
Fotografías y videos: Celes Burgos
Ana Garibaldi acaba de estrenar su historia en la plataforma Netflix con la serie En El Barro, personaje que se gesta en la serie El Marginal (Gladys Guerra “La Borges” esposa de “Borges” protagonizado por Claudio Rissi)
Estudió actuación en el IVA, en la Manzana de las Luces, en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático y con Rubén Szchumacher, Patricia Gilmour y Vivi Tellas. Estudió canto con la profesora Marcela Pietrocovski.
Premio Clarín 2003 Actriz Revelación en Teatro por la obra » La Jaqueca». Premio Trinidad Guevara 2009 Actriz de reparto por «El desarrollo de la civilización venidera». Nominada Premio Teatro del mundo 2008 UBA como mejor Actriz por Tercer cuerpo. Nominación PremioTrinidad Guevara como actriz de reparto por Tercer cuerpo. Nominación Premio Florencio Sánchez por Tercer cuerpo. Nominación Premio Florencio Sánchez por El desarrollo de la civilización venidera. Becaria del Fondo Nacional de las Artes 2001. Se le otorgó el Subsidio a la Creación de la Fundación Antorchas 2003.
Desempeño profesional como actriz: «Los hijos se han dormido» dirigida por Daniel Veronese (versión de La gaviota de Chejov) Complejo Teatral de la Ciudad de Bs As 2011/ Festival de Otoño de París 2011/ Teatro de la Bastille. «El desarrollo de la civilización venidera» dirigida por Daniel Veronese (Versión de Casa de muñecas de Ibsen) Camarín de las musas / 2009. Festival de Montevideo, Uruguay, Festival de Cadiz, Festival de Otoño de Madrid, Bayonne, Boulazac, Llille, Rouen, Festival de Orense, Aviles, Biarritz, Festival de Girona-Salt / 2009 Palma de Mallorca, París, temporada en el Teatro Lliure de Barcelona / 2010. «Tercer Cuerpo» escrita y dirigida por Claudio Tolcachir.Timbre 4 / 2008. «Apenas el fin del mundo» de Jean Luc Lagarce dirigida por Cristian Drut dentro del ciclo «Semana Lagarce en Buenos Aires» / 2007 Temporada Espacio Callejón / 2008 «Un hombre que se ahoga» dirigida por Daniel Veronese Festival Santiago a Mil 2006, Chile.Festival internacional de Cadiz 2006.Funciones en Valladolid, Girona y Madrid 2006.Temporada en el teatro Maria Guerrero en Madrid y en el Teatro Lliure en Barcelona 2007 En Buenos Aires en el Camarin de las musas. Festival Internacional de Teatro de Tokyo 2008. «La Jaqueca» dirigida por Cristian Drut con dramaturgia de Hernando Tejedor y Cristian Drut en EL Excéntrico de la 18 “Top Dogs” de Urs Widmer dirigida por Cristian Drut en el Teatro Municipal Gral San Martín (2003)“Badulaque” sobre textos de Horacio Quiroga dirigida por Cristian Drut en el Centro Cultural Recoleta, “Cámara Oscura” dirigida por Rubén Szchumacher en el Centro Cultural Ricardo Rojas (1999) “Ifigenia en Aulide” de Eurípides dirigida por Rubén Szchumacher en el Teatro Municipal Gral San Martín (2000), “La Historia de llorar por él” de Ignacio Apolo dirigida por Cristian Drut en el Centro Cultural Ricardo Rojas y en el Callejón de los Deseos (1998/99/00), “Femenino” de Javier Daulte dirigida por Cristian Drut en el Auditorio Sendas, participó en la lectura de “El sistema de Orsini” de Hernando Tejedor en el ciclo de lecturas de la UBA coordinado por Marcelo Bertuccio. “Las alegres comadres de Windsor” de W. Shakespeare dirigida por Guillermo Cacace en la sala Aktuar (1999) “Entretanto las grandes urbes” de Rafael Spregelburg dirigida por Vilma Rodriguez en la sala Ana Itelman y en el Callejón de los Deseos (1997/98), “Match de Improvisación” dirigido por Mosquito Sancineto en el Centro Cultural Ricardo Rojas (1993/94/95/96) “Bailando en la oscuridad” dirigida por Javier Rodriguez en el Parakultural y “Kaspar Hauser” dirigido por Juan Polito en el Auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Docente de actuación en el Centro Cultural Ricardo Rojas y en el Teatro Gral San Martin. Dicta clases de técnica vocal y de actuación en forma privada.
AVISO IMPORTANTE: acá vamos a analizar a Ana Garibaldi… y de paso al personaje La Borges. Spoiler alert: si siguen leyendo, se meten de cabeza en En el barro. Pero tranquilos, vale la pena cada minuto de excavación… y si todavía no vieron la serie, corran a verla y entonces no habrá spoilers.
Bienvenida a mi consultorio. Estoy profundamente agradecida de que hayas venido, te espero desde aquella vez que aceptaste la invitación después de tu brillante actuación en Los padres terribles. Ahora, con tu interpretación de La Borges en la serie En el barro, te veo en entrevistas por todo el mundo, sos una figura célebre a nivel internacional. Imagino que hoy estás acá dispuesta a explorar El Inconsciente.
Hablando de Inconsciente, estoy inconsciente de la celebridad… Y pensé que puede ser más divertido venir acá ya que hace muchos años que me analizo. Pero te digo la verdad, trato de no pensar así la repercusión de la serie, no tomar tanta conciencia… aunque si, me escriben de afuera, ahora tengo un streaming con periodistas de Uruguay, me escribieron de Polonia, desde España, desde Brasil, desde México…
Y da mucho orgullo nacional tal como sucede con la serie “El eternauta” un impacto internacional.
