El maestro suele tomar innumerables formas, puede ser un extraño que nos insulta gratuitamente y sin razones aparentes o bien alguien que nos susurra algo al oído en un sueño confuso y caótico. Puede que sea una mujer que hiere con su indiferencia o un amigo que nos tiende la mano justo en el momento preciso en el que su ayuda nos salva del precipicio. Puede ser el amante que abandona o el padre que contiene, la caricia de una madre o el abrazo cálido de una amiga. Un libro, una canción, un niño…
Si, el Maestro que llega cuando el discípulo está preparado, ha estado invistiéndose tantas veces de seres y cosas diferentes, ha esperado pacientemente y aprehendido el oficio del camuflaje, de la desnudez, de la invisibilidad, del silencio.
El discípulo recoge sin saberlo las enseñanzas de su maestro y un día, un día cualquiera, cree haberlo encontrado por fin…y piensa: ¡ha llegado cuando yo estaba preparado!