy chiquita al verme los ojos negros en el espejo, mi cuerpito y decirme no me siento así, no solamente con la vestimenta, sino con el nombre, tampoco con el cuerpo que tampoco iba conmigo. No soy Daniel. Mi mamá me puso ese nombre y se acortó a Dani, o a Danielito. Daniela siempre lo remarque y hoy por mi nombre en el documento, el que puedo elegir y optar es Daniela, solamente un solo nombre. Y eso tiene que ver con lo que vi en el espejo a mis cuatro años cuando dije yo no soy esto. Yo soy Daniela y esa es la revolución para mí y para el mundo en sí. Y lo hice en Salta con una construcción moralista, colonial, blanca, conductiva a ciertos parámetros, aunque acá en Buenos Aires, hay retrógrados también. Yo tenía una psicóloga que buscaba en mí el por qué, dónde estaba el problema.
Hasta aquí no veo un problema y no sé aún por qué consultas.
(Risas) La verdad es que me pareciste copada, es por eso, te soy sincera y porque es algo público y político. La última vez que consulté fue en pandemia después de tres meses de estar encerrada sin salir a la calle. Por primera vez tuve ataques de pánico y ahí fue porque no salía y reviví lo que viví con la policía en la cárcel cuando trabajaba en las calles. En pandemia, todo lo hacía por internet, con muchas actividades, y me di cuenta que escuchaba la sirena de la Policía que pasaba o de las ambulancias, y empezaba a entrar en pánico. No entendía el porqué, y me dije algo está pasando, y no es mi identidad. Y tengo amigos psicólogos y psicólogas, y no quería amigos, quería alguien que nada que ver, y entonces hablé con la Fundación Ulloa y le dije quiero una persona que sea con perspectiva de género, que comprendan la identidad de género y que avance con todo esto. Y con esa perspectiva, trabajé con ella y en tres semanas ya estaba comprando el pan en la esquina y al mes yo ya yo le decía, vamos a tomar un café, o sea, todo lo contrario. Necesité que me diga una palabra y escucharme para lograr entender que ahí estaba el problema, y ver que yo ya tengo la respuesta. Y agarré la cartera y salí. No me acuerdo más de eso y no volví más a tener ese pánico, o sea, no sé si fue por supervivencia.

Los traumas traen secuelas y con la pandemia se reactivaron, pero por lo que contas en la obra hubo mucho padecimiento que transitaste sola, y aprendiste a sobrevivir muy sola transitando situaciones muy traumáticas.
Uno nunca cierra todo. Cuando doy charlas me dicen esto, y siempre reivindico, aunque suena hasta arrogante, mi sentido de la supervivencia, de los dolores que tuve, me posicioné y lo superé para sobrevivir. Si estoy viva acá, no es porque me fue gratis, porque en realidad fue muy difícil soportar la Iglesia Evangélica, soportar el catolicismo, la Gendarmería infantil, mi familia evangélica. Mucho tiene que ver con eso, deber ser católico y después ser evangélico, el comprender la cuestión de las clases sociales. Yo no me crié en una familia de clase baja, me crié hasta los 11 años en una familia de clase alta con mi abuela, que era la señora, la patrona donde trabajaba mi mamá, o sea, ella era como una abuela, y yo le decía Lela. Como cuento en la obra, pasó de vivir en una casa grande colonial a una casa muy pobre. Y puedo armar una novela, porque yo era el hijo de la criada, y mamá era la empleada doméstica en esa casona. Ahí ves como una persona indígena como mi mamá, explotada por una clase burguesa blanca, deja un hijo pero no por su culpa sino por vivir en una pobreza extrema, por ser mujer, por mandatos, por analfabeta, sin recursos y me hizo un favor para que yo pueda vivir.
Gracias a eso sobreviviste.
