Por Dra. Raquel Tesone
La última película de Rafael Spregelburd que protagoniza con Diego Gentile se titula “Los elegidos” bajo la dirección del eximio director Daniel Gimelberg, nos ilumina sobre un tema que es poco abordado en cine: la parentalidad en una pareja gay. Una entrevista que, como siempre, es generosa en el acto de compartir no sólo el backstage y algunas anécdotas divertidas, sino también en invitarnos a ampliar el trabajo de pensamiento sobre un tema que aún en la actualidad, sigue siendo controvertido para algunos sectores de la población. Luego de esta charla con Rafael, todos desearán ver esta película que en tono de comedia, hace resplandecer lo más sublime del ser humano, al igual que un actor de la talla de Spregelburd que es el “elegido” para que lo mejor de nuestro arte se difunda en el mundo. Aquí lo tenemos en otra magnífica entrevista en exclusiva para nuestra revista antes del estrenos de «Los adoptantes».
Terminaste de filmar “Los adoptantes” que aborda el tema de la parentalidad en una pareja gay, tema que en Argentina ya está legitimado a partir de la ley de matrimonio gay. Sin embargo, es una cuestión que despierta polémica. ¿La película profundiza sobre las cuestiones que se ponen en juego a nivel social y abre el debate?
Yo creo que el mayor mérito de la película es que se presenta como comedia. Esto implica -entre otras cosas- que el asunto de que sea una pareja gay la que quiere adoptar se presenta con toda naturalidad. Es la mejor enunciación que se puede hacer sobre el tema. Por supuesto que al hilar fino se ven en la película situaciones bastante extremas (sin un dejo de exageración es difícil confeccionar una comedia), pero en ningún caso se hace un “problema” del hecho de que sean dos hombres los que se presentan a adoptar. Las leyes de adopción están muy equiparadas en este momento para todo tipo de familias. Los empleados del RUAGA, que es la entidad que regula las adopciones en el país, cooperaron mucho con la película, no sólo asesoraron sino que permitieron filmar en sus oficinas algunas escenas claves. Los personajes podrán estar un poco corridos de la línea de lo esperable (Gabriela Ferrero hace una abogada desopilante, secundada por dos empleados que son grandes cómicos: Ezequiel Díaz y Denise Groesman) pero yo creo que es muy gozoso poder mostrar el tema sin falsos pudores. Si hay un elemento distorsivo en la “corrección política” del tema es sólo porque se trata de una comedia; la información objetiva sobre los aspectos de la adopción son “fieles al natural”. Imagino que detrás de esta postura, Daniel Gimelberg, su director y coguionista, debe haber tamizado una gran cantidad de impresiones muy personales. Hasta no hace muchos años, los gays no podían ni fantasear con formar una familia con hijos, y las bromas más difundidas quizás los mostraban en las ficciones depositando algo de amor parental sobre perros y gatos; ahora se presenta la misma posibilidad que para las parejas heterosexuales que no pueden concebir, con lo cual esta opción familiar, esta posibilidad de armar familia y crianza sin que la elección sexual sea un obstáculo legal, viene a iluminar aspectos muy poco explorados por las ficciones actuales. Así que sí, creo que el debate estará abierto. Pero no creo que haya mucho que debatir: hay muchos niños en orfanatos y situaciones de espera. Lo urgente es conseguir familias para todos ellos. Debe saberse que en el caso de niños de cierta edad la adopción es una vía de selección mutua: los niños son quienes manifiestan –como pueden, dada su situación- su acuerdo con la pareja que busca adoptar y el RUAGA –el Estado- funciona como garante de que este pacto sea lo más natural y deseado posible. “Los elegidos” fue el título original porque esto funciona en ambas direcciones. Una pareja elige adoptar; pero en los casos donde la edad lo permite, los niños también eligen a sus padres adoptivos. Este tema no está para nada ausente de la peripecia de la comedia de Gimelberg.
Esta elección mutua me resulta sumamente importante a nivel psicológico y que se naturalice el tema en comedia es la mejor manera de llegar a despertar conciencia sobre la importancia de la adopción más allá de poner el acento en el género.
