
En una cinta corredora, Cassandra comienza a contarnos su historia; a su lado, dos músicos serios con lentes tocan guitarra eléctrica y bajo; de un momento para el otro, una actriz vuela y danza en el aire, agarrada por un gancho que tiene en el rodete. Tres seres delirantes se transforman en todos los personajes que rodean y atraviesan la vida de la protagonista: los hermanos, la madre, los novios. Con un humor grotesco y provocativo que rompe las normas de cómo se debería contar una historia, estos personajes ultraexpresivos, paródicos y satíricos generan un poderoso contraste con la protagonista, en quien ocurre lo real.
La poética de la narración a público de Cassandra y su contacto con lo real contrasta de manera impactante con los otros personajes, en los que aflora el humor y lo caricaturesco, lo extraño y lo inhumano. Desde el comienzo, «La fragilidad de las casas» se hace cargo de su condición de ficción, blanquea su dispositivo y se libera así de toda pretensión de originalidad, logrando ser, de este modo, muy original. Con una utilería innovadora y diversa, que acompaña y sorprende desde el humor, esta obra es multimedia, dialoga con múltiples artes: artes plásticas, música, tela, danza aérea, audiovisual. Una filmadora graba en vivo cosas que se proyectan detrás, generando un juego audiovisual de repetición de imagen muy rico, en el que durante gran parte de la obra vemos la sutil, tierna y frágil casa de papel tridimensional en la que ocurre cada capítulo de esta historia.

La obra se cuenta por capítulos como en un cuento clásico, pero sin caer en la solemnidad, ya que juega con su propio formato. Uno de sus capítulos es “Caperucita roja y el lobo”, y lo que ocurre se relaciona de forma muy graciosa con el título. El juego lingüístico está muy presente: los que anuncian los títulos de los capítulos dicen definiciones de palabras que abren diversos significados para un mismo significante. Por ejemplo, “reparto”: elenco de teatro, acción de distribuir algo; “papel”: hoja, personaje interpretado por un actor. Asimismo, la protagonista juega con los significantes en su poema-manifiesto que repite al inicio y al final de la obra: versos continuados que empiezan con “S”, con “C”, con “E”, generando así un sonido armonioso en una cadena que forma su poesía, desoladora y reveladora, a modo de catarsis existencial.
Lo metatextual abre comicidad y complicidad: “Soy el chico nuevo”, “soy el amor”, declaran los personajes emergentes, alivianando, desde la comedia, la compleja y profunda narrativa que atraviesa a Cassandra. Rodeados de lo lúdico, desopilante y humorístico, vivimos el autodescubrimiento de una persona, que va pasando por todas sus casas y solo quiere que alguien la quiera.

Una obra que te hace reír hasta llorar, que te mira a los ojos y te cuenta, con humor y locura, una historia frágil.
Sábados 21:30hs y domingos 20hs en Teatro Armenia (Armenia 1366).
