Fotos: Celeste Burgos
César Brie es un célebre dramaturgo, actor, director, poeta y pedagogo de trayectoria internacional. Se fue de Argentina a los 19 años y trabajó en centros sociales en Italia, luego con Iben Nagel Rasmussen del Odin Teatret, realizando innumerables obras reconocidas mundialmente. Trabajó durante 20 años en Bolivia donde fundó el Teatro de los Andes. Desde el 2010 vive y trabaja entre Italia y Argentina. Sus obras son presentadas en los Festivales más importantes de América Latina y Europa, obras impregnadas de un intenso compromiso social. Actualmente realizó una adaptación teatral donde actúa y dirige la obra Karamazov. Le encanta el fútbol y juega ajedrez.
Contame que te trae por acá.
Quiero ganar la lotería (risas). He ido pocas veces a un psicólogo, fui tres veces y eso para un argentino, es muy poco (risas). La primera vez fue en Bolivia, la segunda en Italia y la tercera consulté en Buenos Aires. Las dos primeras por un tema de pareja, la tercera ya lo tenía más claro.
¿Ya tenías más claro que ibas a terminar hablando de vos?
Es que terminé no hablando de nada y decidí no seguir, si, en realidad, estaba más claro que era lo que me pasaba. Y consulté en tres países diferentes porque de los 36 a los 55 vivi en Bolivia, el país donde viví más tiempo es Bolivia, excepto Argentina que viví hasta los 19 años, y desde el 2014, vivo mitad del tiempo en Argentina y mitad del tiempo en Italia.
Y actualmente estás dirigiendo a Dayub en “El Equilibrista” y haciendo “Karamazov” que aborda la cuestión del parricidio.
Si. La razón por la que hice Karamazov no fue tanto por el tema del parricidio donde puso más el acento Freud en relación al mito que existe de matar al padre, sino porque toca todos los temas que me interesan.
Parricidio, cultura, civilización y filicidio, tema con el que termina tu obra: la muerte de un hijo.
Exacto y eso es una de las cosas que dice Sartre -quien no fue padre y no tuvo un padre-, en su autobiografía: los hijos son el espejo de la muerte. Yo espero que me toque morir antes a mí porque es lo natural. Eso está en Hamlet, el reproche de Claudio a Hamlet es que acepte que uno tuvo un padre que a su vez tuvo un padre y que también tuvo un padre, y que la muerte es algo natural. De los Hermanos Karamazov lo que más me interesó es que aborda muchos temas… Y lo que más me quedó es la imagen del padre que lloraba al hijo muerto y que corría alrededor de la tumba gritando: “pajarito mío, pajarito mío Ilusha ha muerto”. Dostoyevski pasó por la muerte de un hijo, primero su padre fue asesinado por un grupo de campesinos, y tuvo un padre que era muy violento… , él mismo fue ejecutado y no lo matan aunque fue condenado a muerte pero fue indultado. Ahí tiene el gran cambio donde se convierte en alguien muy religioso y después de eso pierde a su hijo. Esa pérdida, Dostoievski la presenta de diferentes formas en la obra, en el inicio cuando la madre ve la escena de la procesión con los niños, hay un monje que pregunta por qué llora, y ella responde, lloró por mi hijo. La parte del monje es muy extensa… ella es una madre que no logra tener consuelo y lo expresa manifestando que por las otra pérdidas de los hijos se consoló pero por ese hijo no se puede consolar. Ella dice: “escucho su voz que me llama, escucho sus pasos” y el monje le responde una frase que yo sintetice: “llora por sus hijos y no tiene consuelo, tu llanto se volverán lágrimas de ternura, acepta que tenés que llorar”. Los griegos hablan del efecto de desahogarse.
Es una catarsis necesaria y por ese mismo efecto, en el final de tu obra Karamazov, los espectadores no podemos aplaudir en seguida porque quedamos en un estado de shock con ese final.
La idea sería que el público no aplaudiera por un buen rato. Ahí en esa escena, yo soy el padre del niño y así termina la novela con Alexsey que habla de Ilusha. El padre no quiere que sea enterrado y finalmente dice que lo entierren donde les parezca. Y ahí viene la frase desgarradora sobre las migas del pan, es el hijo que le pide que tire migas de pan porque vendrán pajaritos y él los va a oír picotear y se va a sentir menos solo. Lo que sentía el padre me conmovía profundamente.
