CARNET DE VOYAGE

«LA ESCENOGRAFÍA CORPÓREA-VIVIENTE DE AMSTERDAM»

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Texto y fotos: Mariano Barrientos

Como escenografía, una «casa de muñecas», una al lado de la otra; y yo ahí, entre los alaridos de las bocinas de ciclistas que me rodeaban sin dirección certera y se cruzaban en mi camino, haciéndome dudar si debía o no atravesar la calle. Canales plagados de vida, de color y perturbadora sencillez hacen de esta ciudad un mundo de «desorden ordenado». Me sentía invadido por la sensación de estar invitado por esta ciudad a caminarla y vivirla con una profunda paz y alegría.

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Amsterdam es un laberinto de calles imposibles de leer y pronunciar para cualquier extranjero, es por eso que en lugar de pensar, es mejor perderse en ella. Perderse es hacerle caso al Inconsciente y a los instintos, al deseo de dejarse llevar. Es justamente la desorientación que te deja en la puerta de la casa de Ana Frank, en una galería colorida o hasta en el museo Van Gogh. Como plus, existe la tentadora propuesta en esta época del año de visitar una expo de Munch.

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El Ziggo Dome es una gran Arena Circense de esta magnífica ciudad medieval, donde se presentan espectáculos de primera categoría. Allí tuve el placer de disfrutar el tour de Florence and The Machine, un grupo musical de Inglaterra, cuyas canciones transmiten un mensaje de «Flowers power and love». Florence Welch, la cantante líder, deslumbra con la fuerza de su voz. Al cierre del concierto invita a toda la audiencia a despojarse de sus remeras, besar y abrazar a las personas que teníamos al lado. ¡Una gran fiesta de amor hippie!

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El tiempo vuela en Amsterdam a la hora de recorrerla, cuando me encuentro con gente interesante por la magia del azar, siempre gracias a esa caminata sin destino, a tentarme con cruzar un estrecho pasillo que conduce al Palacio Real o al Museo de Cera Madame Tussaud.
Las prostitutas en vidriera de la zona roja parecen acompañar la particular arquitectura y hacer de esas casas de muñecas una escenografía viviente. Entre el amor “beat” y el “supuesto amor bien de consumo”, ¿cómo me sitúo en Amsterdam yo como hombre? ¿La mujer regalada de la Arena Circense o la mujer paga de la vidriera cruda verdosa como un ornamento de decoración? Amsterdam nos confronta con esta pregunta, con estas contradicciones propias de la sociedad de consumo. Amsterdam oscila entre la profunda tristeza de estas soledades donde la mujer es objeto sexual de dominación o donde la mujer re cool suelta sus breteles para entregarse al amor libre en un cuerpo unido entrelazándose en un abrazo comunitario.

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¡Quizás por todo esto me perdí en los meandros húmedos de las sensuales calles de Amsterdam!

Como es habitual, no se permitían sacar fotos tanto en el museo Van Gogh como en el concierto, pero significativamente tampoco a las trabajadoras de red lights. Parece ser que aquellas mujeres son parte de lo prohibido confundido con el arte. Sin embargo, son cuerpos vivientes que se pueden ver, se pueden tocar y hasta se pueden penetrar, pero no se pueden inmortalizar.

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La confusión entre lo prohibido, el arte y los límites del libre comercio, me dejó estupefacto. Como fotógrafo, ¿me tiene que quedar esa imagen en la cabeza? ¿Una inmaterialidad que retumba en el pavimento como un artículo de consumo más dentro de una vidriera?
Aún resuena en mi mente y trata en vano de poner palabras a lo que sólo parece ser una cruda y despojada imagen de la cosificación de lo femenino.
Esto no se puede inmortalizar, sino sería ¿arte?

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