Al diván: Maximiliano Serral
Maximiliano Serral, nacido en Buenos Aires y a punto de irse a trabajar a Sevilla, es un gran artista con múltiples talentos: excelente músico pianista, es cantante de Copla española y Flamenco con un metal de voz que vehiculiza un colorido abanico de emociones. Podríamos decir más precisamente que Maximiliano es un gran intérprete ya que hace una composición actoral como cantante y que, además, es talentoso bailarín aunque en la actualidad, esté más inclinado al canto también como reconocido Coach de cantantes profesionales. Maximiliano aceptó ir Al Diván de EL INCONSCIENTE abierto a vivir una experiencia diferente y pudo vencer su natural timidez y desnudar su alma.
Por Dra. Raquel Tesone
Fotografías: Paola Evelina Gallarato / Damián Barbero (fotos diván)
¿Tengo que recostarme en el diván?
Como vos quieras.
(No se recuesta y continúa hablando mirándome a los ojos). Te lo pregunto porque tuve la experiencia de hacer dos años de diván y yo respeté esa forma pero sinceramente no era la más cómoda para mí.
¿Pudiste hablar con tu analista de tu incomodidad?
Si, y me dijo que esa era la forma, su forma, que haga la prueba, pero me sentía como raro mirando el techo… Prefiero el contacto visual. Después uno se va familiarizando con el espacio, con el techo (risas). Es increíble pero hasta hoy me acuerdo las grietas que tenía el techo, porque necesitaba eso visual, ver algo…
¿Ver tu grieta?
¡Uy! Y estuve dos años viendo mi grieta hasta que un buen día, me dijo: “Maximiliano, suficiente”. Me dio la mano muy fríamente y no lo vi nunca más. Yo no sé si me dio de alta, sólo que me quedé mudo.
¿Y cómo fue esa última sesión?
Recuerdo que le conté un sueño. Fue un sueño con mi madre, fue muy claro (risas): “yo estaba en la casa de mis padres y aparecía ella, engordaba de repente hasta que se volvía gigante. Y yo agarraba un tenedor, la pinchaba y la desinflaba (risas). El tipo me dijo: “muy bien, lograste matar a tu madre”.
¿Y tenía que ver este sueño con tu motivo de consulta?
Este fue mi segundo psicólogo, y consulté por mi tema artístico. Tengo que ir hacia atrás. Mi tía materna quién falleció hace dos semanas, era profesora de danza y bailaba flamenco, me crié en esa casa escuchando música flamenca, copla, como Lola Flores, Rocío Jurado. En casa se escuchaba de todo, tango, folklore, pero mis padres nada que ver con lo artístico. Fue a los cinco años que detecté claramente que yo quería bailar… (Silencio) Y te voy a contar algo que no se lo conté a nadie, ni a mi psicólogo que en dos años me tuvo mirando el techo: yo me encerraba en el baño de la casa de mi abuelo en donde, por lo general, siempre sonaba música española; el baño daba al equipo de música y yo me subía al descanso de azulejos de la bañera, tenía justo el botiquín enfrente y bailaba en ese pedacito chiquito mientras me miraba al espejo.
Como si fuera un escenario.
Si, y me pasaba mucho tiempo en el baño. Mi lugar en la infancia era el baño, en los baños hay buena acústica. Ahí encontraba mi espacio, mi lugar, mi momento, y todo ahí se engrandecía.
Ahí eras vos quien te engrandecías y no tu madre.
Yo ahí era libre, y es increíble porque a partir de ese momento, cada vez que salgo a algún escenario, me viene esa imagen del baño. En ese momento, ya me imaginaba que iba a ser un artista. ¡Y no sabes los juegos que hacíamos con mi hermana en la pieza del fondo! Había una ventana y armé un telón con unos hilos de pescar. Era un telón con un sistema increíble. Se abría de un lado tirando de una cuerda y se cerraba tirando de la otra. Con las luces del árbol de Navidad, armaba la iluminación y la hacía bailar a mi hermana. Ella es cinco años menor y hacía todo lo que yo decía, ella estudiaba danza. Más adelante, cuando ya tocaba el piano, traía a las vecinas de enfrente que cantaban y las hacía cantar. El que siempre empezaba con la música era yo y en casa estaba la idea que bailar era para “maricones”, y esto responde a mandatos de mentalidades retrógradas o de otras generaciones. Pero eso me marcó, por eso no bailaba más que en el baño, pero ahí me volvía loco, ahí era yo mismo.
