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María Solá Oteyza y su musa inspiradora -Parte II- Por Maximiliano Curcio

CUANDO LA CREACIÓN ES UN ACTO DE ENCUENTRO CONSIGO MISMO

Por MAXIMILIANO CURCIO

Como parte del especial dedicado en la revista EL INCONSCIENTE, esta segunda entrega nos acerca al universo poético de María Solá Oteyza. Hija de dos grandísimos artistas y autora del libro de poemas «Esto será nada, como todo», para María escribir es un acto vital. Cuando las musas llegan de visitas y la creación es un acto de encuentro consigo mismo, la escritura se concibe como una necesidad creativa inconsciente.

Para la segunda parte de nuestra entrevista, le pedimos a María Solá Oteyza que elija dos poemas de su autoría y nos cuente en primera persona que la inspiró en particular a la hora de escribir estas líneas. La autora accede con gusto y nos abre la puerta a su intimidad creativa.

Bienvenidos al mundo de una artista sensible y con mucho por decir, habitante de un universo personal en constante vibración con su escritura, como modo necesario de comprender la vida. María no comprende el acto creativo desligado del motor de todas las pulsiones: la pasión.

«Armada hasta los dientes»

Necesito que respondas «No».

Que digas «No»

a que te desarmen la vida.

Necesito que te armes

hasta los dientes,

que encuentres momentos

de soledad

y los recojas como sorpresas.

Necesito que ordenes los sentimientos,

y los coloques por niveles.

Porque eres sol,

eres luz, eres rayo

y trueno.

Un corazón sin heridas,

una mente sin veneno.

Eres sombra, eres raíz,

vida que crece a pie de río.

Y en la sangría de la

página

tú escribes el destino.

Eres silencio puro cuando

a voces gritas,

sangre milenaria en cuerpo

inmaduro.

Eres curvas,

pasión trotada,

eres pelo rubio

y manos frías.

Cuando danzas desnuda

por la habitación

cuando te manchas entera

en la cocina.

Necesito que me des un

«Sí».

Quiero que te armes hasta

los dientes,

de cosas por amar,

de libros, de autores;

quiero que nadie te deje

cicatriz.

Quiero que seas un foco

rojo,

que te curen las lágrimas

y el mar,

quiero que ardas,

que los hagas arrodillarse,

que nadie,

absolutamente nadie

te pueda hacer dudar.

Eres el cambio constante

pero sin abandono del ser.

Recogiendo pruebas de

afecto,

jamás esperó final feliz.

Hace tiempo que dejaste

de creer

en la armadura de los hombres

valientes,

y por eso yo me quedo a verte

crecer…

¡Quiero que te armes hasta

los dientes!

«Armada hasta los dientes» nació el mismo día que yo pero 22 años después. Lo escribí el catorce de agosto de este año. Un catorce de agosto de insolación. Este es un poema «rebote». Llamo poemas «rebote» a los que surgen de un enfado por falta de fortaleza interior. Es decir, si llevo mucho tiempo triste o sin lograr algo, puedo llorar, enfadarme, frustrarme, hasta que de repente un día me «reboto» por castigarme tanto. Este tipo de poemas serían como la charla que te da una madre para que espabiles; te colocan de nuevo en tu posición. Otro poema, «Tengo», se parece mucho a este en lo que a la métrica y a la fuerza se refiere. Son como una mano de apoyo.

En este caso, llegué a la oficina de la productora un martes. Sobre la mesa tenía una gran cesta de regalos y globos que me había mandado un buen amigo para alegrarme el día. Nada más me puse a trabajar mi teléfono móvil vibró con una insistencia particular.

Atendí la llamada aún sabiendo que lo que ocurriría a continuación no me iba a gustar: el desamor tarda en dejar de llamar a tu puerta, pero sobre todo llama por tu cumpleaños. De eso no se olvida nunca. Yo hablaba furiosa en la terraza de la oficina mientras los papeles se amontonaban y no había nadie en mi escritorio. Así cuarenta minutos, hasta que llegué a la conclusión de que la conversación no llegaría a ningún lado y decidí acabarla. Cuando volví a mi asiento me quedé en blanco. El teléfono (esta vez el de la oficina) comenzó a sonar. Eran tan solo las once de la mañana y esa discusión me había robado las fuerzas para continuar el resto del día. Quise ponerme a llorar pero no podía esconderme en ningún lado, ya me había ausentado durante 40 largos minutos. Entonces me reboté.