Y componer al padre de los hermanos Karamazov en una actuación tan potente… ¿Cómo fue esa experiencia?
¡Hacer de malo desde el punto de vista actoral es lo más divertido que existe!
(Risas).Es un malo muy simpático y muy seductor.
Si, así lo define Dostoyevski: era malvado y era sentimental. Él se enamoraba, él se conmovía, era un viejo de mierda pero absolutamente apasionado, sólo que es malvado. La diferencia entre su hijo Dimitri y el padre, es justamente la maldad porque Dimitri era hedonista pero no era malvado. Dimitri cree lo que le ocurre y es veleta también pero es noble. Siempre digo que todos tenemos adentro un poco de todo y por eso este obra era un desafío para mi. No creo que tenga que hacer de malo y ser un gritón malo sino quien hace cosas malvadas porque en el fondo los malvados creen profundamente en lo que hacen. Hay una escena donde la radiografía de Fiódor la hace el monje. Y por eso es una parte que dejé de la novela, imaginate que no era fácil, la novela tiene 1200 páginas y yo, una obra que dura dos horas y escribí un guión de 60 páginas.
Ese trabajo de adaptación que hicistes es admirable, un verdadero homenaje a Dostoievski.
Dostoievski se presta a ser adaptado en general ya que él escribía con una estructura para escribir novelas basada en el feuilleton, que eran las novelas populares de la época. Toma esa estructura y enfrenta temas serios. Era un gran humorista y él tenía que entregar capítulos enteros, un capítulo por mes, como las series de hoy, sólo que él tenía que llenar 100 páginas. Entonces abundaba de ejemplos y 100 páginas manuscritas en aquella época, serían hoy unas 300. Te voy a dar un ejemplo: cuando dialogan Iván y Alexsey, le pregunta a Iván porque no cree en Dios, éste diálogo ocupa dos capítulos, uno se llama: “El sufrimiento de los niños” y el otro capítulo es “El gran inquisidor”. En ese intercambio, Iván imagina que Cristo baja a la Tierra en pleno medioevo y lo vuelven a matar, lo queman. De los dos capítulos, el más famosos es el segundo, el que yo no puse. De los ejemplos que Iván comenta a Alexsey sobre de las torturas a los niños, Iván le da a Alexsey tres o cuatro diferentes: uno de ellos es una niña en un baño hediondo con los padres que la maltratan, yo elegí sólo ese ejemplo y lo puse. Eso mismo Dostoievski lo ha dicho cuatro veces de diferentes formas y de maneras cada vez más espeluznantes. Además tiene otros capítulos sobre la ausencia de fe donde dice que ni siquiera a Cristo lo reconocería y que la Iglesia no lo podría reconocer. Iván no cree en Dios primeramente por lo que le dice a Alexsey, por los niños y las diferentes torturas, y termina invocando la pena de muerte para quien tortura a los niños. Una de las características que tiene Dostoievski es que él presenta su posición personal y pese a que él estaba en su forma de pensar del lado de Alexsey y no en la posición de Iván, puede jugar con la diatriba entre ambos. Dostoyevski tiene la capacidad de no hacer triunfar su propia idea sino de hacer debatir en cada uno de los personajes, unas ideas con otras e ir hasta el fondo de los argumentos de una y otra idea. Y obviamente va a ganar Iván. Por eso Batskin, el lingüista, en un ensayo sobre Dostoievski que es fantástico y que se llama “Dostoyevski”, dice que Dostoyevski inventa la novela dialógica. Es decir, la novela no expone el pensamiento del autor sino que lo deja abierto para cada lector decida con lo que está de acuerdo. El nos muestra todos los aspectos de uno mismo.
¡Qué sabiduría poder mostrar con éstos personajes todos los aspectos que uno puede alojar!
Es que Dostoyevski quería ser como Alexsey, había sido cómo iba Iván, era como Dimitri y reconocía en Fiodor a su propio padre.
¿Y cómo fueron tus vínculos familiares?
