Fernando Salem es cineasta, productor y guionista. Ha estrenado su primer largometraje intitulado: “Cómo funcionan casi todas las cosas”. Fernando se abrió a la experiencia de “Al Diván” y con una extraordinaria lucidez, profundidad y sensibilidad que se reflejan en su ópera prima fue hilando asociaciones y tejiendo la trama de su propia “película” para EL INCONCIENTE.
Te escucho.
Tiraría directo el consultar por el tema de la muerte, pero si querés arrancamos de más atrás: la cuestión creativa. Creo que es una forma de buscar, no sé si es la inmortalidad, la palabra, o buscarle un sentido.
¿Un sentido a la vida o un sentido a la muerte?
Interesante pregunta. Recuerdo haber tratado esto cuando me analicé, pasé por varios, uno era freudiano, y la última fue una gestáltica. Fui a un seminario de Dirección de actores en Nueva York dictado por Greta Seacat, que toma un poco a Jung, donde se partía de un sueño, y después había que actuarlo. Yo soy de madera actuando, pero fui como asistente y participante. Resulta que uno contaba el sueño y ella lo tomaba, lo trabajábamos con los compañeros y encarnábamos los personajes del sueño, para luego encontrar su significación. Ella analizaba cuáles eran los motores y los dilemas de ese sueño. A partir de esa experiencia con esos actores que estaban en carne viva y yo que parecía tener una coraza de acrílico, me dije: “me parece que la solución pasa por refundar ciertas cuestiones y no por sentarte en un diván y esperar a que el Inconsciente aparezca en un dispositivo mas freudiano.
¿Recordás el sueño que contaste?
Si. “Estaba en la cola de un colectivo, no sé si yo estaba primero o último. Había una embarazada con una nena chiquita. Había una discusión en torno al orden ético o ciudadano de quien tenía que pasar primero, si la gente de la cola, yo o ella. Ella empezaba a insultar muchísimo siendo ella una mujer embarazada y yo le contestaba”. Si me pondría a analizar este sueño, había algo con la infancia, con un nacimiento…
¿Con un nacimiento?
Puede ser con un nacimiento mío, no sé… En ese sueño me abstraía y me decía, cómo puede ser que estemos insultándonos diciéndonos barbaridades frente a una mujer embarazada, cómo esta mujer habla de esta forma, no por moralista, sino por el contenido sexual de los insultos. Uno jamás pensaría que exista esos insultos en boca de una embarazada, porque representa la vida, lo puro, lo tierno, contra ese carácter violento. Fue un sueño perturbador. Fui a un colegio de curas, y en casa había tres mujeres, mi madre, una hermana más grande y otra más chica. Mi viejo vivió hasta mis quince años. En toda la primaria era más fácil ver un marciano que ver una mujer, y esta representación de la mujer de la Iglesia, la Virgen, se contrapone a lo sexual. Parecería que a la mujer no le gusta el sexo y accede al deseo masculino solo para reproducirse, hasta que te das cuenta que a la mujer también le gusta coger. Eso en la adolescencia fue un quiebre. El sueño es una condensación que dice que puede existir el deseo sexual en una mujer que da vida. Esa doble faceta de la mujer, está en el sueño. La conquista era vivida como un logro del hombre que logra convencer a la mujer y doblega su moral para que acceda a sus deseos. Eso pensaba en mi adolescencia.
Y tu padre que te deja a tus quince años con tres mujeres… parece que había que representarlas como vírgenes.
(Risas) Y, estas no se pueden, las de la Misericordia de Santa Rosa tampoco ni la prima que está en el colegio de monjas…, (risas). Hay que atravesar una barrera.
¿Y lo trataste este tema con el psicólogo freudiano?
El problema es que de los dilemas que tengo no puedo salir a través de la razón. Era como querer desatar un nudo haciéndole más nudos alrededor. Era trabajar lo simbólico, sobre lo simbólico y la capa del lenguaje. La culpa fue mía, porque yo instalaba una competencia. Nunca lloré porque me decía “no le voy a dar el gusto”. El único día que me hace una intervención relativa a mi padre, se levanta de su sillón y se cambia de lugar. No sé si él haya sido tan inteligente como para…, pero la verdad es que me dejó sin hablar durante diez minutos. Pensaba: “si hablo, me quiebro”. Es que me dejó culo para arriba, me quedé sin respuesta.
Cuando tu psicólogo no entró en vos desde la razón sino a partir de la emoción.
