Inés Oliveira Cézar siguió la carrera de Psicología en la Universidad John F. Kennedy. Dirigió teatro y fue curadora de artes escénicas en el Museo de Arte Moderno. Es directora, guionista y productora, y es una prolífica directora de cine. Sus películas participaron en festivales internacionales de todo el mundo, obteniendo premios de la crítica, nominaciones y reconocimiento a nivel nacional e internacional.
Filmografía: Le Entrega (2001), Como Pasan las Horas, (Première mundial Berlinale 2005), Extranjera (Première mundial Berlinale 2007), El Recuento de los Daños (Première mundial Berlinale 2010), premio Fipresci a Mejor Película Nacional y fue nominada en los rubros película, dirección y fotografía para los Cóndor de Plata, Cassandra (Premiere mundial BAFICI 2012), La Otra Piel (Première mundial Bafici 2018), Baldío (Première mundial BAFICI 2019).
Bueno, ¡ya estoy en el diván! (Inés se queda recostada en el diván plácidamente luego que el fotógrafo se fue del consultorio)
¿Y qué te trae por acá?
Curiosidad. Soy curiosa. Me pareció una propuesta única tener una entrevista en el diván porque además yo me psicoanalizo hace 30 años y si hay algo que nunca voy a dejar de hacer es psicoanálisis. Para mí es una cosmovisión y tener ese espacio para pensarme, para pensar todo lo que me rodea y todo lo que me pasa en la vida, es un espacio maravilloso. Entonces tu invitación me pareció tan simpática y me despertó muchísima curiosidad saber qué es lo que podía salir de nuestro encuentro acá, porque no deja de ser una situación esto de estar en el diván que te coloca en un lugar diferente a otro tipo de entrevista. Y es además, ver cómo te vas metiendo con los artistas y con las obras, además con esa diversidad enorme qué tenés de poder estar con el cine, con el teatro, con el tango y con millones de cosas pero siempre reflexionando y pivoteando de alguna manera con una mirada del mundo en relación al arte y a los artistas.
¿Y tu mirada? Para mí, siendo psicoanalista y saber que valoras tanto el espacio como para no desear dejarlo nunca, me impacta. Freud decía que el análisis es interminable y que aunque uno terminé el análisis con su psicoanalista, el proceso desencadenado sigue con uno mismo. Pero vos, a diferencia de Freud, sos quién piensa que es interminable y no concibe un fin de análisis.
Es que para mí no tiene fin. Es una práctica y cómo la gente que hace yoga o Tai Chi, no lo va a abandonar nunca porque es una elección. Para mí es una forma de subjetivación. Si querés me pongo foucaultiana, a mí me encanta Foucault y te digo: uno no es nada, uno se elige, uno se subjetiva. Vos elegís cómo vas queriendo ser y cómo te vas queriendo pensar y en este sentido para mí la depresión es absolutamente causa de pensarse mal.
Por eso mismo para Freud la depresión como psicopatología no existe.
Claro, pero si existe pensarse a uno mismo mal. Y en ese aspecto, la depresión efectivamente no es estructural es social. Y te digo más, si me pongo spinoziana, ¡más jodida todavía che! (risas), la cuestión es cómo vos elegís subjetivarte, esa es tu única verdad, no quien sos, ¡yo que sé quien sos! Podría decirte que ya venía pensando estas cuestiones a mis quince años ya estaba pispeando a este filósofo, a Freud también, pero a esa edad estaba perdidamente enamorada de Nietzsche porque él me abrió las puertas al psicoanálisis. Retomando a Spinoza entiendo que lo que él quiere decir a lo largo de los años, leyéndolo, dejándolo y revisitándolo, es que la causa de la depresión surge por no considerar todo lo que se tendría que pensar de uno mismo a la hora de considerarse. Entonces si vos te pensás desde el punto de vista de cómo te piensa y te construye esta sociedad, es imposible no estar deprimido. ¿Qué es lo que la sociedad espera de vos? ¿Qué va a esperar? Y, cosas que ni siquiera tocan tu deseo sino todo lo que vos tenés que cumplir o mejor dicho, lo que vos pensás que tenés que cumplir o lo que crees que se espera de vos.
