
La obra nos propone y nos permite ingresar en el universo de una familia de la zona sur de Buenos Aires y enfoca con una lupa la casa donde viven agrandando la mirada de lo que ahí ocurre. A veces, las situaciones más duras y más insoportables, transcurren de manera silenciosa e imperceptible. Otras veces, lo obvio no lo queremos ver.
Nuestra realidad muchas veces no nos gusta y queremos esconderla; queremos que no se vea, nos avergüenza. Pero es tan contundente que se filtra y se manifiesta siempre por algún resquicio y aparece por más que hagamos todos los esfuerzos por taparla y por negarla. Es tan potente que no podemos eludirla.

Queremos dar una imagen, esa que creemos que nos presenta de un modo más atractivo. Pero no, la realidad se impone y desbarata hasta el mejor disfraz.
Y de repente nos salva la locura, y el loco termina siendo el más cuerdo revelando las miserias humanas, aquellas que no estábamos dispuestos a aceptar.
Todo esto se desencadena a partir de una familia de clase media de zona sur (papá, mamá, hijo, hija) que se prepara para recibir la visita y presentación del novio, aparentemente exitoso de zona norte, de la hija. Un loco o supuestamente loco (el hijo) y una camisa (la del padre), pondrán al desnudo la incomunicación, la infidelidad, la falta de tolerancia, el no poder ver qué le pasa al otro.

El loco se permite decir lo que piensa sin tapujos. Pero obviamente, no podemos andar por la vida diciendo todo el tiempo lo que pensamos. Podemos hacer daño. ¿O podemos ayudar?
En este mundo nos sumerge la obra. Por momentos nos reímos, vaya uno a saber de qué; y en algunas escenas, rueda una lágrima interior muy profunda que nos pone de frente con nuestras micro desventuras cotidianas.
En definitiva, “El loco y la camisa” cumple sobradamente la misión del teatro. Nos hace vibrar, reflexionar, emocionar.

Un elenco sólido con destacadas actuaciones de Gabriel Beck, Fabiana Martinez, Ricardo Larrama, Soledad Bautista, José Pablo Suarez y una interesante dramaturgia de Nelson Valente en conjunción con los mismos actores. Ambas partes construyen y crean colectivamente esta pieza logrando que el texto sólo sea un disparador para poner en juego la condición humana en toda su dimensión.