Un cielo con rizos nos llevan a la esquina y en ese paraje se viene el danzón.
Su mítico nombre de esplín franchute predice su berretin,
Un entrevero preciso de guapos y malandras se abre paso.
El facón y el cuchillo se estrellan en el viento.
La Luna herida sangra manchando su vestido de percal.
La milonga se detiene al grito de Ivonne.
Los músicos engominados no saben tocar, el cantante mudo se pone a llorar.
Tu última mirada, mi última caricia se esfuman.
Tu perfil se va, el resueno inoportuno de las chicharras confunde el invierno.
Y tu último pecado queda sin concretar,
ahora ya libre, sin ataduras dedícate a soñar.