Es un tema que vos tratas a fondo en sus películas. En “Baldío” está la pregunta sobre qué tiene que hacer o qué se espera una madre frente a un hijo adicto o…
O ¿qué tiene que hacer una madre? ¿Qué tiene que hacer un cineasta? (risas). Cuando se aborda una temática, la pregunta es qué se espera que hagas… Y de repente lo que vos querés hacer con esa historia, no es lo que se esperaría que vos hagas sino más bien como vos la querés contar a esa historia.
¿Y te ocurrió encontrarte sorprendida de hacer algo que ni vos misma esperabas realizar?
Todo el tiempo. Con el cine todo el tiempo. Son tantas las variables que entran en juego que aunque vos estés convencido que estás haciendo lo que pensaste que ibas a hacer, en el camino, van surgiendo las novedades y por eso es lindo hacer cine. Cuando vos desatas ese proceso sobre dos o tres cosas que tenés claras que querés contar, a partir de ahí, y de la relación con los otros, con los actores, con el equipo técnico, se desatan las novedades y el proceso de descubrimiento. Y eso es lo que queda finalmente registrado en la película. Es una actividad maravillosa y absolutamente grupal. Entonces a partir de dos o tres certezas que están clarísimas, y que todos los que participamos las conocemos, empiezan a generarse un montón de mundos y de colores. Todo ese descubrimiento es lo que está vivo y lo que más me gusta de las películas y por eso me gusta trabajar con determinados actores. Por ejemplo, Rafael Spregelburd, él es muy juguetón, entonces a partir de una idea clara, él empieza a jugar con eso y a poblarse con un montón de novedades. Es un actor que se atreve, bah, no sé si es un actor que se atreve, es que no puede con su genio (risas) porque tiene una mente brillante, tiene una velocidad increíble y una sensibilidad incontenible. Todos esos cruces neuronales que él tiene, se activan en un rodaje y si vos como director te subís a ese barco, es interesantísimo porque se empieza a generar un intercambio maravilloso. Después en el montaje tenés que laburar porque está la proliferación de cosas que surgen, lo tenés que trabajar en el montaje porque todo no puede entrar en la película. Otro ejemplo es María Figueras, Agustina Muñoz, Mónica Galán…
¿Por qué elegiste a Mónica Galán o ella te eligió a vos?
En realidad “Baldío” era una idea que tenía Mónica y ella me eligió a mí para contar esta película y al principio a mí me daba cosita. Por un lado me daban muchas ganas porque compartimos experiencias únicas con Mónica y que a ambas nos movilizaban mucho. Entonces para mí hacer esta película era muy movilizante. Tenía que estar muy dispuesta a llevar adelante esta historia y a mí me resultó un compromiso sobre todo en la idea de cómo íbamos a contar esta historia para que nos represente en las sensaciones y en las experiencias que hemos atravesado y que estuvimos compartiendo. Y cómo vamos a hacer para que esta historia refleje también este delirio de humor a los que no llevó ciertas experiencias… Uno podría decir que no podés mantener el sentido del humor frente a determinadas situaciones que te pasan y sin embargo, con Mónica siempre fue el humor qué hacía que esos encuentros fueran tan únicos.
¿Y será que fue por tu sentido del humor que ella te eligió?
