Ya al ingresar al Teatro Mandril, nos topamos con una mesa para votar, nos entregan un sobre y nos indican que se vota a la salida. Comienzan las carcajadas desde  que entra Mosquito en acción y los “delegados” de la mesa se pelean por el partido al que adhieren. Esto es la argentinidad, nos decimos, por eso nos va como nos va, y al salir de este maravilloso espectáculo completamente popular ya que es a la gorra, en el sobre queremos dejar todo lo que tenemos en la billetera porque este equipo se lo merece, y nos merecemos poder reírnos de nuestra realidad, y poder votar a “Mosquito Presidente”.

Un espectáculo de improvisación como sólo Mosquito lo sabe organizar, con un equipo que lo sigue para donde él desea y totalmente sincronizados. Hay muchas sorpresas que como son sorpresas, no las quiero adelantar, un final que toma un giro inesperado con la participación del público que ya esta pre-calentado, porque Mosquito lo hace parte con muchísimo respeto y talento para empatizar con cada uno de los espectadores. Logra que se prenda, hasta el más tímido, porque todo es un juego de improvisación. Se genera una suerte de catarsis en cada uno de estos juegos, donde el público invita a Mosquito a que nos desquitemos de la corrupción reinante, de la inflación que parece no tener límites así como los tarifazos mensuales, de los slogans con los que se intentan manipular la información  y así, todo lo que nos angustia, se convierte en carcajadas que nos dejan reflexionando desde un costado más emocional.

Un show que nos reenvía a épocas del Parakultural, de café-concert, donde el humor frente a la realidad nos aligera y nos ayuda a repensar nuestra argentinidad de manera más aliviante, menos apocalíptica, donde podemos rescatar nuestro arte por sobre los políticos que se reciclan y repiten una historia que no queremos volver a vivir…

Esperemos que el Teatro Mandril abra su espacio a que sean más de 4 funciones. ¡Ya se va la segunda este sábado! Imperdible.