¡Si, a mi también, me puso feliz el éxito de “El eternauta”! (Se le cae un collar) Uy, esto me lo acaba de regalar una seguidora, si… me hacen unos regalitos divinos. Hasta me escriben en inglés, que yo no sé inglés, entonces le pido a mi marido que me traduzca. Si, es increíble. Me emociona que me digan “yo soy de España”, “abrazo desde México”. Y no hago a tiempo a leer, y estoy tratando de contestar los que llegan a mi Instagram. La verdad que estaba bastante inconsciente evidentemente de esto, más bien pensaba ¿qué me voy a poner para el estreno? Bueno, ya llegó el estreno, y le digo a mi marido, «Bueno, ya está, ya estrenamos, ya está, listo» Y al otro día empezó el desborde de notas sin parar. Y es un trabajo intenso.
Tal vez el verdadero motivo de consulta sea cómo se banca una volverse consciente de todo eso… porque dejarlo en el inconsciente es, muchas veces, una freudiana forma de autodefensa, sobre todo, para seguir con tu propia vida.
Si, tal cual. Porque hay experiencias de gente que se vuelve loca con el tema fama, yo eso no lo quiero en mi vida, esa locureta. Lo que tengo es un cansancio endémico. No estuve durmiendo bien antes del estreno, y tampoco estuve durmiendo bien después.
¿Y hace cuanto que grabaste la serie En el barro?
La terminé de grabar a finales de noviembre de 2024 y la filmé desde julio de 2024 cinco meses seguidos. La primera y la segunda temporada. Fue un laburo. intensísimo. Sí. O sea, las dos temporadas son intensas y son ocho capítulos cada una.
¿Te transformó en algo tu personaje?
Tuve que explorar en mi la vulnerabilidad que se está mostrando en esta primera temporada, y también esa fuerza que tiene. Cuando vas actuando y vas creciendo, te vas nutriendo, pero no es del personaje en sí mismo, sino de la experiencia que tenés, Y todo lo que hace al entorno, al director, lo que ensayaste, tus miedos, los miedos de tus compañeros o compañeras, las inseguridades, los logros, que si esto me salió bien, me gusta esto o me gustaría hacerlo de nuevo… Sebastián es como la cabeza, y está Ale Ciancio, que está en una unidad, que es director histórico de El marginal y está Estela Cristiani que está en la segunda unidad. Hay escenas que hay que ensayar mucho, sobre todo aquellas que tienen que ver con peleas, son muy marcadas, muy puntuales, son coreografías como si fueras bailarín, pero que está jugando a pelearse. Se hace lo que ellos llaman escena madre, una escena general que pueden sacar cosas y después son primeros planos, planos medios, depende la puesta que hagan. Uno tiene que ser permeable totalmente a lo que van a proponer. Se estudia el guión de una manera y a veces se cambian textos, o yo misma propongo, esa palabra habría que cambiarla.
Proponés y tu compañero o tu compañera propone y el director dice, «Che, vamos directo desde este lugar porque vamos a hacer esta puesta” Y yo vengo del teatro y me lo estudié de una manera y puede cambiar, y todo esto es un entrenamiento. Por eso te digo, esto fue una experiencia, un entrenamiento tremendo porque no hice tanto en la tele y no había hecho algo con tanta intensidad. Entonces tenía escenas con distintas personas, más largas, más cortas, con distintas situaciones, cinco escenas en un día, dos, a veces seis.
¿Y te imaginabas, cuando nació La Borges en El Marginal, que ese personaje terminaría En el barro? Como si su historia necesitara seguir resurgiendo por fuera del origen… ¿pensaste en esa continuidad, casi al estilo Better Call Saul con el abogado de Breaking Bad? Porque, igual que aquel personaje que pasó de secundario a protagonista absoluto, vos hiciste que La Borges saliera del barro carcelario para meterse en otro, y consagrarte con luz propia.
Me gustaron mucho ambas series, y lo que ella hace y lo que él hace en Better Call Saul, es hermoso. Quiero volver a verla porque la vi hace mucho. Siempre con mi marido decimos tenemos que volver series que nos gustan mucho como Los Soprano. Cómo empieza Los Soprano, un mafioso con un ataque de pánico, es una genialidad…
Como en esa escena en la que estás tan vulnerable, mirando la foto y extrañando a tu marido muerto, desde la cárcel… Me pregunto si ahí la realidad se filtra en la ficción, si el impacto de la pérdida de Claudio Rissi atraviesa no solo a La Borges, sino a Ana.
La pérdida de Claudio fue terrible, terrible. Nos impactó muchísimo.
Lo quería llevar al diván.
Ay hubiese sido genial, hubiera sido muy divertido con él. Vos sabes que nadie me lo dijo, yo no sabía que estaba enfermo. Hubo una seguidilla de compañeros y compañeras que perdimos como Claudio Da Passano, Julieta Vallina, Maria Onetto, muy duro.
A Maria Onetto y a Julieta Vallina sí tuve el gran honor de recibirlas aquí mismo.
¿María también…? porque María era muy reservada.
Fue una de las primeras actrices que recibí en mi consultorio y me depositó su confianza.
¡Qué bueno! Con María viajé y a Julieta la reemplazé en la obra de teatro la clásica Tres hermanas de Daniel Veronese (“Un hombre que se ahoga”, 2004). porque ella estaba embarazadísima esperando a Adela y no podía más, y ya Juli no volvió porque tenía a Adela chiquita y seguí yo. Ella era divina, una gran compañera….
Ojalá hagas alguna obra más con Daniel y que le hagan homenaje, vos tenes esa misma visceralidad actoral que las caracterizaba (silencio) Contame cómo surge la propuesta “En el barro”.
Había un run run, terminamos de grabar El Marginal y se terminó, aparte Borges muere y muere Diosito, y aunque la gente me preguntaba por La Borges, y un pedido es un deseo… Quedaba mi personaje vivo, Gerardo Romano (Antin) y la gente pedía, pero para mi pasó. Después empecé a hacer teatro, bueno, la obra que viste con Daniel Veronese y Luis Ziembroski. Y un día Luis me dice que no lo diga, y me dice, «vas a hacer la marginala.» (risas) Bueno, esto sí lo podés decir, esto no pasa nada (risas). Luis es un loco divino y se enteró, y me tiró la data. Al tiempo, encontré a Ale Ciancio, el director entonces le pregunté si era verdad, y me dice sí, se va a hacer, ya te van a llamar. Me terminaron llamando. Y me reuní con Sebastián, con los autores, y son dos temporadas que ya están grabadas.