No lo sé… Pienso que ella había confiado mucho en que la película fuera lo que ella había soñado porque teníamos muchas afinidades en las maneras de ver, en muchas cuestiones, en los gustos y en cierta mirada respecto de las momentos trágicos, era casi un lugar que podíamos compartirlo, te diría sin palabras… Yo sentía que podía comprender y ella sentía que yo podía comprender muchas cosas de una manera muy particular, sin juzgar, sin perder la paciencia, sin adelantarse, sin dejarse caer, sin perder el ánimo y hasta inclusive sin decirlo, haciéndolo, estando ahí con la actitud. Por eso creo que a Mónica esta idea de llevar la película adelante le surgió por el encuentro que tuvimos: yo soy directora, ella es actriz, Saula su sobrina es productora y yo trabajo con Saula. Era una situación única e inmejorable de encuentros. Era como algo casi natural: “mira, quiero hacer esta película y la vamos a hacer juntas con vos y Saula”. Así fue. Creo que ella nos eligió pero nos elegimos las tres y quisimos compartir esta experiencia de “Baldío”. Fue curioso porque fue la película más fluida que hicimos en toda nuestra carrera con Saula. En general las películas son muy difíciles de concretar porque entre que presentas el proyecto y el Incaa te lo analiza, y pasa casi un año hasta que te dan el interés…En cambio, esta película la presentamos en un concurso en el Incca ¡y lo ganamos así! (risas). Todo esto pasaba mientras estábamos filmando “La otra piel” en el 2017 y terminamos las últimas secuencias en el Teatro Cervantes con la obra “La Terquedad” de Spregelburd. En Octubre de 2017, nos enteramos que habíamos ganado el concurso y nos faltaba filmar otra parte de “La otra piel” y nos apuramos en terminarla porque en abril del 2018 tenía que llegar al BAFICI. Teníamos el compromiso de presentarla ahí y había que empezar la otra, así que mientras empezábamos a estrenar “La otra piel”, ya habíamos empezado con “Baldío”. Por eso pude estar en una sola proyección de la película y Saula también, porque estábamos filmando. Ahí nos conocimos.
Si, lo recuerdo bien porque ya te quería llevar Al diván, sos una cineasta muy productiva y original.
“Cuando pasan las horas” la filmé en el 2004 y en el 2005 se estrenó en Berlín y después comercialmente. Después en 2006 filmé “Extranjera” que es una versión libre de Ifigenia que se la estrenó comercialmente en 2008 por motivos personales, pero en 2007 ya estaba en el Festival de Berlín. Después “El recuento de los daños”, una versión libre de la tragedia de Edipo, la filmé en 2009 y se estrenó en el año 2010, “Cassandra” 2011, basada en la hija de Príamo de la Guerra de Troya.
Te interesa la tragedia y los mitos.
Si es que creo que ahí hay una verdad hermosa y exultante en la tragedia y en los mitos. A mí el drama no me interesa porque la tragedia tiene mucho más que ver con lo Inconsciente y con el humor incluso porque frente a lo trágico no podés dramatizar ¡Qué vas a dramatizar! (risas). Lo que tiene de interesante la tragedia es que no tiene esa carga de que todo es culpa de los hombres sino que es algo del destino, del oráculo, es algo que va más allá de la vida, hay algo de las fuerzas naturales del destino que me parece muy interesante. Estamos tan convencidos de que nosotros somos los hacedores únicos de nuestra vida y de nuestro destino y me parece un plomo esa visión porque por suerte hay otras cosas, está la naturaleza…
Y en vos, ¿pensás que estaba en tu naturaleza o en tu destino ser cineasta?
Yo quería ser directora de orquesta.
¡Directora ya querías ser!
(Risas) Yo iba al musicum desde los 5 años y mi papá me llevaba todos los fines de semana al Teatro Colón. Íbamos a ver óperas y ballet, a mí lo que más me gustaba era escuchar las Sinfónicas y me gustaba ver al director dirigiendo.
¿Y elegís buena música en tus películas?
Poca. Juego con los silencios. Para mí, el silencio es parte constitutiva de la música de un film, es lo que arma el ritmo. Pero bueno yo quería ser directora de Orquesta no de cine pero me vi frustrada porque mi papá me dijo que eso no iba a poder ser porque era una carrera para hombres no para mujeres.
¿Eso era así?
Creo que sí, el pobre estaría convencido… Y me sentí muy frustrada, dejé música, porque a mí me gustaba el que dirigía toda la orquesta.