Mi padre murió cuando yo tenía 15 años. Mi padre es uno de mis Norte, es una persona a la que yo amé profundamente, es mi horizonte ético. Mi viejo era intachable. He realizado obras sobre él y tengo una obra que se llama “Fui” que es una especie de constelación familiar: el público está en cuatro lados y hay cuatro esquinas, en esas esquinas hay dos corredores, uno es invierno y otoño; en el invierno está sentado el padre representado con un vestido, del otro lado hay otro vestido, que es la madre y hay una cuerda que une a ambos. Por arriba, donde cuelgo los dos vestidos y del otro lado, está la abuela, en otra silla y del otro lado, hay una caja que se vuelve un ataúd y encima, hay un niño y ese niño soy yo, representado en un muñeco que es el mismo muñeco que usó en Karamazov. Primero hice Karamazov y después hice ésta obra en Italia. Hay un verano – primavera entre el niño y la abuela, y un otoño e invierno entre el padre y la madre que está marcado con dos corredores donde hay nieve, es decir, harina, después hay hojas, flores y girasoles.
Hiciste un psicoanálisis de familia teatral, por eso no necesitas ir mucho tiempo a un psicólogo.
(Risas) Si, me analizo solo. En esa obra pongo un espectador joven sentado en una silla cerca del padre y le avisó antes, y al lado de la abuela pongo un espectador anciano. Les pregunto antes a las personas del público si quieren participar y yo les hablo, después lo llevó de nuevo a su lugar, ellos no tienen que hacer nada. Cuando estoy cerrando la historia del padre y la madre, ellos quedan en el medio abrazados y yo le digo al espectador joven: “lo logré papá… soy más viejo entre ambos. Llegué a la edad que nunca llegaste, si vas a hacia atrás, estás alcanzando mis 15 años”. Y le cuento una historia y a veces se me ponen a llorar. Utilizo mi vida personal como disparador de los paradigmas que cada uno lleva dentro, no es para contar sobre mí, sino para contarle a cada uno de sí mismo. Y la espectadora anciana que la siento cuando la abuela ya no está, es el primer amor. Mi primer amor tenía 23 y yo tenía 15, no cogimos al final (risas). Bueno… en realidad cogimos mucho pero después (risas). Ella tenía un mambo porque yo era virgen y me quería conservar puro… es que ella fue violada por una patota, entonces pasó de todo pero muchos años después. Busco una espectadora anciana porque yo tengo que ser más joven que la espectadora, me pongo a sus pies y le hablo, le cuento sobre la primera vez que amé a una mujer y la primera vez que besé a una mujer. Hay escenas más divertidas, la otra es más conmovedora. Hago una especie de catarsis donde aparecen mis hermanos. Indagué mucho sobre los paradigmas que todos tenemos y hay un paradigma: la violencia, eso en mi familia no corría pero lo que sí descubrí es que hay mucha violencia en las relaciones interfamiliares. Existe mucha violencia respecto a la mujer, la mujer abusada, acosada dentro de la familia.
¿Cómo se produce tu proceso de indagación?
Con mis alumnos, indago y ellos van tirando pistas; algunas pistas son personales y cierran con anécdotas y algunas anécdotas encierra un mundo que nos pertenece a todos.
Es como una especie de psicoterapia de grupo tu método pedagógico.
Es una psicoterapia de grupo con objetivos artísticos y es muy sanador para quienes lo hacen. Sólo sostengo que el teatro debe ser terapéutico si no es terapéutico no sirve para nada.
Totalmente de acuerdo con esta concepción del teatro. Es terapéutico para quienes lo hacemos y para los espectadores también. De las buenas obras nunca salís de la misma manera que entras a la sala.
Y… no deberías. Yo considero el humor como una de las herramientas fundamentales. Busco la conmoción. Busco esa zona donde cabeza y corazón se juntan y la mejor manera de conmover a la gente es abrirla y para abrirla, la tenés que hacer reír. Trabajo con el humor de esa manera, los abro y ya cuando los abro, los ensarto (risas).
