Después del éxito de su ópera prima Cómo funcionan casi todas las cosas (2015), Fernando Salem regresa con su segundo largometraje titulado La muerte no existe y el amor tampoco (2019) inspirado de la novela “Agosto” de Romina Paula. El inconsciente se hizo presente en la prémière de la película.
La muerte no existe y el amor tampoco nos relata la historia de Emilia (Antonella Saldico), una psiquiatra con una vida banal en Buenos Aires. Todo parece monótono y sin sabor en su rutina hasta que Jorge (Osmar Núñez), la invita a revivir un pasado oscuro en su Patagonia natal y que además, tiene como protagonista a Andrea, una amiga de la infancia que ya no está (Justina Bustos). Es aquí cuando “el regreso” ocurre.
Plagada de minimalismo y de largos silencios nevados, el film refleja ampliamente la acción de volver a los orígenes de su protagonista, Emilia. La familia, los amores, los aromas y los bellos paisajes que ofrece el sur son los ingredientes de un detallado y pacífico largometraje.
La obra transcurre a pequeños pasos y nos muestra la bella unión de Emilia y Andrea, personaje que se hace presente sin estarlo, siendo testigo del sufrimiento que genera en sus seres queridos su propia ausencia y careciendo de la acción de palpar por ejemplo, un abrazo colmado de angustia con su madre. Cabe destacar que el personaje de Andrea, es el más poético del film y crea un lazo y una complicidad muy cálida con el espectador. Los muertos están más vivos que los vivos y los vivos tienen aspectos muertos todo el tiempo. ¿Qué es estar vivo y qué es estar muerto?, es el gran interrogante que nos plantea esta película.
Otro nudo del film es el volverse a ver cara a cara con el primer amor y los proyectos de la juventud alguna vez soñados por Emilia. El reencuentro “casual” con todo lo que ella dejó atrás alguna vez al partir para Buenos Aires y haciéndonos llegar a la conclusión que el amor no se anuda, no termina de arraigar y no se sabe siquiera si es amor. Con lo cual, se abre otro interrogante: ¿El amor existe?