En lo que no te frustraste es en dirigir. Dijiste que lo que te gusta del cine es dirigir a un grupo en un encuentro único.
Exacto. Igual antes de dedicarme al cine, estudié y dirigí teatro. Me formé con Augusto Fernándes, pasé por todos y me formé como directora con Augusto. Aprendí muchísimo de los clásicos, analizábamos Shakespeare que es muy interesante, algo de García Lorca, algo de Ibsen, pero aprendí mucho de la tragedia con Fernándes.
¿Y ya en el colegio te gustaba liderar?
Si, no sé si era líder… En el colegio dirigía las obritas cuando hacíamos obras o incluso cuando estudiaba psicología, cuando había que hacer algún trabajo en grupo, era yo la que lo organizaba.
¿Y el rol en tu familia?
Yo siempre fui… no me gusta decir que soy la oveja negra pero por la constelación familiar, siempre fue muy independiente. Me fui a vivir sola a los 16 años, era muy chica. Terminé quinto año a los 16 porque estaba harta de ir al colegio y me pegué quinto año libre. Odiaba a ir al colegio pero me encantaba estudiar y como te conté ya me interesaba la psicología. Quería empezar a estudiar y valerme por mí misma, ser independiente. Desde muy chica necesitaba andar suelta.
¿Por qué? Después de tantos años de análisis, sabrás qué te motivó a partir tan joven.
Creo que no me quedaba otra, y lo bueno es que lo pude vivir como algo que también quería elegir. Es el destino pero también hay elecciones, es una mezcla. Eso es lo interesante. No es todo responsabilidad de uno o del destino, sino cómo te vas construyendo con ese destino que te toca. Lo que hablamos al principio de poder subjetivarte, vos podes hacerlo dentro de un marco, naciste en determinada familia y lo que no tuviste, no lo tuviste. Ahora, ¿qué es lo que querés construir con eso?
Lo que señalaba Sartre, ¿qué hacemos con lo que hicieron con nosotros?
Exacto y vos qué querés, que estás dispuesto a trabajar en vos para sentir que sos mejor y no que sos mejor exclusivamente para la sociedad en la que vivís pero si para vos y para el otro, para el otro querido, no para esa idea de la sociedad. Me refiero al otro que uno quiere, al que uno considera. Cuando yo escribo, cuando pienso una película, hay algo que yo no puedo evitar, qué es pensar en ese otro, pero no pienso en la masa. Porque es una entelequia.
De hecho aceptaste realizar una película con Mónica Galán a sabiendas que iba a ser muy movilizante para vos y que iba a requerir una enorme energía psíquica debido a que sabías que estaba enferma y que había riesgos en esa apuesta. Y eso creo que lo hiciste por ella también.
Lo hice por las dos, y por Saula también. Por las tres porque Saula era parte del proyecto y Saula la adoraba Mónica, era una tía muy querida, y por la amistad que yo tengo con Saula. Era un proyecto conjunto que me requirió un compromiso y teníamos muchas ganas de que saliera en el tiempo que teníamos. Los tiempos nos corrían, sabíamos las tres que esta película no se podía posponer 1 año, sabíamos que Mónica estaba enferma. Y todo se alineó, todo fluyó. Fue mágico porque el destino quiso que ganáramos ese concurso, el destino quiso que muchos actores muy queridos se sumaran espontáneamente y nos acompañaran sin saber que Mónica estaba enferma, por el placer de trabajar en esta película con Mónica. Hubo algo del cosmos que se alineó para que esto pudiera salir como salió, así de rápido y con todo el trabajo que hicimos todos.
Además porque te has ganado un prestigio.
Pero igual, por más prestigio que tengas, nunca sabes que va a pasar con un Jurado, es todo muy relativo… Obviamente que pesa que tenga una trayectoria profesional reconocida porque eso es una garantía que estás presentando un proyecto que lo vas a hacer y lo vas a llevar a cabo.
