“Gardel es como un espejismo que cada vez que crees alcanzar, te dice “Pibe, retrocedé 500 casilleros y volvé a empezar”
Por Flavia Mercier
Ariel Ardit canta tangos por Gardel. Pero no por el mito, sino por aquel que simboliza en sus palabras una suerte de espejismo que cada vez que cree cerca, se le aleja hacia el fondo del camino que aún le resta por recorrer. Preso de un verdadero encantamiento por la virtuosidad de Gardel, como el analizante que está en transferencia con el analista, Ariel Ardit ama en Gardel, más que a Gardel, la voz de Gardel. La voz de Gardel parece ser para Ariel Ardit el ‘object petit a’ que definió Lacan. Ese objeto brillante que enlaza su deseo como si fuera un anzuelo, sin que sepa que alberga en su interior, y que persigue ir descubriendo capa a capa en cada vuelta que hace sobre el (él) mismo.
Hola Ariel, buenos tardes. Te cuento que entre nuestros lectores hay muchos artistas, muchos amantes del tango, así que vamos a suponer que ya saben quién es Ariel Ardit, y en lugar de hacerte repasar toda tu carrera, vamos a intentar conocerte un poco más a fondo, a partir de ciertos detalles.
¡Dale!
Te escuché decir muchas veces que vos cantás por Gardel, por tu admiración a Gardel…
Yo canto tango por Gardel
¿Por qué Gardel? ¿Qué te atrapó de él?
Uhh,… bueno,… en mi casa son todos cantantes. Mi mamá (Adriana Oviedo) cantaba folklore, mis tíos que eran actores cómicos, también cantaban folklore seriamente, mi abuela cantaba, … incluso mi tío abuelo que fue contador, marino, cantaba hermoso y tocaba la guitarra como un fenómeno… Entonces, un día, un viernes de esos que nos reuníamos en familia, jugando al truco, se escuchaba Gardel de fondo, como tantos otros viernes… pero en esa ocasión yo ya estaba estudiando canto lírico y cuando lo escuché cantar dije: “este hombre canta como lo que yo estoy tratando de aprender con el profe”. Entonces, paré la oreja y ahí lo empecé a descubrir a Gardel.
¿Ahí entendiste por qué cada día canta mejor?
Ahí, empecé (lo dice con mucho énfasis) a darme cuenta, porque es hasta el día de hoy que le sigo descubriendo cosas. El que es fanático de Gardel, no termina de descubrirlo nunca.
¿Podemos decir que tu propia evolución como cantante te lleva a apreciar algo diferente en Gardel, cada vez que lo escuchás? ¿Seguís descubriendo matices en Gardel cada vez que lo escuchás?
¡Sí! Yo lo dije cuando hice el disco homenaje a Gardel. Gardel es como un espejismo. Uno siente que progresa mucho y cuando crees que ya lo estás haciendo muy bien, que ya estás ahí… entonces escuchás un tema de Gardel, medio tema no más, y sentís: “Pibe, ¡Mejor retrocedé 500 casilleros y volvé a empezar!” Lo que pasa es que Gardel es tan grande porque es muy sutil, no se ve. Está ahí, pero no se ve, hasta que acercás la mirada y ves que Gardel siempre es más. No un poquito, sino mucho más. Cuando lo empezás a desmenuzar ves que tiene cosas que a veces son medio indescifrables, te parece que las escuchás de una forma, pero cuando las volvés a escuchar después de años, tenés una visión distinta… Con Osvaldo Peredo, mi amigo y cantor de tango (le hago saber que también lo es de EL INCONSCIENTE), decimos que Gardel sigue grabando a escondidas… que está en algún lugar y sigue grabando, y que va cambiando las canciones… Con Gardel siempre tenés la posibilidad de escucharlo mejor. Y sí, esa posibilidad te da el propio crecimiento… La verdad es que el tango para mí es una consecuencia de Gardel. La gente del tango lo puede interpretar mal, no me molesta; pero yo canto tango porque Gardel cantaba tango. Si Gardel hubiese sido un cantante de flamenco, yo hubiera cantado flamenco.
