LITERATURA/NOTAS PERIODÍSTICAS

ENTREVISTA A UN ESCRITOR: PABLO FREINKEL

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Por Dra. Raquel Tesone

 

Pablo A. Freinkel novelista, ensayista y periodista nacido en Bahía Blanca (Argentina), 1957. Autor del Diccionario Biográfico Bahiense (1994), el ensayo Metafísica y Holocausto (2000) y las novelas El día que Sigmund Freud asesinó a Moisés (2009) y Los destinos sagrados (2010). Una nueva novela, La casa de Caín, se encuentra en evaluación en casas editoras. Participó con ponencias en diversos Congresos y Seminarios internacionales sobre temas de literatura y filosofía. Algunos de sus trabajos han sido publicados en medios gráficos de Buenos Aires, Nueva York y Jerusalem y vía online. Ha brindado conferencias en distintos medios (Maimónides y Spinoza. Una polémica de mil años; Baruj Spinoza. el filósofo científico, entre otras). Autor del guión del documental Matthias Sindelar: un gol por la vida.

 

 

En tu novela «El día que Sigmund Freud asesinó a Moisés» ¿cómo te implicas en este cuestionamiento en tanto autor de origen judío?

 

Creo, en primer lugar, que las figuras de Moisés y Sigmund Freud trascienden cualquier relación con el hecho de que yo sea un autor judío. En todo caso, ambos personajes se ven envueltos en una intriga novelesca donde aportan sus características particulares; o, mejor expresado, las que tienen directa relación con el argumento. Sin embargo, el protagonista de la novela no es ni el legislador hebreo ni el médico austríaco, es el periodista judío argentino Marcos Opatoshu quien recibe la sugerencia de averiguar la o las causas de que Freud escribiera el ensayo Moisés y la religión monoteísta. Marcos, en tanto judío no practicante y vinculado a sus lazos étnicos por apenas unas pocas líneas –entre ellas, la gastronomía y la imagen dominante de la “idishe mame”-, no toma el caso como una cuestión judía sino como un desafío intelectual, quizá con menos pretensiones, periodístico. En consecuencia, la búsqueda que inicia no tiene raíces judías, es un periplo personal cuya resolución se basa en una antigua creencia israelita, aparecida en la Edad Media, y no exclusiva de los judíos, que dice que si a un enfermo grave se le cambia el nombre, la enfermedad queda con el antiguo nombre y se cura. Aquí, Marcos interpreta esa costumbre y la aplica al supuesto motivo por el cual Freud afirma que Moisés era egipcio y no hebreo. De esta manera, se produce el asesinato de Moisés como judío y su renacer como egipcio, con lo cual se estaría dejando sin argumentos a quienes –debemos recordar que Freud escribió su ensayo durante la década de 1930, fecha en que se desató el furor homicida nazi contra Israel- hablan de un pueblo judío como tal. Si Moisés era egipcio, resulta imposible que toda la historia que vino después sea realidad, pues a lo sumo su objetivo  era infundir su propia creencia religiosa en un pequeño grupo humano que teóricamente abandonó la religión de sus padres en el desierto.

A pesar de ello, no puedo ocultar mi origen judío y como tal expreso mi admiración por Moisés y Freud, en tanto ellos mismos judíos y hombres que se negaron a aceptar una realidad adversa.

 

¿Y Marcos tiene algo que ver con vos? ¿Te atrapan los desafíos intelectuales?

 

Cuando Marcos apareció en mi horizonte como protagonista de la novela, de inmediato se impuso como alguien totalmente opuesto a mi carácter. Es un tipo que no asume responsabilidades, las únicas obligaciones que adquiere son con él mismo y así anda por la vida. Esto me provocó un serio conflicto pero a la vez un desafío: pintar a una persona que no se parecía nada a mí. Al final, resultó divertido y creo que di con la nota exacta para que no desafinara tanto.

