Este libro fue inspirado en un proceso de duelo amoroso. Tras la ruptura, me encontré en un trabajo de orientador de sala en el Malba. Pasaba ocho horas al día, casi todo el tiempo conmigo mismo y lo único que tenía a mano era mi teléfono. Hablar con mi ex era imposible, estaba bloqueado. Todo lo que hubiera querido decirle se convirtió en este poemario.
Me pregunto si esa ausencia, si ese no poder tener al destinatario de mis demandas, es el motor más movilizante para la escritura y para el hecho artístico. Dejo abierta la pregunta, seguramente, ya haya sido respondida por Barthes o Kristeva.