Gracias a Lela, yo estoy en el Cervantes actuando en el Salón Dorado. Podes ver que tengo los modales, los gestos, la apariencia de ella, y eso lo aprendí de chica. Desde chica me enseñaron a actuar en el deber ser de la clase social, o sea, sé cuando es algo vulgar y cuando no. Sé lo que es tomar un té en la Plaza 9 de Julio en Salta con gente que tiene dinero porque era el chiquito que estaba en medio de esas mujeres burguesas en una provincia tomando el té con la con la gente de una sociedad media alta. Sé establecer las diferencias porque hay muchas. Ese niño indígena adopta todos esos modales, y ese niño rompe con el deber y no con los modales, los toma, y esa mujer la patrona, a los 11 años me dice: estás muy grande, ya pareces un hombre, dejaste de ser el monito mío, ya no me gusta porque no sos un nene, ya está. Algo está pasando que no quiero, así que andate.

Ya te había abandonado tu madre y volviste a ser abandonada, es sumamente traumático porque Lela era quien te criaba.
Yo la amaba. La amo, y adopté todo en mi. Fue un tremendo dolor pero a la vez, agradezco porque si no qué hubiera pasado si me quedaba ahí. Yo me decía qué hubiera sido de mí. Porque pienso que siempre lo supo, porque en realidad yo era una nena. Toda la familia burguesa blanca que vivía en ese lugar, todos me veían una nena. Y ellos tenían una nena y un nene, como debía ser, cumpliendo con los mandatos. Si te sigo contando de esa familia, todo tiene que ver con todo, porque aquello que Lela no tenía de parte de sus hijos, yo sí lo cumplí. Imagínate vos que yo llego a Buenos Aires, después de pasar un montón de cosas, y de aprender el modismo de lo vulgar y lo no vulgar, y hoy puedo decir que estoy en Caballito con mi pareja, un hombre blanco, rubio, y puedo moverme, entendiendo, cómo es la dinámica. Sé lo que es un corte inglés, un zapato de bien vestir, lo que es todo y cómo se cómo se mueve uno en la sociedad. Entonces, eso me ha sido de gran utilidad y al mismo tiempo, también ha sido de utilidad para mí, transitar por en la pobreza estructural de mi familia real de sangre que ha sido una condena. A los 11 años volví a la pobreza total, a un lugar que es desconocido, y con un género encima.
Tuviste dos vidas diametralmente opuestas. Lela te mató y te revivió, porque como dice Nietzche lo que te mata, te hace más fuerte.
De alguna manera, ya de chica me sentí resistente a los dolores, soy resistente.

Y Lela también.
Y la abuela Lela también era fuerte sí… pero ella tenía la maldad que yo no tengo. El aparato que ella manejaba con toda la gente que vivía ahí en su casa, y en las familias, en los movimientos y las formas, no eran conductivas hacia lo positivo. Yo aprendí al ver eso también, sé manejarme en eso, sé moverme para no ser en eso como ella.
Y poder afrontar la crueldad de los otros.
Claro, y yo fui cruel cuando llegué a los 11 años a una pobreza estructural porque no me quedaba otra, claro, y no me adapté. Afronté la violencia de mi familia, de mi padrastro, de mi hermano. Tener un hermano, tener un padrastro, tener una familia, tener un barrio, tener un pueblo, tener un hospital, tener la escuela como yo, Daniela y nada a favor, o sobrevivía o me adaptaba. Y me adapté hasta el momento que cumplí los 18 años, fui cumpliendo el mandato 18 años como Daniel. Muté mucho y de ahí en Buenos Aires, terminando en la prostitución. Pienso que lo conductivo de ser una travesti es llegar a la prostitución y llegar a la prostitución, es comprender a tus hermanas y comprender que vos sos una travesti, porque tampoco me veía. Y comprender lo que es la clocalidad del ser humano de quienes buscan las morbosidades y todas las perversiones que traen de su sexualidad y que generan la violencia. Aprender de la violencia carnal, en mi cuerpo, en las comisarías, comprendiendo cómo viene el sistema y decirme: esto es lo que me queda para salir a reivindicarme, para llegar a ser quien soy hoy. Es mucho… Es que resistí al dolor porque la sociedad me podía matar. Me tiraban una piedra en la calle y me veían tan femenina que me mataban. No ha sido fácil. Cuando llegué a Buenos Aires, me encarcelaron por ser quien soy. Salía a la calle a comprar el pan, me decían, vení para acá y me llevaban presa. No ha sido nada fácil para mí, la persona que me venga a decir que yo dramatizo o me hago la víctima, si tuvieran que entender un milímetro de mi vida, podrían entender la capacidad de transformación que tengo. Y no lo digo por egocentrismo, no, yo lo digo por superación, para que la gente entienda.

