Hervé Segata, actor francés que reside en Buenos Aires desde el 2005. Se formó con Ciro Zorzoli, Agustín Alezzo, Norman Briski, Carolina Adamovsky entre otros. Participó como actor en numerosas obras de teatro, en cine, televisión y actualmente es el actor y productor de la obra teatral “Gringo Cué”, una obra brillante en todos los sentidos.
Hervé, ¿has realizado otra experiencia de consultar a un psicólogo?
Si, hace 9 años aquí en Buenos Aires. En Francia hay más prejuicios, si uno se va a tratar es que tiene “problemitas” (risas) y es otro presupuesto, es mucho más caro allá. En Francia no llega como acá a todas las clases sociales, es más elitista.
¿Y por qué reconsultas ahora?
Hace mucho que quiero volver a retomar porque esa primera psicoterapia fue hace 10, no, más aún, 12 años, yo trabajaba en Carrefour en ese momento… Vine a Argentina como turista, estudié Economía en la Universidad y luego empecé a trabajar en París en Economía en empresas. Después renuncié, me vine para acá, no sabía ni por qué, ni cuánto tiempo me iba a quedar… Creo que el país es un poco estructurado y uno se siente un poco encerrado, y estudiando Economía, todo es muy coherente y lógico, y muchos franceses se van para ver cómo desestructurarse de a poco. Yo me volví a estructurar de otra forma y tengo miedo de volver a Francia y que me rompan lo que armé acá. Cuando llegué acá en Carrefour no me gustaba nada trabajar en las oficinas en el sector inmobiliario, y empecé la psicoterapia y el psicólogo me ayudó a cambiar de camino. No sé cómo fue, creo que hablábamos mucho del deseo, de mi relación con lo que deseo, y de a poco, empecé a estudiar teatro.
Es decir, ¿Economía no era tu deseo, o era responder al deseo de otro?
Exactamente, mi familia era de clase media baja y haber estudiado era algo muy bueno, había que mantener ese mandato, ¿cómo ibas a desperdiciar eso? Pero cuando me metí con el teatro me encantó y la verdad es que estoy muy agradecido con el psicólogo que me atendió. Tal vez lo hubiera hecho pero diez años después, empecé tarde a actuar. De chico sentía que era algo que tenía ganas de hacer, pero no me lo permitía por el tema familiar, eso de hacer teatro… Poner 12.000 km de distancia con mi familia, me dio mucha libertad. Cuando le dije a mis padres que dejaba Carrefour y empezaba a actuar en teatro, me dijeron algo así como: “¿qué le pasa a éste?” (risas). Y cómo yo no les pedía plata, de alguna forma lo fueron aceptando. Así que la psicoterapia fue algo revelador. Por eso siento que tengo ese deseo identificado y estoy tratando de realizarme, pero me faltaría darle sentido a todo esto. En la actuación hay mucho narcisismo, es algo egocéntrico y me interpela saber cómo se puede generar algo que tenga un sentido más social.
La obra que estás haciendo tiene un sentido social muy potente, Gringo Cué, ya con ese título nos habla del gringo, de ser discriminado, de repensar en qué radica nuestra identidad…
Si, esta obra es muy social, tiene un gran peso, es más oscura, o es más pesada que otros trabajos que hice. La escribió el director que es además un gran dramaturgo, Lázaro Mareco, un formoseño que vive acá. Es una obra que trabaja sobre la búsqueda de identidad ya que como sabes, porque la fuiste a ver, el personaje es un francés que se entera cuando ya es adulto que fue adoptado y cuando se entera, vuelve a su lugar de origen en busca de su identidad, y ahí se remarca el choque cultural de su vida en Francia con lo que encuentra en el Norte argentino. Algo de eso me pasa, no es tan fuerte como al personaje que va al Norte, y al director también, le cuesta los modos porteños. Así que eso nutrió mi personaje. Y la soledad, porque de entrada hasta qué haces amigos estás en soledad.
La soledad puede ser un camino de sabiduría para poder encontrarte con otros desde otro lugar, porque te encontraste primero con vos, empezaste una psicoterapia y todo el recorrido que hiciste fue muy importante.
¡Tal cual! Hasta aburrirse es importante. Llegué hace 13 años y en una época que no tapabas la soledad con un celular, era muy distinto a nivel de la tecnología, y el aburrimiento me sirvió para conocerme mucho más.
Y a conocer lo desconocido de vos, porque ¿cómo es esto del cambio de la lengua materna?
¡Ah! Eso es muy difícil, sobre todo en la actuación, a veces me toca actuar en francés y es como cuando uno se saca la pesa de los pies, siempre es una dificultad actuar en español. En la actuación es más complejo, porque actuar moviliza el juego, la infancia, lo nativo, hay como un delay. Es una de las mayores dificultades, ¿cómo despreocuparme por el idioma? Me preocupa mucho si se va a entender.