Otra cuestión que transmitís en la dirección de actores que realizas, es como si los actores están abducidos, como si fueran hablados por el texto…
Esto que vos notas es un poco lo que hace Dostoyevski. Es un modo de trabajar opuesto y complementario a Chéjov que yo adoro, lo considero una de los más grandes. En Chéjov, parece que todo el tiempo no dicen nada y terminan diciendo todo, y en Dostoievski, todos los personajes dicen de sí mismo la verdad. Hay un capítulo, cuando Dimitri ha sido condenado y Katherina lo va a visitar, es un capítulo muy largo y yo lo reduje en pocas palabras, Dimitri le pregunta Alexsey: “Katherina, ¿ va a venir o no?”. Uno espera que él espere que venga Grushenka, la mujer que lo ama y a quién él ama y llega Katherina, y él le pregunta: “¿me perdonaste?” y ella le dice: “no necesitas mi perdón ni yo el tuyo, ya nos hemos perdonado, te amo y te amaré siempre. Yo amo a otro y vos amás a otra pero lo que yo siento por vos me va a quedar anclado hasta el fondo”. Ese capítulo, ¿sabés como se llama?: “La mentira se vuelve verdad”. Es un manual. Todo lo que era verdad se vuelve mentira y todo lo que era mentira se vuelve verdad. Ella lo acusa, lo hace condenar y después le dice que no cree que él sea el culpable. Él no le reprocha que lo haya mandado a prisión, él quiere ser perdonado y ella, quiere que la perdone. Cuando se confiesan que se aman aunque han dejado de amarse, y en ese momento llega Grushenka, Katherina le pide perdón y Grushenka que es muy tierra-tierra, le dice: “nosotras somos malas, ayudalo a que escape y te perdonaré y rezaré por vos toda la vida”. Katherina le contesta: “quedate tranquila, lo voy a ayudar”. Dostoievski quería hacer una parte dos de la novela pero se murió al mes y medio de terminarla. Otra figura es el monje que cuando lo hacen mediar en la discusión entre Dimitri y Fiodor, y lo visita a su celda poco antes que se muera, el monje le dice a Dimitri sintetizadamente lo que es una especie de definición de Fiodor: “tu padre es inteligente pero siente vergüenza de sí mismo por eso cuenta chistes, adora el dinero y se miente a sí mismo, cree sus mentiras y no distingue más la verdad ni dentro de sí ni alrededor de sí. Ha confundido la lujuria con el amor y se ha vuelto como una bestia. Siente placer en fingirse ofendido pero nadie lo ofende, así llegará al odio, al odio verdadero”. La otra frase que es la radiografía de ese padre, es que “era malvado y era sentimental”.
¿Y cómo te sentís encarnando a Fiodor?
Ahora le estoy cambiando un poco, no quiero hacer más borrachines, se enoja mucho, no tiene que enojarse tanto en la escena de la taberna quiero que esté menos borracho. El proceso dura una cuarta parte de toda la novela son 200 páginas, yo hice una síntesis.
Parece que en cada obra haces tu proceso terapéutico.
Absolutamente. Cada obra que hago tiene que ver con un proceso que me pertenece. Aunque El equilibrista es una obra que me pide dirigir Mauricio Dayub, ya estaba escrito pero lo que me sedujo fueron dos cosas: primero que todo, la historia que es la historia de Mauricio y qué es lo que más me gusta, y segundo, que él es un actor al que uno no tiene que explicarle nada porque sabe hacer todo y es un loco por los objetos y yo también lo soy. Me encontré como con un hermano, con alguien que tenía un lenguaje muy similar al mío, con un ribete cómico, hay una cosa en él que me hacía sentir muy cercano. Me encantó trabajar con él, me es tan grato.
¿Y cuando vos escribís una obra? ¿Cómo es ese proceso creativo?
No soy de los que se pone escribir antes, soy uno que escribe a medida que va a indagando con los actores o sólo, tanto si hago un monólogo, un unipersonal como un trabajo colectivo. Por ejemplo, ahora estoy indagando sobre un tema del que va a salir un espectáculo. Le digo a los actores escuchen la escena, la escena responde. Cuando era muy chico, yo escribía poesía y sigo escribiendo, y mi modo de escribir es hacer obras de teatro porque cuando era un pibe y escribía poesía yo era muy tímido, me sonrojaba si una mujer me miraba, y yo iba hacer teatro para soltarme (risas). Mi alma, mi espíritu estaban incendiados y mi cuerpo estaba quieto, inmóvil.
¡Y ahora tenés un manejo impresionante de tu cuerpo en escena!
