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NO ES AMOR ES DESEO Dramaturgia y dirección: Sandra Franzen / Patricia Suárez Dirección: María Laura Laspiur Por Dra. Raquel Tesone

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Esta original y creativa propuesta teatral del Tadrón, viene acompañada en los intervalos por un excelente vino y una muy buena gastronomía –si es que aprovechan a ir los sábados y asistir a ver las 3 obras que es lo más recomendable- y tiene como plus, la lujuria intelectual. Lo que la hace más interesante es la construcción dramatúrgica de dos mujeres que se internan no sólo en la profundidad de la psicología femenina, sino también en los conceptos de masculinidad, ellas son: Sandra FranzenPatricia Suárez. Logran con historias muy simples, tenernos atados a las butacas con expectación y hacernos reflexionar sobre tópicos muy complejos. Las cinco actrices y los cuatro actores de estas tres obras son excelentes con una composición de los personajes que se destaca en sus matices de personalidad, el incauto puede revelarse, la ingenua puede esconder a una malvada, la religiosa encubre sus pecados, y así ninguno de los protagonistas son estereotipados, el que acentúa sus aspectos masculinos es quien más rechaza su parte homosexual, lo que da más lugar a que podamos identificarnos con ellos y comprenderlos sin juzgarlos.

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El primer episodio, intitulado: «El Corazón del Incauto» nos remonta al campo de nuestro país en el año 1920 y a la historia de una pareja, María y Honorio, donde el tercero juega un rol muy importante despertando deseos incontrolables. A través de esa situación triangular, se trabaja el tema de la inmigración, la distinción de clases sociales, el juego de poder que se instala en relación a lo sexual y los deseos cruzados en la pareja. La homosexualidad como deseo reprimido y pecaminoso en la mujer y proyectado en el hombre, y la culpa y la vivencia de “deshonra” en los hombres por no cumplir con el mandato de responder al cliché del “macho”.

El segundo episodio, «El Despertar de la Ingenua», transcurre en París, con el destino de la hermana de la protagonista del primer episodio. Aquí se aborda el desarraigo de los argentinos en una sociedad donde el universo del tango les brinda la posibilidad de retornar a puntos de referencia de la argentinidad pero al mismo tiempo, los sume en la melancólica pérdida de identidad. Aquí se arma otro triángulo con características muy diferentes al anterior, sin embargo, la cuestión del poder y de las clases sociales atraviesa las tres obras y en ese sentido, el entrecruce entre poder y el sexo, es altamente revelador de este atravesamiento que impone el orden social.

“La Tentación de Marta Ortiz”, el es tercer episodio de ésta saga teatral, donde se  retoma a la protagonista de la primera obra muchos años después en 1955 cuando ella llega desde el campo a Buenos Aires para encontrarse con su hijo y con una sorpresa: la amante de su hijo, cuya historia previa se cuenta en el segundo episodio. Otro triángulo siniestro, donde los deseos de cada uno se halan entramados en una red de poder. Esta obra refleja cómo el deseo está indefectiblemente anudado al poder, al decir de Foucault. El juego dialéctico del amo y el esclavo es uno de las aristas que refleja la obra con sus lugares son intercambiables  e interdependientes. Así visualizamos que quien maltrata, pasa a ser maltratado, quien denigra pasa a ser denigrado, y las diferencias de clases y la cuestión del poder de quien detenta o no el poder económico, prima durante toda la pieza. Sin embargo, allí donde uno de los protagonistas cree tener el poder, lo pierde, y se arriesga a perderlo en nombre del amor, ya que su concepción del amor es dar todo por el otro. Mientras tanto, el otro se empodera y el que «ama» se encuentra debilitado cada vez más. Aquí cabe la cuestión que atraviesa las tres obras: NO ES AMOR ES DESEO.

“La corriente tierna y la corriente sexual sólo se han fusionado como es necesario en un pequeño grupo de hombres civilizados; los hombres se sienten casi siempre limitados en el ejercicio de su actividad sexual por respeto a las mujeres, y solo desarrollan su plena potencia sexual cuando se encuentran en presencia de un objeto sexual despreciado, una cuestión también fundada en el hecho de que existen en sus deseos sexuales componentes perversos que no se permiten satisfacer con una mujer a la que respetan” (*)

Es altamente interesante que esta obra realizada en la dramaturgia y en la dirección, repito, por mujeres, no dejen de apuntar que aquello que señalaba Freud  se trate de orden de la transmisión de las mismas mujeres que ya tienen fabricado este idea de feminidad. “La soltería o el convento, eso decía mi madre”, manifiesta uno de los personajes, destacando que es la misma madre que confina a la mujer a reprimir su sexualidad.  

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Esa antinomia donde la mujer en el imaginario es, o bien, la madre-virgen y por lo tanto, asexuada a la que se debe “respetar” (por interdicción del incesto) y la figura de la mujer sexuada, erótica, deseada y deseante aparece como la puta. Esta ideología no solo responde a una disociación de los hombres sino que es un mensaje inserto en el psiquismo femenino. Por supuesto, que esto se refuerza desde los dispositivos de poder socio-políticos, y este aspecto, está muy fuertemente abordado en las tres obras.

“Mi hermana cuidó a nuestra madre hasta que se la llevó Dios (Se persigna) No se pudo casar, pobrecita, le tocó eso. Cinco hermanos varones y ella única mujer. Le tocó eso”. Ya en esta frase, nos da lugar a pensar como dice Jung que aquello que llamamos «destino» es lo que nos dicta lo Inconsciente.

“¿Hasta dónde llegaría por amor? Mire que yo llegué lejos, muy lejos… “, dice en estado de desesperación el personaje de Marta Ortiz, pero se llega tan lejos ¿por amor o por deseo?; y se lo dice a la madre de su amante que percibiendo esa pasión irrefrenable le responde a aquella que siente su rival y llama zanguanga; “¡Virgencita de Lourdes! ¡Pérdida! ¡Qué asco! ¡Degenerada! ¡Váyase de mi casa! ¡Váyase!”. La madre cree que ella está loca de amor, pero parecería que quien está loca de amor por su hijo es esa madre que al decir de Lacan es la boca de un cocodrilo que se lo come y no hay padre que haga de palo para no dejar que su boca (y su lengua) lo devore.

El amor en este sentido, corresponde a un relato religioso y romántico que se impone a hombres y mujeres al servicio de vehiculizar un mandato para reprimir, disfrazar, ocultar o deformar el deseo.

¿Y cuáles son los avatares del deseo? Vayan a ver las obras y tendremos algunas respuestas, y otros interrogantes que nos interpelaran en forma muy personal detonando emociones muy profundas.

Teatro de vanguardia, nos tiene en suspenso, nos atrapa con sus personajes y ahonda una temática de la ningún espectador puede salir ileso de la sala.

(*) Freud S (1912) Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (Contribuciones a la psicología del amor, 2). Incluído en Obras Completas, Tomo 11. Buenos Aires: Amorrortu, 1996.

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