Hablas un español impecable. Me parece que tiene más que ver con esta cuestión de reconocerte en aspectos diferentes, uno se escucha distinto en español que en francés, porque el francés es más nasal, y la voz te cambia al hablar.
Si, de hecho cuando vuelvo a Francia mis amigos me dicen que tengo como un acento, y yo no creo que tenga un acento diferente, las palabras las digo bien, pero probablemente sea distinta mi entonación. Es muy loco, acá tengo un acento francés, y allá un tono diferente, pero es como no estar ni acá ni allá, está bueno y me encanta, pero hay que acostumbrarse. Uno siente que no pertenece a ningún lado. Aunque ahora con el Mundial de fútbol me sale el nacionalismo francés (risas). Me estoy por ir el 2 de Agosto, hace dos años que no voy, para mí es un montón. Esta obra Gringo Cué me llevó mucho tiempo de ensayo, tiene mucho texto, me enfoque mucho en esta obra, si no fuera por los ensayos, suelo ir una vez por año a Francia. El año pasado tuvimos en cartel 3 meses y después hicimos una gira con esta obra por el interior de la Argentina: Corrientes, Resistencia, Sáenz Peña, Mendoza, Junín, porque es una obra sencilla de llevar, somos pocos, y casi no hay escenografía, se puede armar muy rápido, entonces es económico para llevar de gira. La idea es volver y seguir haciendo esta obra.
Pienso que es una obra necesaria porque toca temas muy profundos y actuales, como las consecuencias nefastas del aborto clandestino, y los efectos psíquicos de la entrega de un hijo a otros padres, como si fuera un negocio. Surgen muchas preguntas; si la identidad tiene que ver con la sangre o con el saber una verdad, y la cuestión de la pertenencia que vos señalas, como una suerte de nacionalismo, como si uno no pudiera elegir el lugar de pertenencia que no sea su país de nacimiento.
Justamente ayer hablábamos de esto, cuánta gente señala que hay muchos negros en el equipo de Francia, y cuántos árabes, pero la gente que conoce Francia sabe que hace años que Francia es una mezcla de razas, no existe un francés puro, tienen tartarabuelos que son polacos, es muy diversa la población francesa. Acá a la gente le cuesta creer que son franceses, nacieron en Francia, y me parece una linda vidriera de Francia este equipo. Esta diversidad de personas que forman el equipo y ponen tantas ganas y sirve más que tanta homogeneidad.
Hay equipo y por eso es probable que ganen. ¿Y cómo fue esa experiencia de analizarte en otro idioma?
A veces sentía que me faltaban palabras, mi español no era el mismo que ahora cuando llegué, estaba más limitado, pero sabía que había cosas que él psicólogo no iba a poder entender. Yo no sé si lo sentí como una falta, pero seguramente el psicólogo sí lo pudo sentir como una falta. En Francia hay muchos juegos de palabras, dobles sentidos, pero no lo sufrí porque me sirvió un montón. Quizás si no hubiera ido al psicólogo, ahora seguiría en Carrefour.
Podemos tomar en un doble sentido esta fantasía de seguir en un “carrefour” (encrucijada en español). ¿Cómo darle otro sentido a ese “carrefour” de ese momento en que llegaste, ahora que estás en otro “carrefour”?
(Risas) Es interesante lo del “carrefour”, es verdad, es como preguntarme a dónde voy ahora (silencio) ¿Sería un volver a Francia con este otro bagaje, con esta otra vida para ver que pasa allá? No sé… Tengo miedo de eso, acá es más fácil trabajar, si buscan un extranjero somos menos, sería uno más del montón. ¿Qué haría allá como actor? La vida está muy cara, ¿tendré que volver a trabajar en una oficina para mantenerme? Sería lindo actuar en Francia… hay un deseo de trabajar de actor, si se da acá bueno, y si se da allá… Yo soy de Grenoble, es una ciudad muy linda.
Es bellísima y la amo.
Y yo extraño, tengo muchos amigos allá, ahora la mayoría están en Paris, aunque acá también… Actuar allá sería como un reto. Igual cuando estoy allá, siento el clima, y no solo por la temperatura, sino el clima social me afecta, me estresa el aire. La gente se siente agobiada, hay muchos problemas sociales, y la gente que me conoce me dice: “quédate allá” (risas. Pero es raro pensar que me alejé de mis mejores amigos, de quienes más quiero, los veo cuando voy y vienen a verme, pero igual…
Acá hay otro “carrefour”, otra encrucijada que es la vuelta a Francia: ¿cómo volver con este nuevo aprendizaje de vida? Estas enfocando la problemática en si hay o no trabajo, pero yo volvería a pensar en tu deseo, no en que “se da” o “no se da”. De hecho cuando deseaste ser actor, lo lograste, y te fuiste de la empresa Carrefour. Me parece que para salir de este “carrefour” hay que atravesarlo y pensar quién es Hervé hoy, después de haber cumplido con los mandatos familiares, y ahora que pudiste encontrar tu propio deseo.
