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LA LECCIÓN DE ANATOMÍA DE CARLOS MATHUS – Dirección: Antonio Leiva – Por Flavia Mercier

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Cobertura realizada por Corresponsal en España de visita en Buenos Aires: Flavia Mercier

Una pieza teatral que lleva más de 46 años representándose y ha trascendido todas las épocas, todos los actores y todos los públicos, no lo ha hecho por puro azar. La Lección de Anatomía se ha ganado por derecho propio que quien no la haya visto aún, vaya a verla. En una serie de escenas “encadenadas”, Carlos Mathus nos presenta con esta Lección de Anatomía una verdadera “disección” de las pasiones y razones humanas para no poder “soltar las cadenas”, y desplegar una existencia. Bajo la experta y experimentada mirada del actor en su estreno y ahora director, Antonio Leiva, este nuevo elenco no traiciona a todos los maravillosos actores que antes “se dejaron la piel” en el escenario de esta obra, destacando entre ellos un magistral Omar Ponti que hace proliferar los 26 años que lleva representando la obra.

Si del latín ana es lo que está sobre o arriba; y tome es cortar, la anatomía nos hablaría -según su etimología-, de cortar de arriba a abajo. “De abrir en canal” como dicen en España, para dejar expuesto el interior. En este caso un mundo de pulsiones reprimidas, o imposibles de reprimir, y su cristalización como síntoma.

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La obra comienza mostrando cómo venimos al mundo: desnudos, desprovistos, de ropas y de otros hábitos e in-vestiduras. Escena oportuna en la trama -porque la obra recorre las distintas instancias de la formación de un sujeto-, y ajustada a un estilo expresionista que vehiculiza el mensaje del autor no sólo con el texto sino fundamentalmente con la corporalidad del actor. Con la corporalidad y los tonos de su voz que expresan los matices de las escenas. Resulta entonces, francamente injusto que aquel célebre y celebrado desnudo sea lo que más haya trascendido de la obra, opacando la trama que se teje encadenando escenas de “la vida cotidiana.” Tan cotidianas como que todos los días alguien piensa en el suicidio, se suicida o comete contra sí pequeños actos autolíticos en lo simbólico, dejándose “morir en vida”; o que cada día vamos dejando morir en vida al otro, sin atender su padecimiento.

Por otro lado, recordemos que la obra fue también en su momento un grito de protesta por la libertad de expresión. ¿Qué mayor libertad de expresión que la de un cuerpo vivo que despliega su belleza? Toda la obra está realizada con una gran belleza, que, como decía Lacan, sirve para recubrir lo oscuro del vacío y así poder abordar de qué se trata, sin que el sujeto se sienta tentado ni a huir de él ni a precipitarse en él. Y el desnudo no queda excluido de ese cuidado.

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De ese des-amparo inicial la obra nos lleva de la mano, como dijimos, a través de todas las instancias de formación de un sujeto. Vemos entonces cómo el sujeto va quedando arrinconado en el vértice de las carencias de la función dadora y la función rectora. Nos muestra, por ejemplo, cómo, cuándo una función dadora se ejerce de forma incondicional se vuelve arrasadora. O, también, cómo, cuando la función rectora se ejerce de manera perversa porque no habilita el crecimiento de la hija o del hijo, no le abre paso en la cadena sucesoria de la vida, porque hacerlo es aceptar la propia finitud. Y tanto en uno como en otro caso lo que falta no permite que emerja un sujeto que pueda responsabilizarse por su propio deseo, ya que en ambos casos éste queda confinado al lugar de puro objeto.

Así “vamos creciendo” a lo largo de la obra con un sujeto -o con dos o más, según nos hayamos identificado con la historia-, que dependiendo de las in-vestiduras libidinales con las que se recubra se precipitará en un vacío que le resulta puro agujero; o acabará corriendo (literalmente hay una extenuante escena de footing) detrás de las aspiraciones de sus padres, su pareja, las propias y las del sistema. Aspirado por las aspiraciones hasta quedar sin aliento. Vemos también cómo los sujetos van des-mebrándo-se como en un ejercicio de anatomía forense, como si su cuerpo se les volviese ajeno miembro a miembro, hasta llegar a estar ausentes de su propio cuerpo o con un cuerpo des-habitado. O incluso, amputándo-se, al hacer servir de excusa los discursos que nos vienen de los otros, o del Gran Otro, y que, si bien ciertamente nos hacen sujeto, nos sujetan, también es responsabilidad de cada uno hacer algo con “eso”.

Leccion

Entonces, retomando el comienzo de esta reseña, podríamos elaborar como reflexión final a la que nos lleva la Lección de Ana-tomía, que, si ana es lo que está sobre y tome es el corte, la anatomía nos podría también estar hablando de un corte en lo que cubre, para que emerja un sujeto a una vida plena, a una existencia. Es decir, se trata de un corte en las envolturas narcisísticas como en el interior del huevo, que permitiría al sujeto ver la luz. Y entonces sí podremos decir como lo hace Lacan resignificando a Freud que “¡La anatomía es el destino!”

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