Por Paule Decrop

Fotos: Masayoshi Sukita 

David, mon chérie

Me brotan las lágrimas mientras te escribo.

Ashes to ashes me resonó durante toda mi adolescencia. Si, era tristísima.  Entre mis sistemas ventrículos cerebrales, indicaste el camino hacia mi libertad. Con tu vinilo – The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars – bailamos al son de tu singularidad.

David, si bien te habita el vuelo sideral de un artista del Cosmos, te extraño horrores desde esta mañana. Sin embargo, aquí en Buenos Aires, justo en nuestro vuelo de cabotaje, están todas las emisoras en cadena frenéticamente enchufadas sobre la captura de dos prófugos. ¡Qué ironía! ¡Dos ejemplos de toda la brutalidad que vos supiste trascender! La barbarie representada en el perfil del hombre irascible que se atribuye un poder de vida y de muerte, llenan las imágenes de nuestros televisores nacionales en lugar de hacernos escuchar tus canciones y recordarnos que esta mañana, dejaste este mundo para siempre.

Repartías generosamente efluvios de vida y goce eterno que desarrollaban – al decir de la filosofía oriental – el hemisferio izquierdo de nuestro cuerpo.  ¡Fichtre! (¡Pucha digo!) Esa emotividad que reivindicabas orgullosamente en tus hondas reflexiones, irradiaba todo tu ser y toda tu obra.

Por suerte, sos inmortal y sos el artista  interplanetario y fabuloso que abarcó la complejidad del ser en su música. Supiste poner en relieve las ambivalencias que el filósofo, superando su propia dialéctica, logra evocar indagando lo indecible.

Espero haber comprendido lo suficiente tu arte, y te lo agradezco en nombre mío y de EL INCONSCIENTE de la humanidad.

¡Abrazo!

Paule

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