En algún lugar de la galaxia…
Corrían los años 2030, el mundo había sido devastado por un gran tsunami.
Radio de control:
-Torre, torre, aquí Fénix 16, me copia
-Aquí Torre Fénix 16, pase coordenadas.
-Procedemos a descender en zona rocosa -le afirmo, tomando el mando con seguridad.
-Señal GPS para control -les advierto.
-Afirmativo Fénix, esperamos.
-Posicioné la nave y pasé a sistema a manual, comencé el descenso. Siento transpirar mi cuerpo, me alarmo, un dolor invade mis sentidos. Mis músculos sienten un frío que me inmoviliza. Un zumbido en mi oído sucumbe en dolor.
Rápidamente le exigí a mi mente que me dejara aterrizar a salvo. La máquina comenzó a perder el control. Activé la llamada de emergencia. Me estaba desvaneciendo. Corregí la nave y la puse en piloto automático. Se posicionó en el aire con los propulsores a nivel 10.
-Emergencias: aquí Fenix 16, quiero un chequeo de mi sistema nervioso. No me siento bien, estoy perdiendo el control.- Me traté de incorporar, respiré hondo intentando controlar mis emociones que me estaban haciendo pasar una mala experiencia.
-Aquí emergencias, ¿qué es lo que ocurre, Capitán?
-Estoy perdiendo el control de mi cuerpo. Siento que me desvanezco. No sé si es la gravedad del lugar donde estoy por aterrizar, torre.
-Capitán, nuestro registro nos muestra que usted está en una zona segura.
-Torre, no sé que esta pasando.- Mi voz se transformaba en una voz ronca, como la de un demonio.
-Capitán, procedemos a un scaneo total de la nave. Puede producir aturdimiento.- Me quedé inmóvil, la nave se encontraba en piloto automático, cerré los ojos para tratar de sentirme mejor.
-Señor, tenemos un inconveniente. No se altere. Vemos una presencia en un su interior.
-¿De que habla Torre?- Le pregunté preocupado, pero tranquilo a la vez, sabiendo que él único que podía salir de esta situación era yo.
-Capitán, usted tiene una presencia en su pecho, algo que le está pasando a muchos tripulantes últimamente. Usted está abordado por la Angustionina. Así la llamamos. Es la enfermedad del último siglo. Se había erradicado por el fuerte shock de la destrucción casi total de nuestro planeta, y ahora vemos que es más frecuentes en nuestros tripulantes, se volvió más poderosa.
Un silencio invadió el momento. Solo se escuchaba los gases de la nave manteniéndose suspendida en el aire. Al cerrar mis ojos, me acordé de ella, mi pequeña hija. ¿Qué debe estar haciendo en este momento?- pensé con profunda emoción. Me reponía de ese trance. Busqué concentrarme.
–Torre, quiero información sobre esta presencia.
-Capitán, le recomendamos volver a la base.
-No puedo control. Estoy inmovilizado. Siento que voy a morir.
-Capitán, vamos a comunicarle con un especialista.
-Torre, por favor no me explique lo que va a hacer. Hágalo.
Pasaron los minutos y mi estado seguía colapsando. El corazón me estaba jugando una mala pasada. Parecía que iría a detenerse. Mis manos transpiraban como cataratas de agua. Mi pecho me estaba por explotar. Lo único que podía hacer para sentirme un poco mejor era respirar hondo, como si tuviera contracciones de nueve meses de embarazo. Cerré mis ojos nuevamente. Pensé en ella. Creía que me despedía y que era el final. Una fuerte voz interrumpió mi trance.
-Capitán Barrel, ¿Me escucha? Soy Malvin Gómez, su psicoanalista asignado. ¿Qué ocurre?
-¿Malvin Gómez? ¿Psicoanalista? Parece un nombre de un beisbolista -le contesté muy enojado, ya impaciente por la situación y muy molesto por los síntomas. Sabía que tenía que controlarme. Era mi mente.
-Control! ¿Me escucha? Quiero abortar la misión. No estoy en condiciones de seguir, quiero volver.- Malvin lo interrumpió.
-Capitán, usted no estaría en su ciclo de procesamiento normal. Usted esta desbordado. Tiene que poder hablar.
-¡Maldito nerd!, ¿usted no sabe con quién habla?
-Capitán, entienda que la única manera de poder salir de esta situación será los dos juntos.