Atravesaste muchísimo sufrimiento y muy por el contrario, es destacable tu elaboración sin victimizarte, luchando para que esta discriminación se termine. Eso se percibe en tu forma de ser, en tu obra de teatro y en tu actuación en “Divina”.
Es que si la gente no entiende, y puede decir, yo puedo, no sirve que yo lo haga. No sé cuánto voy a vivir porque tampoco uno nunca sabe, pero sí quiero dejar algo marcado para que la gente lo pueda escuchar y lo entienda: uno viene al mundo por algo y yo no vine al mundo para pasar desapercibida. Y quiero dejarle algo al mundo para cambiar algo del mundo, no tengo dinero, pero sí lo único que tengo básico, es que yo pude hacer algunas cosas en mi vida, para transformarla y poder vivir en este mundo. Y que lo hago superando y entendiendo cómo son las dinámicas sociales, pero también entendiendo que hay un contexto, que vengo de una comunidad indígena y que soy una travesti y no me arrepiento de esto. Y como todos los días salgo a la calle, peleando por que dejen de matar a las compañeras, porque el único lugar donde puedo ser rescatada, salvada, amada, querida, es con las compañeras porque no hay otro lugar. Ya jugué al ajedrez en mi mente. Jugué el ajedrez en la vida y entendí que sola, nunca. Sola, no hay solución.
Un ejemplo de vida como Virginie Despentes en Francia que pasó por la prostitución y desde otro lugar, es importante entender que esto es parte de la lucha contra el patriarcado. Poder rescatarte vos de la situación de prostitución y ayudar a las compañeras en eso, es poder pensar que si hay solución conjunta, entre todxs.
Yo soy abolicionista.
Y yo también también en tanto no es un cuerpo deseante, sino que la prostitución es transformar al cuerpo en moneda de cambio, en mercancía para el goce de otro que detenta todo el poder.
Si por eso, no creo que la prostitución sea un destino para ninguna persona. Soy abolicionista por decisión y porque en mi vida lo pasé, pero con cualquier hermana que escucho, lo comprendo.

No estamos juzgando a las personas que lo ejercen, sino a que se naturalice la prostitución de travestis aceptandolo como destino y condena del sistema social. Estoy segura que esta sesión va a hacer tomar conciencia a muchos lectores.
Por eso lo hago.
Entonces, ya cumplimos el cometido. Dejamos acá porque no hay ningún motivo de consulta en este momento.
