Fotos Celeste Burgos

Daniel Casablanca es actor, director y docente de teatro. Actualmente con gran éxito en la obra «Amadeo» en sala Casacuberta de Teatro San Martin, otra obra de su autoria junto a Discepolín, fanático arlequín” y porotagoniza con Diego Reinhold actúa en la obra de teatro “Argentina Al diván”, Ganadora del Premio ACE 2024 al Mejor Espectáculo de Humor. Además, dirige la obra de teatro “Sueño de dos” con la actuación de Ingrid Pelicori y Manuel Callau, tres obras que tienen un gran suceso.
Fundador e integrante de «Los Macocos» -Banda de Teatro- fundado en 1985, con quienes estrenó numerosos espectáculos y reestrenan Agosto 2025 en el Teatro San Martín con una nueva creación. En el mes de Julio estrena su obra Amadeo en el teatro San Martín en la Sala Casacuberta. Y está en proceso la serie “Mordisquito” sobre la vida de Discépolo.
La Escuela Casablanca (escuela de teatro de Daniel Casablanca) funciona desde 1988 en Buenos Aires, y trabaja con una técnica propia, ofrece un programa de estudios de tres años (1er año, Introducción a la técnica; 2do año, Poesía y Cuento, Tragedia; 3er año, Bufón y Clown). También se dictan seminarios de entrenamiento para actores y estudiantes avanzados.

Daniel Casablanca estudió en la Escuela Nacional de Arte Dramático, desde 1984 a 1987 y en forma particular con Los Volatineros en la Escuela del Parque, con el Profesor Roberto Saisz entre 1985 y 1988.
En 1988 y 1989, estudió con Cristina Moreira en el Teatro Lasalle , el método Lecoq ( Tragedia , Bufón , Clown, Mascara Neutra ). También realizó un taller intensivo de Clown con la profesora Raquel Sokolowikz.
(Silencio)
¿Qué estás pensando?
Pensaba en lo implica el trabajo de análisis. En la obra de teatro Toc, Toc hacía el rol de un enfermo de los números y la obsesión de los números que no es una obsesión muy propia. Fueron 9 años haciendo lo mismo con muchas funciones por semana en un espectáculo muy comercial… más simple y no propio… sumando la gran cantidad de funciones semanales era difícil de sostener artísticamente. Pero todo el equipo de Toc somos una gran familia que nos queremos mucho que nos seguimos viendo y escribiendo. Tenemos un grupo de wasap que se llama “familia” (risas), eso es Toc una gran experiencia de profesionalismo (risas).

¿Y te analizaste o solo llevas a Argentina Al diván?
(Risas) Parece que la terapia, por lo menos en nuestra ciudad, es una cosa muy cercana todo el tiempo. Empecé a hacer terapia a los 20 años y terminé de hacer terapia hace unos años, me parece que fue antes de la pandemia. Tengo bastante experiencia, me analicé sin parar con tres analistas desde los 20 años hasta los 55, y ahí dije ya está, estoy muy analizado. Haría nuevamente terapia si me surgiera una situación traumática, si sintiera que en una semana o en un mes no salgo. Y a los 20 años empecé terapia por una hiper sensibilidad… como se llama cuando llevas al cuerpo…
Psicosomatización.
Sí, por la somatización de todo en el cuerpo y no entender nada (risas)
¿Se entiende? ¿No?

¿Qué síntoma hiciste?
Cualquiera. Presión alta, fiebre, llagas, ataques de pánico, con lo que después he convivido, pero no existía una circunstancias o no podía hacer una lectura de nada de lo que estuviera sucediendo en ese momento.
¿Y qué descubriste en esa primera aproximación terapéutica?
Hoy es algo medio anecdótico las cosas que podrían suceder…, pero empezar a actuar por primera vez…
Te daba una alta presión.
Puede ser… con eso he convivido siempre.

