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INFERNO –  Autor y director: Rafael Spregelburd – Por Lic. Rosana Sanin y Dra. Raquel Tesone

Para conmemorar los 500 años del pintor neerlandés El Bosco, comisiona a Rafael Spregelburd, una obra inspirada en El Jardín de las delicias para presentar en el teatro Vorarlberger Landestheater Bregenz en Austria. Spregelburd reconocido por amplia una trayectoria internacional tanto como dramaturgo, director de teatro y actor, a la salida en un reportaje nos cuenta que decide “no ser abstracto y no trabajar sobre la pintura medieval” sino sobre un eje central de nuestro propio infierno: la dictadura en Argentina “donde las heridas están abiertas”. Y se pregunta: “¿cómo haría yo para hablar de aquello que es indecible?”

El Inferno de Spregelburd remite a La divina comedia y se desata al entrar a la sala y recibir el programa, al tener en tus manos tu carta, te preguntas por qué me tocó esto a mí. Y desde ese momento,  se siente, se huele, se percibe ese intenso y sombrío calor que sobrevuela por toda la sala del Teatro Astros (significativamente es la primera vez que al actor, dramaturgo y director con prestigio internacional entra en un teatro importante del circuito comercial). El programa digno para una historieta por su toque de comicidad y resaltando el absurdo con los rostros de cada actor, imita un nuevo mazo de tarot diseñado con suma creatividad por el gran artista Marcos López.  Serán esas las cartas que tendrá que jugar Felipe como prueba que le entregarán las siete llaves para salir de su infierno: la Fe, la Esperanza, la Caridad, la Templanza, la Prudencia, la Justicia y la Fortaleza. Utilizando éstas llaves con un texto complejo, recreando en un intrincado laberinto tendrá que dar prueba sobre todo de la dificultad en el ser humano de sostener estas siete virtudes teologales. Y la carta que le toca por azar al espectador es una suerte de interrogante que se abre en cada uno, en tanto, podremos o no sostener esas virtudes en nuestra cotidianidad…

Inferno comienza cuando el personaje del escritor, Felipe, despierta una mañana con dos catequistas, que a modo de ángeles y demonios lo acorralan, -encarnadas por Pilar Gamboa reemplazando a Andrea Garrote junto a Violeta Urtizberea–  enviadas por el Vaticano para anunciarle que el infierno deja de existir y dejó de ser lo que parecía ser. Declaración alentadora para una mirada superficial, pero que nos lleva a pensar que si ya no tiene un lugar físico como el cielo, de ahora en adelante, el infierno habita nuestro mundo lingüístico, y esto ya implica una gran encerrona. Al  existir en el lenguaje y re-presentarse en cada palabra, está en todos los lugares, y ya no hay escapatoria posible de él. 

Felipe que trabaja para un diario como escritor de reseñas turísticas, está aturdido por los efectos del alcohol, no parece comprender lo que está pasando, pierde la noción tiempo-espacio, no sabe si lo que está viviendo pertenece a un sueño terrorífico o una alucinación etílica donde la fantasmagoría lo acorrala. 

Hay historias que se enlazan de manera caótica y cada actor juega diferentes roles: un periodista, un profesor de matemáticas, una psicoanalista que atiende a su paciente alcoholizada sumamente hilarante en una transformación de Violeta Urtizberrea. 

Guido Losantos brillando en todos sus roles, y sobre todo, cuando imita a Felipe, como un otro yo, y en tono de complicidad, algún gesto de Rafael aprovechando el parecido físico, otro personaje rimbombante es el editor de diario excedido de cocaína y del poder que cree poseer. En el reportaje post función, le dijimos a Losantos que sus personajes, de santo, no tienen nada (risas):  “actúo cinco personajes y en uno de ellos, yo termino sodomizado (risas). Fue un trabajo arduo pero es muy divertido, hay mucho juego. Con Perla, que lo hace Pilar, es muy difícil no tentarse de risa. En la medida que pasan varias funciones, se va aceitando la máquina, uno se va aflojando y hasta van apareciendo cosas nuevas. Además, ya lo conozco a Rafael, somos amigos desde hace muchos años, hemos jugado al fútbol en Alemania y si, hay complicidad”.

Losantos hace otro personaje junto a la fotógrafa y crítica de arte donde se destaca Pilar Gamboa en una escena desopilante, y a la vez, muy profunda crítica al machismo oculto en quien que “se hace” el deconstruido para seducir a una mujer, figura a la moda que oculta el deseo de usar el pene como arma de violencia para penetrar el cuerpo de la mujer sin  con-sentimiento. Pilar Gamboa nos dio unos minutos muy atenta siempre con EL INCONSCIENTE, tenía prisa de ir a atender a su bebé y como si esto fuera poco, además, actúa como Carli en la obra de teatro Petróleo del Grupo Piel de Lava, dos obras que demandan casi la energía psicológica de otro bebé, y como si esto fuera poco, ya salió en Netflix la excelente serie donde es protagonista: División Palermo. “Yo a Rafael lo quiero mucho, es mi maestro en varios sentidos, apenas me convocó para reemplazar a Andrea Garrote, dije que sí, y después la vine a ver y me dije nooooooooo (esgrime un no infernal mientras se agarra la cabeza) ¡Todo esto tengo que estudiar! Pero él es parte de mi educación teatral , lo veo y me divierte”. Y eso se refleja en medio del caos que representa la obra en la conexión profunda de todo el elenco para poder estar a tiro con un texto tan multidimensional. 

