Por Norman Leandro
A Justine
Yo juego a no pisar las líneas de la calle (toda la vida lo hice y nunca nadie lo ha notado, el máximo gesto de atención al respecto ha sido la burla de mis paso dispares -es que resulta más dinámico si salteo primero dos baldosas, luego una, luego dos y así-). Juego carreras secretas con la gente en las veredas, elijo contendientes en las veredas, trazo secretamente una meta y me dispongo a batirme en justa por su conquista con personas que no tienen la menor idea de la álgida competencia que con tan esforzado contrincante sostienen. Pisar hojas crujientes es uno de mis mayores deleites.
Juego a ser
cantante,
actor,
trabajador,
hombre de negocios,
literato,
juego a ser yo y,
en ocasiones a ser otros,
juego a ser malo, a ser bueno, a ser chistoso, a ser serio.. .
y sí, muchas veces el desprecio y la incomprensión (algo batidos, quizás con una poca de envidia), llega de la mano de «vos no te tomas nada enserio» y -siempre- respondo: «no hay nada más en serio que un juego (mirada profunda a los ojos), nada se emprende con tanto ímpetu, decisión y compromiso como el dominio y conquista de un juego”.