Me encantaría que, como en Better Call Saul, la serie consiga profundizar los resortes inconscientes que hacen que La Gladys sea quien es: cómo fueron sus primeros vínculos y cómo se entrelaza esa personalidad con su historia.
Ojalá. El personaje de ella de Better call Saul me atrae, una tipa formal, abogada, una tipa que le iba bien. Pero le atrae la cosa loca, lo corrido que está él. Es espectacular. En mi vínculo con Borges, yo estaba más para contar qué pasaba con la mina que sostenía todo el afuera de la cárcel. El tipo de vínculo que tenía con Mario, yo era una mina de armas tomar (risas) No sé quién puso una escena que me hizo reír, que me había olvidado que ella va a la visita a verlo a su marido en El marginal, y él tiene una historia con una chica trans. Y yo me doy cuenta de todo ¿Qué pasa? ¿Qué mira esta? ¿Entendés? Y el personaje es despectivo, este trabuco que mira, cállate, dice, no sé qué, no armes quilombo. No le gusta, y ella es muy intuitiva. Me dio risa porque alguien la publicó de ese modo: algo no me está gustando y no sé lo que es. Si, estaría bueno indagar más sobre La Gladys. Creo que en estas dos temporadas, yo puedo hablarte de la primera, se indaga bastante. Antes de dar las notas al periodismo, antes que salga, vi la primera temporada, porque sino tengo todo mezclado con la segunda. Porque además el que decide cómo contar es el director con el editor ahí. Porque cambia radicalmente. Está buenísimo. En el barro en esta primera temporada, a ella se la ve viuda, perdió a su cuñado/hijo porque con Diosito tenía algo de madre con él. Jodida, pero una madre jodida pero madre al fin. Y Entonces entra muy vulnerable a la cárcel, ¿no? Entra tratando de guardar todo eso. En esa fue la primera reunión ya lo hablamos, ellos dijeron queremos que sea una Gladys que entre con otro color, que todo eso esté ahí acumulado y en algún momento puede estallar, pero entra con la fuerza de salvarle la vida a las minas y a ella. El giro es al toque porque es ahí donde se vuelve una heroína. Intenta hasta el último momento salvar a la última, pero no lo logra. Y ellas se transforman porque son todas chicas que no tienen experiencia en ningún penal, entonces, claro, las siguen como cuando nacen los pollitos que siguen a su mamá. Si bien Gladys no tiene experiencia en la cárcel, tiene la experiencia del afuera del penal y sabe manejarse. Ella sabe, y por eso agarra los jabones cuando los tiene que agarrar, y se defiende. Se da cuenta cuando la acción está liberada y tiene esa intuición callejera, está siempre muy pilla. Tiene ojos en la nuca y se lo dice a Yael en un momento, no podemos boludear. Tiene una escena amorosa donde le dice que no se puede boludear acá dentro. Acá hay que estar y la otra dice, «No, bueno, pues tenemos algo acá” Es muy lindo eso que pasa con Yael, es muy agradable, ni es sexual siquiera, es muy de amor. Lo habían pedido así, porque cuando me contaron, para mí yo tenía armado mi personaje heterosexual total. Y mataputo total (risas). Es un lugar de acompañamiento para mí, es ahí cuando ella acepta recibir y se deja querer. Afloja, está todo bien, yo estoy acá. Y la otra tiene una historia, una de las más terribles. Ellas se acompañan y son confidentes, Encuentra en ella alguien en quien puede confiar porque con las otras embarradas, Gladys empieza a sospechar. Tiene miedo. Y te dieron un teléfono… está esperando y está viendo también cómo ubicarse. Cuando entras a un lugar totalmente extranjero, pero al mismo tiempo no sos extranjero porque la conocen. Eso es lo que me decía Seba, me decía Alex que estuvo en esa reunión y los autores. saben quién es y ella sabe que las capangas van a saber. De hecho, el personaje de María que hace la Rosetto, dice: «Pero tu marido laburó con el mío, en el frigorífico, no sé qué te pasa. Sos la mujer de Borges y estás cagada”. Ella no está cagada, ella quiere cumplir para irse.
Lo que contás refleja un trabajo interno enorme, una composición psicológica construida con el director y los creadores, que se transmite en tu personaje. ¿Creés que el impacto mundial de El Eternauta o de En el barro tiene que ver con esta profundidad, con actores que se animan a explorar zonas muy peligrosas de sí mismos?
Los actores argentinos tenemos eso. Hay un talento enorme en la Argentina, en este caso tenía muchísimas escenas que me encantan, escenas donde tengo muy poquito texto o casi nada. Y estaba tratando de expresarlo todo con la forma de mirar, y ese es el desafío, no pasarte, intentar ser sutil, no querer sobresalir aunque las miradas están puestas en tus reacciones. Estar permeable, muy permeable es para mi es el punto. Estar abierto a tu director, a tus compañeros y compañeras.
Tu potencia escénica se nota en la mirada y en los silencios, y también en la fuerza con la que manejás la palabra.
Trabajar con ese elenco te pone en el lugar de tener que rendir porque el otro te está dando algo que es muy interesante y tenés que devolverle algo a la altura. El otro te propone. Las escenas que tuve con Yael son de una dulzura, con Rita Cortese, con Gerardo, como con La Rosetto y Silvina Sabater…tienen años de teatro de experiencia e historia.
Muy impactante su actuación en “Late el corazón de un perro” con Diego Gentile.
Ah si, es la acumuladora, aun no la vi. Tengo que ir. Ella es espectacular, yo trabajé con ella dirigida por Daniel Veronese. Cuando está Silvina, para mí es genial, es muy loca y divertida. Si Sabater está en el elenco, para mí todo se vuelve una fiesta.
Gerardo, Silvina, Rita, La Rosetto, Subiotto, tienen la experiencia de años de actuación.
El papel de Subiotto es tremendo. Cómo actúa esa perversión, esa escena cuando abren el ropero…Lo admiro mucho.