Lo que te atrapó fue Gardel, no el tango.
Seguro. Yo canto lo que cantaba Gardel. Por supuesto que después descubrí el tango y es un género que a mí me justifica como cantante. No me saldría mejor ninguna otra música. Pero es Gardel. No te puede no gustar Gardel. Al tipo que no le gusta Gardel, en algo es mal tipo. Estoy seguro. Habla mal de él. Hay algo que no está bien. Yo siento una fascinación por Gardel como por nadie. Yo dejé de ir a las iglesias por Gardel. Yo soy católico, tomé comunión, confirmación, creía en Dios. Pero, poco a poco, dejé de ir a las iglesias. Para mí la religión es una manifestación necesaria de la fe. Mi abuelo decía que vos tener que creer en algo, aunque sea en un palito. Y tenía razón, vos la fe la tenés que depositar en algo, en alguien, porque si no te explota dentro. Eso necesita tener un cauce. Ese es el sentido de la religión. Y yo sin darme cuenta, desde hace un tiempo, cuando deseo pedir algo se lo pido a un señor engominado que canta tango…
No sólo eso, sino que además te has encargado de saldar las cuentas pendientes que tenía la vida con Gardel. Le hiciste un concierto homenaje para el 80 aniversario de su muerte en el mismo aeropuerto de Medellín, y después llevaste ese homenaje al Colón, donde Gardel no pudo estar.
Exactamente, pero con mucho respeto. Pensá que yo canto tango por Gardel, pero yo no canté a Gardel hasta después de muchos años de trabajo. Empecé a cantar con una orquesta como El Arranque y no hacía temas de Gardel. Después grabé un disco con guitarras y no es un disco homenaje a Gardel. Después grabé los discos con mi orquesta y tampoco hice alusión a Gardel…. Lo de hacerle un homenaje a Gardel vino cuando yo pude decir; “ahora me animo a hacerle este homenaje, me la voy a bancar”.
¿Y ahora te plantearías cantar otra cosa que no fuera tango?
A veces me tienta cantar otra cosa que no sea tango.
¿Volverías a la idea del canto lírico u otro género?
Me gusta cantar folklore, me gusta cantar bolero y el canto lírico me encanta, pero cada vez me siento más propio del tango. Digo: “Yo soy esto” (tango). De hecho, tengo pensado hacer un disco que se llamará “De punta a punta” en el que quiero cantar una zamba, una chacarera, una tonada, un tango, una canción, una balada…, un disco que tenga que ver con los ritmos de la Argentina… Uno es inquieto y no puede quedarse haciendo siempre lo mismo. Yo siempre me pregunto dónde me quiero ver en 10 años. Imaginarme haciendo lo mismo, no me divierte mucho. A veces incluso siento que me aburro de seguir haciendo lo mismo. Y me preocupa, porque …, cuesta tanto alcanzar un lugar, consolidarlo… pero yo necesito que las cosas se muevan
(¿Será por eso que se esfuerza tanto en con-mover en sus conciertos?)
¿Vos como artista necesitás probar cosas nuevas para que la capacidad creadora no se muera…?
Sí, si no, es como si uno se empezara a aburguesar, perdés el entusiasmo. A mí me encanta cuando me transpiran las manos. Cuando estoy preparando algo nuevo y tenés esa sensación que no te deja dormir. Yo esa adrenalina no la quiero perder.
(Pienso en la frase de Lacan: “Aquel que sabe no huir de su propia angustia será también aquel que no huya de su deseo”).
¿Y cómo elegís las canciones? ¿Cómo decidís el próximo disco?
Yo pienso primero en el disco, siempre. Pienso en un repertorio que puede ir en ese disco, de una manera conceptual.
¿Cómo el mensaje que querés que el disco transmita como un todo?