Es una locura, ¿no? Porque si hay dos cosas que uno no puede elegir jamás en la vida son los padres y su propio nombre. Estas cosas, tan constitutivas de eso que llamamos “identidad” nos vienen dadas sin consulta ni apelación. Nos movemos como podemos con ambos asuntos: tanto con el amor incondicional a los padres (que no pudimos elegir) como el corte madurativo que implica separarse de ellos para crecer. Pero hay niños que han perdido a sus padres y que tienen la enorme, aplastante responsabilidad de poder elegir otros. ¿Cuántas implicaciones psicológicas ocurren en esta elección? Imagino que es siempre una elección dolorosa y difícil, que puede sin embargo conducir a un estado de felicidad, de contención, de equilibrio. La fantasía de no ser elegido es el motor traumático de casi todas, por no decir todas, nuestras acciones.
Totalmente de acuerdo, y agregaría que finalmente, siempre se tiene que “adoptar” (aunque sea biológico) a un hijo/a cuando reconoce que es otro y no lo que uno fantaseo tanto como puede o no, “elegir” (metafóricamente) a los padres cuando ya se es adulto. Para componer este personaje, ¿cuáles son las herramientas y recursos que utilizas además de la guía del director? ¿Moviliza tus aspectos homosexuales realizar esta interpretación?
Fue una experiencia fantástica. Desconozco cuáles sean los aspectos homosexuales en sí y cómo debe actuarse ese estereotipo que anida en tu pregunta; ¿la excesiva virilidad (que es un dato actuable) no implica –por ejemplo- también un factor homosexual? La búsqueda que un hombre hace de otro hombre para satisfacer su instinto sexual, ¿entraña un miedo a lo otro? ¿O es simplemente una cuestión de gusto? Basta pensar que hasta hace pocas décadas en la mayoría de las culturas la homosexualidad era entendida como una enfermedad. Un disparate que seguramente tiene su anclaje en un complejo sociopolítico muy intrincado.
Sí, absolutamente. En la mayoría de los casos, el exceso y la acentuación de los aspectos masculinos, “el estereotipo del macho”, puede ser una de las maneras de encubrir aspectos homosexuales reprimidos.
No lo sé, es posible. Pero yo también creo que hay mucha incidencia de la “moda” en todo esto. Hay modos de actuar que se copian simplemente porque están allí, pulsando en el aire. Cuando uno ve los modelos de masculinidad exacerbada o de feminidad exacerbada de las películas del pasado, todo da un poco de risa. También han cambiado las maneras de representación mimética del gay, de la lesbiana. No sé si es porque hoy nadie quiere mostrar signos expresivos que puedan parecer hirientes u ofensivos, pero la verdad es que la construcción de los rasgos “maricas”, o “machos”, o “marimachos” son más colectivos que individuales, son más sociales que personales, creo yo. El misterio persiste: ¿por qué hay ciertas músicas (bailables o no) que invariablemente les parecen geniales a los putos y que un hétero no soporta, y viceversa? Porque el pacto es más colectivo de lo que se piensa. Aclaro para oscurecer: me encanta decir “puto” y no lo considero ofensivo. Me parece una palabra que ya debería ir perdiendo su connotación negativa, sólo así dejará el insulto de sonar como tal y se volverá lo que es: un absurdo.
La sexualidad es compleja y está ligada como todo en el psiquismo humano a la construcción de una subjetividad socio-cultural que signa nuestros cuerpos y nuestros actos, con lo cual, todos los elementos del pacto colectivo, como bien lo señalas, atraviesa el psiquismo y lo constituye. Y justamente, conociendo tu modalidad de actuación de conceder matices psicológicos tan complejos a tus personajes, mi pregunta apunta más bien a saber si tuviste que movilizar aspectos internos para componer este personaje, sin caer en lugares comunes.
