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Entrevista a Benjamín Ávila – Por Maximiliano Curcio

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Benjamín Ávila estudió la Carrera de Diseño de Imagen y Sonido (Universidad de Buenos Aires). Es director del largometraje de ficción «Infancia clandestina» (2012), ganadora de numerosos premios tanto nacionales como internacionales en diversos festivales (Cannes, San Sebastián, La Habana, Toronto, entre otros), y el largometraje documental «Nietos, Identidad y Memoria» (2005). En el ámbito profesional se destaca una larga trayectoria como montajista y una vasta carrera como director de publicidad y televisión. Es socio y co-fundador de la productora Habitación1520, contando con una larga trayectoria dentro del mercado local, destacada por la realización de más de diez largometrajes, tanto del género documental como de ficción, como así también series para televisión, principalmente para el canal Encuentro. En el área docente se ha desempeñado en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (EICTV), Cuba, como Coordinador de la Carrera de Dirección. Asimismo en la Universidad de Buenos Aires en el año 1997 como Ayudante en la asignatura Diseño Audiovisual 1 (cátedra Balassa) y en la Escuela Profesional de Cine de Eliseo Subiela como Titular en la asignatura Dirección I.

«La incomodidad con nuestro pasado nos lleva a pensar en quienes somos» – Benjamín Ávila

Por Maximiliano Curcio

Hablar acerca del proceso de investigación que realizaste sobre ‘Nietos: Identidad y Memoria’. ¿Qué recordás de esa experiencia previa a la concreción del documental?

El proceso de investigación de «Nietos: Identidad y Memoria» fue un tanto extraño porque hay muchas cosas que yo ya tenía de la investigación por mi propia cuestión personal: por el vínculo con las Abuelas de Playa de Mayo y porque mi hermano es uno de los nietos recuperados por las abuelas. De manera que yo tenía mucho bagaje. A partir del productor Daniel Cabeza -que fue quien me ofreció hacer esta película- empecé a conocer más en cantidad y profundidad a otros nietos, a reflexionar sobre lo que es la construcción de la identidad y en qué consisten los procesos posteriores a enterarse y no, solamente, descubrir la propia identidad. Porque uno puede enterarse de quien biológicamente ‘es’ en su historia, pero uno, en realidad, es lo que ha vivido hasta ese momento. La construcción de identidad es generar el vínculo con los que son realmente tu familia. Eso resulta lo más complejo, lo más duro y lo más hermoso en determinadas situaciones.

Por lo tanto, el proceso fue muy vivido y no tan conceptualizado. Allí trabajaron mucho el contenido Lorena Muñoz y Tamara Viñas leyendo entrevistas de un montón de nietos y estructurando el mapa en conjunto de lo que sería el documental. Es decir, que entrevistados teníamos y qué hacer con cada uno de ellos. Ambas se enfocaron en la parte de más contenido.

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¿Qué lugar sentís que ocupa tu película «Infancia Clandestina» dentro del cine sobre la dictadura?

«Infancia clandestina» es una película que pertenece a la generación de los hijos de los militantes desaparecidos y exiliados, lo que hoy sería la organización H.I.J.O.S.. Por lo cual es una película de la visión de esa generación. Tiene la sinceridad y la crudeza de alguien que la vivió como yo o como muchos que yo conocía. Desde ese lugar no tuve ningún tipo de miramiento condescendiente con respecto a nosotros sino fui muy sincero a la hora de abordar lo que es un niño en ese contexto, desde un lugar no idílico. Que es precisamente la mirada que comúnmente se propicia. La película ha generado opiniones siempre desde el lugar cinematográfico pero sobre todo desde lo emocional, desde la gente que está en los derechos humanos bajo el común denominador que es una película no ‘sobre los hijos’ sino ‘desde los hijos’. Existen otras películas, como «Kamchatka», en donde los protagonistas son niños pero la mirada sobre ellos es una mirada piadosa y adulta, que se siente con culpa. Entonces nos otorga a nosotros la posibilidad de algo alegórico, como en el caso de la película mencionado. Por otro lado, es esa mirada piadosa sobre la infancia y los hijos que nos hacía ver la realidad de una manera culpógena, y esto intento erradicar con «Infancia Clandestina». Eso, precisamente, es lo que H.I.J.O.S. trajo un poco en el debate sobre la militancia en los ’70. Los organismos de derechos humanos, por una cuestión de no aceptación social sobre lo que había pasado, construyó el militante de los ’70 durante la década siguiente como el pobre estudiante que pelea por el voto estudiantil como para que la sociedad lo acepte y lo mire de otra manera. En los años ’90 cambia la óptica sobre esa temática respecto a la militancia, de la siguiente manera: que haya sido guerrillero no significa que puedas matarlo como se hizo ni hacer con él lo que se hizo. Y menos desde el gobierno y desde el estado. Por eso se llamó terrorismo de estado. Por lo cual, la película viene a proponer desde el cine una nueva mirada sobre aquella época, haciéndose eco de lo que propuso H.I.J.O.S. en la sociedad.