Y el personaje central que, como nos dijo el mismo Spregelburd, es “la figura del delator, figura que la literatura trabajó poco, el sobreviviente al campo de exterminio que está sospechado de traición. El que siendo secuestrado sobrevive y es sospechado de haber delatado a otras personas”como efecto de la tortura». En la obra resuena que se delató a “inocentes” y deja picando quien podría ser culpable en esa situación traumática, en palabras del autor: “las organizaciones armadas, al delator se lo fusilaba directamente. Por eso me surgió el tema de la culpa, la del espectador de reírse de lo hilarante, y a la vez, que se diga de esto no debería reirme, está mal que me ría. Una culpa infernal compartida. No hablamos que esta ciudad está construída al lado de una fosa común. ¿Qué no nombramos?”. Además, la obra alude a cómo la Esma devenida en Centro cultural, hace que por un lado, signifique la memoria, pero por otra parte, aclara Rafael, “es la memoria en tanto encontremos el lenguaje para seguir hablando sin repetirnos y no lo dejemos en la monumentalidad”. La obra logra que podamos comprender que debemos “mantener viva la necesidad que tenemos los argentinos de sanar esa herida sin olvidar que es una herida porque si no, hay trampa en la monumentalidad y en la solemnidad de la mención del tema”.

Otra crítica al sistema vigente altamente interesante, es que cada personaje parece habitar su propio mundo y no compatibilizar con el resto. Algo de lo que se está instalando en nuestra sociedad contemporánea y donde parecería que cada uno está en su virtualidad. 

La teoría del caos, el conocimiento de física cuántica de Spregelburd, es otro plus que hace que nos sumergamos en un estado de confusión donde lo que nos preguntamos es si la vida no es una ficción inventada por nuestra propia mente. 

La escenografía está para reflejar ese caos onírico. Atiborrado el escenario con objetos inservibles, un rejunte de sillas, mesas, camas, con un vestuario donde remarcan el mal gusto (salvo en las camisas estampadas con el cuadro de El Bosco cuando los tres actores tocan música juntos), y todo lo que haría a una suerte de  “anti teatro” donde los actores circulan por el espacio escénico con dificultad por lo cual se tropiezan con los objetos. El fondo multicolor, un telón de tela deshilachada con rostros fragmentados, es otro estímulo visual que completa la sensorialidad óptica. Spregelburd muestra todo lo que “no debería hacer un buen director de teatro” para ironizar y da cuenta que con el caos y el desorden debemos aprender a lidiar, y  se puede y se debe hacer arte. El arte está para hablar del caos que es parte de la vida misma y la imita.

 La música en vivo de Nicolás Varchausky acompaña e integra cada una de las escenas y las diferentes historias que se entrelazan, nos hacer recorrer múltiples infiernos, y en el momento en se piensa que se termina, y se abre una puerta con una llave, parece que esa llave nos abre otra puerta para ingresar en otro Infierno. Ahí es donde la escenografía cobra valor, la ropa y objetos por doquier, colores que contrastan, la  sobreestimulación y contaminación visual, acoplada con los efectos musicales y las voces de los actores en un espacio cada vez más reducido, un espacio que los devora junto a las palabras que transmiten múltiples sentidos, nos hace preguntarnos: ¿será eso el infierno? 

Inferno sin lugar físico, no es como el cielo que sí tiene su espacio, inferno circunscrito en el mundo etéreo, inferno que encontró abrigo en las palabras, inferno que arrasa por doquier a todos los seres y que queda plasmado en el mundo lingüístico. Se trata de un infierno simbólico y ardiente que reside en el  lenguaje, en este del teatro, en nuestro  lenguaje creador y configurador de realidades, realidad que por ser construida con palabras que la signan, nos lleva a preguntarnos ¿qué es la realidad? ¿Son las palabras que estructuran esa realidad subjetiva en cada uno? Al decir de Lacan, El Inconsciente está estructurado como un lenguaje y somos sujetos sujetados al Inconsciente de otro, y somos pensados, deseados (desde antes de nuestro nacimiento por otros). Ese Otro que nos habla, es creador de realidades, lenguaje poblador de un mundo lingüístico que co-creamos con otro humano que ya habita su propio infierno.

Con una dramaturgia donde los diálogos se interrumpen y algunos se superponen, y las escenas que se abarrotan unas tras otras, las palabras del sub-texto retornan con sentido a la salida del teatro.

Es una obra que puede incomodar en tanto ningún espectador sale ileso ya que nos reenvía al Infierno de nuestro campo histórico-social, el de las heridas de una dictadura que deja huellas traumáticas, y a nuestro infierno privado inmerso en la sombra que habita lo Inconsciente. 

El plus no es solo la obra en sí, sino lo que damos en llamar “el efecto Spregelburd” que nos deja en mano las llaves de una deriva polisémica  y las cartas para jugar a no olvidar, a no repetir, a estar alertas de las trampas que nosotros construimos creyendo que del infierno se puede huir… Nos llevamos en cada una de sus obras claves para repensarnos desde diferentes perspectivas. Y ese efecto Spre post-función es el valor agregado de sus obras, ya que como el autor mismo señala: “las palabras se organizan solas sin mucho sentido y el sentido se lo adjudica uno mismo”. Y eso a los psicoanalistas, nos parece maravilloso. “Vos sabés como psicoanalista que el infierno está en las palabras”, responde Rafael cuando le decimos por qué nos hace pensar en todo esto… El pez por la boca muere y charlar con Spregelburd es todo un desafío intelectual tanto como darnos las llaves para jugar nuestras cartas con una obra potente que aborda teatralmente lo indecible para resignificarlo en el presente.

Si te atreves a transitar por tu propio infierno: anda a verla… y a verte, es un infierno que, sin duda, te va a transformar.

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