Ahí entendí que desde la razón me ponía a jugarle un partido, a competir con él, no porque me creyera inteligente, pero pensaba, “yo hice el CBC de Psicología y yo decía, ¿con el CBC?, ¡a este tipo!” (risas). Me ponía en ese rol defensivo en esa época, yo tendría 26 años. Ya había pasado por otros, pero cada vez que me hacían una intervención fuerte, ponía obstáculos y dejaba.
¡Qué claro que está eso! ¿Y cuál fue el motivo de tu consulta?
El no poder disfrutar de las cosas, tenía 19 años cuando fui por primera vez a un terapeuta con esa inquietud. Hoy te diría lo mismo, tengo un tema con el ocio- Toda esa energía la pongo en el trabajo, pero hay un tema con el tiempo libre. Hay como una expectativa de que el disfrute va a venir después, cuando termine la película, este corto, cuando logre este objetivo… Uno se pone a armar una pirámide y piensa, “una vez que la termine, voy a lograr disfrutar”. Hay una escena que recuerdo cuando gané un premio al mejor Director y al mejor Corto, había logrado el reconocimiento el premio Tandil Cortos, y no se porqué tenía una gran angustia. Después de tanto sacrificio y de poner tanta energía, logré ser reconocido y ese era un motor. Le dije a la gente que vino a verme que iba a dejar al Hotel los dos premios, porque eran muy pesados, eran un ojo de piedra y un ojo de oro. Y me fui cruzando la plaza y me dio ganas de llorar, me senté y me puse a llorar tanto, y eso que ya tenía 30 años, tampoco era un nene.
No sabía que había una edad donde ya no se puede llorar más.
(Risas) No, pero no era tan inocente como para no darme cuenta antes que ahí no estaba la cosa. Fue una frustración descubrir a los 30 que había sido inútil poner tanta expectativa. Cuando tenía el premio en la mano, no tenía la felicidad que yo había imaginado. La decepción de esperar ese momento y darte cuenta que en ese premio no estaba la felicidad, fue una frustración.
Pero hay que ser muy lúcido para llegar a esa conclusión.
Gracias, pero antes hay que llorar y de angustia. Es por decirme “ya tengo lo que quería, ahora, ¿estás contento? No”. ¿Y cuál es la cuestión, entonces? Un nene, llora, le das el chupete y sigue llorando… ¿Qué te falta? Si ahora lo tenés. Supongo que fui entendiendo que nada te colma por completo. Es como esperar que un orgasmo dure diez años y no dura, uno tiene que volver a trabajar para lograr ese placer, pero la naturaleza del orgasmo es efímera. Cuando entendes que no podés trabajar solo para llegar a un momento, sino que hay un montón de cosas alrededor que merecen ser disfrutadas…
Si el deseo se agota en la realización, no hay nada más por desear. Ese deseo tiene que ser renovado. El premio te relanzó al “ser” cineasta, a aquel que te reconoce con la mirada y con un ojo de piedra y de oro…
Es que en esta búsqueda creativa donde tratas de encontrar un sentido, hay un vacío, y vos podes llegar al abismo, mirarlo y volver para atrás. Después del abismo, no hay nada, lo demás es volar, y el arte te puede dar esa emoción de saltar hacia el abismo, pero de todas maneras no vas a llegar a ningún lado.
¿Y la cuestión es llegar o poder lanzarse a ser?
Si, pero perdés toda la seguridad. Para aprovechar la sesión, algo de lo que consulté con el tipo que cambio de posición, te cuento que lo que más me gusta en la vida es dormir. Me gusta quedarme dormido, no dormir, y me quedo dormido en cualquier lado. Hay algo que me pasa, que si duermo solo, a los 10 o 15 minutos con un pensamiento único, al principio, sobresaltado, ahora el proceso de sueño se interrumpe y el pensamiento sin ningún velo es que en algún momento me voy a morir. Esto podía terminar en un ataque de pánico, y en un momento me encontré diciéndole a un terapeuta: “Ud. también se va a morir”. No sé que hago acá, o me das una medicación o no sé… Un psicólogo amigo una vez me dijo, lo que te hace falta es un Dios… Dejé de pensar y me di cuenta que con la palabra no íbamos a algún lado, sino con el gesto.
Y ese gesto te dejó sin palabras.
Es que en ese momento cuando se cambió de lugar, pensé que íbamos a hacer diván, no sé si es porque estoy más grave o pasé a un nivel superior de paciente (risas). El tipo me desbalanceó la puesta en escena, me cambió el conjunto de previsibilidades, fue muy justo el movimiento y fue después de una intervención… No recuerdo que dijo pero creo que ese lugar que dejó era el lugar de mi padre, y él se puso como tercero en esa relación. El se puso en lugar de terapeuta y a mi me dejó frente a mi viejo.