Admirables todo ese elenco. Contame cómo nació esa actriz.
Yo empecé a los 15 años, me puse de novia con un chico llamado Ariel, primer novio y mi primer amor. Estuve bastante, estuve como cuatro o cinco años con él. Ariel tocaba el piano y su papá era Elvio Romero, un escritor, un poeta paraguayo muy importante, comunista, un tipo que atravesó el Chaco paraguayo en la época de Stroessner para salvarse la vida. Él nos llevaba mucho al teatro, a ver muestras de arte, música…. Mis viejos eran muy lectores, a mi papá le gustaban las películas, a mi mamá le encantaba la danza, el arte siempre, me llevaban a ver pero no eran del palo del arte. En cambio este tipo era del palo. Y en un momento con Ariel nos anotamos en el Lavarden, que es el Instituto Vocacional de Arte, es un lugar precioso, un lugar de pertenencia muy lindo, con el mate cocido, ¡mira, lo que me acuerdo del mate cocido! Y ahí tomé clases de distintas áreas, o sea, plástica y entre ellas una clase de actuación.Y me encantó y me divertí y bueno, hice unos dos años cuando estaba en la secundaria. Y luego empecé a ir los domingos a la Manzana de las Luces a tomar clases a las 11 de la mañana, o sea, una adolescente que se levanta ¡y se toma un bondi un domingo!!! ¡Eso que me gustaba y mucho!
Cuando estaba por terminar la secundaria me anoté en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático que ahora es el ahora es la UNA. Hice un mes de clases donde tenía expresión corporal, técnica vocal, actuación… Y después rendías y ellos determinaban quién entraba. Por las dudas me anoté para ser maestra de discapacitados en un terciario ahí en la calle Güemes. Empecé y me acuerdo, tenía un profesor Garibaldi también que daba neurología. Yo estaba ahí y decía, «Por Dios, que entre al Conservatorio porque neurología, era mucho”. Y entré. Hice los cuatro años y el último año me quedé libre, no me recibí porque me quedé libre en actuación. Falté mucho, un desastre. Tenía un profesor que no me copaba y me la pasaba en el bar del Conservatorio. Entonces hacía todas las materias y me aburría mucho en las clases de actuación. El último año, a mitad de año, me quedé libre. Hablo con otro profesor y me dice, «Ana, ¿vas a rendir? Porque podes ir a recuperación» Sí, sí, voy a rendir. No te vuelvas a caer. Y con Guillermo Cacacce hicimos una escena de Bodas de sangre, ensayamos y dijimos, «Bueno, dale, dale, yo te hago la gamba”. Y me aprobaron.
Me quedé libre…

Es gracioso porque toda la primaria la hice en la escuela del Estado y el último año mi mamá me cambió a una escuela de monjas. Loca. Me cambió porque tenía terror. ¡Qué va a pasar con esta chica! y eso que era retranquila y responsable, no quería problemas. Tenía cosas de adolescente, pero siempre avisaba cuando no iba a llegar, siempre fui buena onda, no armé quilombos ni tuve problemas graves. Y me quedé en ese colegio de monjas hasta cuarto año y cuarto año le dije, «Me quiero ir.» Fui al colegio del Estado y terminé en el colegio del Estado. En los finales de las carreras que algo pasa, como que se me repitió. Y en este caso del Conservatorio. Sigo y me vuelvo a quedar libre. Y me dio mucha vergüenza volverme a presentar al examen y no me presenté. Y dije, «Hasta acá llegué, en las fiestas de egresados, yo participé, todo perfecto.» Pero dije, «No, me animo a presentarme otra vez delante de una mesa examinadora, dos veces, no, y me quedé libre.
¿Podemos reinterpretar lo de “me quedé libre»?
Vale, sí, claro. Me quedo libre. Sigo con eso… Y que es quedarte libre de la situación que no te gusta. Soy muy huidiza, Soy muy fóbica…
Puede haber un costado que no sea fobia, y que sea tu deseo de ser libre. Si fueses tan fóbica no estaría ni acá ni “en el barro”.
(Risas) La libertad, si… Pero por ejemplo, antes de empezar siempre tengo como el momento de:- “esto yo no lo puedo hacer, se creen algo que yo no puedo, se creen algo que no soy”, Mara Bestelli, amiga y colega, me dice:- «Vos tenés el síndrome del impostor (risas) Ana, lo recontra podes hacer. Quédate tranquila”. ¡¡¡Y eso es un día antes!!! Sé que puedo, o sea, a ver, es como una mezcla, porque sé que lo voy a hacer y sé que una vez que piso el set o el escenario lo voy a hacer. A Daniel le hice lo mismo en “Los padres terribles”. Es que estaba muy mezclado, porque había muerto María Onetto y fui a ensayar al Estudio donde María estuvo muy presente, eso fue muy pegador. Daniel nunca me escuchó llorar, y él nunca me escuchó así. Y Daniel me dice, «Mira, ya hicimos hasta el segundo acto. Déjame montar el tercero. Vos quédate tranquila. Si vos ves que no podés, yo no veo nada de todo eso que vos me estás diciendo, pero si vos te sentís mal, no te preocupes” Tuve una sensación de tener la puerta abierta, si te querés ir, te vas. Sentí que, «Si quiero, puedo salir.»
Te hizo sentir libre. Saber que no te ibas a quedar presa “en el barro”. No te gusta la prisión.
(Risas) Nooo, claro, Entonces, si el otro me dice, «la puerta está abierta, si vos querés te quedás y si no, podes irte”, En pareja es lo mismo, si yo estoy consciente de que eso está, me relajo y me quedo para siempre. Después de esa charla con Daniel, en “Los padres terribles” fui muy feliz.
Se reflejó porque tu personaje es de excelencia.
Es que una vez que hablé, se me pasó.
¿Y de acá cuando querés irte?
Tengo más tiempo, y la estoy pasando genial.
Eso es muy importante en este encuentro. Te lo pregunto para que te relajes y estar yo pendiente de la hora para que llegues a tu otra nota. En el tiempo que nos queda, me gustaría seguir indagando sobre la polisemia del ‘me quedé libre’.