Los hombres que eligen compartir su vida sexual con hombres no se comportan necesariamente como mujeres. No había necesidad de “afeminarse” para que el público entendiera que el personaje era gay. Así que el menú de posibilidades para la actuación era tan rico como en cualquier otro rol. Evidentemente la elección sexual es un gusto, una inclinación y una disposición identitaria. Se puede actuar y encarnar (digamos, fingir que se es otro) sin necesidad de ser homosexual. Lo mismo que se puede encarnar un celoso sin serlo, o un asesino sin matar a nadie. Así que supongo que yo hice caso omiso de cualquier prejuicio de comportamiento y fui encontrando el camino más natural: se trata de un hombre que ama a otro hombre. Además de eso, le pasan un montón de cosas complicadas. Yo me concentré más bien en esas cosas, por ejemplo, ¡en aprender a manejar una cosechadora para las escenas rurales! Mi personaje, Leonardo, es un ingeniero agrónomo bastante introvertido, pesimista, gruñón. Su pareja es todo lo contrario: luminoso, frívolo, alegre. Leonardo encuentra en Martín (por cierto, un personaje que le encaja a Diego Gentile como un guante) un equilibrio que lo saca de sus traumas y angustias, como en cualquier situación de pareja. ¡Yo creo que debe ser fácil enamorarse de Diego Gentile! (risas) Pero lo más rico para mí fue desgranar el comportamiento profundo, inconsciente de mi personaje. El conflicto de la película es que Martín se muere de ganas de adoptar y Leonardo no. Pero no sabe por qué. No tiene los elementos a la vista como para entenderlo. A lo largo de la película hará un viaje introspectivo sin brújula y a los tumbos. Es que Leonardo es, a su vez, adoptado. No es inusual que en esos casos la patología sea sentirse no querido. Leonardo no puede adoptar porque en vez de poner en primer plano el amor de sus padres adoptivos, él elige imaginar los motivos por los cuales su madre biológica pudo haber decidido abandonarlo. Toda esa historia, negada, oscurecida y borroneada en la vida consciente, comenzará a iluminarse ante la decisión concreta de la adopción. El arco de mi personaje es un regalo para cualquier actor. Y fue en ese arco donde yo puse mi mayor atención. Después, los “aspectos homosexuales” surgen por el guión, por la naturaleza de las acciones y en algún caso por algunas exageraciones de comportamiento a pedido del director: ataques súbitos de histeria, llantos descontrolados, desplantes poco verosímiles, competencias de poder con los roles femeninos (peleas de comparación fálica con Marina Bellati, la mejor amiga de Martín, en la ficción y en la realidad también), pinceladas un poco grotescas de eso que se podría asociar a una sensibilidad exacerbada, todo el tiempo. Pero no hubo en ello ninguna voluntad paródica, creo yo. Es más probable –ahora que lo pienso- que veamos un neurótico antes que un puto. Es que es importante señalar que la homosexualidad de los personajes no les significa un conflicto existencial y no es para nada el tema de la película: ojalá ésta sea ya una película del futuro. Leonardo y Martín tienen su identidad sexual definida, no sufren por eso. La angustia es producto de aspectos menos previsibles de esa elección de identidad sexual.
El psicoanálisis plantea que todos somos neuróticos y nuestra sexualidad siempre está en juego. Los homosexuales, no suelen consultar por su homosexualidad si esto no les presenta un conflicto, y sí por otras problemáticas que nada tienen que ver con su elección sexual. Si la película se ubica desde esta mirada, estamos hablando de un gran director.
Cuando Daniel me ofreció el papel le pregunté abiertamente por qué no pensaba en actores gays para los roles protagónicos. Me respondió con algo evasivo que preferí respetar; me parece que para él era importante que la película no se instalara en la zona de confort de un posible ghetto.
¡Lo cual la hace más interesante que no tenga que ser con actores gays y que se realice con actores que no caigan en lo caricatural ni en parodiar a los personajes! Siguiendo esta línea, ¿pensás que el amor entre hombres tiene una particularidad diferente –además de la singularidad y la impronta que cada pareja le puede dar al mismo concepto del amor- que en una pareja heterosexual?
