No hizo falta ser un experto en música. Mucho menos saber cómo funciona un parlante y qué elementos lo componen. Muchísimo menos tener siquiera noción de cómo trabaja el oído humano. Tampoco hizo falta conocer algo acerca de los fenómenos físicos que explican cómo se expande, produce y reproduce un sonido. Timbre, agudos, graves, onda eléctrica, buffer, tweeter, etc.; parecían palabras familiares pero vacías a la vez.
Para entender todo eso solo bastaba con Hugo Zuccarelli, productor y mentor del show «Música en oscuridad con parlantes holofónicos». Hugo “actúa” casi de forma mecánica. Una vez que todos los espectadores nos acomodamos en nuestros asientos, arranca automáticamente con su charla introductoria y allí empieza a bombardearnos de información, conceptos y explicaciones para que podamos entender un poco mejor acerca de lo que estamos a punto de experimentar.
Hugo es, ante todo, un apasionado de lo que hace. Se le nota en la cara, en los gestos, en la hiperactividad que irradia. No para un segundo, ni de hablar, ni de moverse. Se sube arriba de una silla, grita, hace chistes, juega con el público, prende y apaga su linterna para señalar objetos. Es intenso. Solo logran bajarlo a la realidad sus asistentes cuando lo obligan a cortar con su monólogo de bienvenida ya que están pasados con el tiempo y luego les espera otra función. Pero si fuese por Hugo, habla hasta que el televisor en blanco y negro de abuela, que es parte de su monólogo, transmita a color.
El discurso de Hugo alcanza su climax cuando aparece la palabra «holofonía». Allí se le cae la baba y se muere de ansiedad de que todos podamos primero entender dicho concepto, y luego experimentarlo. «¿Sabes que es la holofonía?», le pregunta al azar a alguien del público. Y sin siquiera dejarle lugar a la respuesta, derrotado nuevamente por la ansiedad, Hugo repica: «¡No importa!, pero te puedo asegurar que nunca vas a escuchar un disco como lo vas a hacer ahora».
Para Hugo la holofonía es un hijo, su mejor creación. Y es entonces cuando nos muestra sus dos parlantes holofónicos que miden más de 4 metros y se encuentran ubicados en fondo de la sala, uno en cada extremo. Y ahí nos explica que la holofonía es aquella que por su método de grabación es capaz de mejorar ampliamente la experiencia receptiva y perceptiva del sonido, superando de esa forma a la de los parlantes convencionales. Es algo así como escuchar música en tercera dimensión. No por nada dicha invención lo llevó a trabajar y grabar nada más y nada menos que con Pink Floyd, Roger Waters, Michael Jackson, Stevie Wonder, Lionel Richie, Leon Gieco, Gustavo Santaolalla, entre otros.
Revista El Inconsciente tuvo la oportunidad de cubrir tres de los tantos shows que hay mes a mes. “Música en la oscuridad con parlantes holofónicos” consiste justamente en escuchar el disco comercial de cualquier banda bajo una oscuridad absoluta y la promesa garantizada de oír sonidos “nuevos” que estaban en el disco pero que solo los parlantes holofónicos tienen la capacidad de reproducir y sacar a la luz. Los artistas elegidos para experimentar todo eso fueron Gustavo Cerati, Pink Floyd y Coldplay.
La sensación fue única, y la puedo describir con tres momentos. El primero de ellos comenzó ni bien se apagó la luz y el disco empezó a sonar a todo volumen, aunque sin aturdir. En ese momento se produce la magia. Los sonidos parecían cobrar vida y gracias a los parlantes holofónicos y la oscuridad se crea un increíble efecto denominado “sinestesia”, aquel que permite ver destellos de colores en la más profunda oscuridad.
El segundo momento a resaltar es ese efecto “3D” que recrean los parlantes holofónicos y que hacen sentir realmente que la banda está tocando a tan solo unos metros de distancia desde donde nos ubicamos. Se puede oír al vocalista bien en el centro, y a sus costados el resto de lo integrantes con sus instrumentos. El sonido va y viene, de un lado hacia otro, jugando en nuestra cabeza y con nuestros sentidos. También la holofonía permite descubrir sonidos que están en el disco pero que con parlantes convencionales no se pueden oír. Por ejemplo, en el disco “Parachutes” de Coldplay se descubren violines o timbres en ciertos temas, o el coro que de una forma más nítida y sincronizada realiza el baterista.
Y el tercer momento, como si los anteriores fueran poco, tiene que ver con que los parlantes de Hugo permitieron escuchar, por ejemplo en el disco “Wish You Were Here” de Pink Floyd, como uno de los integrantes escupe en medio de la grabación. Son esos sonidos que se escuchan claramente, pero que aún así hay necesitamos que los reafirmen, ya que suenan como tal pero no podemos creer que estén ocultos en un CD. Poder escuchar ese tipo de sonidos es posible ya que es tan profundo y sensible el nivel del audio reproducido por los parlantes holofónicos que se pueden oír cosas semejantes.
“Música en la oscuridad con parlantes Holofónicos” realmente hace visible lo invisible, en todo su esplendor y sentido. Es un espectáculo para repetir, para elegir alguna de las tantas bandas que desnudan sus sonidos y para regalarse una experiencia distinta. Y también para conocer a Hugo, un fanático de lo que hace. Es tan grande su devoción por su trabajo, que no necesitó de sus parlantes holofónicos para transmitirnos su pasión.
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