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LOS PUENTES DE MADISON Por Maximiliano Curcio

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“NO SERÉ FELIZ PERO TENGO MARIDO”

Por Maximiliano Curcio

★★★

«En un mundo lleno de ambigüedades, este tipo de certezas se tiene una sola vez en la vida. No importa cuántas vidas te toque transitar». 

‘Los puentes de Madison’ (The Bridges of Madison County) fue escrita por Robert James Waller y se publicó en 1992, encabezando la lista de las novelas más vendidas del año de publicaciones como The New York Times. En 1995,  Clint Eastwood –ese último gran autor del cine americano- se colocó tras las cámaras para realizar la versión cinematográfica sencillamente inolvidable, contando con la galardonada Meryl Streep para el rol de actriz principal.

La historia, relata la historia de Francesca (Araceli González), una solitaria ama de casa e inmigrante italiana de pueblo de Iowa,  quien vive en una casa rural junto a su marido e hijos. Mientras ellos se encuentran de viaje, la mujer conoce a un fotógrafo, Robert Kincaid (Facundo Arana). El intrépido fotógrafo, quien lleva una vida aventurera, nómade y bohemia, ha llegado a Madison para realizar un artículo fotográfico sobre los puentes  del condado para la revista National Geographic, medio para el cual trabaja. Ambos se enamoran y vivirán días de ensueño y grandes replanteos, a pesar de la resistencia que ella opone producto de no poder escapar a su monótona vida y a los mandatos de la sociedad, limitación que padece con tristeza y resignación.

Las historias románticas siempre funcionan cuando tocan este tipo de fibra sensible, que apela a la identificación del espectador y a preguntarse: ¿vos que hubieras hecho en su lugar? ‘Los Puentes de Madison’ poseen el agregado de ese plus existencialista que otorga hondura a la historia y nos interroga: ¿Te animarías a cambiar tu vida en un instante? La obra demuestra que no todos están igual de capacitados para dar ese gran paso, vencer las ataduras y romper el paradigma de lo que ‘está aceptado’ ante la mirada ajena.

Para contar esta historia, el director Luis Romero, con versión teatral de Fernando Masllorens y Federico González Del Pino, idea una puesta en escena valiéndose de un novedoso artilugio narrativo: los hijos de Francesca  se hacen presentes en la casa de la infancia tras la muerte de su madre y nos ofrecen el relato en una especie de flashback, en donde intercalan lectura de cartas y reflexiones en voz alta acerca del destino del amor prohibido de su madre, protagonista de una furtiva pasión. Lectores y testigos incidentales de estas cartas secretas encontradas, van compartiendo la sorpresa en tiempo presente con los espectadores y a la vez oficiando de una especie de voz en off, a medida que relatan los sucesos, a la manera del teatro leído.

Para el personaje de Francesa, Robert representa ese fruto prohibido, ese objeto de deseo con quien vivirá un apasionado romance y que trastocará su existencia para siempre. Resulta difícil evitar el termómetro de la comparación que invita el personaje compuesto para cine por Meryl Streep (candidata al Oscar como Mejor Actriz por dicho papel), quizás la mejor actriz de todos los tiempos. Sumado a que el personaje de Francesca lleva el peso  y la brújula dramática de la historia, sobre ella se balancea el juicio moral del relato: ¿dejará a su marido por Robert? ¿Cómo concluirá esta historia de amor? Podrá romper con la monotonía y la postergación de sus sueños? Podrá hacer caso a su deseo o continuará viviendo una vida postergada? ¿Preferirá, por el contrario, llevar una vida sentimental paralela?

La duda se instala en el espectador promediando la obra, sobre si se animará  a la incomodidad del cambio o preferirá el resguardo que brinda la seguridad. Son planteos existenciales que una mujer en los ’60, a sus cuarenta y pico, podía hacerse…aunque no se ‘debiera’. En ese sentido, la obra también es una bienvenida reflexión a pensar si una relación por correspondencia, platónica y a años de distancia sin verse ni comunicarse, sería posible bajo el mundo hiper conectado en que vivimos en el día de hoy. De cualquier forma, y pese a esas anacronías, la historia sigue resultando vital y funciona, porque la pasión y el deseo atraviesan códigos generacionales.

Sin embargo, el pasaje de un tono a otro no es siempre igual de efectivo. Es notorio el aire de comedia caricaturesca que  propone la lectura de los textos, punto de partida al desconcierto de los hijos de Francesca al conocer una faceta de su madre que abiertamente cuestionan. Al mencionado enfoque narrativo le sigue un intenso drama existencial que, lejos de apelar a la humorada, desnuda frente al espectador el punto culmine de esta historia de amor y su más hondo interrogante, aquel mismo que los hijos intentan comprender. Allí, la obra fluctúa en su homogeneidad. Cuando se concentra en el amor utópico y conflictivo que se profesa la pareja, vale decir, gana notable intensidad. El desafío para Robert -un hombre errante por su profesión-, es hacerle comprender a Francesca –en muchos aspectos, su antítesis- que él puede ser el hombre que la saque de su aburrida rutina, definitivamente, para así recuperar sus años perdidos en la mediocridad y el tedio. Robert es la voz de la experiencia que busca enseñar a Francesca otra forma de ver, comprender y apreciar el mundo, poniendo el detalle en las pequeñas cosas cotidianas, que la tímida ama de casa dejar pasar, por simple pudor y pasividad.

Desde la palabra, los actores transmiten esa fuerza que transitan los textos, a medida que la escenografía retrata la pequeña casa campestre, contribuyendo a generar un clima de cómplice intimidad con el espectador. Una cercanía necesaria para el desarrollo de los personajes y su vínculo, en esta celebrada versión teatral de uno de las más conmovedoras adaptaciones literarias. Quizás su desafío mayor sea estar a la altura del epílogo, una reescritura que reproduce a su manera uno de los trabajos de planos más recordados y emotivos de la historia del cine.

 

FICHA TÉCNICA:

Actores: Araceli González, Facundo Arana, Alejandro Rattoni, Matías Scarvaci, 

Dirección: Luis Indio Romero.

Autor: Robert James Waller.

Escenografía: Marcelo Valiente.

Iluminación: Marcelo Cuervo.

Vestuario: Pablo Battaglia.

Versión: Federico González Del Pino, Fernando Masllorens.

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