¿Sos muy exigente?
No sé si era exigencia… era miedo, siempre creo que eso de ser rechazado, la fantasía ooohhh (chifla y rie). La pesadilla del actor. El actor quiere ser querido, ¿viste? Eso creo que para mí, yo lo leo con lo que hago de la vida de Discépolo en el teatro, y a Discépolo uno lo reconoce como autor de tangos, como el alma intelectual del peronismo, pero principalmente él era un actor. Esa era su profesión. Lo que pasa con el teatro, como decía nuestro director de Macocos, el teatro se escribe en el agua, y desaparece. Discépolo queda como autor de tangos que es una casualidad en su vida, queda como “Mordisquito” y fueron tres meses de un programa que estuvo en la radio haciendo monólogos, hizo proselitismo. Y en realidad, él se murió de tristeza por el rechazo de la gente y eso tenía que ver con su proyección, que era el teatro y el deseo de ser querido. Si, los que hacemos teatro queremos ser queridos. Ese es uno de los miedos. Y lo que empecé a investigar cuando tenía 20 años es lo mismo de siempre. En el fondo, uno le va dando vueltas, vueltas, pero siempre es lo mismo. Y todo tiene que ver con el clown, cuando doy clases de clown, las pesadillas de clown son esas, es que no te salgan las cosas, el clown en la esencia, la ingenuidad del clown como esencia de personalidad.
Pero también esa ingenuidad es por trabajar con el error, como en el psicoanálisis con los actos fallidos, lapsus…
Sí, por supuesto. Sí, la gente siempre se ríe de mi fracaso, pero mi fracaso me duele (risas). Cuando mi fracaso no es técnico, ¿no? Pero sea técnico o sea real, la gente se ríe siempre (risas). He aprendido con el tiempo…, aunque nunca me molestó reírme del error. No tengo mucha vergüenza de eso. Y si me da vergüenza algo, tengo que localizarlo y pensar el por qué. Y también me pasa que trabajo en las clases todo el tiempo con eso, ¿viste? Mucha lectura y me imagino que es muy psicoanalítico lo que hago en las clases.

Y con todos los años de análisis que tenés, eso es parte de tu bagaje y obviamente es una herramienta muy preciada para la comprensión profunda de la composición de los personajes.
Si, yo veo a un alumno y yo sé cómo tiene la casa, si es desprolijo, trato de explorar imaginando los quilombos que tiene con el papá, con la mamá, y me puedo equivocar, pero en general puedo verlo.
Y también en vos, cuando actúas estás jugando con el temor de ser rechazado en tu personaje Discépolo, es como una manera de exorcizar ese aspecto y ponerlo fuera de vos. Y al final lográs ser aceptado con esa interpretación.
Más o menos, y por eso digo, todo el tiempo es lo mismo en el teatro, todos los días es volver a poner en juego el éxito o el fracaso. Hicimos una temporada en el Rojas que fue floja de público, hubo muchos problemas técnicos. El teatro tiene ese riesgo. Después vos salís, te hacen la nota, «Che, en el Rojas que bien te fue” y ya está, es anecdótico, pero pero el barro está siempre muy cerca (risas).

¿No será que ese riesgo te gusta?
Sí, yo soy muy cagón, no hago deportes, no me gustan los deportes extremos, pero si hay algo ahí a lo que estoy acostumbrado. Si, hay una adrenalina y he pasado por épocas de pánico y hacía homeopatía, y con la homeopatía te crecen los pánicos. He tenido funciones en las que pensaba que me iba a morir. Ahora voy a cumplir 60, en una semana y pienso que estoy bastante tranquilo. Pero sí, siento que estoy muy exigente aunque sé mucho de la profesión. Amadeo es un espectáculo que me fascina, que me encanta y volver al Teatro San Martín protagonizando una obra propia…. Es sobre una idea mía y después escribieron Guada que es mi mujer y codirectora con Andrés que es un discípulo mío.
¿Y Argentina al diván la escribieron con Guada?
Si, con Guada, Diego y yo, los tres. Y los tres tenemos análisis (risas) Pero con Amadeo sí que tuve cagazo para cuando la estrenaré en Julio porque es mucha la presión volver a la Sala Casacuberta después de 20 años. Y ahora vamos a volver seguro, y para mí es uno de los espectáculos más lindos de mi carrera.

¿Quién es Amadeo?
Es un portero de un teatro que está por cerrar. Entonces él tiene un sueño y decide montar la flauta mágica de Mozart. Y los dueños del teatro le dicen que lo dirija él. Los dueños del teatro están peleados, son marido y mujer. La mujer quiere vender el teatro y él no. La hija está todo el día en el teatro, entonces la pongo de protagonista y el dueño del teatro me dice que dirija pero yo soy el portero, pero también si no lo hago me quedo en la calle, y perdería mi trabajo. Mi trabajo, ni siquiera el teatro, porque el teatro no era mío. Es como un recorrido del teatro independiente, ir armando con lo que venga la versión de la flauta mágica. Los músicos son imaginarios, pero son cuatro músicos que están ahí en vivo, y entonces de los ensayos se pasa a la obra de Mozart.
Y eso es del teatro de la resistencia como en la obra que dirigis “Sueño de dos”
Si, siempre y siempre es el teatro dentro del teatro. Y Amadeo al final dice: ‘Soñé que cerraban los teatros y que construían un gran estacionamiento y que no podíamos estrenar y que los chicos no conocían la música de Mozart…. Que locuras sueña uno. Eso no puede pasar…. Eso no debería pasar NUNCA”. Así termina. Es para chicos.