No sé mucho más del amor entre hombres que lo que puedo imaginar. Me parece que hombres y mujeres amamos todo el tiempo a hombres y mujeres, más allá de que elijamos más o menos asiduamente, más o menos culturalmente, más o menos biológicamente un género determinado para nuestra realización sexual. La atracción sexual es probablemente una construcción compleja, no sólo biológica sino también psíquica y cultural. Yo creo entender que me sería imposible sentir atracción sexual por alguien del mismo sexo. Supongo que en el acto sexual (y también en el romántico) a mí se me pone en juego una completitud, un encuentro de opuestos, un misterio hecho de diferencias. Pero es bien cierto que todo aquello que a los hombres nos suele gustar de “lo femenino” está siendo puesto en jaque en estos tiempos de crisis del patriarcado. Suena antiguo decir que uno como hombre prefiere encontrar en una mujer delicadeza, desprotección, fragilidad, inventiva; son clichés culturales y habrá muchos hombres que encuentren eso –o todo lo contrario- en alguien del mismo sexo. Lo típicamente masculino y lo típicamente femenino se nos revelan en la contemporaneidad como construcciones con un fuerte agregado de conveniencia patriarcal: son siglos de dominación económica y política de un género sobre el otro, y por eso es que desconfío un poco de cualquier definición categórica sobre estos límites. Pero parece evidente –al menos en el comportamiento sexual más o menos habitual, si es que tal cosa existe- que la genitalidad masculina es muy diferente al romanticismo femenino. Una terapeuta a la que fuimos con mi pareja una vez nos dijo que “los hombre son de Marte y las mujeres son de Venus”. Luego advertí que era el título de un libro muy berreta de autoayuda (risas). Pero lo que la terapeuta quería enfatizar, creo yo, era la procedencia de planetas diversos, una exageración de las diferencias, la discrepancia en los gustos y comportamientos y -de hecho- la dificultad y el placer de lograr una relación de pareja, donde hay que atender al por qué de estas diferencias, cultivarlas y respetarlas. Una pareja surge siempre de una atracción física, inexplicable, compleja. Y luego, de un trabajo enorme, cotidiano, para entender y asimilar las diferencias. A mí, dentro del milagro más bien soso de la heterosexualidad, me es difícil entender ese complejo de la atracción carnal entre personas del mismo sexo. Pero ojo que todo bien podría ser absolutamente cultural, y menos natural de lo que se plantea como “norma”. Escuché hace poco que en la cultura hipercapitalista de oriente, como la japonesa, es más o menos una ley entre las niñas de clases acomodadas tener “una amiga especial” en la secundaria; se espera que las chicas aprendan a gozar de la propia sexualidad con una chica antes que con un chico, es más “normal”, dentro de ese contexto, tal vez como un pasaje previo a eso un poco más complicado que es comprender cómo conviven el espíritu masculino versus -y con- el femenino para lograr una atracción sexual y amorosa duradera.
Entonces, ¿actuar el rol de enamorado de un hombre te implica el mismo nivel emocional que en otra comedia romántica?
Sí, yo me impliqué con mi pareja de ficción de la misma manera que si amara a una mujer. Fue bastante peculiar en “Los adoptantes”, porque la mayor parte del tiempo esta pareja está peleada. Se aman, pero a veces ninguno de los dos comprende por qué están juntos. El arco de la película será también el camino de ese descubrimiento. A muchas parejas les sucede lo mismo: cuando el momento de tener hijos no llega (por cuestiones biológicas, económicas, o las que fueren), el momento de hacer algo más con esa unión, algo que los exceda y que los ponga al servicio de otra cosa (la reproducción y la paternidad constituyen un misterio muy fuerte), hay que reevaluar dónde se está parado. Muchas parejas se divorcian cuando no pueden concebir la paternidad juntos. Muchas parejas no funcionan más cuando uno quiere y el otro no.
