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LOS COMPADRITOS – Dirección: Gerardo La Regina – Por Lic. Nicole Souto

Fui a ver esta obra por dos motivos: por un lado, el nombre “Los compadritos” me llevó a los inicios de una época en la que además de haber nacido mi Nonna comienza una etapa de hechos corruptos o “tramposos” como puede vislumbrarse en “Un guapo del 900”, otra pieza teatral del mismo autor, “Tito” Cossa, que tuve el agrado de ir a ver. Otro de los impulsos que me llevaron a ver la obra fue ver en la foto de portada, fiel representación o “primera impresión” del universo que se desarrollará en el escenario, una “esvástica” en el brazo izquierdo del personaje que se encuentra ubicado delante de la foto, marcando una especie de autoridad innata que excede (y al mismo tiempo no) la simbología que lleva consigo.

La historia comienza un 13 de diciembre de 1939, recién iniciada la Segunda Guerra Mundial, en un bar ubicado en la localidad de Quilmes con una familia integrada por un Padre, una Madre y su Hija que se las rebuscan para “sacar adelante” el negocio familiar. Carmelo Capozzi, quien encarna la figura del Padre, está obsesionado con el dinero, el cual, como afirma el filósofo Chul Han, es un mal transmisor de identidad. El relato continúa con la aparición de un joven nazi que había sobrevivido a un hecho que podría haber acabado con su vida: una flota inglesa había torpedeado su barco, El “Graf Spee”, en el Río de la Plata, dejando a la tropa alemana fuera de combate.  El joven aparece en escena totalmente desahuciado, arrastrándose en busca de auxilio y asilo. La familia quilmeña lo “aloja” poniéndolo a trabajar, hasta que, sorpresivamente aparece Steiner, el comandante de la tropa que parecía haber sido disuelta por los ingleses pero que, en el bar de Quilmes, intenta recobrar su ímpetu (significado de ímpetu: movimiento acelerado y violento; fuerza o violencia).

Esta ficción muestra una intención muy clara: instaurar el nacionalsocialismo (en alemán: Nationalsozialismus) en Argentina. Para ello, el Profesor Giménez Bazán, les-nos da una lección contundente: primero hay que conocer (en referencia al pueblo) para luego persuadir. No se puede persuadir sin conocer, nos dice Bazán. Y es en esta línea que aparece El Compadrito, hombre muy ligado a sus principios nacionalistas, que primero se muestra reacio a la propuesta que traen los extranjeros al bar, pero luego, producto de una conversación de “amigos” con el comandante Steiner, se compadece del mismo y logra entablar una alianza -la cual es ficticia, porque el “argento” desconoce por completo los objetivos de arrasamiento con todo lo que no es “ario”, es decir, con todo lo que es “distinto” del Régimen Nazi- que los lleva a compartir distintas tareas dentro del bar.

La pregunta que me hago, sin contarles el final, es: ¿Cuál es el verdadero fracaso en términos identitarios? Nuestra identidad se construye con un Otro. Y ese Otro, ¿es nuestro amigo o nuestro enemigo? En palabras de Chun (…) el enemigo es, aunque de forma imaginaria, un proveedor de identidad.

“Tito” Cossa nos invita a toparnos con el “enemigo” como nuestra propia pregunta como figura y, como siempre, lo hace en clave humorística.

Ficha técnico-artística:

Autoría: Roberto Tito Cossa

Actúan: Matias Alarcon, Samanta Clachcovsky, Jose Manuel Espeche, Déborah Fideleff, Jorge García Marino, Gustavo Rey, Alexei Samek

Voz en Off: Carlos Demartino

Vestuario: Héctor Calmet

Escenografía: Héctor Calmet

Luces: Héctor Calmet

Música original: Pablo Clavijo

Arte digital: Samanta Clachcovsky

Asistencia de dirección: Pedro Alberto Ferro

Prensa: Haydeé Marocchi, Alfredo Monserrat

Producción: Teatro Nacional Cervantes, Gerardo La Regina

Dirección: Gerardo La Regina

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