Ese sueño es una pesadilla en realidad que cierren los teatros…como en la pandemia. ¿Y Daniel fuera del teatro? ¿Cómo es Daniel? ¿O es más Daniel dentro del teatro, haciendo Amadeo, haciendo Discépolo, actuando en una paciente que es Argentina?
Sí, claro. Sí. Es como la contradicción y la histeria de la que habla Freud, estar todo el tiempo deseando las vacaciones y parar, y a veces es un frenesí es muy cansador el armado de esos mundos. Y dentro de esos mundos estoy yo, yo armo esos mundo para estar yo.
¿Ya eras así de chico?
No sé…es que ya fue mi formación con Macocos a mis 20 años tuvo que ver con la autogestión, armar un mundo donde uno se sienta cómodo. La única obra comercial que hice fue Toc, Toc.

Te gusta más el teatro independiente. ¿O te gusta ser independiente?
No sé si me gusta el teatro independiente o me gusta ser independiente. Quisiera estar en el teatro comercial con mis obras y eso es muy difícil.
¿Y en tu familia de origen? ¿Estabas con tu mundo también? ¿Con tus cosas? ¿Tus universos?
Tenía dos hermanas grandes, y yo vivía con mis papás, porque hay 8 años de diferencia con ellas. Entonces yo era como medio hijo único con papás grandes que me han sobreprotegido pero al mismo tiempo me dejaban mucho ser. Jugaba mucho. Tengo grandes recuerdos y es como una continuidad, porque yo quería ser actor desde que era chiquito pero no sé si hacía teatro cuando era chiquito. Y hubo un primer año de teatro que no me gustó e iba a dejar. Y empecé a estudiar otras cosas y en el segundo año me encontré con Martín. Y en primer año yo lo lo forcé a inscribirse y después estuvimos en distintos cursos, y él la pasó re bien y yo mal y después en el segundo año estuvimos juntos y ahí fundamos el grupo. Eso fue en el año 85. Vamos a cumplir 40. Un montón. Con Martín fuimos los fundadores y después se fue sumando. Se sumó un chico que después se fue, después se suicidó. Se sumaron tres más, después el director, después se murió, somos los cuatro medio como directores y actores al mismo tiempo. Y ahora nos contrató el San Martín, entonces estamos preparando un espectáculo nuevo de Los macocos, pero este es el único proyecto creativo nuevo. Es decir, todo lo demás está hecho. Y yo tengo dos proyectos más que son nuevos, pero tardan un poquito en hacerse.

¿Parece que con tu esposa van pariendo obras?
(risas) Sí, sí, sí puede ser. También concebimos una hija Rafaela que va a cumplir 10 años. Además, hice tele independiente y gané premios con un ex alumno, con Changui, 3 años y una tira de Polka de 1 año.
Pero parece que es con tu pareja con quien compartis más la veta creativa en Discepolín y en Argentina al diván como directora y dramaturga con Diego.
Guada es mi pareja, en todo el sentido de la palabra. Nos queremos mucho, nos extrañamos. Con Guada tenemos una hija como te conté y tengo dos hijas más grandes con una pareja anterior que tienen 23 y 22 cumple en marzo, con un año y tres meses de diferencia, fueron muy seguidas. Con Guada estuvimos 10 años de novio. Guada es una genio. Los dos hemos crecido un montón en la profesión juntos. Muchas veces la gente cree que nosotros llegamos a casa y no se habla más de trabajo. No, nosotros somos apasionados (risas). Y cuando no trabajamos juntos, queremos saber cómo fue todo, contame todo lo que te pasó. Es decir, nosotros tenemos algunos trabajos juntos y otros trabajos por separado pero siempre nos gusta charlar.

¿Y cómo conociste a Guada?
Guada trabajó para Macocos en producción, ahí la conocí. Ambos amamos el teatro, y que sea el teatro nuestra profesión y vivir de eso para poder mantener a mis hijas… Poder lograr mantenerse con el arte, eso les costaba mucho a mi familia, a mis padres y a mi tía. Amaban muchas cosas pero como amateur en esas actividades. Coqueteaban. Mi abuelo era músico y fue crítico de música. Mi tía amaba la música, trabajaba en el consulado de Francia y cantaba en el coro estable. Eran como amateurs y yo soy la primera generación que vive de lo que le gusta. Me enorgullezco de esto, y además nací en una cunita de oro con respecto a eso. Siempre fue mucho arte, yo soy melómano, tengo 20.000 CD originales. Y mi abuelo escuchaba música y me llevaba al teatro, y yo no descubrí nada, sino que empecé a ganar dinero de eso en algún momento (risas) Fue así, Sí, renatural… Un malcriado.
Un malcriado del arte.
Y convivo con un reconocimiento grande de la gente desde lo que es mi perfil cultural, pero no masivo ni nada, no existe en algún lugar.