La película tuvo escenas algo incómodas, no lo vamos a negar, con besos, sexo bastante bestial (todo amablemente falsificado) y declaraciones románticas exacerbadas y sin embargo esas escenas son igualmente incómodas (o más) cuando se filman entre personas de distinto sexo. Hay todo tipo de reparos, cuidados y pudores. Muchas veces actores y actrices que acaban de conocerse en el set se van a la cama a tapar como pueden sus genitales mientras un equipo enorme los filma como si esto fuera lo más natural del mundo. La construcción de esa naturalidad es muy diferente en el cine, el teatro o la televisión; cada uno tiene sus códigos más o menos aceptados, más o menos acatables, para filmar este tipo de escenas. Varias veces nos encontramos con Diego Gentile (que es un actor de un humor maravilloso), muertos de risa en medio de un equívoco enorme: ese equívoco es la regla general en las escenas de sexo entre desconocidos (risas). En televisión, en general, sabés que habrá una estilización del acto sexual más o menos apta para todo público; en teatro es directamente inconcebible y siempre se buscan alternativas simbólicas, pero en cine… el menú es amplio e infinito. Normalmente para evitar un momento incómodo tenés tres vestuaristas revoloteando alrededor tratando de ponerte un taparrabos adherido a no sé qué para que las cosas no se desparramen; la desnudez (que es perfectamente natural en otras situaciones), genera en el momento de filmar, todo tipo de malentendidos. Nadie tiene un manual para esos malentendidos, que siempre terminan de manera un poco cómica (risas). No sé. El desnudo femenino puede ser muy estético, pero el masculino me resulta siempre un poco ridículo. No es fácil ofrecerse al ridículo sin tener en claro qué va a quedar, qué se va a usar, qué se va a narrar. Pero quizás la escena más difícil, y por eso creo yo la más icónica, es un momento digamos cómico hacia el final de la película. Los personajes se reencuentran luego de una cadena interminable de peripecias y deben llegar a un trámite crucial antes de que la oficina les cierre sus puertas. La escena es simplemente la de dos tipos que corren por la calle a gran velocidad y contra todos los obstáculos. Pero el director nos pidió que corrieramos de la mano. Como esto se filmó en pleno Microcentro (por cierto, el día que vencían los Lebacs), la escena es bastante perturbadora. Si fueran un hombre y una mujer, probablemente no pasaría nada. Pero el 100% de los transeúntes se daban vuelta a mirar. Claro que a esas horas y en ese lugar cualquier tipo que esté corriendo es objeto de atención, solo o acompañado, sobre todo porque uno primero piensa en un robo. Pero para mí fue muy impactante. Me di cuenta de que si quiero ir por la calle corriendo de la mano de mi mujer no pasa nada; en cambio, corriendo con un hombre, sos el objeto de todas las miradas. ¿Qué hay en esas miradas? ¿Miedo, curiosidad, repulsión, envidia? Es una gran pregunta. El director lo sabía muy bien cuando nos pidió que hiciéramos la escena de esa manera. No sé cuánto habrá captado la cámara de las miradas de los peatones, pero en todo caso esos son los sitios por donde esta película busca un trazo verdadero, casi un núcleo performático, en medio de la ficción de la comedia: el tema queda instalado con gran naturalidad.
Esas miradas de miedo, asombro, repulsión, envidia y un sinfín de emociones infinitas, nos habla de la vigencia de un prejuicio social. ¿Pensas que “Los adoptantes” y el arte en general, puede llevarnos a recuestionarnos para lograr romper ciertos preconceptos instalando nuevos paradigmas culturales? Esta pregunta es muy importante para mí, porque creo que el arte, la literatura, son los bases de cambios profundos de paradigmas en una cultura, es un hipótesis muy personal, tanto como que para mí, al igual que Foucault, la vida de una persona la tomo como una obra de arte, y por eso, el psicoanálisis (además de una teoría y una clínica que siempre se pone a prueba de ser refutada y repensada), es un arte.