Si, pero es un problema también porque te podés perder cosas por miedo. A mí me ha pasado eso también, ser muy cagona, tengo problemas con los viajes en avión, no me gusta nada.
Del avión tampoco podés salir en vuelo… pero no te preocupes: a Woody Allen también le pasaba, y superó su temor a salir de Manhattan gracias a su análisis
(Risas) Y yo al final lo logré. Pero siempre tengo un pero. Y ahora que tengo una hija también, es como que eso me exige a mí misma internamente. Ella quiere volar, tenemos que hacer un viaje en avión con ella. Todavía no lo hicimos, pero ya se va a dar y lo vamos a planear. Pero no me gusta, no tengo miedo a estar adentro cuando está todo bien. Es el momento del despegue. El momento que toma carrera y levanta. Siento que me estoy yendo a la muerte.
¿Y ahora que estás tomando carrera y levantaste tanto vuelo?
(Risas) Y ahora, capaz ¡¿despegue?! jajaja

Ahora, no podés bajar del avión.
(Risas) Sí, estoy Ahora en eso claro, pero arriba ya estoy arriba, ya está. El tema es el momento previo. Como te conté lo de Mara. Cuando creo que no voy a poder con esto, y me pregunto ¿Por qué ellos se lo creen? Y mi marido me dice: “siempre nos organizamos, nos vamos a organizar, no te preocupes”
Necesitas siempre un reaseguro, que el otro te diga que confía en vos.
Si, totalmente, son unos segundos que pierdo la confianza en mí, Por eso me dio mucha vergüenza lo que me pasó con Daniel, nunca hice eso con un director. Y él es muy entregado porque lo conozco hace mucho, y veo el resultado Daniel es muy tranquilo. Él va realmente decidiendo sobre la marcha lo que va a pasar. «Vengan con la letra sabida.», dice. Y yo que soy una enferma, tengo que saberme la letra, una obsesiva. Me acuerdo que me he ido de vacaciones unos días con mi marido y con mi hija al campo, y yo un plomo, ¿viste? estudiando la letra. Por supuesto, ninguno sabía la letra entera ni yo, porque llega un momento que necesitás a tu compañero para que te tire el pie. Dos actos sabíamos. Empezamos a salir de esta escena y nos dice Daniel: mañana se las mando, la voy a reescribir y ya empecé a reescribirla. Nos miramos con Anita Katz y con Luis, y uno sabe que está bueno lo está haciendo y que vos protestás pero sabés que lo que viene es mejor. No lo dudas, y te lo hace hasta en las funciones porque básicamente su plastilina es el actor, él labura con eso. Y eso me parece maravilloso porque te saca lo mejor que podés sacar. Es una bestia del teatro, tiene sensibilidad y humor. Registra muy claramente quién puede hacer qué, quién no, y tiene mucha paciencia. “Bueno, volvamos a empezar”.
Hablando de miedos, me da más miedo. En cine, te acercan la cámara con un zoom y ven todo: lo bueno, lo malo, lo que estás haciendo bien, lo que no estás haciendo bien. En el teatro estás muy expuesto porque estás con la gente, en vivo. A veces me digo: ¿Por qué me estoy metiendo en esto? ¡¡¡¡¡¿Por qué me meto en esto?!!!!!
¿Y por qué crees que te metes en esto? Es una buena pregunta.
Creo que tiene que ver con algo de las propias oscuridades… es un lugar lúdico la actuación donde uno pone los fantasmas: todos los fantasmas, digo, tal vez no sos ni consciente de eso. Tuve una psicoanalista hace muchos años, y yo le decía, «No, a mí me gusta mucho estar tirada en casa y tener el tiempo de no hacer nada, de imaginarme cosas, esas cosas repelotudas para relajarme, como acomodar el changuito del supermercado. ¿Dónde pongo la yerba? ¿Dónde pongo esto? Ajá, el aceite va del otro lado, hasta cómo me voy a vestir, cómo voy a limpiar mi casa. Y esta psicoanalista le decía, «Parques naturales. Es tu lugar de descanso” Y para mi es super necesario ese cuelgue, me ordena, me relaja. Es como una especie de meditación. Pero después está el momento de actuar, donde uno pone toda la carne al asador, y eso tiene que ver, no con esos parques naturales/relajación, sino con cosas más oscuras, con miedos. Entonces se vuelve un parque natural, lo oscuro, lo desconocido, lo que te puede sorprender, lo que no lo que no esperás y aparece. La incertidumbre, la muerte, las heridas, y estoy yo ahí, no está otra persona, está Ana.
Quizá el teatro es tu espacio —entre comillas— donde esa zona de oscuridad se ilumina, para después poder relajarte y pensar: ‘a ver cómo ordeno la casa’
Ponele. Claro. no tuve ninguna mezcla de nada. No se me ocurre. Siento que quedó ahí inconsciente, para mí es un juego. Una vez me preguntó en una obra Daniel si sabía silbar. Sé silbar como un chiflido pero no te lo quiero mostrar porque quedó fea, le digo (Risas) Y Daniel me dice, «A ver hacelo.» Le digo, «No, no, no, pero no me tenés que mirar”. “Bueno, date vuelta, boluda.» (Risas) Y aparece en la obra en mi personaje de Masha en “Los chicos se han dormido” Yo silbaba y me tapaba. «¿Por qué lo haces así?» “Porque quedó fea” Y quedó ese texto también, porque Daniel toma de los actores cosas orgánicas. Y confío en eso, Y confío también que me lo pueden dar, digo, no solo el director, sino mi compañero o mi compañera en la escena. Te nutren.
Y quizás emerja, a través de la interacción con el director y tus colegas, algo de esos fantasmas que ni vos esperabas.