Sí, exacto. Y a partir de ahí, una vez definido el concepto-disco, empiezo a elegir canciones. Hay canciones que te gustan, que están ahí, quizás hace 20 años… y que sabés que pueden ir en ese disco. O a veces necesitás echar mano del repertorio, empezar a buscar algunas canciones para completarlo; pero siempre dentro de un mismo concepto. Y también ocurre que hay muchos tangos que están ahí, que los escuchaste siempre por otros, pero que hasta ahora no se te ocurrió que podías cantarlos vos, hasta que la vivencia te va acercando más… Por ejemplo, “Fuimos”. Es un tango que yo siempre escuché y me gustaba mucho escucharlo por otros… Pero, me parecía que era para otro tipo, como que era algo que le pasaba a otro tipo. Y a veces ni siquiera eso. Lo sentía simplemente lejano. Llegaba a sentir: ¡Oh, otra vez van a cantar ‘Fuimos’!… Pero un día me separé. Me separé de la mujer que más amé en mi vida, y entonces, … empecé a cantar “Fuimos”… Y no es que dije “voy a cantar Fuimos”, me descubrí (El subrayado es mío). cantando “Fuimos”. No lo pensé, me encontré cantando “Fuimos” y me pregunté ¿De dónde lo traje?… Y, claro, me dije… Después me di cuenta.
(La experiencia del après-coup -después-del-golpe-, que tantas veces vemos en el psicoanálisis, ese insight que el sujeto atrapa de sí mismo súbitamente después de la experiencia)
De golpe la letra resonó distinto dentro tuyo…
Sí, sí, sí. Y antes no, antes no me hacía falta cantarla. Y en eso soy así. No cantaría nada que no me pase. No me gusta cantar nada por cantar, porque me aburro yo. Así que no lo hago.
(¿Será por eso que alguien dijo en su concierto que le vio el alma?)
Necesitas conectar con la canción desde tu propia vivencia…
Sí, inclusive desde lo cómico o lo burdo. Puede ser en principio algo que parece que no tiene que ver con vos pero en ese contraste algo tuyo encontrás… o aquello que tal vez no querés mostrar de vos mismo…
(¿El Otro de sí quizás? En primera instancia como máxima alteridad posible, aquello que menos reconocemos de nosotros mismos como propio; y en segunda instancia, como lo reprimido de sí, lo que no cesa de intentar inscribirse…)
¿Y cómo haces para conectar cuando cantás “Lejos de Buenos Aires”? Una vivencia que no tenés…
Lejos de Buenos Aires es una vivencia que yo no tengo todavía, pero sí tengo grabado a fuego lo que me contaron de esa experiencia todos los tipos grandes. Tipos de Buenos Aires que te cuentan lo que es estar lejos de Buenos Aires.
(Parece que Ariel Ardit fuese capaz de conmoverse, de dejarse afectar, por ese afecto triste que el otro le trasmite, hasta el punto de sentirlo como propio… ¿Será esto lo que llaman empatía?)
¿Cómo definirías ese sentimiento que te trasmitieron otros de cómo es estar lejos de Buenos Aires?
Es una nostalgia a veces con resentimiento, porque es una nostalgia por algo que ya tampoco existe, que ya no es así, … Por ahí, ese mismo tipo que se siente nostálgico fuera de Buenos Aires, cuando está en Buenos Aires, está todo el tiempo renegando de Buenos Aires…
(Y sí porque ‘ese tipo’ de lo que reniega es del presente … “Toda mi vida es el ayer, que me detiene en el pasado…” dice un tango. El psicoanálisis trabaja sobre ese afecto triste que suele ligarse al intento reiterado de recuperar un objeto de deseo, o de goce, perdido para siempre, mecanismo de repetición que siempre falla, porque el sujeto nunca recuperará “aquello que perdió”, sino que sólo se encontrará con falsas “copias”, falsos semblantes de aquel objeto perdido… Es trabajo de un análisis personal salir de esa circularidad mortificante. Poder intentar una ‘vuelta’, y no un retorno, sobre sí mismo, sobre la propia historia, pero con la mirada de quien se deja afectar por la experiencia. Y entonces, quizás, algo novedoso aparezca y conmueva. Quizás algo nunca antes visto, ahora, se desvele, y anime …)
Y se fue renegando…
Y se fue renegando. Pero ahora está afuera y descubre el tango. Hoy escuchaba un tango con un amigo, que decía algo así: “a Buenos Aires hay que mirarla desde fuera para comprenderla dentro …” Es algo que muchas veces no se puede explicar. Hay que estar en Buenos Aires, hay que conocer Buenos Aires, y hay que verla luego de lejos. Y yo de lejos cada vez la extraño más.
