Hermosa novela, de Amélie Nothomb, que recrea el cuento homónimo de Perrault.
Deodat nace feo, crece feo, y provoca rechazo debido a su aspecto físico, incluso a su madre. El pequeño, así, aprenderá a sonreír, sin esperar nada a cambio. Sus padres irán amando a este niño fuera de lo común, y será su orgullo.
Tremiere, por su parte, nace demasiado bella, pero parece tonta; sus padres la entregaron al cuidado a su abuela, que vive en un viejo castillo y le enseñará los misterios de la contemplación, porque ellos mismos no pueden renunciar a su vida.
Obviamente, estos jóvenes están destinados al encuentro, y lo que los reúne es, precisamente, el ser tonta y bella y el ser feo e inteligente, como si fuera un espectáculo.
Cómo casi toda historia de amor, sobre todo infantil, como la de Perrault, el final es feliz, a pesar de las vicisitudes
Pero en esta novela no importan las vicisitudes, y ni siquiera el final, al menos a mí criterio, sino que él eje es cómo Deodat y Tremiere se van construyendo a sí mismos, prescindiendo de las miradas hostiles, que los hacían poco merecedores de deseo. Las miradas amorosas son singulares y no una obviedad, de manera que nada es lo que se espera, ni siquiera amar a un hijo “ como corresponde”. Esto nos aleja de una comprensión de la historia en términos de un deber ser moral, sino que podemos entender y compartir o no la singularidad del amor.
De este modo, y siguiendo la recreación de este cuento infantil del siglo xvii, aún contextualizando y ubicando temporalmente, Perrault y ahora Nothomb, se dirigen siempre a nosotros como adultos, para cuestionar las formas en que construimos niñez y los modelos que la sostienen: bella pero tonta, feo pero inteligente y bueno.
Amélie Nothomb, una vez más, y tal como lo hiciera en La metafísica de los tubos, se mete en el universo infantil pero desde el interior de su mente, y va cincelando, esculpiendo, desde Deodat y Tremiere, es decir, desde el ser niño/a y luego dolescente , el mundo mismo.
Nos deja una pregunta que resulta inquietante, que hace referencia a cómo los niños se pueden armar a pesar de. Nothomb desacraliza el amor a los niños, y revierte la culpa infantil para dar lugar a una historia que, como diría Winnicott, muestra otra manera de construir la capacidad de estar a solas, para poder “ ir siendo”.