Esa antigua creencia, la podríamos interpretar como que todo ser humano puede cambiar su nombre o “su marca” y curarse?

 

Se trata de una leyenda ancestral que no tiene ningún asidero con la realidad. Es un paliativo o si preferís una esperanza cuando ya nada queda por hacer. Tiene relación con la esfera religiosa y la creencia personal de cada uno.

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¿Tu novela «Los destinos sagrados» es una alegoría de la dictadura militar argentina?

 

La comparación de Los destinos sagrados con la dictadura militar argentina está dada por quienes quieren verlo de esa manera.

 

¿Por qué elegiste dos personajes como un militar y un mercenario que se hacen amigos?

 

El objetivo que me propuse al escribir esa nouvelle es plantear cómo podría discurrir la relación entre dos personas diferentes en un medio hostil, tanto en el aspecto humano como el natural, que juega el rol de tercer personaje. El militar, defensor de la democracia, exhibe todos los atributos como tal (las costumbres austeras, la severidad en el trato, el respeto por los símbolos patrios, la camaradería con sus iguales, la idea de servicio, la rectitud en los procederes, y todas las que puedas imaginar en un integrante del ejército), opuesto a lo que conocimos en el proceso iniciado en 1976. En cambio, las características del mercenario son exactamente las opuestas: la falta de compromiso con sus semejantes, su vida solitaria, la carencia de objetivos, la supervivencia, el egoísmo… Entre ambos personajes surge un vínculo, tal vez originado por sus propias y manifiestas diferencias. Además, si me aceptás la cuestión, también puede verse como una moraleja: cómo dos personas de orígenes, condiciones e ideologías en las antípodas, al final, pueden unirse para realizar una tarea en común. Esto es, la fuga de la prisión.

 

¿Donde radica lo sagrado de sus destinos?

 

En cuanto al adjetivo sagrado con que califico a los destinos, no son los que ellos representan, exclusivamente. Allí se comprende al destino de todos los seres humanos. Nuestro destino es sagrado porque nuestra vida lo es, más allá de cualquier connotación religiosa o aspirantes a un paraíso de dudosa existencia. Allí subyace lo sagrado de nuestro destino.

 

Me parece muy interesante la relación que haces entre Holocausto y la Metafísica aristotélica en tu ensayo «La dimensión humana de la Shoá», ¿podrías contar a nuestros lectores como se te ocurrió esta relación?

 

Varias de las lecturas que realicé sobre la Posmodernidad y sus voceros (Lyotard, Lipovestisky, Baumann) en cuanto a la conclusión de los grandes relatos de la Humanidad, me produjeron la impresión de que se tomaba a la Metafísica como un punto de partida de la razón y no a la inversa. Es decir, ubicar el origen de la filosofía primera fuera de la experiencia humana, en una entidad ajena al hombre. En esa línea de pensamiento, pude ubicar a la Metafísica y no a la razón como antecedente directo del Holocausto. De esa manera, la mayor tragedia de la historia se transformaba en un relato que podía ser clausurado como un simple trámite. Aristóteles anuda de modo insoslayable el destino de la Metafísica al de la razón; es decir, que la Metafísica al ser producto de la razón es una actividad eminentemente humana y así Auschwitz queda indisolublemente unido a la experiencia humana.

Decis que el Holocausto es un acto de odio y pasión destructiva no relacionado a la locura. ¿Cuál sería entonces tu concepción de la locura?

 

Carezco de argumentos académicos para dar una definición de la locura, por eso voy a dar una respuesta intuitiva. Considero a la locura un desequilibrio, una inestabilidad que se desarrolla desde el exterior al interior de una persona. La demencia es una expresión que le llega a la persona, que cree que es externa a ella, que en el afuera está lo que la perturba y no en su interior. Hablar de la locura en el Holocausto creo que es restarle a éste toda su carga de odio y pasión destructiva. En definitiva, una intención de diluir su horror y ansia homicida.

 

Gracias Pablo por tus reflexiones en esta entrevista.

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