Por Julián Infante
¿Qué espera él? ¿Qué espera ella? ¿Qué espero yo? ¿Qué esperás vos? Todos nosotros tenemos algo fundamental en común: todos esperamos algo. ¿De qué? : de la vida misma. ¿O es que acaso hay alguien que nada espera de ésta? Todos necesitamos saber que algo o alguien llegará algún día a nosotros para darnos eso que esperamos hace tanto tiempo pero no sabemos qué es. Todos necesitamos saber que hay algo más ahí afuera, algo en qué o en quién confiar. Pero mientras tanto, ¿qué hacemos? ¿Matamos el tiempo? ¿Respiramos? ¿Vivimos? ¿Dejamos de respirar intencionalmente? ¿Qué o quién, es eso, o ese alguien que nos va a traer lo que no sabemos que es, pero que igual esperamos ansiosos? ¿Qué hacemos con la angustia de la espera? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. ¿Ninguna? ¿Muchas? Si, son muchas las respuestas que los seres humanos intentamos darnos. Y este es el gran acierto de esta pieza teatral, mostrarnos que Godot es “La” Respuesta. Pero ¿qué o quién es Godot? Para algunos, es God, para otros es Dios, Jehová, Jesús, Buda, el Sol y la Luna. Para otros, Godot es el amor, otro que nos ame, otro a quien amemos, para otros es la “dulce espera” de un hijo, para los artistas, es el arte, y para otros, si no es una espera esperanzadora, es la espera de la muerte; y esos son aquellos que , sin saberlo, ya están muertos. De ahí, el amo y el esclavo representado en este profundo texto de Becket, nos remite a dos roles de interdependencia, donde ninguno puede tener sentido de existencia sin el otro, ambos son interdependientes, y en el fondo, ambos tienen el poder.
Desde la postura de un humor absurdo y divertido, con un buen elenco que pone en juego las paradojas a la que estamos sometidos desde que nacemos, esperando a Godot…nos trae con la soga al cuello a esta reflexión sobre nuestra existencia. Todos esperamos. Los que tienen mucho, los que tienen poco… los que no tienen nada.
Teatro El Tinglado