Desde muy chica llevas a cabo muchos proyectos para evolucionar, leer a Nietzsche en tu adolescencia, irte de tu casa joven para estudiar y trabajar, y ser independiente…
Claro, yo digo que no había otra opción pero si había otra opción. Yo podría haberme quedado viviendo con mi papá. Mi mamá murió cuando era muy chica, tenía 6 años. Tuvo un paro respiratorio por una anestesia general y no la resistió, la operación era menor pero quedó así dos años y pico sin sistema nervioso central. Mi papá no quería que la movieran a ningún lugar y estaba en mi casa, había dos turnos de dos enfermeras por turno…
Eso sí es una tragedia ¡qué traumático!
Sí, para mí fue terrible, sí claro, es una tragedia en mi vida y además llegué a decirme: “¡yo qué culpa tengo!”, pero es justamente lo que venimos hablando, en la tragedia no hay culpables, hay responsables. Si a Edipo le pasa lo que le pasa, es responsabilidad de los padres que no oyeron. La culpa es algo que viene después de Cristo. A imagen y semejanza se fabrica la culpa, y la verdad, la culpa no le sirve a nadie y el pensamiento trágico es mucho más interesante porque permite pensar en responsabilidades y en su relación al azar, porque con una situación azarosa que te toca, vos seguís siendo responsable de qué vas a hacer después con eso, aunque te quede algo así de chiquito para elegir. Pero es tu vida y sos vos responsable aunque se te hayan achicado las opciones y te hayas quedado adentro de una baldosa. A mí me sirvió mucho para fabricar mi vida pensar en la tragedia de esta manera y no quedarme en una baldosa.
Y si, te habrás sentido en una baldosa o en un baldío…
¡En un baldío! En un baldío desierto o en un desierto de desamparo absoluto. Si bien tengo hermanos, yo era la última hija del último matrimonio de mis padres. Tengo hermanos de parte de papá que los adoro y tengo una hermana de parte de mamá que vivía con nosotros hasta que mamá se enfermó a partir de ahí ella se fue porque ya estaría por cumplir los 18.
¿Cómo fue quedarse con papá sola?
(Risas) Me convertí en su mamá… Estaba tan triste mi papá que era como un hombre destrozado… Entonces, a los 16 años ¿qué sentido tenía para mí quedarme con mi papá? Hubiera necesitado obviamente un padre que me proteja, yo necesitaba protección en esa situación de niña pero como ya no la había tenido, imagínate que a los 16 años, ¡si me había arreglado hasta ahí! (risas). A mí no me gustaba vivir en Barrio Norte y tampoco me gustaba vivir en un departamento, yo ya tenía mis gustos. Primero me tuve que ir a un departamento en Barrio Norte que había quedado de mi mamá y como tenía 16 años no me podía todavía alquilar un departamento. Pero ni bien pude lo alquilé y yo me alquilé otra cosa (risas). Y así ni bien pude también lo vendí. Y terminé viviendo en Palermo, yo quería otra zona, otro barrio, otra forma de vida. Detesto vivir en departamento nunca más volví a vivir en un departamento.
¿Y qué recuerdos tenés de tu mamá?
Yo me acuerdo de mi mamá, sí era una mujer muy exitosa pero con mi papá no podía hablar porque era un tema que lo ponía muy triste. Mi mamá tenía una boutique muy prestigiosa en ese momento iban muchos artistas, era una empresaria, imagínate para esa época una mina re pila. Mi padre era un tipo con una sensibilidad increíble y era un gran decorador siempre se dedicó a lo mismo, mandaba hacer muebles y los firmaba. Vengo de una familia de personas muy sensibles y artistas y mi hermano, por ejemplo, es Licenciado en economía pero además le apasiona la tragedia y es un escritor ensayista brillante (pone énfasis en el “además”). Te diría que es una familia que tuvo una sensibilidad y un gran disfrute por la música, por la lectura, por el arte.
Y vos también tenes una gran sensibilidad porque estudiaste psicología “además”.