(Ese re-negador empedernido, ¿con el tango, redescubre a Buenos Aires; o, con lo que el tango conmueve en sí mismo estando en el extranjero, ve lo que antes nunca había visto? En el trayecto de un psicoanálisis se hace también ese viaje al extranjero, a lo que nos es desconocido de nosotros mismos, para desde allí volver a re-conocer el punto de partida. Juan José Saer dice en una de sus novelas: “Salió de su casa y tuvo que atravesar el universo entero para llegar a la esquina, de modo que ahora sabe el esfuerzo que ir hasta la esquina exige, y lo que lo inmediato significa.”)
Juan José Saer decía, hablando del Río de la Plata como su lugar en el mundo: “Signo, modo o cicatriz, lo arrastro y lo arrastraré conmigo donde quiera que vaya. Más todavía, aunque intente sacudírmelo como una carga demasiado pesada, en un desplante espectacular, o poco a poco y subrepticiamente, en cualquier esquina del mundo, incluso en lo más imprevisible, me estará esperando …”
¡¿Viste?!… Cada vez que me alejo de Buenos Aires, cada vez la extraño más. Y mientras más conozco otras ciudades, más viajo, más me siento parte de eso. Y es un sentimiento muy del porteño. Mira que yo soy de Córdoba y adoro Córdoba, pero no siento eso por Córdoba. En Buenos Aires tengo mi vida, las cosas más lindas me pasaron en Buenos Aires. Y las más feas o las más tristes, tal vez, también… No me imagino viviendo en ningún lugar del mundo que no sea Buenos Aires, así sea la peor situación histórica, yo quiero vivir en Buenos Aires
(Y Juan José Saer sigue diciendo: “Era mi lugar: en él muerte y delicia me eran inevitablemente propias.” Cuando le escucho con ese máximo de afirmación, ‘Yo quiero vivir en Buenos Aires’, es como si comenzara a escuchar la orquesta de Miguel Caló y la voz de Ariel Ardit entonando aquella estrofa: “Mi Buenos Aires, quiero volver.”)
¿Por qué? ¿Qué es lo que extrañas?
El famoso no sé qué…
“Las tardecitas de Buenos Aires tiene ese ¿qué se yo? … ¿viste?…” (risas) ¿Y cómo va el tango fuera de Buenos Aires? Parece que cada vez se escucha más tango, se baila más tango, fuera de Buenos Aires… Hay quienes dicen que el tango en los próximos años va crecer más fuera de Buenos Aires que en Buenos Aires… ¿Vos qué pensás de eso?
Mirá, a lo mejor puede resultar agresivo el que sea tan categórico, pero para mí el tango es (acentuando el ‘es’) Buenos Aires. Sucede en Buenos Aires, se vive en Buenos Aires, se hace, crece y se reproduce en Buenos Aires. Todo lo demás está buenísimo, es lindísimo ver crecer el tango en otros lugares del mundo, pero cuando una orquesta quiere crecer, se instala en Buenos Aires; porque quien justifica tu trayectoria, tu trascendencia en el tango, es el público de Buenos Aires. Así vos vivas todo el año de gira, y ganés un montón de plata y te llenés de euros, todo eso necesita justificarse en Buenos Aires. Yo no me voy a ir nunca de Buenos Aires. Puedo vivir de gira, pero la base es Buenos Aires. Porque además canto en ese idioma y yo entiendo que, así como uno es lo que come, uno canta lo que vive y el tango se canta como se vive en Buenos Aires.
Hiciste un disco tributo a los cantores de la generación del 40. ¿Qué te gusta especialmente de ellos? ¿Por qué un tributo a ellos?