Tenías que esconder tu arte para no sentirte avergonzado.
¡Completamente! Como no me animé a decir que quería bailar y tenía que explotar por algún lado todo lo que reprimía, estudié piano. Recuerdo patente que a los 5 años entraba a la sala de música y me sentaba al lado del piano, ponía la oreja pegada al piano, y me acuerdo que el profesor, un tipo alto y flaco, de apellido Rey, tocaba el piano y yo me volvía loco. Y ahí me despertó el amor por el piano. Pasaron un par de años, y mi abuela me regaló un organito chiquito marca Casio, que todavía lo tengo, sentía que tocaba las teclas y salía música de ahí… (suspira)
Parece que la abuela si vio que eras un artista.
Me marcaron mucho mis abuelos paternos. Ayer en La Catedral, recordábamos con mis primos cuando vivíamos todos juntos, era como un patriarcado. Mi tía y mi mamá se casaron con dos primos hermanos. Íbamos de vacaciones todos juntos a Bahía San Blas, que es mi lugar en el mundo, y los viejos eran los que mandaban, los que arreglaban y tapaban los problemas. Mi primo decía que yo siempre estaba callado, y esto sí se lo conté a mi psicólogo, tenía necesidad de estar solo y subirme a los techos. Me he llegado a subir al tanque de agua.
¡Por eso tu analista te hacía mirar el techo!
(Risas) Así parece. Antes fui a una psicóloga más freudiana cuando me separé de la madre de mi hijo. Estaba super mal, un duelo total, ese fue mi primer dolor en el corazón y en el alma por amor. ¡Tremendo! Hay fotos de antes de la separación y después, y mi semblante cambió. Fue como un ¡pum! Y un paso nuevo en mi vida. Es raro, cuando miro esas fotos… antes me veía pleno y después se nota el dolor. Después con los años entendí que ese dolor era necesario, y así poder asumir la homosexualidad. A los 20, tuve a mi hijo, y me separé con 25 años y mi hijo tenía 5 años. Después tuve 2 años más con otra novia. Hasta que a los 27, los cité a mi papá y mi mamá en un café. Ahí conté que era gay y mi madre me dijo que ya lo sabía y empecé una nueva etapa. Volviendo para atrás, yo reprimí lo del baile y destapé lo del piano. Igual en mi habitación donde tenía más espacio, recuerdo que bailaba, pendiente que no entrara nadie. Cuando me miraba en el espejo, veía claramente lo que me gustaba y lo que no en los movimientos de mi cuerpo. Había poses que yo sabía que eran las que estaban buenas, porque yo me hacía el tonto para ir a las clases de mi tía y ahí observaba todo y me quedaban grabados todos los pasos. Me llevaban al club a jugar a la pelota, y yo no quería. Mi tía daba clases a tres cuadras de casa y me encantaba.
Tu tía fue tu maestra.
No quiero hablar mucho de ella porque estoy en duelo y si empiezo a llorar, no paro más. Ella fue una madre de la vida, nos criaron juntos con mis primos, y lo que mi mamá decía a mis primos o a mí, era eso y punto, y a la inversa, si mi tía decía algo, se respetaba. Las dos eran muy buenas mujeres.
Volviendo a tu sueño, me pregunto si necesitabas desinflar a tu madre para desidealizarla.
Si, quedo como un globo desinflado, ¡y la maté con un tenedor!! Será porque a mí me gusta mucho comer o porque quizá no quise ser tan violento, ¿no? (risas) Y en la época de la adolescencia que uno se rebela, y los odias, yo lo digo claramente porque es natural en esa etapa. ¡Los odiaba! Y hoy a los 38 años, reconozco que son los más buenos del mundo, no porque yo quiero que sean así, sino que son así, son dos personas tan buenas mis viejos….