Pero fíjate que mi primera carrera no fue psicología porque mi padre no estaba de acuerdo pero como yo lo único que quería era que me dejaran de hinchar y poder dar quinto año libre, hice que transaba y me anoté en traductorado público de inglés en la UCA. Cuando estaba haciendo el ingreso, me acuerdo de mi pelea a muerte con la profesora de filosofía porque era una facultad que, obviamente no podías hablar de que estaba enamorada de Nietzsche. Hablemos de Platón y para mí, ¡era un plomo! (risas). Yo transé hasta el ingreso y después dije: “¡Que se vayan a la mierda!, yo esto no lo voy a hacer, no me importa lo que opinen”, y era el momento de la dictadura, todavía psicología estaba cerrada en la UBA en ese momento creo que filo y sociología estaban censuradas. Me quedaba la Kennedy que no estuvo nada mal, yo la pasé muy bien en la Kennedy y conocí muchos psicoanalistas, dejé y cursé tercero después de que tuve a mi hija y después terminé la carrera, porque tuve una hija joven. Tengo una hija de 32 años y tengo a Iván, mi hijo de 19 de otro matrimonio.
Tenías que ser mamá jovencita, ya tenías la experiencia con papá…
Sí aunque yo estaba convencida que nunca iba a tener hijos. Mira vos, ¡que loco! hasta los 19 o 20 pensaba que nunca iba a tener un hijo. Mirá vos, enseguida tuve (risas), sí, sí fue así, incluso cuando quedé embarazada ni siquiera estaba casada ni nada; hacía poco que estaba de novia y como yo vivía sola hacía unos meses que él se quedaba en mi casa, y bueno, quedé embarazada y terminó siendo el papá de mi hija (risas). Y ahí él me dijo por qué no nos casamos y yo le dije: “bueno, dale, ¡casémonos! (risas). Yo siempre fui muy… cómo decirlo… eso no me parecía que era lo importante.
¿Y qué es lo importante para vos?
Para mí lo importante es estar viva, eligiendome todos los días. Dentro de este azar y del destino y de todo lo que hablamos (risas), aún con los millones de cosas que te limitan, el aprendizaje es saber que dentro de los límites qué tenés y que vienen también del exterior, puedes seguir eligiendo.
Me parece interesante que también elegiste venir acá por esa curiosidad que te mueve en todo y porque tal vez también querías un espacio que no sea una entrevista tradicional. Conocí a tu analista que fue a ver el estreno de “Baldío”.¿Hiciste análisis con una mujer alguna vez?
Si. Perla. Nunca me voy a olvidar de ella, era una tipa extraordinaria, no sabes cómo la quería y ella me quería mucho también, y hubo algo ahí como que era tanto lo que nos queríamos… pero bueno no fue mi primer analista y yo con ella estuve muchos años. Mi primer analista fue mi analista actual.
¡Volviste al primer amor!
¡Volví a mi primer amor, querida mía! Y si te cuento cómo volví, justamente vos vas a decir: “es el inconsciente, si es el inconsciente puro”. Empecé a analizarme con él en un momento que estaba bastante mal, bastante chifladita (risas). En esa época, no estaba de moda el ataque de pánico, no se sabía lo que era (risas) pero me pasaba que cuando estaba en lugares abiertos me angustiaba mucho. Cuando iba al centro por ejemplo. Yo me analizaba con este terapeuta con el que me fue muy bien. Esos pánicos que me agarraba no me agarraron nunca más y jamás me dio medicación, fue a pura terapia y fue realmente muy bien pero se ve que yo toqué algo ahí que en un momento di por terminado mi análisis. Yo sola.
Inconsultamente.
