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TÓXICO – Puesta y dirección: Pablo Di Paolo – Por Mariana Wassner

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Esta obra escrita por la holandesa Lot Vekemans y narra el reencuentro de un hombre y una mujer después de haber pasado 10 años. Han sido un matrimonio que se separa un 31 de diciembre, y se vuelven a encontrar a raíz de una situación que los convoca: el cementerio donde está enterrado Joaquín donde se realizarán unas reformas, motivo por el cual, algunas tumbas serían levantadas.

La tumba de Joaquín, que a lo largo de esta pieza podremos inferir de quién se trata antes de que sea explicitado, invita a reflexionar sobre los modos en que las personas atravesamos lo horroroso del duelo.

“¿Cómo se puede volver a ser feliz después de una pérdida?”- pregunta la mujer, muy bien interpretada por Mara Bestelli.

“Un día descubrís que algo te salva y la vida sigue”- responde el hombre, actuado con gran sensibilidad por Javier Pedersoli.

Podríamos quedarnos sólo en el argumento de esta trama, pero también profundizar en las cuestiones que dispara y sus consecuencias.

Tóxico se introduce, de modo respetuoso y sin golpes bajos, en los modos en que los humanos procesamos las pérdidas, no solo la muerte, sino también las separaciones, y los efectos que estas producen. Intenta convertir, y lo logra, una lógica binaria, del tipo felicidad/desgracia, tristeza/alegría, lo que corresponde/lo que no corresponde, en la posibilidad de que esas miradas  coexistan. Esta conjunción es compleja porque está ligada a las historias personales, a las situaciones puntuales que cada uno atraviesa, que no son otra cosa que los entramados vinculares que vamos tejiendo a lo largo de nuestras vidas, que nos habilita hacia el impulso vital (deseo) y/o a lo más destructivo. Así, elaborar un duelo se convierte en una suerte de “pacto de convivencia” más o menos pacífico con la tristeza, con lo doloroso, con lo que corroe el cuerpo por dentro, pero la vida misma nos mueve de los lugares estancos.

Entre soledades, extrañamientos, reconocimientos, queda claramente planteado que los tiempos son singulares y que tanto la capacidad de amar, de perdonar, de responsabilizarse sin culpas,  no pueden ser romantizados.

Pablo Di Paolo, en una excelente dirección y puesta en escena, parece haber entendido claramente cómo, más allá de lo cotidiano y lo extraordinario, todos necesitamos comunicarnos, ser  comprendidos y no juzgados. Lo Tóxico, entonces, son los propios fantasmas que nos expulsan de la posibilidad de ser, sin banalidad, tal vez un poco más felices.

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Funciones:

Teatro El Extranjero

Valentín Gómez 3375, CABA

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