Por Julián Infante
Nos levantamos. La pasamos mal. Alivio espontáneo, momentáneo (llámese almuerzo u horario de salida). Nos dormimos. Nos volvemos a levantar.
Penurias, monotonía, bronca, frustración, cotidianidad y sentimientos encontrados. Estos son unos de los condimentos que dan “sabor” a la amarga actividad laboral habitual, y los chicos del elenco de “Empleados”, patean el tablero de la laboriosidad con una muestra excelentemente graciosa de la macabra y aburrida jornada laboral.
“Empleados” nos habla del día a día del laburante argento clase media promedio, tirando para abajo. Desde que suena el despertador hasta que volvemos a cerrar los ojos para dormir, vamos a sentir que la obra habla de él, de ella, de vos… de mí. Es el ADN y el DNI del laburante argento.
La realidad es que pasamos más de doce horas, de un día que sólo viene en envase de veinticuatro horas, haciendo las cosas que no nos gustan o bien, alistándonos para hacer eso que no nos termina de satisfacer. Las sobras del tiempo, tenemos que dividirlo entre estudiar, preparar almuerzos, cenas, “distendernos”, relacionarnos con nuestros pares, dormir y rompernos la espada por un sueldo minúsculo para llegar a fin de mes, en la mayoría de los casos, sin lograrlo. El empleo o actividad trabajosa, es la actividad que nos roba la mayor cantidad de horas útiles del día y nos resta la utilidad de las horas nocturnas. “Empleados” nos muestra de forma totalmente divertida, esta tragedia atrevida que atraviesa el laburante en nuestro país.
Abordo esta misma temática en un gráfico horario al que llamé: “El cálculo macabro”. Gráfico donde, justamente, calculo el tiempo que nos es robado y el tiempo que tenemos para dedicarle a las cosas que nos hacen bien. Es ahí donde la coincidencia con “Empleados” es tremenda. Pero esta es tinta de otras hojas.