¿O frente a la muerte de tu viejo? Y por eso quedaste sin palabras.
Si, y me retuve de llorar en la sesión… y cuando murió mi padre que murió a los 42, yo tengo 39 años, y hubo un tema con llorar. Lo lloré y lo viví como una desnudez que me remite a un dolor muy profundo… A la mañana, me desperté con la voz de mi mamá diciendo que mi papá se murió.
Como te despertas últimamente, con una voz que dice que vos te vas a morir.
Si…, no lo pensé… Tengo la imagen de mi padre llorando cuando supo que tenía cáncer y se iba a morir, fue una imagen muy fuerte para mí. Al terminar el rodaje de la película me amigué con el llanto, no pasaba un día que no llorara. Es como una gimnasia y es bueno.
Es decir que el cine te abre a tu sensibilidad, eso que quizás crees que deberías ocultar en tu vida.
O disfrazar… A los 7 años murió mi abuelo paterno, y no tenía un referente en el árbol genealógico paterno. La religión la terminé matando desde el momento que me cagué rezando para que mi viejo no se muera, y se murió igual. Este sistema no funciona, es todo mentira. El abuelo se murió y mi padre también. Empecé a buscar sistemas, si el abuelo se murió a los 52, 5 menos 2, 3, mi viejo se murió a los 42, 4 menos 2, 2, y en ese sistema 3 menos 2, igual 1, me dije a los 31 me muero, y llegaba ese edad y me agarró un cagazo. Hasta que mi vieja me dijo que mi abuelo se murió a los 56, y pensé “me cagaste todo mi sistema automático” (risas) Esto de las enciclopedias y las reglas viene de mi abuelo que era sefaradi, mi bisabuelo vino de Siria, y mi padre se convirtió para casarse por Iglesia con mi vieja. En primer grado, le pregunté a los curas si mi abuelo se iba al cielo igual, ya que era judío. Todo bien, me dije, pero se murió alguien que quiero un montón y que cree en otra cosa. Lo entierran en el cementerio sefaradi, yo iba con la kipá con todo el ritual judío, y yo me decía, mañana tengo que ir al colegio a rezar el “Padre Nuestro”. Al mismo tiempo, mi vieja cree en la reencarnación, medita, yo también medito. Ella cree en la energía, Reiki, pasa del tarot al horóscopo, tiene un montón de sistemas chiquitos en los que cree. Tengo esas tres cosmovisiones: mi vieja que cree en algo más trascendental, mi abuelo judío y mi viejo que se convierte por una mujer, por su deseo sexual.
¿Será que la muerte es un castigo por el deseo sexual?
Abonando esta teoría, mi abuelo tuvo una amante toda la vida, y cuando se separa de mi abuela, al año se muere. Es decir que cuando logra concretar su deseo sexual, cuando logra realizar lo que soñaba… mirá.
Mirá vos, entonces no hay que lograr lo que se sueña porque uno se muere. ¿Por eso la angustia de los premios?
Claro, ¿Qué hago con eso? ¿qué hago con todo ese deseo? A ver si te moris…
Entonces te moriste varias veces.
Si, justamente eso es algo que pienso, pienso que tengo muchas vidas. Creo que estoy aprendiendo a morirme.
A los 30 cuando recibiste tu premio, a los 31 te moriste porque así lo pensaste, y parece que a los 42, edad en que murió tu padre, crees que te deberías morir.
Hay otra muerte que me está esperando para pasar a la próxima muerte o quizás sea mi última muerte.
Entonces si necesitas una especie de Dios, analista, padre, que te ayude a traspasar todas tus muertes y las que te esperan, pero un analista es un ser humano que también se muere, con lo cual, si hay algo fuerte tenés que dejarlo para no perderlo. Sobre todo con un analista varón.
No solamente, la última analista gestáltica Era una genia, pero me asusté cuando le detectaron un tumor y me lo contó. Me dije: “Si está enferma, debe tener miedo a morirse y empecé a no hablar de ciertas cuestiones” – y me fui. Con ella hice un ejercicio de Gestalt, justamente de estar frente a una silla vacía. Volví de Nueva York con esa experiencia del sueño y me di cuenta que tu cerebro puede refundar ciertas vivencias, una resignificación. Se lo agradezco porque me sirvió mucho. La acción vale más que la palabra dicha, como en “Como funcionan casi todas las cosas” hay escenas cómo la de Celina diciendo a su novio andate, y poniéndose frente a la camioneta como impidiéndole que se vaya. Decis una cosa y representas otra. En mi película se habla del miedo a la orfandad, también a la adultez. Cuando un día abrí la puerta de mi casa y vi a mi viejo tener una convulsión, ahí sentí perfectamente que se acabó todo, el confort. Es estar a la intemperie absoluto, es primario, es animal, me parece que esto de la animalidad para entender la lógica desde lo artístico. El cagar, el comer, el olor, coger, porque en definitiva somos animales. Traté de poner todo esto en mi película. Recuerdo en una reunión de laburo, un director me dijo muy relajado “mirá, en 400 años nadie se va a acordar de Orson Welles, así que hacé lo que quieras”. Ese consejo que parece una pelotudez, me hizo pensar “¿pero con quién tengo que quedar bien?” Hace 9 años vengo laburando en este proyecto, y el logro de la película es haber sido honesto, voy a hacer lo que yo creo que tengo que hacer.