Y bueno, hay un tango que dice: “Se ha quedado roto mi castillo de cristal, dejame hacer un Dios con sus pedazos”. Si Gardel fuese un dios de cristal y lo rompés, los pedacitos son todos los cantantes del ’40. (¡Qué linda imagen!) Cuando me metí con los cantores del ’40 me volví loco. El cantor del ’40 tiene la mesura. No tiene lo que tuvieron después los cantores de tango, ese histrionismo un tanto burdo, no lo necesitaban, porque tenían la orquesta que ya daba el marco, entonces el cantor era la frutillita … y esa delicadeza a mí es la que más me gusta del canto y por eso tienen que ver para mí con Gardel.
La misma sutileza que destacabas de Gardel… ¿Y por qué un homenaje a Troilo?
Yo a Troilo lo siento, muy, pero muy, cercano a Gardel. De hecho, yo he leído muchas biografías de Troilo y él decía que quería que su orquesta sonara como las guitarras de Gardel. Yo admiro a todas las personas que admiran a Gardel. Entonces, ¿Por qué Troilo? Porque es una consecuencia natural. Es Gardel, y después Troilo. No hay manera que alguien te diga “me gusta Gardel y no me gusta Troilo”. O al revés. Porque en estética, y en definición, te diría que son lo mismo. Troilo es para mí el Gardel de los músicos, y él logró que su orquesta, como ninguna otra, acompañara a los cantores como las guitarras a Gardel. La orquesta de Troilo, sobre todo en la primera mitad del ’40, le da un lugar al cantante para que lo que comunique sea la letra. Ni siquiera la voz del cantor, la letra. Por eso todos los cantantes que han estado en la orquesta de Troilo, han logrado su mejor versión con Troilo. Y de todos los cantantes que tuvo Troilo, el mejor, fue Troilo. Hay grabaciones de La Cantina, en Uruguay, en las que canta con su vocecita media disfónica, pero cuando lo escuchás decís. “Claro, por eso cantaban bien todos sus cantantes. Él sabía cómo guiarlos”. Ninguno de los cantantes de Troilo, fuera de la orquesta de Troilo, logró algo mejor. Diferente sí, pero así en ese punto de mesura, nadie. Por ejemplo, con Ribero, cuya fama vino mucho después; Troilo logró que cante en su orquesta como un elefante caminando en un piolín…
(Ahora entiendo a qué se refiere con la sutileza… lo comprendo en après-coup… el artista se vela para que lo que se des-vele sea la letra… Y Cuando dice ‘en estética, y en definición, … son lo mismo’, me pregunto ¿En estética y en ética, tal vez? ¿Es Ariel Ardit sensible al respeto que estos dos grandes maestros tuvieron con el tango, desde su propio compromiso con el tango, con la canción?)
De todos los escenarios, en los que actuaste ¿cuál fue más el más conmovedor? ¿El Boliche de Roberto (donde debutó), el homenaje a Gardel en Medellín, ese mismo homenaje en el Colón, o cantar con tu mamá en el escenario?
El Homenaje a Gardel. Sin dudarlo. De alguna manera es una pena. Si yo me miro desde fuera, ese es el final de la película.
Justificaba el camino…
Sí… No creo que como el artista que soy, vaya a hacer nada más importante que eso. Los días previos yo no podía dormir, y además estaba muy sensible, hacía las entrevistas y me largaba a llorar, porque era muy fuerte.
Era toda tu trayectoria ahí…
Además, era sostener una imagen y vender un producto como productor, porque había convencido a mucha gente. Convencer a los colombianos que justificaba gastar toda esa plata, movilizar la filarmónica de Medellín, a la Televisión Pública para que lo televisara en directo para Argentina, Telemedellín en directo también, a Teresa Parodi que nos ayudó con una parte de los pasajes, …-; todo por un producto que era yo cantando. Y era toma uno. No lo había hecho nunca, en ningún otro lado. Era una cosa tremenda, yo no quería aflojar, pero cuando aflojaba, lloraba.
