
Del amor y otros signos
Por Flavia Mercier
Como dice Julia Kristeva: «Ser psicoanalista es saber que todas las historias retornan para hablar del amor. La demanda que me confían esos que balbucean a mi lado, siempre tiene por causa una falta de amor presente o pasada, real o imaginaria.”
El amor como tema central de todos los poetas, y de todos los filósofos también. Siempre el amor como tema. Siempre la misma pregunta infinita por inabarcable ¿De qué se trata en el mecanismo del amor?
La poesía de María Solá Oteyza habla de amor. Y habla de lo azaroso y contingente del amor. Azarosidad y contingencia que ponen en tela de juicio todos esos discursos que circulan hoy en día sobre la propia responsabilidad en la elección del objeto del amor “cómo si se pudiese elegir en el amor”, diría Cortázar en Rayuela.
“Por una vez no decidas.
No te atrevas a bajar la calle
a zancadas largas
con tu confusión y tu certeza rota.
Con arrogancia
rogando cercanía,
pidiendo que yo te agarre,
y crucemos las manos,
y nos confesemos a oscuras.
Y nos exhibamos a solas”.
Que desaparezcas
Niñes Blues, que van dejando muñeques rotes en el bar de atrás, con sus labios sin grieta, sabor a nada, alma cansada y cadena perpetua… (me permito parafrasearte María Solá Oteyza de tu poema Niño Blue). El yo como puro narcisismo muchas veces no es más que un obstáculo a un encuentro con otro; y, sobre todo, con ese otro de sí, con el que todos tenemos que vérnosla, para vérnosla con nuestro deseo.
Amores narcisistas anclados en la pura imagen. Ilusiones que la época promueve: todo lo puedo, todo lo soy, te hago a mi medida, pura imagen y semejanza de mis anhelos, y cuando la película no me gusta, apago o cambio de canal.
Vivimos tiempos de “amores líquidos”. O mejor dicho, de amores “que se evaporan”… Amores líquidos que como Bauman define, oscilan demasiado rápidamente entre conexión y desconexión a golpe de ‘click’.
«No se volvieron a ver,
y dejó de aclarar el pincel
en la cuenca de su ombligo.
Y como la memoria de ella
no lo quiso tener,
él solicitó un lugar en su olvido.”
¿Nos conocemos?
Cuanta inmediatez para soltar, que eternidad para olvidar, qué solos nos quedamos en el entre-tiempo.
“En algún lado ella se despierta con la misma sensación de soledad…hace frío en los suburbios y el dolor nos llama idiotas. Buceamos en los fondos por miedo a las alturas. Ojalá los trayectos no se hicieran tan largos sin música…”
12 grados en Madrid
“Los que creen que el fuego quema, no hicieron tratos con el tiempo”
Extraído de solaoteiza.com
Tiempo que quema cuando no pasa y tiempo que quema cuando inexorablemente pasa. ¿Cómo soportar el tiempo de espera cuando lo que impera es la inmediatez y la ilusión de que tiempo y distancia ya no son barreras? ¿Cómo soportar el tiempo que corre cuando no se llega a “ser” en la época del “Everything is posible” (Todo es posible)? ¿Cómo soportar el vaciado del tiempo, cuando éste dejó hace tiempo de tener sentido y de ser sentido, enmarañado en un goce bobo repleto de artilugios?
“No vuelvas a decirme que la vida son dos días, que lo errores son
humanos, y que intentas mejorar, …llevo tiempo dibujando
nuestro amor en servilletas.”
Amor en servilletas
Lacan señaló la imposibilidad de la complementariedad, de hacer uno con el otro. La eterna aspiración a que por el amor podremos al final ser uno, completo, porque el otro es nuestra otra mitad que nos completa, es eso, una aspiración y nada más. Dejarse aspirar por ese ideal no es más que caer en la locura y en la pesadilla del amor.