¿Y con quién querrías quedar bien?¿O es que no querías sentirte tan huérfano frente a tu deseo y buscaste la mirada del otro?
Fijate que el que hace cine, no sólo necesita la mirada del otro, sino que lo miren, más mirada del otro que en el cine, no inventamos. Creo que Baudry dijo que el cine nos remite a una instancia de superpercepción, de submotricidad, que es similar a la fase del espejo, y que el tamaño de un primer plano es el tamaño de la madre cuando da la teta, parte de ese proceso de identificación y con la pulsión escópica. Es la fascinación por los primeros planos, no necesitamos nada más.
Entonces, te decís: con mi mamá y mis hermanas no necesito más nada, sino tengo a mi papá.
Si, bueno, ¡pero ahí viene la castración! (risas)
Ahí viene la muerte, porque la muerte es representada como castración en lo Inconsciente. Tu padre muere encima en una edad en que lo querés matar.
Pienso que la peli sirvió para elaborar todo eso, ¿pero hace falta poner tanta energía? (risas) Sabes que mi viejo era marroquinero y él me llevaba a laburar, a él le gustaba compartir eso conmigo, el olor a cuero, diseñar carteras …, pero me llevaba a laburar si me portaba mal. Era como un castigo.
Había que portarse mal para estar cerca de papá.
¡Ah, mirá! O estar jugando y que llegue mi papá y hacer que me ponía a estudiar. El ocio no parecía estar permitido. Y es algo heredado. Mi abuelo se lo lleva a laburar, “basta de comer dulce de leche, y a laburar conmigo” – le dijo mi abuelo en ese momento. En la cadena familiar yo debía ser marroquinero, ahí hubo otra muerte mía. Si no hubiese muerto mi papá, eso iba a ser un tema.
Mataste al marroquinero que debías ser para seguir la cadena.
Claro, por eso la muerte de mi viejo la viví como que me iba a liberar del marroquinero que tendría que haber sido. Ahora si yo trabajo, estoy a salvo, como cumpliendo con esa obligación impuesta por papá, el mandato de trabajar todo el tiempo. Pero si dejó de trabajar… no sé…
Me quedo sin papá. Trabajar es tu manera de estar en la marroquinería con él.
Si, en esa obsesión de trabajar parece que encontré una manera de estar cerca de él. Ahora me pregunto, ¿uno llega a esto por un razonamiento, o un descubrimiento o una iluminación…?
Es que vos te estás descubriendo y te analizaste solo y a través de todo lo que asociaste estas hablando de la culpa por la muerte de tu padre. Por eso crees que te deberías morir, por matar al marroquinero. ¿Habrá que permitirse trascender a tu padre?
Si, lo sentí como una liberación. Además, escribo mucho en mi diario, pero me pregunto, si analizo todas estas cosas, ¿no terminaré haciendo una película de mierda?
Creo que en tu caso es todo lo contrario. Tu búsqueda empezó desde los 19 años y la angustia, tu capacidad de preguntarte, y de pensarte, te llevó hasta tu película. Encontraste la forma de transformar tu dolor y de inmortalizarte con tu arte.
Es que es así, a mi me agarra una puntada en la garganta (se pone el dedo apuntando su cuello) y padezco lo que hago, me encantaría que ese proceso no sea a través de la angustia, pero claro, no saldría lo que me salió.
Es tal como dice tu película, parece que no es así como funcionan casi todas las cosas.
El casi es lo que no tiene respuesta.
¿Y estará en el “casi” el motor del arte y de la vida?
Dejamos acá.
DEL OTRO LADO DEL DIVÁN
Suele instalarse en mí, durante o después de una entrevista con los artistas, una especie de iluminación acerca de su obra. Como si me dijera: “ahora comprendo por qué esta creación solo puede realizarla esta persona y no otra”. Esta cuestión de la singularidad en el arte del artista, se pone en “visibilidad” en todas las imágenes de las escenas de la vida de Fernando Salem.
