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LA LECCION DE ANATOMIA: una obra psicoanalítica – Dirección: Antonio Leiva Por Dra. Raquel Tesone

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Al terminar de ver por segunda vez “La lección de anatomía”- la primera fue antes del 2000 donde seguía marcando la vanguardia teatral desde 1972 en que se estrenó hasta el 2008 permaneció en cartel en continuado- me pregunté por qué es la obra de teatro que más permanencia tuvo y que además atravesó la dictadura militar. Así  fue como me enteré en la entrevista ya publicada en nuestra revista a Antonio Leiva, su director actual y a Omar Ponti, actor del elenco anterior (ver: https://revistaelinconsciente.com/2018/07/02/la-leccion-de-anatomia-entrevista-a-omar-ponti-y-al-director-antonio-leiva-por-dra-raquel-tesone/) que Carlos Mathus y su elenco, sufrieron clausuras y censuras, pero nunca cedieron a las intimidaciones policiales ni jamás la sacaron de cartel. Es la segunda obra que más permaneció en cartelera en el mundo y la otra también es del mismo director Antonio Leiva, lo cual es un hito para nuestro país por lo que podemos afirmar que se convirtió en una obra mítica.

Esta vuelta es promisoria, y no dudamos que seguirá con el mismo suceso y ya la respuesta del público fue con ovaciones a aplausos cerrados. La obra cuenta con un elenco magnífico donde se lucen todos en cada uno de sus roles. ¿Qué atrae tanto de la “Lección de anatomía”?  Hagamos historia. La primera vez se estrenó en el 1er. Congreso Internacional de Medicina Psicosomática en Buenos Aires, y esto no es un dato menor, ya que nos habla de cómo nuestros cuerpos y nuestro psiquismo están moldeados por el imaginario social de un momento histórico social donde el psicoanálisis se institucionalizaba en nuestro país como parte de la cultura nacional.  

 

La introducción de la obra comienza con los personajes vestidos y una mujer vestida de negro que le ofrece una bolsa de residuos para dejar sus ropajes. Esto ya nos sumerge de entrada en el mensaje de esta obra, donde esos cuerpos desnudos, tal como venimos al mundo y tal como lo abandonamos, nos hacen ingresar a la búsqueda del sentido de la vida. Los protagonistas se descubren en la medida que se observan, se tocan hasta que empieza a circular la palabra entre ellos. ¿Qué sucede al estar desprovistos de todo y cómo se produce a través del lenguaje la estructuración de nuestro psiquismo?

Al llegar al mundo nos espera un grupo constituido por el núcleo familiar, la escuela, el trabajo, y una sociedad que nos imprime modos de pensar y de pensarnos. Los conceptos acerca de la vida, del amor, del éxito como un punto de la cima a la que hay que acceder, el fracaso como destino ineludible de no llegar a escalar para llegar no se sabe a dónde, o bien, a correr como conejos detrás de una zanahoria inventadas por las instituciones que nos envuelven en las redes del poder. Y la idea del fracaso para aquellos que no entran en esta carrera es una impronta que produce un quiebre vital.  

Nuestro modo de vincularnos está teñido de esta suerte de relatos que nos matrizan y amasan nuestro ser. La obra nos muestra de forma descarnada  de qué manera nuestras relaciones se rigen por estos mandatos sociales. La familia que, en nombre del amor, disfraza sus violencias y abusos cotidianos, las presiones parentales que se transmiten de generación en generación,  la explotación laboral deshumanizante que robotiza nuestros cuerpos como máquinas hasta que las enfermedades estallan para hablar de lo que “deberíamos” callar, todo esto y más, está contenido en el texto y subtexto de esta magnífica obra.

 

La neurosis es el precio de la civilización, es al costo de la represión que nos humanizamos, pero lo que “La lección de anatomía” nos muestra es que estamos “aleccionados” más que “bien educados”. La crítica social de esta obra ahonda en un mensaje profundo que reformula el Superyó parental, el “deber ser”, el amor con su contrapartida el odio, sin permiso para admitir la inherente ambivalencia que nos anuda a los otros, las relaciones por mandato, la rutinización de la convivencia, hacer y hacer por hacer, creyendo llegar a “ser” sobre la base de acciones vacuas.

Cuerpos máquinas, cuerpos enfermos, cuerpos adictos, cuerpos desexualizados, cuerpos erotizados en la relación padre/madre / hijas/os, y luego la compulsión a la repetición en la elección sexual del mismo modelo de relación que nos enseñaron desde la más tierna infancia. Los conflictos no elaborados por los padres transmitidos a nivel inconsciente en el psiquismo de los hijos. Lo más impactante es que estas cuestiones que vehiculiza la obra, lo hace con diálogos cotidianos en que todo espectador se puede ver reflejado. Escuchamos las risas del público que se van apagando en la medida que se transforman en llanto porque nos impacta ese espejo donde se naturaliza el horror en que una vida puede significar nada o todo, según se tome o no consciencia de esta lección que nos deja esta pieza teatral.

Un elenco que mantiene una dinámica armónica entre ellos, uno puede percibir la conexión emocional entre los protagonistas y los movimientos rítmicos que van  in crescendo como recurso para mostrar el sufrimiento de los cuerpos disociados de las emociones.

 

Antonio Leiva, además de dirigir, actúa, el personaje de padre y es descollante, quien junto a Omar Ponti, fueron actores del elenco de la obra anterior dirigida por Mathus. Sin embargo, la mano de Leiva hace que todos se luzcan por igual, genera los climas necesarios sin ningún otro recurso que el de lograr composiciones psicológicas de las personalidades de cada personaje con profundidad. No hay escenografía, y los actores por momentos, se fusionan con los espectadores, nos miran, nos hablan, nos interpelan…

Es una fuerte protesta contra la mercantilización de las relaciones humanas, y lamentablemente, todos estos temas siguen vigentes, por eso la vieron aproximadamente más de dos millones de espectadores en todos esos años. Las problemáticas humanas que plantea la obra, trasciende épocas ya que son atemporales y  universales: la necesidad de amor, el temor a la muerte, la sexualidad, el sentido de la vida… Todos los espectadores salen de la sala “tocados” pudiendo identificarse con algún personaje, o con algún rasgo del los personajes o identificar a alguna persona que estuvo en nuestras vidas, pero nadie sale ileso de la sala.

Una puesta en escena a lo Grotowski fundamentada en la actuación con situaciones de la vida cotidiana que nos resuenan como el eco de lo siniestro naturalizado y familiar. Son los actores los que brillan y los que sostienen el ritmo de la obra con una dirección que saca lo mejor de cada uno. No hay un protagonista principal, cada historia y cada personaje es importante y se enlaza con el otro en una trama compleja donde los diálogos entre padres e hijos, entre las parejas y entre los padres, son vivenciados con crudeza y realismo.

Los espectadores no somos pasivos y menos cuando los actores salen del escenario, nos involucran, nos interpelan… Un texto inteligente y lúcido que desata  emociones en los espectadores. Es por esto que la obra es emblemática y se presento en festivales internacionales, y en diversos países como Uruguay, Chile, Paraguay, Brasil, Austria, España y Venezuela y se sigue reponiendo, ya que abarca muchas aristas sociológicas, psicológicas y filosóficas, como la dialéctica entre el amo y el esclavo

Volver a verla ha sido una experiencia muy interesante para saber en lo que hemos crecido y para seguir pensando lo que nos queda por madurar como seres humanos.

 

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