El prejuicio hacia la homosexualidad es patente en casi cualquier sociedad contemporánea y yo creo que el origen de esto no es “natural” sino “social”. Los sistemas de poder (el nuestro es patriarcal) construyen normas de uso, normalidades, y permiten la excepción a las reglas a un precio más o menos alto. Desde que esas normas empiezan a flexibilizarse mediante un sistema de leyes, estos prejuicios van disminuyendo. Muy lentamente. Ni vos ni yo llegaremos a ver este cambio. Parece que en la antigua Grecia iluminada la homosexualidad era más o menos condición sine qua non de clase, de estirpe, de intelecto, de filosofía. Sus normas eran diferentes. Y sabemos poco de ellas. ¿Creían en el dios del rayo o lo dibujaban como arte, como metáfora, como artificio? De idéntica manera, los seres del futuro se preguntarán por la modernidad y seguramente les costará entender que la elección sexual de una persona tenga implicaciones legales. ¿Cómo – se dirán- es posible que no gozaran de los mismos derechos que los demás?
El arte, la literatura, las ficciones, no son una mera descripción de lo real. Son un agregado a lo real. En este agregado, el hombre relativiza todas sus posturas tomadas previamente con rigidez. Así que sí, es inevitable que las expresiones artísticas pongan al menos en ridículo algunos prejuicios, los observen con una distancia extrañada.
Es muy lindo pensar en la vida de una persona como una obra de arte. Sería como imaginar que algo en ella es totalmente real, pero que otra parte es un enorme trabajo de construcción, de ensamble, de decoración, de poesía. Pensar en construirnos como personas de la misma manera que pintar o cantar es hermoso. Es un acto de amor hacia nosotros mismos, hacia la especie.
Es muy conmovedor saber que vos lo pensas así, pienso que ese es otro ingrediente que te hace ser un actor y un dramaturgo tan talentoso. En mi caso, esa forma de pensar al otro, y sobre todo, a mis analizados, me hace amar cada día más mi profesión de psicoanalista. Contame cómo fue tu relación con el director. Crees que el hecho de ser vos además de actor, director, ¿aporta un plus a la dirección o te reservas las opiniones si tenés algún desacuerdo?
Daniel Gimelberg es ante todo un director que deseaba desde hace mucho tiempo poder filmar esta historia. La idea original surgió junto al director catalán Cesc Gay. Pero costó mucho llegar al guión que se pudiera filmar aquí y ahora. Finalmente la coescritura fue compartida con Andy Nachón. Pasó mucho tiempo, hubo muchas versiones, empezamos a filmar hace un año por motivos de locaciones y presupuestos. Así que la devoción de Daniel por el proyecto fue admirable, de esas cosas que contagian entusiasmo. Poco importa que yo sea director también, ya que yo no hubiera podido ser el director de esta película, que es tan suya. Así que no pasó nada raro.
O sí: tal vez lo más singular fue el hecho de estar encarnando algunos aspectos (distorsionados) de su propia biografía. Daniel es gay, está en pareja, es adoptado, juega al rugby: todas las cosas que le pasan a mi personaje. Para una escena en la que Leonardo descubre un gran enigma de su historia, Daniel prestó todas sus fotos familiares. Aparecen tendidas en el piso, mientras Leonardo se enfrenta a sus peores fantasmas. ¿Por qué no habré sido querido por mis padres biológicos? ¿Puedo yo también formar una familia? ¿Dónde voy a refugiarme? Es una escena muy conmovedora, una fotografía muy intensa, y yo sentía que era su fuerza detrás de la cámara la que yo pedía prestada para mi propia conmoción de actor. Daniel y yo bromeábamos todo el tiempo para aligerar el contenido biográfico en la película, pero a la vez ambos sabíamos que si no hubiera habido un enorme riesgo propio, una obsesión personal, la película jamás habría existido.
No es un dato menor, eso hace más valiosa a la película y tu trabajo, pienso que me respondiste con esto los recursos actorales en los que te apoyaste, y que fueron aportados por el mismo director. Ya tengo ganas de ir a verla. ¿Cuándo se estrena?
No lo sé. ¿Antes de fin de año, quizás? El cine es un misterio.
Deseo que sea pronto para ir a cubrirla. Gracias Rafael por el tiempo que dedicas a “El Inconsciente” a pensar estas cuestiones, gracias por todo lo que nos aportas como artista y mucha merde para vos, el elenco y el director en el lanzamiento de “Los adoptantes”.