Nada que ver quien soy ahora, en lo concreto, cambié mucho. Siento que Argentina me hizo cambiar tanto que me costaría cortarlo.
¿Cortarlo? ¿Cortar qué?
(Silencio) Claro, no, no es cortar.
¡O si!. ¿Será cortar el cordón umbilical? Ya hiciste un corte al venir acá, hasta con la lengua materna, podemos pensar que cortaste con tu madre, y con tu madre Tierra.
(Risas) ¿Sería como cortar el cordón otra vez pero de la madre Argentina?
Parece que en Argentina nació otro Hervé, con su deseo. Me pregunto, ¿qué pasó con la otra mamá?
¿Cuál? ¿La mamá francesa? ¿La que está allá? (hace un gesto con el dedo girando para atrás)
¿Habrá otra?
No (risas)… Creo que el mandato que yo me armé tiene que ver con ella, cuando dije que quería actuar temía más la reacción de mi madre que la de mi papá, mi padre es más un seguidor. Mi vieja es la que, era la que imponía, no imponía, podes imponer no es que era una tirana.
“Mi vieja es la que, era la que imponía…”, “la que está allá”
¿Hablé en presente? Ella falleció hace cuatro años.
Sigue estando viva en vos.
Si, si. Ella era quien imponía el mandato, la vida que uno tenía que tener, como uno debería ser. Mi viejo vino acá hace un año y le encantó, vino con la novia, mamá nunca vino.
Cuando le dije que era gay, la reacción de ella fue muy dura, se lo dije luego de vivir un año y medio en Nueva York y sería a eso de los 24 años cuando volví. Fue una reacción muy fuerte en ese momento, después sí lo aceptó. Claro, tiene que ver con esto… (Silencio). Mi viejo no intentó cambiarme. Mi vieja me dijo cosas tan fuertes que le dejé de hablar por un tiempo. Cuando volví a verla y le repetí lo que había dicho, me dijo: “yo soy así, digo esas cosas”, como diciendo digo eso pero no es que lo pienso.
Una impune total.
Es verdad, una impune total (risas). Mi mamá nació en Italia, mis abuelos son italianos.
Sin embargo, me dijiste “la mamá francesa, la que está allá”, y señalaste para atrás con el dedo. El gesto habla de una mamá del pasado que está allá que aún está muy presente. ¿Habrá otra mamá, la Argentina que parió a otro Hervé tan diferente?
(Silencio) ¡Claro! ¡Como si volver a Francia representa el miedo a volver a encontrarme con mi vieja!
Exactamente. Lo dijiste.
Como si al llegar me dijera: ¿qué estás haciendo acá? ¿Qué vas a hacer ahora?
Y la fantasía que expresaste es volver a una oficina, es decir: “voy a volver a ser lo que quiere mamá”.
O sea, que está todavía… Si…, claro…
Esa es la encrucijada: “ser lo que quiere mamá o no ser lo que quiere mamá”.
(Risas) Claro, acá vine a ser lo que no quería mamá. Tuve que tomar 12.000 km de distancia (silencio). Tendría que matarla entonces, ¿será un poco eso? (risas)
Dejamos acá.
DEL OTRO LADO DEL DIVÁN:
Hervé se mostró con muy buena disposición para la consulta, y me dejó pensando que esta vuelta a Francia es muy necesaria y diría indispensable para quedarse solo nuevamente frente con lo que actualmente lo interpela. En el final de la sesión él puso palabras pudiendo formular claramente que él sabe que tiene que matar simbólicamente a esa madre que aún no lo deja ser del todo lo que desea ser. Las expatriaciones a Nueva York y a Argentina fueron una forma de cortar ese cordón con ella, representado en la Madre Tierra, sin embargo, Hervé desea dar otro paso más hacia su crecimiento personal y esto lo pone frente a una encrucijada. Una parte de él quiere ser el deseo de la madre, y otra parte no. Es ese otro aspecto de su personalidad -su faceta artística- que lo llevó a interponer con su madre kilómetros de distancia. La elaboración de su situación edípica implicará un duelo ineludible. Hervé lo sabe. Su deseo de re consultar para salir de esta encrucijada es muy pertinente ya que hay que estar sostenido para atravesarla y poder integrar sin culpa la elección del país en el que elija vivir, sintiendo que el sentimiento de pertenencia pasa por su propia elección, esté donde esté. Hervé también sabe que una vez que este duelo esté procesado, el artista que hay en él puede desplegar más aún sus alas (sin necesitar de tomar un avión) para vivir sin culpa y sin sentimiento de transgresión sus deseos y sus sueños, y llegar a volar con su arte.