¡Inconsultamente! ¡Usted lo ha dicho! (risas). En el medio pasaron años y yo tuve dos terapeutas primero un hombre después ésta mujer que te conté que me quería mucho; y un día después de muchos años yo estaba en la costa con mi hijo que era chiquito y tengo un sueño. Yo sueño mucho como en planos, son sueños cinematográficos, son películas condensadas, y en ese sueño aparecía mi primer analista que es el actual. Estaba hablando en un primer plano y me decía: “¿sabes cuál es tu problema?, que vos estás convencida que no te aman pero lo que vos no entendés es que vos tenés que aprender amar”. Corte. (Risas). Ahí se terminaba el sueño y cuando me desperté estaba con mi hijo y una señora que había venido a ayudarme a cuidarlo y le dije: “me voy a tomar el bus!”. Estaba sin auto. “Me voy a ir a Buenos Aires y vuelvo a la noche”. Me fui a mi casa y empecé a revolver con desesperación todas las agendas que tenía para llamarlo, para mí entendí algo en ese sueño, entendí que esa terapia la había discontinuado y la había dejado en un punto donde nunca más eso lo había retomado.
¿Tenías que volver al primer amor y tenías que volver a aprender a amar-lo?
O a amar yo.
¿O a amarlo a él y no abandonarlo, para aprender amarte a vos?
Puede ser… esa es otra interpretación posible… Y ahí fue que lo llame y fue tan gracioso porque lo llamé ese mismo día y le dije: “no sé si te vas a acordar de mí” y me contestó: “Sí, sí me acuerdo perfecto”, entonces le dije que lo llamaba para que me dé una entrevista si es posible, como dando vueltas, y él me contestó: “bueno, en realidad, vos dejaste la terapia, así que lo que yo te puedo proponer es continuarla” (risas). Yo estaba toda burocrática proponiendo entrevistas y él me dijo: “No, vos te fuiste así que si querés, continuamos, vení a continuar tu análisis”.
¡Qué interesante! En medio del desamparo fuiste a buscar a los seres que te ayuden a construir tu subjetividad: en las personas, en los encuentros, en los grupos, en el cine, en el arte, en la psicología como psicoanalista y en los psicoanalistas. Y te encontraste con una mujer que de tanto que te quiso decir, tuviste que cortar. Me parece que estos cortes tienen algún sentido como en las películas. Tuvo sentido de que una mujer te haya querido mucho y pese a que tu mamá se murió, te habrá dado mucho en esos 6 años pero es posible que haya quedado la idea de que te abandonó. Pensaste “¡Qué culpa tengo yo”. La culpa viene también cuando uno necesita explicarse las causas de la tragedia.
Eso es lo más difícil de entender, que la tragedia no tiene que ver con culpas pero para un chico que se culpa a sí mismo y que puede creer que su mamá lo abandonó porque no lo quería lo suficiente, esa puede ser una manera de explicarlo.
Como si algo de vos hizo que no te quiera lo suficiente como para vivir más, y por eso se murió. Entonces la idea es: “mi mamá se murió porque no me quería lo suficiente si no se hubiera quedado viva”
Pero a la vez ese pensamiento infantil es lo que te permite reírte porque cuando lo pensás después decís: “es ridículo”. ¡Es tan ridículo saber cómo sufrimos por culpas que son un delirio!
Y cómo podemos construir determinadas creencias en base a nuestras tragedias. Hubiera hecho “corte” de la sesión cuando vos dijiste que volviste a tu primer psicoanalista y no lo explicaste como “destino”, en cambio tus palabras fueron: “esto es el Inconsciente” porque el Inconsciente es quien fabricó tu sueño revelador -vía regia de lo Inconsciente- y te hizo tomar conciencia que tenías que volver con ese analista.
¡Claro! El oráculo es así, el oráculo es el Inconsciente.
Si no escuchabas a tu sueño, no hubieras tomado el bus, y ahora estaríamos frente a otra Inés.
Pero mi Inconsciente es macanudo porque se las ingenia siempre se las ingenia para que lo escuche (risas). ¡Mira pobre tipo como labura para que yo le dé bola! (risas)
¡Y cómo eso redunda en cómo nos haces laburar vos el Inconsciente para que tomemos consciencia en cada una de tus películas! (risas) ¡Gracias por eso!