Tiempo de excusas y justificaciones para no ceder ese goce que por abundante sobra y sólo ahueca. Basta ya de tanta tontería, pongámonos a dibujar. Sólo bastan unas cuantas servilletas. Hagamos de nuestro tiempo un tiempo de creación, aprovechemos el tiempo para que sea experiencia, escribamos nuestra vida en pequeñas frases en servilletas, no hace falta tanto cuento, sólo algunas pocas letras.

Es posible, sin embargo, amar al otro y ser amado por otro. De hecho, Lacan dice que el amor es lo que suple esa imposibilidad de completitud. Es decir, es la suplencia (una bella suplencia) para la falta que es inherente a toda condición humana. Pero las historias de amor seguirán siendo lo que siempre retorna, mientras no nos responsabilicemos por lo imposible de lo que tratamos de suplir con el amor.
Responsabilidad que María asume cuando dice:
Tengo una carencia insuperable
que se enfada si la conciencia le da
voces……Tengo, tengo una hipérbole perdida
sobre la que giraré sin cesar.
Pero también cuando apuesta con algo de sí para hacer con esa falta:
Tengo más versos que heridas,
Tengo más fuego que balas,
Tengo más libros que vidas,
Tengo más boca que alas.
Tengo
Entonces podremos dar otra vuelta sobre el tema del amor, como ese “nuevo amor” del que habla Lacan en su enseñanza de los últimos años para decir que el amor es signo. Signo de que algo en un sujeto está muy vivo, anima-do, signo de que un cambio -un cambio “de registro” vamos a decirle-, se ha operado en sí y algo vibra dentro suyo. Ese vibrar no es más que el deseo que le anima. El Eros como lo diametralmente opuesto al Tánatos. Lo vivificante o deseante como lo diametralmente opuesto a lo mortificante. Signo que se produce a modo de acontecimiento, y que, si puede ser recibido por otro a modo de hallazgo, “enamora”. Le “contagiamos” nuestras ganas. Y entonces, quizás, juntos vibremos en la misma frecuencia, al menos por un instante, y un deseo enlace al otro deseo y quizás se arme un lazo. Lazo que, quizás, con otros arme comunidad.
Signos que muchas veces trasuntan como en la escritura de esta poeta, en un decir diferente de un sujeto que afecta al otro dejándose afectar por lo conmovido en sí.

Y es entonces cuando es posible imaginar un amor a modo de encuentro, de un encuentro contingente, y de múltiples encuentros contingentes, incluso de una serie contingente de encuentros, entre dos deseantes que se hallan en conexión con su propio deseo, sin necesidad de ser completado por el otro ni ser objeto del otro, porque ya no se trata de ser EL amado sino de ser amante.
Y así lo enuncia María,
No vuelvo a arriesgar por un amor egoísta
No vuelvo a jugármela por un número impar
No he venido a entregarme para acabar incompleta
(…)
Cuéntame la historia de cómo nos perdimos,
Y después de tanto tiempo, nos volvimos a encontrar
Pompeya
No, no vuelvas a arriesgar tu vida por un amor egoísta, no te vuelvas a entregar para acabar incompleta, (en cualquier caso, asumamos juntos que a todos algo nos falta…) desde luego no arriesgues para eso; pero sí apostá y volvé a apostar como lo hiciste María. “La vida tiene un solo sentido, poder jugársela. Y jugársela tiene algo de apuesta”, decía Lacan. La vida tiene entonces el sólo sentido de hacer de ella una apuesta. Si no, ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene?
Volvamos a apostar entonces para que -parafraseando el poema de María- un día la historia no sea que nos perdimos, sino que nos encontramos. Apostemos porque hay otro amor posible entre unos que no-todos, o no-todos-entregados, aman, guardándose algún resto; y unos que no pretendiendo todo saber o tener, hacen del encuentro un acontecimiento, un hallazgo, que se renueva en cada nuevo encuentro, contingente. ¡Apostemos entonces por que haya una serie de encuentros!
Bauman, Z. (2005). Amor Líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. México DF: Fondo de Cultura Económica
Kristeva, J. (1983). Histoires d’amour. París: Denoël
Lacan, J. (2001). El seminario de Jaques Lacan. Libro 20. Aún. Buenos Aires: Paidós