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EL ALMA NO COME VIDRIO – Dirección Daniela Catz – Por Sebastian Levin

Seres desorbitantes, cuyas corporalidades se salen de la norma, habitan estas tierras. ¿Qué es real y qué no? Lo onírico nos absorbe y los límites se diluyen. El mundo de los locos abren preguntas. 21 personajes coexisten con una presencia absoluta y vidas propias, más allá de si están hablando o no, y conforman una poética colectiva hipnótica. Las distintas formas de moverse y de hablar otorgan particularidades a cada uno de estos “locos”. La música en vivo aflora, con las apariciones del piano o de la viola, en el bello canto del coro poético-delirante.

El piso y las paredes están llenos de papeles escritos, la ropa de hospital abunda, con elementos llamativos que, sin embargo, conviven muy bien con el cuadro general: un pastillero colgando, un vestido de casamiento, un traje militar. Así se nos presenta el escenario de la locura, en el que uno cree ser un soldado, una habla como una niña, otra repite las cosas que escucha. Y a pesar de la hostilidad del encierro, surge el amor.

Con un tono poético, estas almas olvidadas habitan una narrativa que nos mantiene expectantes a cada momento. “En los manifiestos de la locura se desnuda, como una flor umbría, la sospecha de un crimen…” A través del texto de Vicente Zito Lema, “El alma no come vidrio” da voz a los locos, a los excluidos, a los muertos. Una obra movilizante que visibiliza el encierro psiquiátrico y revaloriza la salud mental, tan necesaria en nuestro tiempo.

Viernes 23:15hs en Timbre 4

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