Tu temor era romper ese mandato, entonces, escondiste tu vocación por la danza y tu sexualidad, como si fueran lo mismo. Y por suerte, canalizaste tu arte en el piano.
Es que para mí era un imposible, pero después pude analizar que además están los fantasmas que uno proyecta en el otro. Algunas personas creían que mi hijo sabía que yo era gay, sin embargo, yo conozco a mi hijo y decía que él no lo sabía. Y de hecho, no lo sabía.
O tal vez ni siquiera se lo preguntó …
Tal cual… Te cuento que hace unos meses estando de gira en Necochea, me llevé conmigo a mi hijo, y aprovechando la situación de la distancia, del mar, de la arena… porque me encanta buscarle decorados a las situaciones especiales (risas), decidí contarle y hablarle de mi homosexualidad. Fue terrible para mí. Sentía que me iba a infartar, pero finalmente se lo dije. ¡Y él saltó encima de mí, me abrazó y me dijo que me amaba! Y seguidamente me dijo: “¡qué bueno que te pudiste sacar esa mochila conmigo! ¡Ahí estaba confirmando una vez más que mi hijo es un fenómeno de la vida! Además estamos hablando de un hijo adolescente que vive en su planeta, tiene 17 años, está en la suya.
Obviamente, él está ahora en su propio despertar sexual. Como dice tu sueño hay varios globos que se fueron pinchando: el de tu madre y el de tu hijo, dos amores incondicionales. Alguien que es heterosexual no pasa por ese momento de anunciar a su familia que es heterosexual, no expone su privacidad, y pienso que ese otro “globo social”, también hay que pincharlo. ¿Por qué se “debe” pasar por esa instancia?
Es terrible eso…Y el heterosexual no lo hace, porque es lo normal como se dice, está bien y no tiene que pasar por esto.
Como si hubiese algo que ocultar en el baño, como si fuera vergonzante.
Y estuve con eso de esconderme en el baño e ir a ver las clases de mi tía siempre, hasta que me fui de mi casa. A los 19 años ya estaba de novio con quien es la madre de mi hijo y nos fuimos a vivir juntos. Voy por décadas, 9 a 11 años, empecé clases particulares de piano con una profesora del colegio que vivía a unas cuadras. Me acuerdo que iba los sábados a la mañana y esas 15 o 20 cuadras iba caminando como flotando. No me lo olvido más… Todavía tengo el registro de esos días de primavera. Me pasa algo raro con el piano, porque después estudié en el Conservatorio, plan pianista, repertorio clásico, pero después dejé de tocar y, esto es muy importante: cuando nace mi hijo me pongo a estudiar baile. ¿Por qué? Ya estaba confirmado que era un hombre (risas).
Porque en esta sociedad parece que ser gay es no ser un hombre.
¡Claro! Mira mi estupidez mental. ¡Básico al cuadrado! Es que necesitaba una prueba por la marca del mandato familiar, y la aprobación de alguien. Cuando me fui de casa, mi mamá no estaba más, pero estaba la madre de mi hijo que era mi mujer y yo la amaba profundamente y un día le dije a ella: “quiero bailar flamenco”, ella me contestó: “anda, tenés que hacerlo”. Imaginate a los 20 años encontrarme frente al espejo y no en el baño, sino en un estudio de baile con el profesor, fue traumático para mí, porque ahora ya estaba fuera del baño, y frente al “espejo social”… Yo siempre digo que mi vida se basa en el deseo. Deseo con tanto amor y con tantas ganas, que todo se me termina cumpliendo, pero sin ambición. No deseo tener un millón de dólares, soy feliz bailando, cantando, tocando el piano y así fue que en un año de ir al estudio de baile, terminé haciendo una obra que se llamaba “Boda gitana” en Mar del Plata con producción del Chino Carreras y toda su familia. Viví en la casa del Barrio Los Troncos de Enrique Carreras con todo el elenco y eso fue un mundo para mí. Eso era lo que tanto anhelaba.
¡Un carrerón! ¡Maratónico! Y claro, ya habías empezado tus ensayos en el baño.