He sido acróbata, lo tuve que trabajar mucho. Hoy me di cuenta con los años que lo que hice toda la vida fue tratar de encontrar un lenguaje donde la poesía estuviera presente. Esa poesía ya no está solo hecho de palabras, está hecha de un espacio de objetos, de actores, de cuerpos, de palabras y de la música. Ese ya es mi modo de escribir. Cuando alguien me pregunta qué teatro vos hacés, respondo: “hago el teatro que puedo”. Es el único que logró hacer. En ocasiones, me piden que monte obras ya escritas y a veces lo hago, y en ese caso, la leo varias veces y comienzo indagar con los actores, al menos una semana, sin ir a un lugar exacto. Luego de esa semana, ya sé lo que quiero y comienzo a trabajar. Hice La Ilíada y La Odisea, hice versiones contemporáneas de una y de otra. Con La Ilíada dimos la vuelta al mundo en el teatro Los Andes, nos salió muy fuerte, muy bien. Con La Odisea, los dejé porque con esa obra me separé de ellos. Estuvimos cuatro años haciéndola por todos lados. Ese es mi modo hacer poesía.
Una poesía con distintos elementos, cuerpos que hablan, objetos que se expresan, imágenes coreográficas y la música coral que acompañan y envuelven las escenas.
Mi idea es encontrar aquello que no es obvio. Hay dos poetas que me gustan mucho, Pessoa y Juarroz. Pessoa en el “Libro del desasosiego”, escrito con el seudónimo de Bernardo Suárez, se interroga sobre cómo mostrar lo que no se ve. Se asoma a la ventana de su oficina y ve un hombre pasar caminando, y se pregunta qué lleva ese hombre en sus espaldas, qué de su vida está anclado con una mochila a sus espaldas en ese hombre. Siempre me pregunté qué es lo que no se ve pero está presente.
¿Y qué no se deja ver de César Brie? Porque todo en vos es muy visual, muy florido, quizás vos también cargas una mochila…
(Silencio) Vivir en Buenos Aires es algo muy duro, hay varios teatros que no voy a nombrar y que me dicen que no a mis proyectos. Los proyectos los hago de manera independiente. Quién más me ha ayudado fue Mauricio Dayub y Flor Micha, mientras yo era una visita todo muy bien pero apenas vine, me convertí en un rival. No lo entiendo mucho porque me gusta y amo el teatro que hacen los demás, yo no teorizó ni pienso que el teatro se hace así, pienso que cada uno hace el teatro que puede y quiere. Y eso si me pesa muchísimo, se me ha vuelto un poco cuesta arriba y tengo dos hijas en Italia que son adolescentes, y vivo medio año allá y medio acá porque no podría mantenerme de otra manera. Cuando estoy allá trató de ganar el dinero para dejar el dinero ya pronto para cuando ya no estoy, porque acá es imposible.
El vivir en Bolivia, en Italia y acá es un aprendizaje enorme pero tiene este costado que es verdaderamente una carga esto de no poder vivir dignamente en tu país.
Aprendí muchísimo en Bolivia y amo Bolivia pero es un período que acabó, hice algo muy valioso allí. Si me pregunto quién soy yo, respondo que soy un náufrago pero estoy muy bien; sólo que cuando te vas de un lugar – y eso lo digo en El mar en el bolsillo, una obra que hice hace 30 años- aún regresando nunca la vas a volver a encontrar la misma Tierra. No terminas de ver y no terminas de irte nunca ,entonces convivir con ese dolor, es una herida, está limpia pero de vez en cuando duele, esta cicatrizada pero por momentos, causa dolor. El inmigrante convive con eso, un amigo hizo un documental de unos inmigrantes dinamarqueses de los años ´80 que habían emigrado a una Colonia en Necochea, y el documental terminaba con un viejo danés que vive en Necochea que contaba cómo había venido antes de la guerra con el hambre y todo, y le preguntan cómo está ahora y responde: “ahora estoy bien”… y se pone a llorar. La Odisea aborda el tema de los inmigrantes y yo escribí: “ahora estás bien, vas diciendo a todos pero ¿por qué lloras si ahora estás bien?”.
No sos de aquí ni de allá.