Curiosamente, al terminar esta entrevista, me habitó la misma serie de emociones y de cuestionamientos que retumbaron en mi mente luego de ver su película: “Cómo funcionan casi todas las cosas”. Por este motivo, decidí retomar la nota que realicé antes de conocerlo sobre su film, ya que en la proyección de la pantalla, reflejó todo su ser. Pondré entre comillas algunas de las reflexiones escritas sobre su película. “Para saber cómo NO funcionan casi todas las cosas de la vida, porque no hay manual que pueda contener todos nuestros interrogantes ni nos brinde todas las respuestas, hay que ir a ver esta maravillosa ópera prima del cineasta Fernando Salem”. El autor aprendió a aceptar que no hay sistemas ni manuales para la vida, solo hay que vivir y dejarse atravesar por las emociones (su angustia al recibir los premios). Así pudo encontrar más allá de las respuestas, una confrontación con sus propios interrogantes, y los puso en juego a través del arte.
“…Ninguno tiene respuestas universales a las cuestiones existenciales, tales como el ser, el amor eterno, cómo ser feliz, cómo afrontar la adversidad de la vida; pese a ello, o por Ello, el beneficio es abrirse a estas preguntas. Es el interrogante en sí mismo un camino de acceso a nuestra subjetividad (al Ello y por lo tanto, a lo Inconsciente), que posibilita ir encontrando el rumbo en el sendero de la vida” Y el autor se encuentra a través de sus preguntas, fruto de sus más intimas emociones. Por eso, logra hacer una película conmovedora.
“Es una historia pueblerina y aparentemente poco compleja que, sin embargo, como las capas de una cebolla, contempla diversas lecturas”. Como el discurso de Fernando que tiene múltiples dimensiones: la muerte de su padre, por un lado, lo libera de ser marroquinero como él, pero a su vez, engendra culpa, como si él hubiese matado el deseo de su padre. Por otro lado, para pagar la culpa, no disfruta del ocio, y se “castiga” trabajando. Pero, este castigo además, nos, habla de su deseo de recuperar los momentos de acercamiento con su padre y evitar la orfandad que implica ese “tiempo libre” (¿libre de padre?).
“Celina vive con un padre enfermo en un pueblo, y su muerte provoca un giro radical en su vida”. Ese giro en la vida del autor es indudablemente, la muerte de su padre, y es una situación tan traumática que lo confronta con su propia muerte en su etapa adolescente. El dormir lo reenvía a ese antes de la muerte donde aún tenía un padre. El pensamiento donde una voz le dice que él se va a morir es una forma del psiquismo de elaborar y resignificar ese trauma, identificándose con el padre. Si esa voz anuncia su muerte, se salva de escuchar la voz de su madre despertándolo con la noticia de la muerte de su padre. Y lo salva de la muerte para retener a su padre vivo. De la misma manera que dormir, llorar, lo reenvía al dolor y a la desnudez con que se le presentó el llanto de su padre. Un padre que se quiebra delante de un hijo adolescente que tiene la demanda de un padre idealizado para poder crecer con ese modelo.
“…Celina comienza un viaje, metáfora de un viaje interior. En la búsqueda de sí misma está guiada – no por un manual que nadie compra – sino por sus propias emociones (…) Celina se nutre de las personas con las que se cruza en ese recorrido” Como los psicólogos a los que Fernando consultó en busca de ese manual, Fernando comienza ese viaje al interior de sí mismo. Pero resulta que “…todos ellos son personajes demasiado humanos…, lo cual, nos convoca a la reflexión de nuestra propia humanidad”. Tal como la psicóloga que se enferma de cáncer y a la que el abandona, probablemente, para no sufrir nuevamente otra pérdida y otro abandono (como el de su padre).
“…Tal parece que Salem considera que la elaboración de los duelos, desencadena uno de los desvíos o atajos posibles para hallar la senda e ir en la dirección de nuestros verdaderos deseos”. Sin duda, así él lo revela en el diván donde fue armando las escenas de su propia película, descubriendo sus deseos inconscientes y relanzándolos. Lo interesante es que parecería que “casi” concluyó su percepción de lo inefable de todas las cosas, sabiendo quedar al margen de las obviedades de la razón para abrazar lo des-razonable. En ese desvío, conducido sólo por las huellas de sus emociones y su deseo, está encontrando el sentido de su vida. Parecería que desafiando sus propias muertes, Fernando busca inmortalizarse a través de su arte. Ahora tendrá que saber transitar la angustia que este proceso implica.