DEL OTRO LADO DEL DIVÁN:
Daniela recurre a varios lenguajes para expresarse, el arte desplegado con todos sus saberes, y el arte de su cuerpo que habla. Fue su cuerpo el que la llevó a hacer su primera revolución para romper con los cánones de las instituciones familiares, escolares, educativas, religiosas y de las prácticas (mala praxis) psicológicas. Su cuerpo parlante es como todo cuerpo humano, una representación, y Daniela es un cuerpo deseante, que habla del deseo de hacer ruptura con el binarismo y con el deber ser que impone el patriarcado. Los cuerpos son representaciones subjetivas y constructos culturales. Nada en el sujeto es funcional a la naturaleza ni al orden biológico. Así como los cuerpos de las mujeres que esculpen los cirujanos para moldearlos y adaptarlos a los parámetros de belleza femeninos transformándolos en cuerpos heteronormados, el cuerpo de Daniela fue autopercibido desde la mirada en el espejo, y allí se dio la revelación que le permitió rebelarse. Ese espejo donde se pudo mirar lo sostenía Lela que ofició de abuela/madre sustituta y con quien se identificó en algunos aspectos para poder sobrevivir a una educación religiosa opresiva. Pero también, se identificó con su fuerza y su poder, para llegar a romper con el dictado de quien debía ser. No mostrarse más como “el monito” de nadie, fue pagado al costo de ser nuevamente abandonada, y enfrentar la pobreza estructural y la violencia dentro de su familia de origen. En busca de libertad, vino esperanzada con hacer otra vida en Buenos Aires, y no solo no fue bien recibida, sino que se vio obligada a prostituirse como la mayoría de sus compañeras. Allí armó otra familia, no el grupo familiar que la sometía a mandatos, la familia que la acepta tal como ella es. Daniela enaltece con su cuerpo, su forma de ser y sus modales la feminidad, porque ella la hace singular y propia, y saber quien es, le permitió salir de la cárcel familiar y de una ciudad que la destinaba a la prostitución. Con su propia experiencia y toda su sabiduría llegó a formarse para seguir luchando y a través de su activismo y de su formación artística, lograr un nuevo lenguaje para desde sus vivencias, dejar su impronta particular contra la discriminación.
Que los psicólogos tratantes la hayan digitado de enferma, y que aún hoy se piense estas cuestiones desde la óptica patologizante del término disforia, es un retroceso para el campo de la psicología. La disforia en Francia en el 2010 dejó de ser considerada una enfermedad y en 2013 la Asociación Americana de Psiquiatría también afirmó que no es una patología, esto nos habla que esta legitimación no alcanza y que la lucha por los derechos humanos de las mujeres y las travestis trans avanza pero con gran resistencia.
Recomiendo un artículo de nuestro Responsable de la Columna Psicología, Dr. Ezequiel Achilli, miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA), que da cuenta de la lucha del psicoanálisis por los derechos humanos, posición ética ineludible para quienes somos profesionales de la salud mental.
Respuesta de Freud a una madre de un hijo homosexual (que podría ser travesti porque la madre pide ayuda y ni se atreve a pronunciar la palabra homosexualidad en su carta)
Deduzco por su carta que su hijo es homosexual. Estoy muy impresionado por el hecho de que usted no mencione este término por sí mismo en su información acerca de él. ¿Puedo preguntar por qué evita decirlo? La homosexualidad seguramente no tiene ninguna ventaja, pero no hay nada de lo que avergonzarse, no es un vicio, ni una degradación, ni mucho menos una enfermedad. Consideramos que es una variación de la orientación sexual, quizá producida por un diferente desarrollo sexual. Muchas personas muy respetables de los tiempos antiguos y modernos han sido homosexuales, varios de los más grandes hombres de entre ellos: Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, etc. Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como si se tratase de un crimen, y una crueldad también. Si no me cree, lea los libros de Havelock Ellis.
Cuando me pregunta si le puedo ayudar ¿qué quiere decir? Supongo que la pregunta es si puedo suprimir la homosexualidad y colocar en su lugar la heterosexualidad. Mi respuesta es que en general no puedo prometer lograrlo. En cierto número de casos tenemos éxito al intentar desarrollar el germen heterosexual que queda presente en todos los homosexuales, pero estos casos son mínimos, y en la mayoría de los sujetos el cambio no es posible. Es una cuestión de la calidad y de la edad del individuo. El resultado del tratamiento no se puede predecir.
¿Qué análisis puede hacer si su hijo transcurre por una línea diferente? Lo importante es si él es infeliz, neurótico, afligido por sus conflictos, inhibido en su vida social. Entonces el análisis puede traerle armonía, la paz de la mente, la eficiencia total. Si él sigue siendo un homosexual o cambia, es lo de menos.
Pero creo que usted necesita más ese análisis que él. Si usted se decide a tener un análisis conmigo, no espero que lo acepte, puede visitarme en Viena. No tengo ninguna intención de moverme de aquí. Sin embargo, estaré esperando su respuesta.
Atentamente con los mejores deseos, Freud.