Cuando estás aquí querías regresar, cuando estás allá, querés volver. Vos sabés que la principal fuente de dinero de muchos países latinoamericanos, son las remesas de los inmigrantes, esas remesas de inmigrantes de Bolivia, El Salvador, Cuba, suman más que todo el capital extranjero en esos países. Los expulsados por razones económicas de un país mandan a su país de a cien dólares para mantener a su familia y eso es más que toda la inversión extranjera de ese país. Eso está comprobado. Hay dos o tres millones de bolivianos afuera, con que cada uno mande cien dólares, les entra trescientos millones de dólares mínimo por mes enviado por los expulsados, en un año son tres mil seiscientos millones. Es una cantidad de dinero enorme. Conozco muy bien a los bolivianos y ellos son capaz de vivir siete personas en esta habitación, son gasoleros no comen un carajo, ahorran todo y mandan dinero. Y con ese dinero allá en Bolivia se construyen la casa y cuando vuelven lo festejan porque son los benefactores. Quieren que se vayan porque desde allá mandan el dinero. El año pasado hice una obra en El Salvador con todo jóvenes que, exceptuando uno o dos, todos nacieron después del Tratado de Paz, es decir, eran los hijos de la primer camada de la democracia en ese país, y la figura que sale del Salvador es monstruosa porque vivieron de la violencia de la guerrilla y de la lucha armada, y esa violencia se corrió hacia la violencia de las pandillas. Lo que antes era una tentativa de redistribución de una ideología política, de crear una sociedad más justa o socialista, se volvió ahora bajo democracia en una sociedad que vive encerrada en alambre de púa en lugares cerrados de personas que protegen sus privilegios y las pandillas que distribuyen apropiándose, por medio de la violencia, del dinero de la gente menos pudiente.
Pobres contra pobres.
Si.Los poetas siempre te dicen las cosas justas, hay un poeta grandioso, Alfonso Quijada Urías, que vive en Toronto, tiene una poesía que se llama “El Salvador”, tiene dos poesías, una es sobre el regreso porque él regresa después de la guerra y se va no se queda y en una de sus frases el tipo escribe: “excepto la maldad todo ha cambiado”.
¿Y cómo ves Argentina al volver?
Había un sociólogo francés que estudiaba la conexión con Argentina y dice que la principal fuerza política de Argentina no es el peronismo, es el antiperonismo y el antiperonismo es un 35% de los votos de este país. Eso le permitió a Macri llegar ya que el error de Cristina fue haber dividido al peronismo. Los que estaban con Cristina votaron a Cristina y los que estaban con Macri votaron a Macri pero lo que decidieron que no gane Scioli, fueron los que ya no estaban con Cristina. Este es un país que tiene deudas enormes consigo mismo…
¿Y vos quisieras volver acá definitivamente?
Es que mi problema es el idioma, yo escribo en español aunque también escribo en italiano pero no es mi lengua materna, aunque escribo perfecto y también hago obras en italiano y todas las obras que escribo en español, las traduzco yo mismo. Pero volvamos a Dostoievski, en un viaje a Italia y desde Florencia escribe: “me haces falta Rusia, cómo extraño el idioma ruso, necesito ese idioma”.
Algo extrañas de la lengua materna. ¿Cómo era tu madre?
(Risas) Mi vieja era profesora de literatura y era poeta.
Un analista lacaniano te cortaría la sesión diciendo: “dejamos acá”.
(Risas) Mi madre era una persona muy poco cariñosa pero me escribí cartas siempre con ella y con un amigo de mi padre que vivía en Bolivia y se suicidó en Bolivia, un amigo a quien yo cuidaba, fue mi pediatra. Mi madre se murió en el 2010.
Hay una ligazón con tu madre en la poesía, en la palabra y en retornar a la Tierra Madre.
Sí…absolutamente… Con las hijas adolescentes que viven en Italia, en este momento, sé que soy la banda del billar, las contengo, ese es mi rol. Mi hija se está yendo a Bélgica con una beca de estudio, cuando vuelvo yo no la voy a ver, y ella me dice: “bueno papá tengo que separarme de la familia”. Yo pienso que si pasó seis meses sin verla y ella se va, voy a estar como un año y medio sin verla, y tiene 17 años. Su mamá es una excelente madre y yo soy quien la ayuda a hacer el viaje hacia afuera. No soy el padre celoso, a los 14 le di la llave de casa, y pensé: “si vas a coger, que sea en casa”.
Parece que las experiencias psicoterapéuticas te hicieron muy bien.
