Por Guada Aguirre
El día que me di cuenta… Un día como cualquier otro, me sentí llena de rabia, ira y tristeza. En ese momento, me encontré encerrada en la tristeza como me suele suceder, quiero salir de esta jaula repleta de reglas impuestas, restricciones y sobre todo, de un inmenso vacío emocional.
Cerré los ojos y me animé a salir de esa jaula por un instante, y de repente, se respiraba en el ambiente un aire de risas sin sentido, de momentos no vividos, sonidos que te llevan a viajar entre la realidad y el sueño.
Aparezco en mi sueño mirando hacia la nada, luego, pensando en situaciones que me gustaría vivir, en preguntas que nunca respondí o que nunca cuestioné sus respuestas. Veo más allá, y estoy con alguien con quien no quería estar, o más que nada, tenía miedo de encontrar y de ver cara a cara: ella. Y ella soy yo. En ese preciso instante, no puedo controlar lo que hago, lo que pienso, me dejo llevar por todo este abanico de sentimientos que no entiendo, que se entremezclan, esta vez el control no se apodera de mí y siento un sonido que no lo logro descifrar. Aprecio el sonido cada vez más fuerte y más rápido, pero tienen un ritmo especial, me doy cuenta que son los latidos de mi corazón. Sigue sonando esa música que escribe una historia que creí sin sentido, pero aparecen escenas que hacen que no sólo sea una historia escrita sino que se conjugue con mis acciones. Acciones que van más allá de lo que dibujaba mi mente. Acciones que despiertan algo en mi, algo que no sé que es. Pero no puedo controlarlo, no puedo frenarlo… ¿Qué es esto? Entro en un estado de confusión. Me pregunto nuevamente donde estoy, que estoy haciendo y abro los ojos. Me despierto, vuelvo a la realidad y me encuentro pensando en lo vivido durante este día particular. ¿Qué me sucede? ¿Qué es esto? ¿Esto es lo que yo creo? Estoy percibiendo cosas que desconozco, creo que es el comienzo de algo bueno: puedo empezar a sentir.