Te gusta el lugar del amateur.
Sí, Argentina de Diván es un proyecto que Diego lo lleva adelante porque es más conocido y yo no soy nadie para venderlo de forma masiva. Hay un lugar en que a nivel comercial, no tiene soluciones hoy.
Parece que querés seguir siendo ama – teur un amante del arte.
(Risas) Es que Diego hizo siete Bailando por un sueño, cosa que yo no haría ni loco, me muero de la angustia, de la tristeza, si lo haría. Y él estuvo con Flavio Mendoza.
Entonces hacete cargo que no querés pagar ese precio y que en un punto querés seguir siendo amateur.
No, no no no quiero, no lo sé hacer.

No se trata de saber sino de ser el que ama algo al punto tal de renunciar a ciertos beneficios.
Si entiendo, es un capricho, es querer ganar plata desde un lugar artesanal. Para mí es puro ese lugar.
Seguís siendo un malcriado del arte, y un artista que rompe ciertas reglas, y puede ser tu marca de atracción en el público sostenerte en ese margen y ser feliz con eso. (risas)
Ya es la hora.
Bueno, Mafalda, me voy. Tengo un gatito que se llama Mo. Por Moria.
Una artista que como vos, rompe con lo convencional. Dejamos acá.

DEL OTRO LADO DEL DIVÁN:
Daniel está marcado por su apellido, por esa “casa blanca» que él mismo asocia con lo más puro: un lugar artesanal gestado desde su familia de origen tan ligada al arte. Este atravesamiento puede pensarse como un espacio simbólico, al decir de Freud, “el hogar del yo” donde la pulsión de vida se ancla. Esto lo lleva a que hoy su casa y su vida personal, están totalmente inmersas en el teatro. La casa, como figura materna y continente, ese Otro que estructura la subjetividad. Y ese espacio ficcional opera en su función de verdad.
En Argentina Al diván se despliega todo su saber como paciente, con la trayectoria que le otorga haber interpretado a un “paciente” de grupo en la obra Toc, Toc. Allí construyó una familia de amigos con los actores y otra familia de amigos con sus compañeros de elenco, los entrañables Macocos. El deseo del Otro (colegas, alumnos, público…) atraviesa su práctica teatral y además, la constituye. Esa demanda de amor, se convierte en potencia creativa, porque la demanda nunca se satisface plenamente, por lo que cual termina deseando -más allá del reconocimiento. concretar sus creaciones artísticas como para sostener su deseo sin obturarlo.
Daniel arma universos teatrales en conjunto, incluso en sus obras unipersonales él hace equipo. Tiene un gran sentido de la empatía, y esa búsqueda de ser querido y aceptado, lo lanza al extremo de trascender sus límites actorales, podríamos decir que es casi una defensa contrafóbica muy efectiva que lo transforma en un actor inmenso. Está sumamente comprometido con su arte y sobre todo con su hogar: el teatro, de allí, la pesadilla de Amadeo, por un lado, su temor a quedarse a la intemperie sin esa casa-blanca, y por otro, la dramaturgia de Discepolín, fanático arlequin, su otra obra, ambas de su autoria, que nos habla de un ser que se sentía frustrado por no ser reconocido como actor. Estos temas lo habitan, y lo tornan un actor, dramaturgo y director original y creativo y además, en un ser querible y de una gran humildad con una sensibilidad muy fina.

Daniel se ha entregado por completo en este encuentro, en tanto, no dice todo, pero muestra todo allí donde más se reconoce: en el arte. El se posiciona como sujeto del deseo en el campo del Otro, al actuar, se entrega, se expone y se pone en juego. Así entró al consultorio, con la naturalidad de quien ingresa a escena, y ya entrando en contacto con la gata Mafalda.
Los años de análisis no sólo le permitieron que las emociones no se filtren por el cuerpo, generando síntomas, sino que ha logrado que su cuerpo exprese todas las dimensiones emocionales posibles. El poder no reprimir su cuerpo, no silenciarlo lo hace tener un porte y una potencia escénica muy impactante ya que canaliza sus emociones a través de su cuerpo parlante. El espectador puede pasar de la risa a la conmoción, tanto por su destreza como por el lucimiento físico y emocional que consigue dentro del espacio escénico.
En el final de la sesión, retorna a su contacto con Mafalda que lo reenvía a Mo, su gata y ese re-conocer en el otro un espejo de su propia sensibilidad.