Me ayudaron mucho… Antes o después voy a tener que volver a charlar con un psicólogo, porque creo que lo que yo no me banqué nunca es estar solo. Estoy muy bien solo pero necesito estar en pareja y entonces me agarro a la primera que pasa en vez de estar un período en soledad.
Interesante. Las tres consultas fueron por temas de pareja.
Si. Aún en la tercera estaba la decisión si me quedaba o no con una mujer y pensaba que era inútil que el psicólogo sea mi consejero matrimonial. Me dije que tengo yo que decidir eso, así que me separé, ella era mucho más joven que yo y sufrió mucho… yo también, yo la quiero, incluso no estoy seguro de haber hecho bien pero entre estar dudando…
¿Y si tenés que consultar por César Brie hoy?
Hoy lo dije con una frase: ganar la lotería. Resolvería todos mis problemas si ganara más dinero. Siempre fui gasolero, viví con nada, soy absolutamente austero, así como puedo tomar vino puedo no tomarlo pero si yo tuviera un pasar económico mejor que el que tengo, podría estar dos meses en Argentina y dos en Italia.
Sabes que en todo chiste hay un trasfondo de verdad. Y es como si vos dijeras que con todas tus dotes y con todo tu talento artístico, sólo depositas tu fe en la lotería y no en la confianza en vos para tener un mejor pasar económico. Más allá de cómo esté el país, ¿no será que tu relación con el dinero es conflictiva?
Absolutamente. Eso lo heredé de mi viejo. Yo me avergüenzo de ganar dinero y mi viejo era así. Mi viejo era librero y regalaba los libros con tal que la gente leyera. Fue bibliotecario pero vendía libros y en los años sesenta, la primer librería en Pinamar, fue de él. Y la primer librería de Valeria del Mar, la atendíamos mi hermano y yo. Ahí tendría 14 o 15 años.
Y perdiste a tu padre en una etapa muy necesaria y eras muy joven, necesitabas la banda de billar como vos bien señalas que requieren tus hijas adolescentes. Parecería que te identificaste con ese aspecto de tu padre para retenerlo. Volviendo a Dostoievski y el parricidio, cierro la sesión con una pregunta: ¿será que para crecer hay que matar al padre y como dice tu hija hay que poder separarse?
(Risas) Puede ser… si…
Gracias por tu tiempo César.
DEL OTRO LADO DEL DIVÁN:
César es un libro abierto. Ensamble de su padre librero y de su madre poeta, dota a la palabra de una poética y de un discurso que discurre de un modo muy natural, pleno de imágenes y de detalles sutiles que disparan la imaginación. Es muy placentero escucharlo, es un seductor y atrae tanto que cualquiera que ame el arte o el conocimiento, podría quedarse horas escuchándolo. Si bien su inteligencia emocional y su sabiduría es inmensa, su generosidad en compartir y saber transmitir sus saberes lo posiciona en un lugar sumamente humilde. Todo lo que dice, lo expresa con una ternura y una calidez extraordinaria. El teatro que realiza hace homenaje a sus padres ya que la palabra es utilizada para tender un puente que se enlaza a los objetos, a la música y a las imágenes coreográficas con una estética muy peculiar. Su teatro es él, y es su espacio de análisis, lo que le otorga un sesgo muy psicoanalítico en tanto su proceso de indagación empieza por él mismo y sus alumnos. Trabaja con su Inconsciente explorando las zonas donde él se debate consigo mismo y allí radica su singularidad y su creatividad. Las dos expatriaciones fueron muy enriquecedoras, por un lado, y por otro, la muerte de su padre a los 15 años y la separación con su madre a los 19, hizo que el desarraigo sea radical. Parecería que el arte y la relación con las mujeres favorecieron la elaboración de estos dos duelos. Sin embargo, en este período de su vida, César sabe que no tiene que aferrarse a otra mujer por el momento para poder seguir expandiéndose en esta etapa. Es en soledad que se le plantea un desafío y donde puede dar un paso de crecimiento tanto como en desidentificarse con ciertos aspectos de su padre. La pérdida de un padre en la adolescencia, y además, de un padre con quien mantenía tan buena relación, sostiene un padre idealizado y un intento de mantenerlo vivo a través de encarnarlo en todos sus aspectos. El parricidio simbólico involucra matar aquellas facetas que él re-conoce y sabe que no lo dejan crecer, y ese es el otro paso que implicaría un salto en su evolución personal y profesional.