En la puerta me dice con picardía: “vos sabés que “Cómo pasan las horas” también me pidió que la filme Susana Campos antes de morir. ¿Es el destino o es el Inconsciente? (risas)
AL OTRO LADO DEL DIVÁN
Inés se instala en el diván con el mismo posicionamiento que trata sus obras, con la curiosidad de quien está a la espera de hacer un gran descubrimiento. Y ella es una verdadera obra de arte en sí misma, como diría Foucault si hubiera tenido como yo el placer de conocerla, afirmará más aún esa idea. Ella pertenece al universo de seres que nos iluminan solo con su sabiduría de vida y como valor agregado con su personalidad florida y enriquecida de múltiples talentos. Puedo afirmar sin lugar a dudas que si ejerciera como analista, serían una profesional destacable, o una excelente actriz, o una fotógrafa impresionante, etc. etc. etc. Inés hace jugar todos sus saberes en sus películas con un maravilloso artilugio que es el de anudarlos en lo más profundo de la emocionalidad de lo Inconsciente. Se refleja su espacio de análisis (y sus años de análisis) cuando filma, ese espacio lo refracta y se hace extensivo en sus películas; lo que se deja entrever en el manejo de los planos y encuadres, de los silencios, de las miradas y en la gestualidad, en cada palabra dicha y en lo no-dicho, tal como si pusiéramos una cámara en los ojos de un psicoanalista. Inés filma desde esa mirada y a partir de esa escucha analítica del discurso que trasunta el texto y va más allá del mismo, para dejarnos pensar en el sub-texto de cada escena. Eso la transforma en una cineasta experta en el tratamiento de la tragedia. En sus películas no hay culpables, cada personaje tiene responsabilidades en sus actos, pero no son juzgados por lo cual, no da lugar a que el espectador los juzgue, lo que facilita que uno se pueda identificar con todos y cada uno. Y esto sucede porque además de psicóloga, (o de allí seguramente, una de las causas de su elección), Inés tiene un gran poder de resiliencia que le ha permitido metamorfosear su propia tragedia en arte. Ella sabe escuchar a su Inconsciente y lo que le dicta en sus sueños (nocturnos y diurnos).
La muerte de la madre ocurrido en su tierna infancia, y el dolor desgarrador del padre, se convirtieron en un aprendizaje que se expresa en cinco palabras: “lo importante es estar vivo”. El impacto de la muerte en su vida y en una edad temprana, hizo que partiendo de esa premisa, Inés pueda apreciar todo lo que le sucede en la vida como algo que fluye, ya sea sus embarazos, una propuesta de casamiento, todo pasa a ser un devenir dentro de un presente donde ella se construye, se subjetiva, elige su vida, y se elige constantemente.
Podría escribir mucho sobre esta sesión, la transferencia y contra-transferencia con su analista (sobre todo con la mujer y con el actual), su búsqueda de ser querible para elaborar un trauma, su indagación sobre el amor atreviéndose a no escapar de su sufrimiento y de lo temido para aprender a amar y amarse, y más… Hay una cantidad de disparadores de pensamiento que es un regalo para cualquier analista, pero decido respetar en este caso, y tratándose de una directora de ley, el “corte” con que Inés me lanza una cuestión en el final: ¿es el destino o es el Inconsciente? Esto me relanzó a Jung quien dijo: “hasta que el Inconsciente no se haga consciente, el Inconsciente dirigirá tu vida y tú le llamarás destino”. ¿Será acaso que el destino -o el Inconsciente- la llevaron a Susana Campos como a Mónica Galán, dos grandes actrices, a elegirla a Inés para eternizar sus vidas en sus películas? ¿En esa conexión con Inés, intuirían que, en lugar de compadecerse, ella iba a honrar su vida hasta el último momento para que enfrenten lo inexorable de la muerte con aquello y aquellos que más aman? ¿Quién mejor que Inés para glorificar la vida de esas actrices y del legado de su madre inmortalizándolas con su arte?