Te escuché decir una frase muy bonita de ese homenaje, que era “hacer despegar ese vuelo que nunca llegó a destino…”
Y, a mí se me ocurrió que para homenajear a alguien que murió ahí, había que buscarle una vueltita, más romántica quizás, no pensar en la celebración de la muerte como algo terrible, sino transmitir que algo continúa…
Desde luego, Gardel pasó a la inmortalidad, dejó su nombre grabado en el lenguaje…
Y sí, yo sentía eso, que Gardel no había muerto ahí. Si hubiese muerto ahí, nadie estaría hablando de Gardel hoy, y haciéndole un homenaje 80 años después. Entonces se me ocurrió hacer un pequeño montaje. Había una imagen del mismo tipo de avión en 3D, despegando, se escuchaba el ruido del motor, conseguí el sonido del mismo motor, del mismo avión. Y entonces yo decía esto, decía estas palabras que Gardel para mí sí había despegado en ese vuelo, y era el tango el que tomaba vuelo con él… y se apagaban las luces, y se escuchaba ese motor … brrrrmmm… Y cuando terminaba eso, empezaba “Volver”… y, yo dije “¿Cómo hago para no llorar?” Pero algo me pasó, … Fue como si todo ese show se me pasara en cámara lenta…
¿Y por qué sinfónico?
Y bueno, se remonta a varias situaciones que había vivido en mi pasado. Primero, en el año 95, cuando yo todavía no cantaba tango, vi un homenaje a Gardel transmitido desde Toulouse -en un lugar hermoso que el año pasado fui a conocer, con una sinfónica y tres bandeononistas -Pane, Marconi y Garello- pero sin nadie que cantara. Y yo pensé: “¡Qué raro, un homenaje a Gardel y nadie que cante!”. Después, cuando yo conozco Medellín en el año 2013, le pregunto a la directora del Aeropuerto “¿Cuál es el lugar dónde murió Gardel?” Y me dice que no lo tienen señalado porque eso era un aeropuerto y no se podían hacer señalizaciones fuera de las necesarias. Y yo le digo. “Disculpáme, no lo tomés a mal, pero a Medellín en el mundo lo conocen por dos cosas: una es muy buena, Gardel; y otra es muy mala… ¿No te parece que tendríamos que hacer algo para priorizar que a Medellín se le asocie más con algo bueno? …” Y mucho no le gustó, pero entonces yo le dije “Si vos querés hacer algo, yo me ofrezco gratis a cantar en un homenaje a Gardel acá…” Y entonces ahí fue donde yo mismo me dije ¿Y si le organizo yo el homenaje? Y a eso se sumó el recuerdo que en las películas, Gardel aparecía con orquestas, un poco porque competía con películas en las que salían orquestas como las de Bill Crosby. Y también que yo sabía que le encantaba la ópera. La primera vez que vine a Barcelona descubrí que había cantado como el segundo del gran tenor Miguel Fleta. Fui a conocer el teatro en el que había actuado Gardel; y tuve la suerte de conocer al dueño, que era el nieto del dueño en la época que actuó Gardel, y me mostró los afiches de aquel momento. Y entonces vi que Gardel había sido el segundo Miguel Fleta. Y cuando junté todos estos recuerdos, lo vi claro: A Gardel le hubiese encantado cantar con una sinfónica sus temas. Un homenaje a Gardel tenía que ser sinfónico.
(Y quizás también, en ese punto en que Ariel Ardit descubre el cantante lírico que pudiera haber sido Gardel, el propio cantante lírico que Ariel Ardit pudo haber sido, reclamó sus derechos de salir a escena…)
Digamos, que tu modo de hacer tiene que ver con tu deseo. Tu motor es tu deseo, pero te lo vas encontrando… lo vas reconociendo en cosas que te pasan, que te conmueven…
(Lacan decía que lo más íntimo de sí solo podemos reconocerlo en el ‘afuera’ …) Sí, yo ya lo tenía, pero es cierto que desde aquel homenaje que yo vi en el ’95 y ese viaje a Medellín en el 2013, pasó mucho tiempo. Es como que ese deseo estaba guardado, hasta que, al estar en Medellín, hizo click.
(Ese click es el insight que tanta veces vemos en análisis, ese momento en que el sujeto atrapa algo de sí, de su propio deseo. En este caso, además, lo despliega en acto)
Bueno Ariel, lo dejamos acá, dejemos a ese “click” seguir resonando para nuestros lectores … Por mi parte sólo queda agradecerte por esta entrevista. Muchas gracias