Siii. La pelea con el personaje de la gallega, por ejemplo. Esa pelea, con toda esa gente gritando, duró un día y medio, Grabamos muchísimo de noche. Hay una coreografía, todo lo que vos quieras, pero le tenés que poner. Se volvió muy teatral ese lugar para mí en ese momento, porque era como ¿Sabes cuántas personas? 200, 300 personas mirando y te nutris. Los efectos especiales son unos genios. Saben laburar y te sacan todos los miedos. Y volviendo a los fantasmas, el bosque, la oscuridad, para mi es un lugar en donde te vitalizás. porque vos sacás toda esa mierda, por decir de alguna manera y la dejás ahí. Eso no quiere decir que después no vuelva esa mierda a crecer y lo volves a sacar: el miedo de la muerte, el miedo a las enfermedades, a mi me da impresión.
Y cuando eras chica, ¿qué pasaba con esos temores?
De chiquita era muy impresionable con la sangre. Era un problema eso. No cuando me sacaban sangre, no me han tenido que sacar muchas veces y lo he hecho y no hubo problema. Pero mi mamá estaba preocupada por la menstruación. Los accidentes. Me accidenté en la ruta con mis viejos cuando era chica.
¿Estuviste cercana a la muerte en ese accidente?
No, pero podría haber sido. Salimos ilesos pero caímos en un pozo en construcción de 7 metros y el auto se destruyó. Íbamos hacia Moreno y mi papá perdió los frenos, era el auto de mi abuelo. Iba mi papá, adelante, yo, mira qué inconsciencia en esa época no había cinturón y yo, adelante, mi mamá atrás mío y mi hermano. Y mi hermano salió expulsado para adelante y cayó sobre el tablero.
¿Vos viste todo o perdiste la conciencia?
No, ninguno perdió la conciencia. Era de día, por suerte nos vieron caer, nos sacaron, nos llevaron a una casa. Caímos en un pozo con el auto yendo a Moreno, el auto se destruyó y nos tuvieron que sacar por la ventanilla. Hay un río, el Reconquista, creo que así se llama el río que atraviesa Sí. Entonces, el auto se corrió hacía la ruta a la banquina, y cayó antes de llegar al río.
Un tanto parecido a como empieza la serie En el barro.
¡Mira qué loco! Esto no lo había pensado… No recuerdo mucho. Mi mamá tuvo un pequeño corte en la oreja y eso sangra muchísimo, ni siquiera le dieron puntos. Tenía 7 u 8 años, no sé bien. Y me acuerdo de tener la sensación como construida ya con los años, pero este que se construye un poco el recuerdo de que yo dijera todo el tiempo, «Llamen a mi abuelo.» O sea, sé que mis viejos ya no me daban ninguna seguridad de nada. Que llamen al Superior, que venga mi abuelo. Después estuvimos en una casa que nos recibieron muy bien, nos dieron de comer pollo, recuerdo, había un árbol de mora. Entonces a mí la ruta no me gusta, tardé mucho en aprender a manejar. Y el tema de la sangre puede ser que tenía clavado un vidrio muy chiquito en el dedo del pie del termo que se había roto, iba en ojotas y malla, íbamos a una quinta. Después con los accidentes, un día llegué a mi casa donde vivíamos, en una casa familiar en un edificio y una moto había se había metido dentro del edificio, sangre también. Un amiguito de mi hermano había chocado el papá con la moto cuando Díaz Velez era doble mano, te hablo. Y estaba en la primaria, así que era chica también. Tendría 10 años. Por eso mi mamá temía por la menstruación pero no no sucedió nada de eso, pero algo de los viajes, esa movida si. Con las giras, viaje mucho con Dani sobre todo, cuando me dijeron de ir a Japón me acuerdo que me puse a llorar ¡por semejante viaje! (risas)
Tuviste que superar un trauma muy fuerte para haber logrado llegar a manejar tu auto.
Si pero ruta y avión… me pone nerviosa. No subo a una autopista con el auto. El barco no, no tengo problema. Y no me gusta mucho ir a cierta velocidad. Me acuerdo siempre de Carlitos Portaluppi, viajé mucho con Carlos y en el momento de la salida, abrochense los cinturones, me daba la mano. Tuve una alumna que ya se estaba por jubilar, azafata de aerolíneas y ella me dijo que el momento más complicado es el despegue, quédate tranquila con la turbulencia, si puedes ir abrochada, anda abrochada, porque siempre es más seguro. Me dio como muchos tips.
El despegue y todo lo que significa: despegar de los padres, de los hijos, tu hija que está creciendo… Pero me pregunto si, después de caer en el pozo y que alguien te sacara del auto, quedó un temor y un desafío: ¿podés confiar en salir sola, sin que alguien tenga que rescatarte?
Claro, hacía calor, no podía salir. A mi papá lo tuvieron que sacar por la ventanilla, un tipo enorme. Fue fuerte y fue intenso. A mí me cuesta eso todavía, es muy difícil manejar en Argentina, y hay países como Brasil que van a mucha velocidad. Pero ahora manejo desde que mi hija tiene dos años. La tuve a los 46 años a Amanda, y subir con ella al bondi, y todo eso… No podía más. En un momento dije, «No, yo esto lo tengo que superar.» Y me fui y me hice un curso, no resultó y después fue otro.Y después me dije, «No, esto lo tengo que lograr.» Y fui, saqué el y empecé por calles chiquitas, despacito. Mi marido me decía que mire para adelante y mastique chicle si te putean.
Hacer la serie me enfrenta a otros miedos, a rendir, a que realmente que esto funcione, no por la cosa internacional o quedar bien con Netflix. Aparece más la inseguridad de lo que me decía Mara; «No te das cuenta, es como el síndrome del impostor.» Como creyeron en mí, pero hay algo de eso, ¿viste? Que uno dice, «Pero por qué, ¿qué es lo que les gusta?»
Quizá lo que más gusta es cómo componés a tu personaje en relación con el poder que tiene esa mujer, pese a todo, más que con su falta de poder.
Estando afuera, decís porque adentro, ella está vulnerable.
Sí, está vulnerable, pero también tiene tu fuerza: la de decir ‘voy a sacar el registro de conducir’ pese al trauma del accidente.
Sí, tiene una potencia.
Y toda esa potencia es tuya. Me pregunto si ese ‘no voy a poder’ forma parte de la ficción que necesitas para atreverte, como si te diera miedo ejercer tu poder.
