FILOSOFÍA/TEATRO

«FILOMENA MARTURANO» por JAVIER DEMARÍA

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Filomena Marturano

Responsable de la puesta: Helena Tritek

Directora repositora: Dalia Elnecavé

Por Javier Demaría

Obra que a esta altura podemos considerar un clásico joven que arranca su derrotero mítico de grandes artistas desde 1946 cuando la estrenó teatralmente su autor, el napolitano Eduardo De Filippo.

Contemporánea en cine del neorrealismo italiano, la heroína, una prostituta redimida por  el amor hacia sus tres hijos intentará lo mejor para ellos en un tire y afloje con su amante/cliente/pareja de años don Doménico.

Titina De Filippo, la hermana del autor, encarnó la primera Filomena. Recordemos que los De Filippo junto con Peppino, su otro hermano,  eran hijos del gran comediante Eduardo Scarpetta, ilustre familia de artistas.

Llevada al cine tuvo su versión vernácula con Tita Merello y Guillermo Battaglia y acaso la interpretación más afiatada, en la celebérrima pareja que hicieron Marcello Mastoianni y Sophia Loren en Matrimonio a la italiana de 1964 dirigidos por Vittorio de Sica.

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La versión que se está dando en Buenos Aires en la actualidad tuvo como responsable de la puesta a Helena Tritek –  quien ya no figura en el programa en esta reposición- a Eugenio Zanetti en la escenografía y a Claudia Lapacó y Antonio Grimau en los roles principales. Cabría preguntarse en esta instancia, si la obra sufrió algún cambio entre la dirección de la Tritek y la reposición de Elnecavé ya que esta última es la versión que se está dando.

La obra, autor, historia, género con asunto melodramático y solventes profesionales parecería a priori garantizar un espectáculo disfrutable, que de hecho lo es, para gran parte del público que sigue las alternativas con interés reconociendo a sus artistas escénicos en sostenido aplauso final.

Sin embargo hay varios pasajes donde la puesta irresoluta y los caracteres claramente planteados en la historia no logran la carnadura necesaria y son resueltos más a base de oficio que desde un diseño elaborado desde la dirección. Recurrentes espacios centrales como el sofá y alrededores para soluciones dramáticas rápidas que necesitan otros tiempos, baches entre secuencia y secuencia, estereotipos no revisados en los tres hijos que claramente están en el texto pero no parecen haberse pensados en la singularidad de una dramaturgia actoral más diferenciada entre uno y otro personaje para la escena y cuyo interés para el espectador está más ubicado en la pispireta mucama que encarna Milagros Almeida que saca buen partido de su secundario en sus apariciones.

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Acaso la excesiva demanda de reconocimiento sobre la presencia de una italianidad que subyace en la historia (canzonetas y músicas reconocibles) no haya sido adecuadamente encarnada, traspasada a nuestra idiosincrasia argentina. Los napolitanos son actores natos solía decir Orson Welles, la intensidad y visceralidad de lo gestual y sus expresiones son en sí mismo un espectáculo y algo de esa problemática se ha planteado más de una vez a la hora de encarnar el grotesco vernáculo, no tratándose de copiar un modelo sino de conocer la lógica de funcionamiento de ese modelo como el gracejo perfecto de los textos de Lorca en los actores españoles.

Filomena Marturano, no es un grotesco, es un melodrama con claros personajes italianos encarnados por actores argentinos con una cierta inercia actoral que trabajan pegados sobre la línea más inmediata del melodrama, la de las acciones que narra y acentúa y de ahí cierta transparencia evidente donde la actuación es una articulación soporte para dejar clara la anécdota. De esta manera las actuaciones y los espacios se funcionalizan y dejan poco lugar al teatro (como acontecimiento único) garantizando una relación menos problemática  con el público que antes que personajes ven a sus actores favoritos.

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Sin embargo el oficio de Claudia Lapacó y Antonio Grimau están ahí ya que sin ellos no hay obra. Sus presencias  insuflan un hálito pero más a base de énfasis calculados que desarrollo dramático y la apelación al oficio es la muestra cabal de una dirección cuyo trabajo se parece mucho a esos libros troquelados que de la planitud del texto pasan sin más a la tridimensión de la escena.

Así como está, Filomena Marturano es más una ocasión para que el público se reencuentre con sus queridos actores reconocidos que para revivir la singularidad de una experiencia teatral.

Funciones: Centro Cultural 25 de Mayo

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