CUENTO

EL VIAJE – Por Maxi Ciruzzi

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Por Maxi Ciruzzi

Abrí mis ojos con cierto esfuerzo, me estaba ahogando, me reincorporé con torpeza e inhalé una bocanada de aire. Me llevó un tiempo recuperarme hasta que empecé a entender que estaba en medio de una pesadilla de un sueño muy profundo. Sentí mi cabeza adormecida, contemplé el baño y el sonido del agua estancada en la bañera. El trance era subterráneo y más duradero. Traté de relajarme moviendo mi cuello en círculos.

Cerré los ojos, me volví acostar y el agua seguía caliente. Busqué un paisaje, mi cabeza se iba alejando de la realidad. Lo sentí, sé que no estoy solo, algo me impulsaba a ingresar en un trance adictivo.

Observé mis pies en la tierra, embarrados, me sorprendí, sabía que estaba soñando, pero la adicción de sentir todo esto intensamente, me llevó a relajarme aún más.

Veo un árbol a lo lejos, el viento lo acurruca, llovizna, pero yo no lo siento. Miro un tren pasar, el olor del campo con la lluvia son únicos, la brisa, mi mente volaba. No puedo despertar. Toco con mis manos los pastizales que mecen con el viento, me acerco a un árbol. No tengo miedo, me siento como en casa, nunca tuve un campo, pero percibí como si algo de ahí me perteneciera. La tierra se mete entre los dedos de mis pies, no siento el frío. ¿Hará frío?, me pregunto.

Comienzo a pensar en ella, no sé porqué, pero se entromete en mis pensamientos. Todo esto se termina. Todo es un largo viaje, todo lo que vivimos es factor de sueños y pesadillas.

Levanto la mirada. Me encuentro sentado en el camarote de un tren. El campo lo veo a través de una ventanilla, mis pies no están cubiertos de tierra, visten unos zapatos marrones bien lustrados. El calor del camarote me hace sentir a gusto. El olor a madera me perfora los poros. Miro a través de la ventanilla y contemplo el paisaje, no quiero despertarme, quiero seguir. Quiero vivir este sueño. Mi mente me traslada, sé que puedo con ella. No quiero seguir pensando, no quiero perder este viaje.

Me sorprendo al escuchar unos golpes a la puerta. Me quedo inmóvil, no sé si puedo hablar, sé que pronto voy a despertar. De pronto, entra una mujer. No sé quien es, pero es hermosa. Sus ojos, su boca, su mentón delineado como una pintura impresionista. Su tez blanca, su perfume y su energía me hacían sentir que la conocía. Quiero hablarle. Quiero preguntarle que hace. Quién es.

Miro por la ventanilla, se hizo de noche. Veo casillas y hombres haciendo fuego para combatir el frío, eso lo supongo. La noche se hizo densa, se nota en el aire y en la energía. Veo pobreza. Siento un golpe debajo de mis pies, me sorprende, el tren bruscamente frena, escucho las vías chillar. Me preocupa la situación, trato de ver a la mujer que se sienta frente a mí, pero no puedo. Trato de tranquilizarme porque sé que estoy en un sueño, pero no despierto. ¿Qué me pasa? Oigo un estallido cerca de donde estamos. No puedo sacar mi mirada de la ventanilla, me empiezo a inquietar, siento que algo malo está por pasar. Trato de mirarla, veo sus ojos, me miran con terror. Todo sucede en cámara lenta. Golpean la puerta, la abren de una patada y con mucha violencia pega contra la pared del camarote. Salto del asiento y me refugio contra la ventana, busco a la mujer que me acompaña y la traigo a mis brazos. La acurruco en mi pecho. Quiero gritar, no puedo. Alguien me apunta con una escopeta, escucho el disparo.

Me despierto. El agua estaba helada. La busco en el baño. No está. La perdí de nuevo.

 

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