Claro, si en la vida la tengo, pero no la uso de esa manera. Digamos, tengo mi carácter, o sea, no lo voy a negar, tengo mis sacadas también, pero no ese tipo de violencia. Pero sí creo que tenés razón, sí, que hay algo de eso, que también uno juega pero tal vez la controla a esa parte,
¿Quizá necesitás controlar esa potencia y no ser siempre tan fuerte? La paradoja es entre poder sola y no necesitar del otro. A ver si podes tanto que no aparece un Daniel para llorar a María Onetto. Es como si, de alguna manera, necesitases creer que ante cualquier cosa siempre podés llamar a tu abuelo.
Claro, si a alguien que te apoye. Si, si, si. Exactamente.
El accidente fue vivenciado como una pérdida de la confianza en aquellos que estaban allí para protegerte.
Sí, y yo recuerdo la sensación, no, no, no a esa edad, más bien cuando entraba a la pubertad.Y ahi si, y viene el despegue que es duro y difícil pero hay que hacerlo. Me pasa con mi hija, que es bebito y toda para vos, qué lindo, y de golpe empieza a tener su personalidad, sus deseos, Amanda tiene ocho, va a cumplir nueve. Es muy pegote y al mismo tiempo, empieza a tener cosas de preadolescente.
Además, mi hija quería ver algo de la serie, y por eso le mostré el accidente. Y le dije: “cuando te digo paro, vos te tenés que dar vuelta”. Sí, mamá. Todo sí, sí, sí. Y me dice:, «Ay, mamá, pobre chica, cómo se ahoga, no sé qué.» Yo estaré bien, lo estoy haciendo pero es que algo le tengo que mostrar. Y le pregunté ¿querés ver la pelea? Pongo la pelea. No te dolió, me pregunta y ahí aparecieron más preguntas. No, nos pegamos en serio y se ponía a llorar y me dice, «Mamá, me quiero sacar a la ahogada de la cabeza y no puedo.» Le digo, «No.» Le dije yo, «No le vamos a dar lugar a la ahogada porque la ahogada es una chica que no está ahogada, es una actriz que hace buceo. Después yo te voy a mostrar cómo lo hicimos para que veas”. Y yo pensaba, la cagué, me equivoqué. Y no le mostré más nada. Además no sé qué es lo que viene después todavía.
Es muy interesante para quienes lean tu Al diván y tienen hijos, porque recibo muchas consultas sobre hasta qué punto el psiquismo de los chicos puede metabolizar cierto tipo de información, sin que quede una imagen fija en la cabeza. Pero a la vez, sabemos que cuánto más censuramos, más se despierta la curiosidad, y es un gran dilema. En la singularidad de cada vínculo parental se va trabajando porque todos los padres sienten que se equivocan pero nadie tiene un manual. La pregunta en tu caso es: ¿cómo evitar mostrarle a tu hija tu trabajo, si de todas maneras lo puede llegar a ver por ser reconocida?
Es que también están los reels. Vio que se dan un beso las chicas, Valentina y María Becerra, pero ella ahí no tiene drama. Ella pregunta ¿Por qué tiene dos mamás? Son dos mamás que están enamoradas y están de novias y la tuvieron como papá y yo. Y me contesta:”Qué raro tener dos mamá” pero después eso se naturalizó.
Parece que tu hija no solo te impulsó a aprender a manejar el auto, sino también a manejar estos intercambios y responder a sus interrogantes. ¡Todo un trabajo!
Exacto, y eso es genial porque todas las preguntas siempre me las plantean en el auto. Mamá, ¿cómo es que llegó en la panza? Mamá, ¿por qué tal cosa?? Mi hija iba a “El jardín de los cerezos” Amanda es amiguita de las hijas de las nietas de Michi, de la dueña, y ese jardín es excelente. Y ahora va a un colegio público. Pero pasamos por el jardín y había un operativo y me pregunta:¿Los policías son buenos? Deberían ser buenos, le digo, pero no siempre son buenos. ¿Y esos que están ahí son buenos o son malos? No sé, le digo, porque no sé cuál es la situación. Con la serie me pregunta: «Mamá, ¿Vos sos famosa? No soy como Lali.» Le digo, «Alguna gente me conoce. No me conoce tanta gente” Y hoy me dijo, «Mamá, sos famosa.» Y le dije «Sí, me está viendo más gente. Pero es un momento también”. Ya van dos veces que le pregunto, «¿A vos te molesta?» No. ¿No te molesta cuando me piden una foto o me hablan?” No, me dijo. “Seguro? vos me podes decir la verdad a mí. “No, no me molesta, me aburre, pero no me molesta, mamá. Te juro que no me molesta”.
Ahora cierra lo que hablamos al principio, ser famosa queda en El Inconsciente, en la mirada de los otros y en este caso, en la mirada de tu hija…
Y ella me dice, «Yo veo todo.» cuando alguien se acerca. Obviamente se corre para la foto.
Sí, es como la mirada de los hijos es que lo ven todo. ¿Qué te pasa? «¿Estás de mal humor?» Le digo, «No, mi amor.» A veces no me pregunta, «No es que esté de mal humor.» Y sí, te dice “estás de mal humor” Y si, me pone de mal humor el cansancio y la gente. Y ellas empieza «Ay, mamá, estoy cansada, me acompañas, me haces feliz” Y en estas últimas semanas, claro, yo estuve muy a full y es lógico aunque a mí me da la culpa total, pero al mismo tiempo, pienso que es un momento.
Una gran lección es enseñar a tu hija que el supuesto éxito que nos quieren vender es fugaz, y que lo que realmente satisface es disfrutarlo, vivir plenamente lo que amás, más allá de las expectativas y el ruido del mundo.
