El cazador y el buen nazi nos ubica en un día de 1975, en el que el cazador de nazis y sobreviviente del Holocausto Simón Wiesenthal, se encuentra en su Oficina de Documentación, en Viena, con el ex arquitecto y Ministro de Armamentos del Tercer Reich, Albert Speer. ¿Qué diálogo es posible entre estas dos personas, cuyas historias se entrecruzan ?
La dramaturgia de Mario Diament y las extraordinarias actuaciones de Jean Pierre Noher como Wiesenthal – jamás pierde su acento al hablar- y de Ernesto Claudio en el papel de Speer, dan vida a esta historia intensa, que no apela a los golpes bajos.

El cazador y el buen nazi resulta una obra que interpela una serie de cuestiones ligadas a lo más profundo de lo (in)humano. Abre, avanza y sostiene el debate sobre la responsabilidad y búsqueda de la verdad y la justicia como condiciones de vida digna, que siempre es con otros.
En este encuentro, Speer, que había estado 20 años en prisión por su colaboracionismo con el régimen nazi, alega “no saber nada” de la llamada Solución Final; Wiesenthal, en cambio, propone la imposibilidad de estar desinformado y lo enfrenta a ello, explicando por qué su persecución a los criminales de la 2da Guerra Mundial es un leiv motiv para seguir viviendo. Se trata, pues, de un derecho irrenunciable de la humanidad en su conjunto que, en tanto tal, mueve la necesidad de justicia y no de venganza.
¿ Se puede mirar a los ojos a un cómplice de los crímenes de lesa humanidad? ¿Se puede devolver esa mirada? ¿Qué es sobrevivir? En este punto, esta obra nos interpela porque podemos hacer una lectura circunscripta a la historia pero también desplegarla en su devenir político, social y en sus efectos, que, desde una perspectiva compleja, no existe una sola razón de ser: esta tragedia no obedece ni a actos demenciales ni a deseos de poder de un alienado sino que se han forjado en una trama política a gran escala.
Los humanos somos sujetos políticos por propia definición, de manera que la pregunta que orienta a Wiesenthal y que Noher introduce con contundencia conmovedora es: ¿Por qué yo sobreviví y los otros no? En este sentido, la obra retoma cómo el mirar para el otro lado es una posición política que debe ser tomada en toda su dimensión por cuanto supone complicidad en los hechos. El buen nazi no existe, esa es una construcción destinada a desresponsabilizar., a banalizar: es un riesgo.
El cazador y el buen nazi insiste en este punto, tal vez como eje: la necesidad de construir, sostener y enarbolar una posición ética por sobre una posición moral porque mientras la primera confiere ciudadanía y humanidad, la segunda se restringe sólo a una suerte de “deber ser”.
La valentía de esta obra, de esta puesta general, de sus actuaciones, es que advierte cómo, tras la idea de una supuesta despolitización se habilita el avance de las xenofobias, del racismo y las derechas. Se trata, entonces, de seguir construyendo humanidad . Con memoria, con ética. Con arte.
Teatro El Tinglado
Mario Bravo 948, Caba
Funciones: Lunes 20.30 horas.