Me retorcía de dolor. Mi pecho me estaba por explotar. Grité tratando que mi dolor cese.
-Capitán, ese dolor en el pecho que siente, agregado a los efectos de la gravedad, se le llama Angustionina. La única manera de sacarlo para que todo vuelva a la normalidad, es qué pueda decirme que es lo que siente. ¿Qué es lo que le pasa? Cuenteme lo que se le venga a la cabeza…
-¿Me estoy muriendo Doc? -lo interrumpí.
El silencio invade la comunicación.
-No Capitán usted, no se está muriendo, siga mis consejos. Digame que piensa ahora, lo que se le ocurra.
-¡Quiero estar en mi casa, no aguanto más esto! –le contesté como un niño desesperado.
-Muy bien que más, Capitán.
-¡Odio este lugar!
-Bien, siga no pare.
-¡Maldito nerd, pedazo de mierda, qué más quiere que te diga! Estoy podrido de estas máquinas que nunca funcionan, estoy podrido de este sistema. ¡Hijos de puta!, destruyeron el mundo. Ahora quieren salvar lo poco que queda de él. Esto no es un problema mío.
-Capitán, ¿extraña a su familia?.
-¡Maldito hijo de perra! ¿Qué tiene que ver mi familia en esto?
Un silencio cortante pausó la comunicación. Se escuchaba la leve interferencia de la radio. Estaba jadeando como un lobo, mi boca estaba seca como un desierto.
-Capitán, confíe en mí. ¿Qué más piensa? Asocie – insistió el terapeuta.
Miré la foto de ellas pegadas en los controles. Mis dos personas favoritas en este mundo. El momento se hizo eterno. Cerré mis ojos para sentirlas. Me trasladé ahí, al cumpleaños de mi niña. Vi la risa de mi pequeña, sentí como si me abrazara. Mi estaba mujer parada mirándome, hermosa por donde se la mire, con un vestido a lunares. Un ruido me despertó de este sueño. Tomé aire y respondí.
-Si, las extraño. No las veo hace dos años. Solamente por fotos. Solamente por video. Mi mujer, me dejó- sentía como mi voz se quebraba- Ella fue muy importante para mí. Siento que lo he perdido todo. Pierdo las esperanzas Doc, mi hija me pregunta todos los días por video cuando voy a volver, solo tiene tres años, quiero estar a su lado. Me siento vacío. Ya no sé lo que hago.
El silencio arrasó mi ira. No podía aguantarlo, me quebré. Nunca había llorado frente mis colegas. Mi vida se detenía. El tiempo se detenía. Me di cuenta que no quería esta vida donde parecía estar encerrado y que todo aquello que había soñado no me hacía feliz. Me sentía inestable. Era insoportable la presión en el pecho que se volvía cada vez más intensa.
Volví a la realidad, me reincorporé en la butaca, tomé el control de la nave. Pasé a Manual, los propulsores cobraron fuerzas. La nave estaba bajo mi control.
-Capitán, prosiga el análisis. Confíe en lo que le digo.- insistía Malvin.
-¿Malvin? – Le pregunté con la voz quebrada.
-Capitán. Lo escucho.
-Quiero volver a casa. Quiero estar cerca de mi familia. Gracias por sus servicios.- Me despedía.
-Capitán. Eso es imposible usted nació para esto. Deje que su cabeza descanse en mi.- me presionaba.
-Capitán ¿Me escucha? – Malvin repetía. Miré el horizonte, lo ignoré.
La nave estaba lista. Veía un horizonte lleno de smog y edificios abandonados. La tormenta de arena se había convertido en algo de todos los días. Se notaba la devastación en su máximo esplendor. Me daba cuenta que la salida era hacer lo que me dictara el corazón. Pelear por todo, por lo que vale la pena. Tenía que buscar. Interrumpí mis pensamientos para proceder con mi misión.
-Malvin, gracias por sus servicios. Cambio y fuera.
-Control, aquí Capitán Barrel. Preparando el aterrizaje.
-Activado sistema de aterrizaje – apuntaba la computadora de abordo.
Mi cuerpo volvió a estabilizarse, sentí un cambio. El dolor y la angustia siguieron, pero mi cabeza comenzaba a trabajar y a convivir con estos síntomas. La angustionina, fue el desencadenante de mi colapso, pero también me recordó que estaba vivo. El tiempo me dará la razón.
-Control, aquí Capitán Barrel, listo para completar la misión.