Si, y al estudiar en el Conservatorio, cuando empecé con el flamenco fue fácil en el sentido rítmico. Cuando nació mi hijo trabajaba en C&A, la tienda de ropa, en el Shopping Avellaneda, había que comprar pañales, darle de comer, sólo tenía franco los martes. Trabajaba feriados, Navidad, Año Nuevo y cuando empiezo con el flamenco, y surge la posibilidad de la temporada en Mar del Plata, hablé con mi mujer y le dije que iba a renunciar al trabajo para dedicarme a esto. Eso fue en medio de la hecatombe política que en una semana tuvimos 6 presidentes, saqueos, helicóptero y mi gerente me dijo: “¡vos estás loco!”, además yo trabajaba muy bien y no me querían perder. Justo fue en el período que habían puesto lo de la doble indemnización para bajar el índice de desempleo, ¡y yo pedí que me despidan! (risas). Negocié y me despidieron. Cobré buena plata, arreglamos la casa que vivíamos con mi mujer y mi hijo; noviembre y diciembre tuvimos ensayos intensivos para la temporada en Mar del Plata de 3 meses y a partir de ahí no paré. Desde enero de 2004 hasta los 30 años, bailé, en tablaos, en espectáculos y dando clases. Trabajé con Carmen Flores, hice gira por todo el país. Y cuando daba clases, les cantaba a mis alumnos, hasta que una vez me dijeron: “¿Porqué no cantás en los espectáculos?” Y ahí fue que empecé en el 2010 a cantar profesionalmente copla y flamenco. En el Conservatorio de música aprendí la técnica, siempre cantaba en el coro, pero nada que ver, era una formación más clásica. Y ahora me gusta todo, cantar, bailar, tocar el piano, y ahora se viene la actuación. Muchos amigos me dicen que tengo que actuar. Y la verdad es que soy una persona que está en constante búsqueda y creo que cuando me lleguen los 40 seguramente me agarren ya como actor. Hace poco una maestra me dijo: “sos un artista tan lorquiano” ya que Lorca hacía un poco de todo. ¡Encima amo a Lorca! Fue un gran halago.
¿Y por qué “Lorca” consultaría hoy?
(Risas) Ahora estoy con otras cuestiones personales y con un pié en España. ¡Dejo aquí en Buenos Aires muchas cosas lindas! Un gran amor, amigos, familia, tablaos, bares, La Cate (risas) y ante todo soy fiel a mi intuición y sensación. Sé que me tengo que ir a seguir mi camino. Y siempre deseando ser feliz y que los míos también lo sean. No hay nada que me guste más en la vida que reír y ver a otros reír. Creo que es uno de los grandes secretos de la vida, reír y rodearse de cosas positivas. ¡Se pasa todo tan rápido que no quiero perderme de nada! Con esta entrevista, deseo de corazón poder sumar un granito de arena a esas personas que tienen miedo a enfrentar situaciones de cualquier tipo. Hay que animarse, ¡nada más y nada menos!
Y vos tuviste el coraje de animarte.
Te agradezco mucho esta charla y este intercambio. Me despido con una frase que me encanta y la tengo grabada a fuego: “Yo sé que mañana será un gran día, en el que tu alma estará junto a la mía”
Este final de la sesión es tuyo, así que dejamos con esta frase que expresa con belleza tu demanda de amor. Gracias Maximiliano.
Del otro lado del diván:
Escuchando a Maximiliano, recordé una frase de Nietzche: “uno es verdaderamente libre cuando deja de sentir vergüenza de sí mismo”. Para ser libre, Maximiliano rompió con muchos mandatos y pinchó algunos globos.
Su vida se divide en décadas, cada una de estas etapas, involucra un descubrimiento de aquello que hace a su talento. Podríamos decir que la primera década fue el tránsito necesario para revelar su deseo. A los 5 años supo con certeza lo que deseaba, pero ese deseo quedaba encerrado en el baño, en su pieza y en la habitación donde armaba su teatro privado junto a su hermana. Es evidente que ese niño tímido (proviene de temor), podía sentirse libre sólo fuera de la mirada familiar y en los techos, donde ya “volaba” alto su imaginación.