¿Qué desafíos y metas te representó utilizar el cine como instrumento para indagar en tu historia personal?

«Infancia clandestina» es una película que está basada en mi infancia, pero no es mi infancia. De manera que hay muchas cosas que están modificadas y es una construcción cinematográfica a partir de un hecho biográfico. Yo me prepare mucho tiempo para filmar esa historia. Yo veía mucho cine de chico y cuando me decidí que iba a ser director tenía 13 años. Ahí dije que me iba a dedicar a eso y que algún día iba a filmar sobre lo que me pasó. Y la sensación es que durante toda mi carrera me preparé para hacer esta película. Me preparé durante mucho tiempo, pasaron más de 20 años hasta que pude concretarlo. El resultado de «Infancia clandestina» tiene que ver -estoy convencido- con ese proceso de madurez.

Inicialmente, el mayor de los desafíos que yo tenía con «Infancia…», era como hacer una película y a la vez tener esa distancia para poder construir una historia que hable del tema del que yo quería hablar y no sobre mi vida. Para mí, el tema de la película es la identidad y el amor, y el reto fue como hacer una película que hable de eso. Desde el comienzo, empecé a trabajar con Marcelo Muller, un amigo brasilero que conoce mucho nuestra historia. Por su origen, él no tiene el compromiso intrínseco argentino que nosotros tenemos con nuestra historia. De manera que me resultó importante hablar con él, porque me fue guiando acerca de lo que servía y lo que no debía incluir en la película. Es decir, mientras yo lo llevaba hacia dentro de la historia -hacia las profundidades de la película-, él me llevaba hacia la superficie para poder visualizar mejor su estructura. De manera que, en esa ida y vuelta, fuimos gestando la combinación más adecuada. Fue una decisión acertada haber colaborado juntos.

¿Qué mensaje intentás dejar a través de tus dos obras «Nietos: Identidad y Memoria» e «Infancia Clandestina» para las generaciones que vivieron esa época?

La meta de la película, en el caso de «Infancia Clandestina», era que sea masiva. En mi caso personal y desde el punto de vista de los hijos, que pueda llegar lo más lejos y a la mayor cantidad de gente posible. Meta que para una película como «Infancia…», lo logramos. Lo vieron aproximadamente 200.000 personas en los cines y pensando que tuvimos apenas 30 copias distribuidas, fue inesperada la cantidad de gente que asistió. Por eso, desde ese lugar soy muy consciente del casting que tiene. Proponerle a Natalia Oreiro que se arriesgue a hacer una película como «Infancia…» y acepte, fue todo un logro. Por suerte la hizo como la hizo y eso le sirvió también para que la gente la vea como una actriz dramática consagrada. Luego hizo Wakolda (2012, Lucía Puenzo), película por la que también fue premiada (Cóndor de Plata a la Mejor Actriz). Al ser ella muy mediática ayudó mucho a traccionar ese lugar para la película. También colaboró mucho haber quedado pre seleccionada en los Premios Oscar y en los Premios Goya. Logros que fuimos obteniendo, como haber sido vendida a 25 países y participar del festival de Cannes, entre muchos otros que formó parte.

En otro orden y algo que me enorgullece, para el ámbito televisivo hice un programa para Canal Encuentro que se llama «Ex Esma: Retrato de una recuperación» que cuenta la historia del predio y todo lo que pasó desde que se construyó hasta el años 2014. También habla sobre esta temática y esta época. Sin embargo, tengo la sensación de que no son comparables. En lo personal estoy convencido -y creo que todos los hacemos arte también- que las temáticas no tienen una época. Hablar sobre una época es parte del arte. A mí siempre me llama la atención cuando voy a proyectar o me hacen una entrevista y la gente me dice ‘¿cuánto tiempo más vamos a estar hablando de estos temas?’. Y yo les digo ‘¿por qué no?’. El tema es cuando uno toca su propia historia, y por eso es importante para las nuevas generaciones que se vaya renovando la mirada y se vayan haciendo revisiones. No sólo sobre la dictadura, sino sobre toda nuestra historia reciente. Quienes somos, en definitiva. Revernos nos sirve para saber hacia dónde vamos.

Yo tengo una frase poco educada pero sincera, que dice ‘El olor a mierda de uno nunca huele, el de otro sí’. Es decir, cuando uno ve en la película el sufrimiento y lo que pasó en la sociedad de otro, te conmueve. Pero cuando uno ve una película que habla sobre nosotros mismos, nos incomoda. Porque, en el fondo, esa incomodidad nos lleva a pensar en quienes somos y que hacemos con nosotros. Como sociedad y como individuos. Y ahí nos damos cuenta de esos errores y miserias, que son nuestros. Es necesario hacer esa autocrítica.

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