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EL HOMBRE DE ACERO – Dramaturgia y Dirección: Juan Francisco Dasso – Por Lic. Mariana Wassner

Este unipersonal está interpretado con solvencia conmovedora por Marcos Montes y nos ubica en el monólogo de un padre de un adolescente con autismo. El personaje le habla a un amigo de su hijo que está encerrado en el baño, en la bañera, y no quiere salir de allí.

El hombre recorre en este monólogo todo lo que ha implicado tener un hijo con estas características que arrancan desde el darse cuenta que “algo” no funcionaba desde pequeñito hasta la situación actual, en pleno desarrollo puberal.

El autor ubica claramente, en estos 50 minutos que dura la obra, la magnitud del sufrimiento, del dolor, la tristeza y la desesperanza. Este monólogo no pretende ser una llamada de atención sobre el tema del autismo sino dejar al descubierto lo más desgarradoramente humano de esta situación.

Amelie Nothomb en su libro Metafísica de los tubos, plantea que la vida comienza donde hay mirada. ¿Qué sucede, entonces, cuando no hay mirada?

En estos tiempos complejos, y con la sobreabundancia de etiquetamientos y trastornos en las infancias, la prescripción expresa una forma de sometimiento que no hace otra cosa que exacerbar la culpa: “el niño tiene que hacer 5 terapias”, “los padres tienen que cumplir con”, “en la casa tiene que haber…”. ¿Hay pregunta por el dolor, por cómo se acompaña a cada familia en su devenir?

El hombre de acero, el Ironman en el que niño cree, condensa todos los esfuerzos de una familia para poder celebrar un cumpleaños, no como si nada pasara sino como un abrigo, un encuentro familiar, una esperanza de que otra vida es posible. 

¿Cómo es vivir con un niño autista que no mira, no habla y que ha comenzado a mastrubarse haciéndose daño? El padre del niño recuerda su vida, su historia, su propia adolescencia y el despertar sexual, tal vez buscando asociar con sus propias experiencias. 

Nos encontraremos con palabras como “neurotípicos”, “neuroatípicos”, “papi, tenés que…”. Clara está la distancia de un supuesto “autismo feliz”. Lo que emerge, siempre, es la más profunda soledad de un hombre que,
desesperado, sólo ansía que su hijo lo mire como metáfora, en verdad, de cómo él se siente: desamparado, sin que nadie preste atención a su dolor.

Este punto, tal vez, sea el foco de atención que, como sociedad, debemos considerar: construir mirada. Esto supone alojar, sostener y no juzgar en vez de retar y sancionar.

Una obra imprescindible, dura, no sólo para quienes trabajamos en estos temas sino para quienes tengan a bien la posibilidad de escuchar y mirar qué le pasa al semejante.

Funciones:

ESPACIO CALLEJON.
Humahuaca 3759
Domingos 20 horas 

(consultar funciones)

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