La segunda década la consagró a estudiar piano, otro deseo que se reveló gracias al profesor “Rey” de su colegio con quien se identificó y quien lo hizo sentir un rey. El piano lo reenvía a esa identificación masculina con el profesor y el baile a lo femenino. La tercera década, comenzó con el nacimiento de su hijo y su propio permiso de ser bailarín contando con el apoyo incondicional de su mujer. En la cuarta década, se consagra además como cantante de flamenco y lograr que ese niño callado, pueda “cantar” al mundo sus emociones de manera conmovedora. Para la quinta, se avizora un futuro más que promisorio como actor.
En el espejo del baño, Maximiliano, a la manera del estadio del espejo (Lacan), se miraba con júbilo en la imagen que le reflejaba: el arte flamenco de su tía. El observó e imitó, despertó su deseo, pero ese deseo producto de la identificación con su tía, no era aprobado en un varón. La impronta social era denigratoria y lo dejaba atrapado con una etiqueta: bailar es ser “maricón”. Para poder realizar su deseo y reparar su narcisismo herido, se animó a bailar arriba de un escenario logrando la aprobación en el retorno de la mirada de los otros. Y en poco tiempo, consiguió tener un gran éxito, fruto de la admiración de su público. El espejo social le restituyó su narcisismo y le permitió aceptar su sexualidad en libertad.
Lo más traumático aparece frente a la separación de la madre de su hijo donde hace su primera consulta psicológica. La segunda, consulta para su desarrollo artístico y su analista le propone recostarse en el diván. Hacer diván fue para él como “mirar el techo”, indagar en sus grietas, para volver a volar. En la transferencia con su analista, él parecería reeditar el sometimiento a las reglas, (privación del contacto visual), ya que sigue haciendo diván pese a haberle expresado su incomodidad a su analista, quien parecería rehusar su demanda de amor: reflejar con su mirada una imagen que lo ayude a reconstruir su Yo. Significativamente, lo primero que me pregunta es si “debe” recostarse en el diván (confundiendo respeto con sometimiento). El analista está puesto allí en el lugar del “deber”, y aparece la imago de un padre que está ausente en la escucha de su deseo. Por otro lado, el relato del fin de análisis sin previa preparación conjunta, es efecto de un sueño revelador que dio lugar al analista a un corte al mejor estilo lacaniano. Este sueño simboliza (según su línea asociativa) que así como él se “comió” los preceptos sociales, también “se comió” a su madre. Y logra “matarla”. ¿Necesitaba desidealizarla para poder engrandecerse sin ella, llevándose en la valija todo su amor? Además, tuvo dos madres muy buenas: su madre y su tía. El analista ¿habrá operado en él como un padre que corta el cordón con la palabra: “suficiente”?
Me interpela saber por qué motivo nunca contó (o “cantó”) a sus analistas la escena del baño y por qué surge como material en esta sesión. ¿Será acaso que ese niño dejó apresado en ese baño parte de su yo? ¿Es una forma de pedirme que vayamos a buscar algo escondido de su identidad para poder enriquecerla? ¿Habrá más globos que pinchar para este camino de crecimiento que está emprendiendo? Otros interrogantes parecen hacer eco en su discurso: ¿qué es ser un hombre? ¿Qué es el amor? Si pudo amar profundamente tanto a una mujer como a un hombre, ¿qué es ser homosexual o heterosexual a la hora del amor?
Por último algo remarcable, es que Maximiliano se anima, una vez más, a mostrar a ese niño que hay en él tanto como a ese padre orgulloso de haber criado a un hijo sin prejuicios, sobre la base de su entrega de amor absoluto. Y además, muestra a ese niño en esta entrevista de manera ejemplar con un valor agregado: su deseo expreso de poder ayudar a todos quienes puedan sentir vergüenza de sí mismos. Esta esperanza de aliviar el sufrimiento de otros que pueden vivir situaciones similares, transforma esta sesión en un encuentro extraordinario que logra trascender su historia singular.