Comencé a escribirme una carta como si fuera mi amiga, mi madre o mi hija: a mí misma. Pero a la vez también era yo escribiéndosela a las demás mujeres, a la par que atendía llamadas, redactaba mails y entregaba informes. No tengo ni idea de cómo salió bien con tanta interrupción, pero salió.

La última estrofa de este poema es la que más me gusta, una mujer -de cualquier edad- diciéndole a otra mujer -de cualquier edad también- algo así como «hace tiempo que dejaste de creer en los cuentos de hadas, en los caballeros de armadura y espada, y por eso yo me quedo a tu lado, para protegerte y ver como logras alcanzar tus metas. Quiero que ganes, quiero verte florecer».

Fue este el poema con el que gané el PoetrySlam de Cantabria el pasado mes de septiembre. A la gente le gusta este poema por la fuerza que tiene y lo que transmite.

«Cuando escribir no basta»

Cuando imaginar no basta,

Cuando llorar no basta,

Cuando reír no basta.

Cuando no basta con olvidar.

y el recordar no alimenta,

y la mañana no levanta,

Cuando la noche no arropa,

y el alimento no llena.

Cuando las manos se alejan

y las miradas se engañan

y cuando amar no conecta

y las experiencia no abarca

Cuando la soledad no basta

Cuando la sociedad no basta

Cuando la suciedad no cubre

y el niño duerme

y la lluvia descubre

al adulto que en él descansa.

Cuando escribir no basta

y el papel no cura

y la palabra es muda

porque la tinta no habla.

Cuando conmigo no basta,

cuando una línea basta

para acabar contigo,

Pero todos escuchan

miran

gritan

(Y…)

No basta.

Cuando la nada

La injusta,

La misma,

La nunca.

Cuando la sangre

Astuta,

Víctima,

Puta.

Cuando escribir se hace a oscuras.

Cuando nos damos la espalda,

Y el viento clama la ausencia a voces.

Y la tierra se abre,

arrasa el fuego los campos

Y las lágrimas superan

el mismo nivel del agua…

Y aún así

Todo corre,

Nada ocurre.

Todo,

Nada

Miran,

Gritan,

Sangran…

No,

No Basta.

«Cuando escribir no basta» fue concebido en Uruguay, durante una visita a Montevideo que hice con mi familia argentina el pasado mes de noviembre. Estábamos en el vestíbulo del Galpón, esperando a que terminada «Doble o Nada» (la obra de teatro que protagonizan Miguel Ángel Solá y Paula Cancio) para irnos a cenar.

Apenas faltaban dos días para volver a España y comenzaba a ponerme un poco triste. También llevaba varios días sin dormir y eso influyó bastante. De pronto, en el mismo Galpón, mientras recorría el vestíbulo, vi un cartel cuyo texto hablaba sobre los desaparecidos durante la dictadura. Ese día estaba extremadamente sensible y se me llenaron los ojos de lágrimas. Me sentí muy impotente. Pensé en escribir algo sobre ello, porque siempre pienso que la solución es escribir. Pero enseguida pensé: ¡qué más da que escriba sobre ello si no va a cambiar nada!. Entonces me sentí extremadamente inútil. Y escribí sobre esa misma frustración, sobre no poder hacer nada, sobre cuando la palabra no cura, no llega a ningún lado, no hace magia. Cuando uno grita y no es escuchado.

Así me salió «Cuando escribir no basta» mientras entablaba (o fingía entablar) una conversación con uno de los miembros de la compañía. En ese momento me salió, en ese momento lo escribí. Del tirón. Después se lo enseñé a mi padre. Me dijo: «Es bueno». Que él diga eso ya significa un tremendo aprobado, y yo creo que es el que más le ha gustado hasta ahora, ya que tiene pensado grabarlo con su voz. La noche antes de mi partida estuvimos dos horas corrigiéndolo y dándole vueltas. Esa fue nuestra despedida.

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