
El Zoo de cristal (The glass Menagerie, 1945) es una obra semiautobiográfica de Tenesee Williams, que sitúa lo que sucede en el Estados Unidos, 1930, en el seno de una familia blanca que vive en el Sur.
Esta excelente versión, con la mano magistral de Mauricio Kartún y la impecable dirección de Gustavo Pardi, retoma con total crudeza y no sin sentido del humor, la vida de la familia Wingfield, y el abismo existente entre las expectativas por un mundo mejor como deseo individual y lo que la realidad impone.
Así, Amanda Wingfield, la madre, brillantemente interpretada por la gran Ingrid Pellicori, va construyendo sueños sobre sus hijos Tom y Laura, a cargo de Agustín Rittano y Malena Figó, en el contexto de un país con una crisis económica brutal, en el que parecieran ir primando los anhelos personales.
Amanda ha sido abandonada por su marido, cuyo retrato sigue presente a pesar de su ausencia y ha quedado sola con sus dos hijos, Tom, empleado en una zapatería y con sus sueños de poeta, y Laura, quien padece una renguera “que apenas se nota”, según Amanda.

Cada uno va construyendo sus sueños como puede: Tom, escribe, quiere irse y la distancia entre sus anhelos de escribir y la imposibilidad de su concreción le generan sufrimiento; se siente agobiado por su insistente madre, a la que no puede decirle que no; Laura, apocada, triste, sólo encuentra consuelo en algunos discos y en su colección de sus animalitos de cristal, frágiles como ella.
Amanda es una mujer que vive entre un pasado -real o no- lleno de pretendientes, en una sociedad patriarcal, su matrimonio trunco y el deseo de un futuro para sus hijos que le asegure a ella cierta estabilidad.
El relato incesante de su historia, la insistencia en la búsqueda de un marido para Laura, un trabajo mejor para Tom se va convirtiendo en obsesiones para Amanda, que, lejos de generar odio, produce una mezcla de amor y rechazo, de búsqueda por complacerla y a la vez abandonarla: la vida misma, en su complejidad.
Un día, llega Jim O´Connor, interpretado por Martín Urbaneja, compañero de trabajo de Tom y se convierte en el fantaseado candidato para Laura. Jim revelará a la familia Wingfield las diferentes caras de lo cotidiano y lo que su asunción implica: el anhelo, la ilusión, la desilusión, la frustración, la aceptación.
El zoo de cristal habla del “sueño americano”, de su fuerza y lo imposible de su cumplimiento, de la fragilidad y la incertidumbre, de la desesperanza y la tristeza, pero, al mismo tiempo, del derecho irrenunciable a la búsqueda de la felicidad.

Lo onírico fundido con la “vida real”, es, en definitiva, lo que nos hace humanos y la ilusión sólo es posible junto a la desilusión.
Íntima, sobria, potente, necesaria, El zoo de cristal, es una obra imprescindible para pensar y pensarnos con compasión y humor -que siempre proviene de una angustia profunda- por el sentido de los sueños y de la vida.
Teatro Picadero
Enrique Santos Discépolo 1857, Caba
Funciones: Martes 20.00 horas