Al salir de la sala, me acerqué a felicitar a todo el elenco que brilla en el escenario del Teatro Columbia de manera muy pareja en las interpretaciones de los personajes. Además, le pregunté a Claudio Salama, quien realizó esta impecable adaptación con un toque de humor, siendo su protagonista principal y el director de la obra, qué le atrajo de este clásico de la literatura española de Alejandro Casona, y es justamente esta historia que hace honor a los actores. Me interpelaba saber por qué esta obra es de lectura obligatoria en los colegios secundarios, y poco a poco encontré respuestas.
La historia es muy simple : el señor Balboa monta en su hogar una ficción contratando a dos actores para que su esposa reencuentre a un nieto que se fue de la casa hacía veinte años atrás, echado de su casa por su propio abuelo al ver que robaba dinero de su caja fuerte ya que estaba endeudado. Balboa se sentía culpable de infringir ese dolor a su mujer y le hizo creer a través de cartas que le escribía haciéndose pasar por su nieto, que él se recibió de arquitecto, que vivía en Canadá y que vendría de visita.
Todo un elenco maravilloso nos introducen en una trama que se entreteje poco a poco y que hace que cada uno de sus personajes sean entrañables, nos conmueven y nos lleven a preguntar a la manera de Lacan, cómo la ficción encierra siempre una verdad. La verdad es que detrás de la mentira de los personajes «falsos», comienzan a encariñarse al punto de «adoptar » a esta abuela y a sentirla como tal. Y es en este punto de lo emocional, donde reside el gran acierto de este clásico: honrar la labor de los actores y mostrarnos cómo a través de lo ficcional se expresan nuestras íntimas verdades, las que no somos capaces, en ocasiones, de confesarnos a nosotros mismos.
Como el jacarandá que estaba muerto en la casa pero de pie, la abuela se sentía así frente a la pérdida de su nieto, sin embargo, son los actores que logran hacerla recobrar los deseos de vivir y le ofrecen una ilusión necesaria frente a su triste realidad. Los artistas son indispensables para nutrir nuestra vida, el arte nos hace soportar todo.
Claudio Salama, es el protagonista principal y eje de esta historia, con una fuerza escénica que arrastra a todo el elenco, encarnando magistralmente al « falso nieto » junto a su novia Isabel, quien le cuestiona hasta dónde no existe verdad en sus sentimientos y nos lleva a pensar que esta obra se singulariza por poner en relieve el gran trabajo que hacen los actores al instalarnos en un mundo de mentiras para hacernos pensar en nuestras propias verdades. Salama genera una dinámica actoral que atrapa con un carácter desopilante haciendo que escenas que podrían tornarse dramáticas puedan reformularse desde el humor y demostrando una dirección de actores muy profunda en la composición de cada personaje. Logra extraer de cada actor lo mejor de sí mismo haciéndolos lucir a todos.
Si bien respeta el ambiente de los años ´50, nos permite proyectarnos en la actualidad, remontarnos a la misma pregunta de la famosa película «La vida es bella» sobre las mentiras que permiten no confrontarnos con una realidad cruel, y logra disparar emociones en los espectadores que seguimos la historia y somos cómplices de la mentira juntos a los actores.
Una puesta en escena impecable con un vestuario de época que nos envuelve en ese hogar donde los abuelos representan esos árboles que desean morir de pie, sin dejarse arrebatar por las desventuras de su verdadero nieto y pudiendo dar y recibir amor de otros seres.
Atravesando momentos de risa y de llanto, salimos de la sala con un sabor dulce. Un clásico imprescindible y de excelencia teatral que detona aplausos cerrados y bises en el público.
Un verdadero homenaje al teatro y a la actuación que nos ofrece ese universo que nos aleja de la realidad y a la vez, nos permite soportarla. Este es uno de los grandes motivos para seguir con éxito en su cuarta temporada y para ir a disfrutar de teatro de alto vuelo y gran profesionalismo.