Por Dr. Ezequiel Achilli
¡Qué linda manito que tengo yo!… Se dijo, en el primero de estos artículos, que Mandelbrot, toma lo fractal del latín fractus, que significa fracturado, fragmento, para escribir: La geometría fractal de la naturaleza, y lo fragmentado también constituye al niño. El niño construye su primera imagen corporal, inconsciente y anterior a la imagen especular, tomando como referencia al cuerpo de otro, la madre que canta esa canción que todos recordamos y de otros tantos juegos. Los instintos de este otro, sus fantasmas y fantasías, y hasta el deseo mismo, van fundando al sujeto de lo inconsciente porque el bebé se ve, gesticula, siente júbilo frente al espejo al verse como otro y se fragmenta. Esos fragmentos forman lo que luego se presentará como porción representativa en su vida fractal. Pero ¿cómo es posible sentirse fragmentado sin haber existido previamente cierta noción de unidad?
Freud, en 1895, describe cómo el primer grito es percibido y se inscribe, en una primera huella mnémica, con base en el desamparo, constituyendo al Nebenmensch (semejante) y al armado de una vida psíquica (aparato y pensamiento). El semejante, que es “simultáneamente el primer objeto satisfacción y el primer objeto hostil, así como el único poder auxiliador” (Freud, 1895, p. 376), cumple su rol a partir del desamparo que se le otorga. Al mismo tiempo, “otras percepciones del objeto, además -por ej., si grita- despertarán el recuerdo del gritar propio y, con ello, de vivencias propias de dolor”. (Freud, S., 1895, p. 377)
“…el espasmo del llanto, todo ello cuenta con el otro, pero las más de las veces con aquel otro prehistórico inolvidable a quien ninguno posterior iguala ya”, agrega Freud en la carta 52.
De los los elementos que componen al Complejo del Semejante, das Ding (la cosa) y su atributo, es el das Ding quien enfrenta al individuo con lo diferente y a su vez a lo más próximo, “el Ding como Fremde, extranjero e incluso hostil a veces, en todo caso como el primer exterior, es aquello en torno a lo cual se organiza todo el andar del sujeto. Sin ninguna duda es un andar de control, de referencia”. (Lacan, J., 1959, p. 68) El semejante, entonces es el otro; El Otro que le atribuye a la voz y a la mirada lo que lo convierten en demanda, en lo estructurante que deja al sujeto perdido en la significación que el Otro le carga; y eso también es un resto fractal caótico.
Para D. Winnicott (1971, pp.147-9) el precursor del espejo, en el desarrollo emocional, “es el rostro de la madre”. El niño se mira a través la madre “y lo que ella parece se relaciona con lo que ve en él”. Pero ¿qué sucede si la madre no lo mira o si el niño es ciego? “…un espejo será entonces algo que se mira, no algo dentro de lo cual se mira”. El niño no mirado, y el ciego, deberán entonces “reflejarse a sí mismos por medio de otros sentidos”.
Entonces, en la identificación, con lo que supone deseo de la madre, hay un proceso de yoicisación. Luego, “…a medida que el niño adquiere un mejor dominio de su cuerpo y del lenguaje, por asunción de su imagen especular y su ingreso en la palabra, las identificaciones cambian de registro. La identificación con el objeto (a) tiende a borrarse, ingresa en la problemática edípica y el trazo unario se vuelve entonces una referencia identificatoria esencial”. (Cordié, A., 1987, p. 93)
“El fin del complejo de Edipo es correlativo de la instauración de la ley como reprimida en el inconsciente, pero permanente. Sólo así hay algo que responde a lo simbólico”. (Lacan, J. 1957, p. 213), agregaría yo a esta última frase; “definitivamente”. Esa ley que empuja al superyó a su vez permite, al sujeto, la entrada a la comunidad de los hombres donde también se destaca, además del deseo, la participación del ideal del yo.
Entonces, como sabemos, el sueño, el lapsus, el síntoma, el chiste… constituyen a lo inconsciente porque es a través de esa formación que irrumpe el deseo. Pero también el deseo forma parte de la trama fractal, porque lo inconsciente se produce, y lo que se produce tiene que ver con algo que ya está. Algo nuevo aparece pero porque algo de eso está, y escapa como una porción fractal que forma una nueva trama.
Bibliografía
Cordié, A. Un niño psicótico. Buenos Aires: Colección Psicología Contemporánea. Ediciones Nueva Visión. 1987
Freud, S. (1950 [1895]) “Carta 52.” En J. Strachey y A. Freud. Sigmund Freud: Obras completas: Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en la vida de Freud. Volumen I. Buenos Aires: Amorrortu (2ª ed., 9ª reimp.) 2006 (Fechada la carta el 6 de diciembre de 1896)
Lacan, J. (1955-1956) “Del significante en lo real, y del milagro del alarido. X, Temática y estructura del fenómeno psicótico.” En El seminario 3. La psicosis. Buenos Aires: Paidós (1ª ed., 1984. 17ª reimp.) 2009
Lacan, J. (1959-1960) “Introducción de la cosa.” V, Das Ding II. En El seminario 7. La ética del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós (1ª ed., 1973. 10ª reimp.) 2007
Winnicott, D. (1971) “Papel de espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño.” En Realidad y juego. Barcelona: Editorial Gedisa, SA. 1971