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LA PALABRA – Por Fernando Matzkin

El tío Mauricio era un exquisito contador de historias,

él sentía placer en contarlas y yo en
escucharlas


De joven el concurría a un piringundín de los bajos fondos El Sacamoco Bailable


Entre los asiduos concurrentes se podían encontrar poetas,

novios desahuciados y otras yerbas


El fin era pasarla bien en agradable compañía


Bailarinas, coperas y alguna viuda triste eran la Planta Permanente del establecimiento


El tío tenía su preferida: Camila una joven de rasgos finos, dulces modos, ojazos azules y una
mirada que paralizaba


La noche sin luna ni estrellas daban paso a las charlas interminables


El ruido y el silencio alentaban la atracción


Ella decía que tenía un don especial: inventar palabras


Dios, Patria, Pueblo, Amor, Guerrilla, Dictadura y Casta eran su creación


Una noche se despidió de mi tío,

dejaba ese lugar,

se anotó para cursar Filosofía y Letras


Él siempre la recuerda con amor y dice de ella: nunca debió haber inventado esa palabra…

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