LA MADRE – Dir: Andrea Garrote – Por Lic. Mariana Wassner

¿Qué puede una madre? O LA MADRE.

En esta pieza, de Florian Zeller, Anne es una madre que padece la ida de su hijo de la casa para vivir con una mujer. Pero no se trata del “síndrome del nido vacío”, en el que se ponen en juego viejas historias familiares, incluyendo el vínculo con el marido. Aquí se entrelazan otras cuestiones.

Un escenario austero da potencia a las excelentes actuaciones de Cecilia Roth (la madre), Gustavo Garzón (el padre), Martín Slipak (el hijo) y Victoria Baldomir (la nuera).

La dirección de Andrea Garrote propone con lucidez una historia circular, en la que los eventos se repiten pero no exactamente: empiezan de un modo, tal vez terminan de a misma manera, pero en el medio incluyen variaciones, lo que abre algunas preguntas.

¿Cómo cambian las historias si son contadas desde distintos enfoques?

¿Qué sucede si una historia es contada dos veces por el mismo actor, qué repercusiones tiene en el desarrollo ulterior? En este sentido, La madre es un ensayo sobre el teatro mismo.

En un nivel, la historia puede quedarse en la historia de esta madre, su soledad y la toma de conciencia de su situación, en la que, por el mismo vínculo con su hijo, no podía ver. O tapaba. O tapaba toda la familia. Pero otra perspectiva es el sentimiento de desolación y desamparo, que es más profundo y menos coyuntural.

La madre, esta madre, se convierte en el grito desgarrador y desgarrado, infantil y dependiente de alguien que vive las decisiones de un hijo como una suerte de abandono, para el que no existe el planteo adulto sino el reclamo y la queja.

Muy en sintonía con la perspectiva psicoanalítica, esta obra resulta ágil, bien pensada y nos deja pensando en que las maternidades no sólo no pueden naturalizarse sino que que suponen un conjunto de historias que articulan desde lo social, desde cada singularidad, para ser lo que se puede ser.

La concepción circular del tiempo, con disrupciones, permite volver a los ejes para repensarlos.

A hilvanar, pues, que siempre hay madre por hacer.