Mi marido es restaurador de obras de arte y es tasador de obras de arte, y el dice que el éxito es tener tiempo libre. Y él es un tipo que le encanta leer, le encanta ir al teatro, música, todo eso le gusta mucho. Y yo me propuse, no sé si tan conscientemente, ahora pienso que sí con el diario del lunes que yo esto lo voy a disfrutar. Exacto. Porque voy a estar muchas horas acá adentro, y deseo llevarme bien con todos. . ¡Y funcionó!. Y no por una cuestión mágica, realmente tengo gente copada, sea un elenco muy groso, la técnica hermosa. Era un lugar como ir al campamento, una fiesta era estar con compañeros, entre comillas, amigos, en el sentido de personas con las que te llevas muy bien. Así que lo disfruté un montón. Al mismo tiempo, seguía con mi familia, y tener un trabajo así te pone mejor para esos momentos. Y digo: «Ay, qué lindo, no tengo nada que hacer, me quedo en mi casa con mi hija, con mi marido.» También llega un momento que si necesito ir a sacar todas esas porquerías a algún lado (risas).
Sacar las porquerías fuera.. en la escena, como dejarlas arriba del diván… Interesante… Y contar con tiempo libre, nos reenvía al valor de sentirse libre: los temores se exorcizan al saber que podés ir y dejar todo afuera de tu casa, y que tenés la puerta abierta.
Tengo la puerta abierta por las dudas… Sí, Sí me da una buena sensación. Lo único con lo que no puede pasar eso es con la maternidad. Porque con la maternidad no podés tener una puerta abierta para escaparte, te podes ir a laburar, salir con amigas, tomar sol, es sano para todos. Pero es el único vínculo que yo siento que ahí no podés tener esa puerta. Entonces, hay que regular eso, porque te quedarías a vivir en ese en ese lugar. Y no le haces bien al otro, no te hace bien a vos. Y para mí está buenísimo cuando estoy trabajando, es más sano para ambas, para todos. A veces siento mucha culpa de no jugar, porque cuando era chiquita jugábamos un montón, leíamos, bailábamos..
Es difícil llegar a jugar y yo creo que es algo muy importante y no quiero perderlo pero es difícil porque las propuestas son re fachas a veces jugando. Me dice: “veni y comprame un libro!. Hace esto y te vas. Yo voy a decir, «Pero yo quiero esto otro” Y me siento como una criatura, y le digo: pero ¿por qué me tenés que decir vos lo que yo voy a comprar?
Otra lección de libertad: enseñarle a tu hija que el juego siempre necesita una puerta abierta. Que si quiere, puede inventar mundos en soledad, pero que si entra otro jugador, hay que aprender a bailar con sus reglas o a crear nuevas juntos.
Ojalá que en este encuentro hayas podido jugar tanto como deseabas… o al menos hasta que el deseo diga ¡un Al diván más!
Si, sí me sentí muy bien acá con vos.
¡A la recíproca¡ Pudimos jugar en el barro de lo inconsciente, con lo lúdico y lo teatral que esta experiencia nos propone… y que siempre invita a volver a entrar en escena.
DEL OTRO LADO DEL DIVÁN:
Escuchar a Ana Garibaldi y repensar juntas su interpretación de La Borges en En el barro confirma por qué su despliegue actoral va mucho más allá de la técnica: es una exploración del trauma, del poder y del deseo, encarnados en el cuerpo y en la palabra.
El primer capítulo de la serie la confronta con un accidente que, aunque ficcional, resuena con un suceso de su infancia, el accidente donde, Ana, niña, presencia la fragilidad de la vida y la violencia de la sangre. La escena en que La Borges salva a las chicas en la cárcel se lee como una repetición simbólica de aquel momento, acompañado de la necesidad de tomar el control, proteger, asumir un riesgo que en la infancia se le escapó.
El dispositivo carcelario —claustrofóbico, jerárquico y vigilante— funciona como metáfora. La prisión disciplina, observa y segmenta pero La Borges, esposa de un mafioso, hereda un poder que le permite moverse dentro de ese espacio. El rol de la mujer que emerge en la serie no es fortuito: a Ana la eligen los personajes donde elabora sus traumas, y ella se constituye a partir de ellos, articulando potencia, sensibilidad y astucia.
El temor a la sangre y a la muerte persiste como resto traumático de aquel accidente, condiciona sus miedos, y a la vez, le da fuerza para enfrentarlos. La Borges, que se ensucia y se revuelca en el barro de la cárcel, encarna esa transformación, Ana sabe que solo enfrentando lo oscuro y lo abyecto se renace con fuerza renovada.
Su personalidad potente y su manera de encarar los papeles evidencian una relación profunda con lo Inconsciente. La permeabilidad frente a la dirección, la intimidad de los primeros planos y el riesgo de la escena madre muestran cómo su deseo se articula en cada gesto. El juego de palabras “quedar libre” adquiere un doble sentido: libertad frente a las instituciones, frente a sus propios miedos, y libertad de transformar la impotencia infantil en potencia creadora, apoyándose en quienes confía.
El barro es la arena del inconsciente. Ana permite que lo reprimido y lo traumático se haga visible, para luego emerger transformada. Esa capacidad de atravesar sus propios miedos es lo que la constituye como actriz de alto nivel: conmueve por su valentía al confrontar lo más íntimo y devolverlo en escena con veracidad y potencia.
Su apertura en Al diván fue un juego delicado: contención, ternura y confianza marcaron la sesión, sobre todo, al hablar de las pérdidas de colegas queridos y de su hija.
La edad de su hija reenvía a su propia pubertad, intensificando los despegues y los miedos, y al mismo tiempo, su inmensa apertura a sentirlos y analizarlos. Ana utilizó el espacio de Al diván como el espacio escénico: hubo catarsis y elaboración.
A través de La Borges, Ana Garibaldi toma el poder simbólico que la infancia le negó, enfrenta la sangre, la muerte y el barro, y convierte la vulnerabilidad en acción. Su actuación es un ejemplo de cómo los traumas personales se pueden resignificar en el arte, y cómo la ficción se convierte en un dispositivo donde lo inconsciente, la potencia y el deseo se cruzan con la ética del cuidado y la fuerza vital.
Revolcarse, ensuciarse y luchar dentro de esa cárcel representa enfrentar lo reprimido y transformarlo en fuerza. Y al final, emerge no solo La Borges, sino Ana misma: más libre, más íntegra, más plena, ¡más viva!





